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viernes, 23 de febrero de 2018

IBARRECHEA: LAURITA Y LA MÁQUINA VOLADORA

Eran ellas tres, Mónica, quien empieza contestando, María, más entusiasta y que siempre acotaba algo y Haydé, que medía sus respuestas. Aún temerosas por lo sucedido.

-Ante el requerimiento de las autoridades, nosotras presentamos los planos del proyecto, pues cada una tenía una copia para asegurarnos de nuestra autoría. 

-Y por si ganábamos el primer premio con nuestro invento. El soñado viaje de fin de curso a las sierras de Córdoba.

-La directora de la escuela no salía de su crisis nerviosa y debió ser internada de urgencia.

-En la semana de la inventiva, nuestras profesoras nos dejaron solas.

-Nosotras estábamos entusiasmadas por los avances de nuestra "Máquina Voladora."

-Ante la jueza de Cuarta Nominación, el padre de Josefina, que es un mecánico herrero de profesión, dijo que él colaboró aportando su eficaz mano de obra, sus conocimientos en la materia y en montar el complejo mecanismo en nuestro invento.

-Nuestras profesoras también fueron demoradas luego de que se les tomara declaración.

-Nosotras dijimos en nuestras declaraciones que la tarea asignada a cada curso, era la de desarrollar un invento y demostrar cómo funcionaba.

-También había que validar su aplicación en la vida del hombre.

-La mamá de Laurita era consolada en la sala de música por un equipo de psicólogas.

-Se hizo presente un señor muy arrogante, aunque con claros signos de nerviosismo, que fumaba en los lugares donde estaba prohibido.

-Leía las currículas.

-Nosotras permanecíamos sentadas en el aula.

-Nos enteramos que era el señor ministro de Educación.

-También vinieron unos ingenieros que debieron abrirse paso a los empujones entre ustedes, los periodistas que estaban en la puerta.

-Estudiaron los planos.

-De arriba a abajo.

-Los daban vueltas.

-Nos miraban.

-Una de las porteras entró corriendo y llamó al servicio de emergencia, porque la mamá de Laurita se había descompensado.

-Julia pidió permiso para levantarse y abrir el armario. 

-La vicedirectora, los policías, el ministro, la inspectora zonal y hasta los ingenieros la acompañaron.

-Julia expuso con toda claridad...

-Si, pero con la ayuda de todas nosotras...

-Expuso el funcionamiento de la "máquina voladora."

-Era un complejo mecanismo montado en un triciclo, donde las partes de acero fueron reemplazadas por duraluminio y piezas de plástico resistente.

-Que debían soportar el andamiaje de poleas, engranajes, correas dentadas y comandos guiados por palancas desde el manubrio.

-El papá de Josefina se encargó de las soldaduras y la distribución del mecanismo con precisión porque había que equiparar los pesos.

-Y compensar el peso de la máquina en su volumen.

-La novedad era la genial idea de desplegar las ruedas traseras para que adopten la forma de alerones.

-Los alerones se desplegaban con un movimiento de una palanca que está en el manubrio y le otorgaba a nuestro invento, mayor estabilidad.

-Adquiría velocidad en los movimientos.

-Respecto a aumentar la mayor cantidad de revoluciones posibles considerando la fuerza en cada vuelta de pedal.

-No nos dejaron darle un abrazo a la mamá de Laurita cuando se la llevaron.

-Si, a la señora se la llevaron en la ambulancia.

-Las alas de nuestro invento consistían en una estructura de alambre y reforzada en los bordes de ataque.

-Que nosotras recubrimos con una fina lona impermeable.

-Y las adherimos con un pegamento tipo "dope".

-Nacían en cada punta del manubrio, por las manoplas.

-Nancy hizo la prueba de funcionamiento de la maqueta en el patio, bajo una fuerte custodia policial, y la pequeña maqueta apenas voló dos, o tres metros, y cayó.

-Por orden de la jueza secuestraron la maqueta de nuestro invento.

-Entre todas, a la hora de la exposición, habíamos subido la máquina voladora al techo de la escuela.

-Nadie nos vio.

-Laurita era nuestra compañera más menuda, pecosa, sonriente, inquieta.

-No, no tenía novio ni pensaba en eso.

-Se colocó el arnés entre risas.

-El casco para motos le tapaba el flequillo sobre las cejas.

-En realidad, por su físico, su contextura, era la única que podía dirigirla.

-Cuando nos tocó el turno de presentar nuestro invento, les dijimos a todos los presentes que miren hacia el tejado.

