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sábado, 28 de abril de 2018

MÍA GALLEGOS: POEMAS

LA MADRE
Yo soy la anciana primera
de la tierra.
Vine de un tiempo derramado,
de una sílaba irrepetible y perfecta
que aún persiste.
El tiempo es una mujer
que fundó la primera arcilla,
la gran balada para ser habitada,
la tierra de los eternos anillos
de los golpes de espada,
de la luna infinita.
Fundé un cosmos en mi peregrinar
y de mis lágrimas brotaron
animales callados, perfectos,
altos tigres,
luminosos jaguares
y águilas que desafiaron la luz.
Mas, conservo de mi una lágrima oculta
del mismo color de la brisa,
con la sonora trepidación de los mares,
un alto vuelo como el vuelo del águila
Es la gota para habitar
una vida después de la tierra,
después de la nube,
después del espacio.
Me iré con mi lágrima
a depositar el misterio en un río de ríos,
en todos los ríos.
Un día como todas las madres
fundaré de nuevo la gota de la vida.

AMOR EN CLAUSURA
La lluvia arrastra las hojas de los árboles,
y los cuerpos que no aceptan doblegarse,
mueren como héroes de nombres vagos y oscuros.
Tanto he llamado a Dios
desde mi claustro,
busco su origen, su confianza, sus pies, el barro, pero la vida me sigue a golpe de lluvia.
Soy pobre, me digo,
soy pobre como el Amor
pero no conozco la súplica.
Los nudillos de mi mano no golpearán
ninguna puerta.
Me ha herido la vida con sus garras
pero insisto en seguir
como la guerrera que soy,
y que ama la ciudad,
su ciudad.
Por eso, y nada más que por eso,
amo la nostalgia
porque es profunda como las velas azules
que tejen el encuentro entre el día y la noche.
Amo esta soledad
que transcurre entre libros, sueños, llamas
en donde existe un pacto con la vida
y una consagración con la espera
de un día más noble y de una soledad más honda.
Con las manos invento figuras y nombres
en la pared,
y labro una ciudad que habitaré mañana
cubierta por torres secretas,
cubiertas por el canto del tiempo, del mar,
de la sal,
recubiertas por el halo de la espera,
por una lejanísima espera,
despojada de esperanza,
pero tibia y pequeña como un nido profundo,
como el oído de Dios que me guarda y me nombra,
en donde seré la dueña
de una canción soberana y sola
como la negra armonía del mar,
la noche y el tiempo
que se devuelve y vuelve
como una madeja profundamente tibia,
enlazadora de los cuerpos
que trajo la marea,
que depositó el mar sobre la sal blanquísima
que se encuentra en la cresta
y frente al sol,
y baila la danza de la marejada,
del desconcierto, del desconsuelo
de la pobre, lejana y dulce soledad.

LA CASA AZUL
México es humo
Y yo me pierdo por Malitzin,

más allá de la calle 17.

Paso por el mercadito
y devoro las fresas,
pero ando despojándome de mi,
porque me cansa
llevar conmigo tan largo exilio
Devoro las fresas,
Y las piedras de Coyocán me gustan.
Las piso fuerte, muy fuerte, y afirmo el pie.
Primero uno y después el otro. 
Me gusta el mercado.
Pero me pierdo. Me gustaría ser otras.
Por eso muerdo las fresas y sonrío.
Y doblo hasta llegar
A la casa azul de Frida,
y soy todas esas mujeres y esa mujer que ella pintó,
leo las cartas esparcidas por los muros,
las letras menuditas desfilan,
y miro ese sobresalto, esa vida
que fue creciendo
desde su desnudez,
desde la pequeña niña accidentada.
Entonces lloro
porque quiero vivir,
y pienso como alguien que me antecedió en exilios, que México es mío.
Ahora, las mujeres de ojos redondos,
tan mexicanos y dulces
empiezan a mirarme
y a preguntarme tantas cosas.
Pero yo me pierdo entre los cuadros,
y me dan ganas de acariciar
las sillas, las plantas
e imagino una trenza larga y negra
de seda.
Y empiezo a sollozar
pensando en la niña que pintaba,
porque aquí yo no existo,
soy el cuadro, la mesa y la cama
y la niña y la pared azul,
en donde alguna vez se reflejó el beso de Frida y de Diego.
Salgo, salgo de ese laberinto azul,
y de nuevo piso fuerte las piedras de Coyoacán,
para volver y volver
y evocar un círculo que me trastroca.




Mía Gallegos

Poeta costarricense nacida en San José en 1953.Es una de las poetas vivas más importantes de su país. Su poesía mítica y onírica es un ejemplo de la resistencia femenina ante un mundo hostil. A los veintitrés años ganó el Premio Joven creación 1976 por su libro «Golpe de Albas», luego el premio Alfonsina Storni en 1977 y el Premio Nacional Aquileo Echeverría en 1985. Poemas suyos han sido traducidos al inglés e incluidos en importantes antologías de poesía latinoamericana. Ha trabajado en periodismo durante varios años y ha sido encargada de relaciones públicas del Teatro Nacional de San José de Costa Rica. Además es autora «Los reductos del sol» en 1985, «El claustro elegido» en 1989 y «Los sueños y los días» en 1995.
Fuente: afinidadeselectivas.blogspot.com - amediavoz.com -  Foto:gustavosolorzanoalfaro.com

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