-Allá, en el segundo piso.

-Laurita se asomó por la cornisa montada en la máquina voladora.

-Parecía una reina...

-Era todo un griterío pidiéndole que se baje.

-Si, gritaban que se detenga, que no lo haga.

-La policía encontró las zapatillas de Laurita en uno de los techos.

-A la mañana siguiente fue que la Fuerza Aérea, desplegó sus aviones para ir a buscarla.

-Se llevó mi vincha, le quedaba bien.


Ibarrechea
Deán Funes, Córdoba, Argentina
Escritor, Locutor y presentador en radio
Participó en diversas antologías nacionales y extranjeras.
Editor del blog. 
Foto autor: Alexandra Brambila, Morrinhos, Brasil

JUAN RULFO: LA NOCHE QUE LO DEJARON SOLO

¿Por qué van tan despacio? -les preguntó Feliciano Ruelas a los de adelante-. Así acabaremos por dormirnos. ¿Acaso no les urge llegar pronto?


-Llegaremos mañana amaneciendo -le contestaron.
Fue lo último que les oyó decir. Sus últimas palabras. Pero de eso se acordaría después, al día siguiente.
Allí iban los tres, con la mirada en el suelo, tratando de aprovechar la poca claridad de la noche.
"Es mejor que esté oscuro. Así no nos verán." También habían dicho eso, un poco antes, o quizá la noche anterior. No se acordaba. El sueño le nublaba el pensamiento.
Ahora, en la subida, lo vio venir de nuevo. Sintió cuando se le acercaba, rodeándolo como buscándole la parte más cansada. Hasta que lo tuvo encima, sobre su espalda, donde llevaba terciados los rifles.
Mientras el terreno estuvo parejo, caminó deprisa. Al comenzar la subida, se retrasó; su cabeza empezó a moverse despacio, más lentamente conforme se acortaban sus pasos. Los otros pasaron junto a él, ahora iban muy adelante y él seguía balanceando su cabeza dormida.
Se fue rezagando. Tenía el camino enfrente, casi a la altura de sus ojos. Y el peso de los rifles. Y el sueño trepado allí donde su espalda se encorvaba.
Oyó cuando se le perdían los pasos: aquellos huecos talonazos que habían venido oyendo quién sabe desde cuándo, durante quién sabe cuántas noches: "De la Magdalena para allá, la primera noche; después de allá para acá, la segunda, y ésta es la tercera. No serían muchas -pensó-, si al menos hubiéramos dormido de día". Pero ellos no quisieron: Nos pueden agarrar dormidos -dijeron-. Y eso sería lo peor.
-¿Lo peor para quién?
Ahora el sueño le hacía hablar. "Les dije que esperaran: vamos dejando este día para descansar. Mañana caminaremos de filo y con más ganas y con más fuerzas, por si tenemos que correr. Puede darse el caso."
Se detuvo con los ojos cerrados. "Es mucho -dijo-. ¿Qué ganamos con apurarnos? Una jornada. Después de tantas que hemos perdido, no vale la pena". En seguida gritó: "¿Dónde andan?"
Y casi en secreto: "Váyanse, pues. ¡Váyanse!"
Se recostó en el tronco de un árbol. Allí estaban la tierra fría y el sudor convertido en agua fría. Ésta debía de ser la sierra de que le habían hablado. Allá abajo el tiempo tibio, y ahora acá arriba este frío que se le metía por debajo del gabán: "Como si me levantaran la camisa y me manosearan el pellejo con manos heladas."
Se fue sentando sobre el musgo. Abrió los brazos como si quisiera medir el tamaño de la noche y encontró una cerca de árboles. Respiró un aire oloroso a trementina. Luego se dejó resbalar en el sueño, sobre el cochal, sintiendo cómo se le iba entumeciendo el cuerpo.


Lo despertó el frío de la madrugada. La humedad del rocío.
Abrió los ojos. Vio estrellas transparentes en un cielo claro, por encima de las ramas oscuras.
"Está oscureciendo", pensó. Y se volvió a dormir.
Se levantó al oír gritos y el apretado golpetear de pezuñas sobre el seco tepetate del camino. Una luz amarilla bordeaba el horizonte.
Los arrieros pasaron junto a él, mirándolo. Lo saludaron: "Buenos días", le dijeron. Pero él no contestó.
Se acordó de lo que tenía que hacer. Era ya de día. Y él debía de haber atravesado la sierra por la noche para evitar a los vigías. Este paso era el más resguardado. Se lo habían dicho.
Tomó el tercio de carabinas y se las echó a la espalda. Se hizo a un lado del camino y cortó por el monte, hacia donde estaba saliendo el sol. Subió y bajó, cruzando lomas terregosas.
Le parecía oír a los arrieros que decían: "Lo vimos allá arriba. Es así y asado, y trae muchas armas."
Tiró los rifles. Después se deshizo de las carrilleras. Entonces se sintió livianito y comenzó a correr como si quisiera ganarles a los arrieros la bajada.
Había que "encumbrar, rodear la meseta y luego bajar". Eso estaba haciendo. Obre Dios. Estaba haciendo lo que le dijeron que hiciera, aunque no a las mismas horas.
Llegó al borde de las barrancas. Miró allá lejos la gran llanura gris.
"Ellos deben estar allá. Descansando al sol, ya sin ningún pendiente", pensó.
Y se dejó caer barranca abajo, rodando y corriendo y volviendo a rodar.
"Obre Dios", decía. Y rodaba cada vez más en su carrera.
Le parecía seguir oyendo a los arrieros cuando le dijeron: "¡Buenos días!" Sintió que sus ojos eran engañosos. Llegarán al primer vigía y le dirán: "Lo vimos en tal y tal parte. No tardará el estar por aquí."
De pronto se quedó quieto.
"¡Cristo!", dijo. Y ya iba a gritar: "¡Viva Cristo Rey!", pero se contuvo. Sacó la pistola de la costadilla y se la acomodó por dentro, debajo de la camisa, para sentirla cerquita de su carne. Eso le dio valor. Se fue acercando hasta los ranchos del Agua Zarca a pasos queditos, mirando el bullicio de los soldados que se calentaban junto a grandes fogatas.
Llegó hasta las bardas del corral y pudo verlos mejor; reconocerles la cara: eran ellos, su tío Tanis y su tío Librado. Mientras los soldados daban vuelta alrededor de la lumbre, ellos se mecían, colgados de un mezquite, en mitad del corral. No parecían ya darse cuenta del humo que subía de las fogatas, que les nublaba los ojos vidriosos y les ennegrecía la cara.
No quiso seguir viéndolos. Se arrastró a lo largo de la barda y se arrinconó en una esquina, descansando el cuerpo, aunque sentía que un gusano se le retorcía en el estómago.
Arriba de él, oyó que alguien decía:
-¿Qué esperan para descolgar a ésos?
-Estamos esperando que llegue el otro. Dicen que eran tres, así que tienen que ser tres. Dicen que el que falta es un muchachito; pero muchachito y todo, fue el que le tendió la emboscada a mi teniente Parra y le acabó su gente. Tiene que caer por aquí, como cayeron esos otros que eran más viejos y más colmilludos. Mi mayor dice que si no viene de hoy a mañana, acabalamos con el primero que pase y así se cumplirán las órdenes.
-¿Y por qué no salimos mejor a buscarlo? Así hasta se nos quitaría un poco lo aburrido.
-No hace falta. Tiene que venir. Todos están arrendando para la Sierra de Comanja a juntarse con los cristeros del Catorce. Éstos son ya de los últimos. Lo bueno sería dejarlos pasar para que les dieran guerra a los compañeros de Los Altos.
-Eso sería lo bueno. A ver si no a resultas de eso nos enfilan también a nosotros por aquel rumbo.
Feliciano Ruelas esperó todavía un rato a que se le calmara el bullicio que sentía cosquillearle el estómago. Luego sorbió tantito aire como si se fuera a zambullir en el agua y, agazapado hasta arrastrarse por el suelo, se fue caminando, empujando el cuerpo con las manos.
Cuando llegó al reliz del arroyo, enderezó la cabeza y se echó a correr, abriéndose paso entre los pajonales. No miró para atrás ni paró en su carrera hasta que sintió que el arroyo se disolvía en la llanura.
Entonces se detuvo. Respiró fuerte y temblorosamente.


Juan Rulfo
El reconocido escritor mexicano Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, mejor conocido como Juan Rulfo, nació el 16 de mayo de 1917 en Sayula, en el estado de Jalisco, México.El padre de Juan Rulfo fue asesinado cuando él tenía apenas seis años, posteriormente su madre también falleció por lo que su abuela se hizo cargo de él.Durante su infancia fue testigo de los episodios violentos de la rebelión cristera, situación que marco drásticamente su vida y que se vería reflejada en sus obras.En 1934 se trasladó a la ciudad de México donde trabajó como agente de inmigración en la Secretaría de Gobernación, gracias a este trabajo pudo viajar a diferentes partes del país, aumentando su amor por la cultura y antropología de México. Durante estos viajes comienza a publicar sus cuentos en revistas literarias.Su primera novela fue Los hijos del desaliento, sin embargo con la publicación de su libro de cuentos El llano en llamas (1953), y su novela, Pedro Páramo (1955), alcanzó el reconocimiento internacional.Es considerado uno de los grandes maestros de la narrativa hispanoamericana del siglo XX. Juan Rulfo es uno de los escritores mexicanos más leídos, tanto dentro del país como en el extranjero, siendo una referencia importante en la literatura universal. Sus textos se han traducido al inglés, francés, alemán, turco, hebreo y árabe. El reconocido escritor mexicano también mostró interés por la fotografía, siendo reconocido como uno de los maestros de la lente del siglo xx. Rulfo escribió algunos guiones cinematográficos: Paloma herida (1963) y El gallo de oro (1963). En 1970 recibió el Premio Nacional de Literatura de México, y en 1983, el Príncipe de Asturias de la LetrasJuan Rulfo falleció en la Ciudad de México el 7 de enero de 1986 a causa de un enfisema pulmonar. Fuente:starmedia.com- Foto y artículo : Archivo del Blog


RAY BRADBURY: LA ÚLTIMA NOCHE DEL MUNDO

-¿Qué harías si supieras que ésta es la última noche del mundo?

-¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?
-Sí, en serio.
-No sé. No lo he pensado.
El hombre se sirvió un poco más de café. En el fondo del vestíbulo las niñas jugaban sobre la alfombra con unos cubos de madera, bajo la luz de las lámparas verdes. En el aire de la tarde había un suave y limpio olor a café tostado.
-Bueno, será mejor que empieces a pensarlo.
-¡No lo dirás en serio!
El hombre asintió.
-¿Una guerra?
El hombre sacudió la cabeza.
-¿No la bomba atómica, o la bomba de hidrógeno?
-No.
-¿Una guerra bacteriológica?
-Nada de eso -dijo el hombre, revolviendo suavemente el café-. Sólo, digamos, un libro que se cierra.
-Me parece que no entiendo.
-No. Y yo tampoco, realmente. Sólo es un presentimiento. A veces me asusta. A veces no siento ningún miedo, y sólo una cierta paz.-Miró a las niñas y los cabellos amarillos que brillaban a la luz de la lámpara-. No te lo he dicho. Ocurrió por vez primera hace cuatro noches.
-¿Qué?
-Un sueño. Soñé que todo iba a terminar. Me lo decía una voz. Una voz irreconocible, pero una voz de todos modos. Y me decía que todo iba a detenerse en la Tierra. No pensé mucho en ese sueño al día siguiente, pero fui a la oficina y a media tarde sorprendí a Stan Willis mirando por la ventana, y le pregunté: “¿Qué piensas, Stan?”, y él me dijo: “Tuve un sueño anoche”. Antes de que me lo contara yo ya sabía qué sueño era ése. Podía habérselo dicho. Pero dejé que me lo contara.
-¿Era el mismo sueño?
-Idéntico. Le dije a Stan que yo había soñado lo mismo. No pareció sorprenderse. Al contrario, se tranquilizó. Luego nos pusimos a pasear por la oficina, sin darnos cuenta. No concertamos nada. Nos pusimos a caminar, simplemente cada uno por su lado, y en todas partes vimos gentes con los ojos clavados en los escritorios, o que se observaban las manos, o que miraban la calle. Hablé con algunos. Stan hizo lo mismo.
-¿Y todos habían soñado?
-Todos. El mismo sueño, exactamente.
-¿Crees que será cierto?
-Sí, nunca estuve más seguro.
-¿Y para cuándo terminará? El mundo, quiero decir.
-Para nosotros, en cierto momento de la noche. Y a medida que la noche vaya moviéndose alrededor del mundo, llegará el fin. Tardará veinticuatro horas.
Durante unos instantes no tocaron el café. Luego levantaron lentamente las tazas y bebieron mirándose a los ojos.
-¿Merecemos esto? -preguntó la mujer.
-No se trata de merecerlo o no. Es así, simplemente. Tú misma no has tratado de negarlo. ¿Por qué?
-Creo tener una razón.
-¿La que tenían todos en la oficina?
La mujer asintió.
-No quise decirte nada. Fue anoche. Y hoy las vecinas hablaban de eso entre ellas. Todas soñaron lo mismo. Pensé que era sólo una coincidencia. -La mujer levantó de la mesa el diario de la tarde-. Los periódicos no dicen nada.
-Todo el mundo lo sabe. No es necesario. -El hombre se reclinó en su silla mirándola-. ¿Tienes miedo?
-No. Siempre pensé que tendría mucho miedo, pero no.
-¿Dónde está ese instinto de autoconservación del que tanto se habla?
-No lo sé. Nadie se excita demasiado cuando todo es lógico. Y esto es lógico. De acuerdo con nuestras vidas, no podía pasar otra cosa.
-No hemos sido tan malos, ¿no es cierto?
-No, pero tampoco demasiado buenos. Me parece que es eso. No hemos sido casi nada, excepto nosotros mismos, mientras que casi todos los demás han sido muchas cosas, muchas cosas abominables.
En el vestíbulo las niñas se reían.
-Siempre pensé que cuando esto ocurriera la gente se pondría a gritar en las calles.
-Pues no. La gente no grita ante la realidad de las cosas.
-¿Sabes?, te perderé a ti y a las chicas. Nunca me gustó la ciudad, ni mi trabajo, ni nada, excepto vosotros tres. No me faltará nada más. Salvo, quizás, los cambios de tiempo, y un vaso de agua helada cuando hace calor, y el sueño. ¿Cómo podemos estar aquí, sentados, hablando de este modo?
-No se puede hacer otra cosa.
-Claro, eso es; pues si no estaríamos haciéndolo. Me imagino que hoy, por primera vez en la historia del mundo, todos saben qué van a hacer de noche.
-Me pregunto, sin embargo, qué harán los otros, esta tarde, y durante las próximas horas.
-Ir al teatro, escuchar la radio, mirar la televisión, jugar a las cartas, acostar a los niños, acostarse. Como siempre.
-En cierto modo, podemos estar orgullosos de eso…como siempre.
El hombre permaneció inmóvil durante un rato y al fin se sirvió otro café.
-¿Por qué crees que será esta noche?
-Porque sí.
-¿Por qué no alguna otra noche del siglo pasado, o de hace cinco siglos o diez?
-Quizá porque nunca fue 19 de octubre de 2069, y ahora sí. Quizá porque esa fecha significa más que ninguna otra. Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.
-Hay bombarderos que esta noche estarán cumpliendo su vuelo de ida y vuelta a través del océano y que nunca llegarán a tierra.
-Eso también lo explica, en parte.
-Bueno -dijo el hombre incorporándose-, ¿qué hacemos ahora? ¿Lavamos los platos?
Lavaron los platos, y los apilaron con un cuidado especial. A las ocho y media acostaron a las niñas y les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces del cuarto y entornaron la puerta.
-No sé…-dijo el marido al salir del dormitorio, mirando hacia atrás, con la pipa entre los labios.
-¿Qué?
-¿Cerraremos la puerta del todo, o la dejaremos así, entornada, para que entre un poco de luz?
-¿Lo sabrán también las chicas?
-No, naturalmente que no.
El hombre y la mujer se sentaron y leyeron los periódicos y hablaron y escucharon un poco de música, y luego observaron, juntos, las brasas de la chimenea mientras el reloj daba las diez y media y las once y las once y media. Pensaron en las otras gentes del mundo, que también habían pasado la velada cada uno a su modo.
-Bueno -dijo el hombre al fin.
Besó a su mujer durante un rato.
-Nos hemos llevado bien, después de todo -dijo la mujer.
-¿Tienes ganas de llorar? -le preguntó el hombre.
-Creo que no.
Recorrieron la casa y apagaron las luces y entraron en el dormitorio. Se desvistieron en la fresca oscuridad de la noche, y retiraron las colchas.
-Las sábanas son tan limpias y frescas…
-Estoy cansada.
–Todos estamos cansados.
Se metieron en la cama.
-Un momento -dijo la mujer.
El hombre oyó que su mujer se levantaba y entraba en la cocina. Un momento después estaba de vuelta.
-Me había olvidado de cerrar los grifos.
Había ahí algo tan cómico que el hombre tuvo que reírse.
La mujer también se rió. Sí, lo que había hecho era cómico de veras. Al fin dejaron de reírse, y se tendieron inmóviles en el fresco lecho nocturno, tomados de la mano y con las cabezas muy juntas.
-Buenas noches -dijo el hombre después de un rato.
-Buenas noches -dijo la mujer.


Ray Bradbury
Escritor americano, nacido en Waukegan el 22 de mayo de 1920, fallece en Los Ángeles el 6 de Junio de 2012. Ray Bradbury fue conocido por sus obras dedicadas a la ciencia ficción, el terror y la fantasía, siendo considerado uno de los grandes maestros del género fantástico del siglo XX.
Bradbury nació en una familia humilde y no cursó estudios universitarios, completando su formación de manera autodidacta a través de bibliotecas públicas. De hecho, su amor por las bibliotecas se tradujo posteriormente en una defensa a ultranza del sistema de bibliotecas americanas.
Se inició joven en la escritura, con especial atención al relato corto, siendo publicado en numerosas revistas literarias. En 1940 publicó su primera antología Dark Carnival, a la que seguirían otras como Crónicas marcianas, obra que se hizo muy popular, sobre todo tras la adaptación que se hizo en los años 80 para la televisión.
Pero fue, sin duda, su obra distópica Farenheit 451 el detonante de su fama y éxito, gracias a la excelente versión de François Truffaut que se convirtió en todo un clásico cinematográfico. Otras obras de Bradbury que fueron adaptadas fueron El hombre ilustrado, El carnaval de las tinieblas o El sonido del trueno.
A lo largo de su carrera, Bradbury recibió premios como el Seiun, el Locus, el World Fantasy Award, el Saturn, el Stoker, el Reino de Redonda o el Retro Hugo a la mejor novela de 1953 por Farenheit 451.
Fuente: denaranjasyparadojas.blogspot,com - lecturalia.com - Foto: Archivos del Blog

DANIEL SALZANO: PARA ELISA

Me acuerdo del Mambrú / un perro no mucho más alto que un niño / herido de muerte por el balazo de un bombero / Ya he hablado muchas veces antes del Mambrú / sólo que hoy / como no lo había hecho nunca antes / lo he visto ir y volver a lo largo de la calle Chacabuco / ¿No es que estabas muerto, Mambrú? / Todo se rompe, todo se gasta y al final todo pierde su sentido / pero el Mambrú sigue conmigo.

Me acuerdo de Marlon Brando / con su clásica manera de no servir para otra cosa / que sufrir.

Me acuerdo del pianista Atilio Brunelli / de la calle Lamadrid / que tocaba Para Elisa con las ventanas abiertas / yo pensé: / voy a guardarme esa musiquita / para cuando se me llene de moho / el corazón.

Me acuerdo del boletero del cine Cervantes / la catedral del balazo / fue él quien me aseguró que detrás de cada hombre caminan 30 caballos / A veces salgo / por la noche / y escucho el sonido de sus cascos / sobre el manto de piedra del área Peatonal.

Me acuerdo de Nicolino Locche / durmiendo la siesta / con la cabeza apoyada / sobre el antebrazo / y el antebrazo apoyado sobre una mesa del hotel Crillón / Nicolino fumaba dormido / lo mismo que Chaplin.

Me acuerdo de haber entrado a la iglesia de La Sagrada Familia y arrodillarme ante Dios / como ante un pelotón de fusilamiento / ¿Qué has hecho? / He falsificado la libreta del almacén / ¿Qué has hecho? / He robado el encendedor del tío Arturo / ¿Qué has hecho? / Le hice burla a un tartamudo / Me acuerdo muy bien de Dios / Él, en cambio, no debe acordarse de mí.

Me acuerdo de 1997 / el año en que vino a cantar Silvio Rodríguez / Me acuerdo de 1978 / el año en que murió Jacques Brel / Esa es la historia de mi vida.
Me acuerdo del jarrito de aluminio donde calentaba el café / cada mañana / Estás vacío / eres libre de irte / jarrito.

Me acuerdo del día en que dejé de fumar / es un día que me gustaría encontrar / para disculparme / Dejé el cigarrillo como el que huye en el desierto / borrando las huellas / estoy seguro de que era un Winston / Lo siento / W / no sabía que eras el último de todos / Qué largo es el camino de la memoria / qué largo.

Me acuerdo del hospital donde me operaron del corazón y de un médico que hablaba de los grupos bicárdicos / mamá / pensaba yo / dame la mano.
El Mambrú / entretanto / iba y volvía por los pasillos del hospital / y eso que hacía tres años / que había muerto.

Me acuerdo de Moscú / de la Plaza Roja / no nevaba no / me acordaría.

Me acuerdo del sobre / donde venía el sueldo de mi viejo / un billete de 100 uno de 50 dos de 10 y una moneda / El típico recuerdo que se escribe / como quien respira un instante / antes de estrellarse.

Me acuerdo de los zapatones de Ernest Hemingway colocados junto a la ventana / en su casa / de La Habana / una pipa / tabaco / restos de whisky / y un reloj detenido en las 2:45 / tú no puedes morir tanto / como has vivido.

Me acuerdo de mi hijo / comiendo una manzana.

Me acuerdo del día de mi casamiento / yo me sentía tan fuerte y tan seguro por el aire de la calle / que no quería llegar a ningún lado / ¿quieren conocer los tres deseos que pedí cuando íbamos bordeando el paseo Sobremonte? / más despacio más despacio más despacio.

Me acuerdo de la semana pasada: / mi mujer iba sentada en la fila 9 y yo iba sentado en la fila 13 / si me incorporaba lograba verle el pelo / llevaba puestas dos prensitas / con mis iniciales / sentí que el pianista Brunelli tocaba Para Elisa.

Me acuerdo del cartel con el caballo rojo del vermouth Cinzano.

Me acuerdo de Raúl González Tuñón / almorzando en una cantina de la calle Piedras / ¿sabe por qué vengo a comer aquí? / porque los manteles son de papel y podría escribir una novela / Me acuerdo de varios poemas suyos / pero no los voy a decir aquí / son para ellos / los 30 caballos.
Hoy estoy en buena forma para recordar / Pero ustedes no han comprado el diario para eso.


Daniel Salzano
Daniel Nelson Salzano (Córdoba, 22 de mayo de 1941 - ibídem, 24 de diciembre de 2014) fue un periodista, poeta y escritor argentino.
Sus poemas fueron publicados en distintas revistas literarias: Barrilete, Mitos, Monólogos, Acento, El Lagrimal Trifurca, El Escarabajo de Oro, Horizontes y Crisis, así como en los diarios La Opinión, Clarín de Buenos Aires y Últimas Noticias de Venezuela.
Recibió múltiples premios y distinciones, como la Cruz de la Corte de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, otorgada por el Rey Juan Carlos I de España (2001) y el Premio J.L. de Cabrera (1998).
Durante sus últimos años realizaba la columna Quienes y Cuándo en el diario La Voz del Interior, matutino donde escribía desde 1968. Estos escritos solían estar acompañados por una o dos ilustraciones a cargo de uno de los dibujantes del diario, Juan Delfini.
Junto a Jairo compuso numerosos temas musicales. Fue director del Cine Club Municipal Hugo del Carril de la ciudad de Córdoba. Falleció el 24 de diciembre de 2014 a los 73 años. Fue velado y posteriormente cremado.
Fuente: Quienes y Cuando - La voz del Interior - wikipedia.org - Foto: archivos del blog


MARTHA FAJARDO: LAS TINAJAS DEL TIEMPO

"Siempre es grato caminar sobre el barro amasado por los poetas, porque se amasa diferente, huele a la lluvia del tiempo compartido o del tiempo vivido en la plenitud de ser uno mismo..."
                                                                                                                             Elbis Gilardi
                                                                                                                                     Poeta



DE LAS TINAJAS DEL TIEMPO

Saboreando los tiempos, con mi telúrico sino,
anduve campeando vientos
y siempre me acerqué a los ríos.
Busqué la jugosa arcilla
de mis padres, mis ancestros
y la promesa extendida
de vivir un amor en hijos...|
y amasé el barro con fe,
y la arcilla contrarió ese destino.
Con tesón, volví a amasar el barro
construí tinajas, con sacrificio y dolor.
Por ver los cuencos vacíos
decidí que mis poemas
ocuparan ese sitio.


DE BARRO

Un cuenco de barro
es una celebración de vida;
una suma de otroras del hombre
que subyacen en la memoria.
Esa memoria ancestral
que nos reúne en torno al cántaro amasado
por manos laboriosas,
que siempre vuelven al barro
del que vinimos 
y hacia dónde vamos.


AL AMOR

No te espantes amor
si la lociérnaga
ha cesado de asomarse en tus jardines,
una luz diferente te consuela,
quitándote del corazón los grises.
No te asombres, amor,
si mi palabra
en apariencia vulgar, te suena triste;
aún tengo un cristal con fantasías
que atesora mi mundo
de matices de colores,
de ideas sin sentido,
que me mueven a la fe,
pues sé que existes.


PESCADOR DE NOSTALGIAS

Hebra transparente de armonías
fue tu voz hecha miel
para mi alma...
y el candil errante de mi sueño
se enredó en tu redil
"Pescador de Nostalgias".
El añil del recuerdo vespertino
me devuelve en aquella imagen mágica 
del sonido frugal de los acordes
y arpegios de tu guitarra...
cuando oyendo aquellas melodías
me llegué hasta el mundo
al que tú te elevabas
toqué en las puertas del silencio
la ancestral tristeza de tu alma
y ese dolor perenne que ensombrece
la luz más pura de tu mirada.
¿Sabes? Yo te comprendo: "Pescador de Nostalgias"
hubo nubes en mi cielo muchas veces
y, salí a cazar mariposas blancas.


FUISTE

Color de distancia,
caminante de olvidos,
buceando en los silencios
que atisban los recuerdos:
te aprisiono y sonrío.
Fuiste picaflor en vuelo
o tal vez tan sólo eras
romance de lluvia y río,
en viento sur de misterio
dónde frutos de mistoles
dulcificaban la tarde,
cuando nos descubrimos.


TEMOR

Tu mirada es una llamarada,
un imán de fuego, que me atrapa
por eso, con la piel enrtojecida de silencios
te embriago en un río de palabras.
Sonrío, con ternura inexpresada.
Y suelto un chiste que no concuerda con nada.
Silencio largo... sin fin,
el miedo otra vez... me ha ganado la batalla.


TE PINTO

Azul te pinto en mi recuerdo
de verde anochecido en la esperanza 
de trigal maduro y duraznero
por tu forma de amar tan simple y clara.
Teretrato con palabras,
amor, que despiertas mis ansias.
Yo tuve de tus horas
los incendios,
las flores amanecidas,
la dulce tempestad 
en el instante en que el sol llega
a la cúspide del monte enrojecido...
Hoy me duelen los ojos,
te pinto con luz de adiós en luna menguante,
con vuelo de pájaro con alas rotas
con color de fuego anochecido
en la nostalgia.



Martha Graciela Fajardo
Nació en Febrero de 1955 en Cruz del Eje, Córdoba. Allí cursó sus estudios y se recibió de profesora de Castellano, Literatura e Historia. Dirigió el Taller Literario Totoral desde 1980 a 1995, tiempo en el que fue secretaria de la Federación de Escritores de la Provincia de Córdoba. en 1996 trabajó en el profesorado en Letras. Entre el 2007 y 2014 fue Rectora del Colegio Provicial N° 5 y cursó la Licenciatura en Letras en la UNT. Ha sido publicada en diversas antologías nacionales y extranjeras.
Fuente: El Mensú ediciones.




DANIEL PAREDES: TRES VERSIONES DE UN MISMO CUENTO

Salomón y Azrael
Por Yalal Al-Din Rumi

Un hombre vino muy temprano a presentarse en el palacio del profeta Salomón, con el rostro pálido y los labios descoloridos.
Salomón le preguntó:
—¿Por qué estás en ese estado?
Segunda versión Yalal Al-Din Rumi

Yalal Al-Din Rumi
Y el hombre le respondió:
—Azrael, el ángel de la muerte, me ha dirigido una mirada impresionante, llena de cólera. ¡Manda al viento, por favor te lo suplico, que me lleve a la India para poner a salvo a mi cuerpo y mi alma!
Salomón mandó, pues, al viento que hiciera lo que pedía el hombre. Y, al día siguiente, el profeta preguntó a Azrael:
—¿Por qué has echado una mirada tan inquietante a ese hombre, que es un fiel? Le has causado tanto miedo que ha abandonado su patria.
Azrael respondió:
—Ha interpretado mal mi mirada. No lo miré con cólera, sino con asombro. Dios, en efecto, me había ordenado que fuese a tomar su vida en la India, y me dije: ¿Cómo podría, a menos que tuviese alas, trasladarse a la India?


Segunda versión Jean Cocteau
Jean Cocteau
El gesto de la Muerte
Por Jean Cocteau

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
—Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
—No fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.



La Muerte en Samarra
Por García Márquez
Tercera versión García Márquez
Gabriel García Márquez

El criado llega aterrorizado a casa de su amo.
—Señor —dice— he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
—Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor se encuentra la Muerte en el mercado.
—Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza —dice.

—No era de amenaza —responde la Muerte— sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde tengo que recogerlo allá.



Daniel Paredes
Escritor, corrector de San Nicolás de los Arroyos - Buenos Aires.
Editor del blog tierradetrampas.blogspot.com - Foto: Daniel Paredes