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viernes, 29 de mayo de 2015

HORACIO QUIROGA: EL ALMOHADÓN DE PLUMAS



Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
 -¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.
 —Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que hacer...
 —¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
—¿Qué hay? —murmuró con la voz ronca.
—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandos: —sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

Horacio Quiroga
Salto, 1878 - Buenos Aires, 1937) Narrador uruguayo radicado en Argentina, considerado uno de los mayores cuentistas latinoamericanos de todos los tiempos, cuya obra se sitúa entre la declinación del modernismo y la emergencia de las vanguardias. Las tragedias marcaron la vida del escritor: su padre murió en un accidente de caza, y su padrastro y posteriormente su primera esposa se suicidaron; además, Quiroga mató accidentalmente de un disparo a su amigo Federico Ferrando. 
Estudió en Montevideo y pronto comenzó a interesarse por la literatura. Inspirado en su primera novia escribió Una estación de amor (1898) y fundó en su ciudad natal la Revista de Salto (1899). Marchó luego a Europa, donde conoció a Rubén Darío, y resumió sus recuerdos de esta experiencia en Diario de viaje a París (1900). A su regreso fundó el Consistorio del Gay Saber, cenáculo modernista que pese a su corta existencia presidió la vida literaria de Montevideo y las polémicas con el grupo de Julio Herrera y Reissig. 
Ya instalado en Buenos Aires publicó Los arrecifes de coral (1901) poemas, cuentos y prosas líricas de gusto modernista, seguidos de los relatos de El crimen del otro (1904), la novela breve Los perseguidos (1905), producto de un viaje con Leopoldo Lugones por la selva misionera hasta la frontera con Brasil, y la más extensa Historia de un amor turbio (1908). En 1909 se radicó precisamente en la provincia de Misiones, donde se desempeñó como juez de paz en San Ignacio, localidad famosa por sus ruinas de las misiones jesuíticas, a la par que cultivaba yerba mate y naranjas.
Nuevamente en Buenos Aires, trabajó en el consulado de Uruguay y dio a la prensa las colecciones de relatos breves Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), Cuentos de la selva (1918) y El salvaje (1920), y la obra teatral Las sacrificadas (1920). Le siguieron nuevas recopilaciones de cuentos, como Anaconda (1921), El desierto (1924), La gallina degollada y otros cuentos (1925) y el que es quizá su mejor libro de relatos, Los desterrados (1926). Colaboró en diferentes periódicos y revistas: Caras y CaretasFray MochoLa Novela SemanalLa Nación, entre otros. 
En 1927 contrajo segundas nupcias con una joven amiga de su hija Eglé, con quien tuvo una niña. Dos años después publicó la novela Pasado amor, sin mucho éxito. Sintiendo el rechazo de las nuevas generaciones literarias, regresó a Misiones para dedicarse a la floricultura. En 1935 publicó su último libro de cuentos, Más allá. Hospitalizado en Buenos Aires, se le descubrió un cáncer gástrico, enfermedad que parece haber sido la causa que lo impulsó al suicidio, ya que puso fin a sus días ingiriendo cianuro.

MARGUERITTE YOURCENAR: SIETE POEMAS PARA UNA MUERTA



I
Los que nos esperaban, se han cansado,
y sin saber que íbamos a venir, murieron;


han cruzado sus brazos, sin poder abrazarnos
y en lugar de recuerdos, dejan remordimientos.

Las oraciones, las flores, el gesto más tierno
llega muy tarde para que Dios los bendiga.
Los vivos no se hacen oir por los muertos;
la muerte, cuando viene, junta sin unir.

No conocemos la serenidad de las tumbas.
Tarde ya, damos gritos que cansan, retumban,
penentran sin eco la sorda eternidad;

y los muertos desdeñosos u obligados a callar,
en el umbral oscuro del misterio, no oyen
llorar por un amor que no fue nunca. 



II 

Es la miel que destila el hondo corazón de las rosas,
los colores, los perfumes y el aliento de lo querido.
No sonreirás otra vez ante la belleza de las cosas;
vos, la que nos abrazabas, has cruzado tus brazos. 

No sentirás más sobre tus párpados dormidos, 
el lento otoño con que se perfuman las lágrimas.
Tu corazón se dispersa en la metamorfosis; 
y yo apenas llego para perderte para siempre.

El ser no es sino un nombre, el tiempo una cifra.
Bajo la luz del sol hasta habría amado tu sombra;
pero contra tu filosa tumba se lastimó mi amor.


La muerte, menos incierta, mejor supo alcanzarte.
Si pensás en nosotros, tu corazón deberá quejarse,
y creeremos estar ciegos ante la muerte de tu luz . 


III 

No supe que no debía dudar, que debía ir 
y no supe sino callar cuando debía llamar.
Mucho tiempo tardé en salir de mi soledad; 
no podía entender que vos fueras a morir.

No podía entender que algún día vería secarse
el manantial que da de beber y nos alegra;
No había comprendido que existieran sobre la tierra 
frutos dulces y amargos que la muerte madura. 

Mis ojos, mis manos, mis pies ahora te buscan 
en este jardín cerrado donde te has dormido; 
dudando avanzo como un triste extranjero. 

Te reencuentro muy tarde; me arrepiento y envidio 
a los que mejor advertidos que todo es pasajero, 
pudieron darte su amor cuando estabas viva. 


IV 

Nunca sabrás cuál ha sido el viaje de tu alma,
así cómo adopté en el fondo de mí, otro corazón;
y que nada, ni el tiempo de otros amores, ni la edad
jamás oscurecerán lo que has sido. 

Que la hermosura del mundo tiene tu cara, 
que vive de su dulzura, brilla con su claridad 
y que este lago pensativo al fondo del paisaje 
solamente me devuelve tu serenidad. 

Nunca sabrás que viajo con tu alma encima 
como con un farol de oro para ver dónde voy; 
ni tampoco que algo de tu voz canta mi canción. 

Una dulce antorcha, tus rayos y una brasa, tu luz, 
me guían en los caminos por los que te has ido; 
y así en mí, un poco más, seguís con vida.




El huerto de cipreses lento balancea como frutos 
las estrellas en el fondo de las noches de verano; 
la vida, única y desnuda tras sus cien velos, 
siembra tu belleza para cosecharla en todo. 

Tu amor, mi amor, nuestro corazón y médula,
diversamente aún serán tras haber sido;
y así como una araña extiende sus redes,
el universo monstruoso teje la eternidad. 

La marea sin mañana nos deja y nos lleva. 
Nos desliza en sueños bajo una enorme puerta; 
en todo nos pierde, en todo nos encuentra. 

Pero los labios no logran saciar el corazón; 
y el amor y la esperanza se empecinan en soñar 
que el sol hará brotar otras vidas a los muertos. 



VI 

La miel inalterable en el fondo de cada cosa,
está hecha de dolor, deseos, remordimientos;
Alambique eterno donde el tiempo destila
las lágrimas de los vivos y la piedad de los muertos. 

Con idénticos efectos acordada su causa,
la misma nota vibra a través de mil acordes.
No separo de la rosa su perfume,
no separo el alma, de tu cuerpo.

El universo reclama para sí lo poco que fuimos.
Jamás podrás saber lo que mis lágrimas te amaron;
y yo olvidaré cada día todo lo que te amaba. 

Pero la muerte nos espera meciendo la cuna;
como un niño acurrucado entre tus brazos cerrados
yo forjo el hierro candente de la vida eterna. 


VII 

Aquí está el silencio que tiene las únicas palabras 
que, junto a vos, pueden decirse sin lastimar; 
dejemos de derramar lágrimas sobre tus flores, 
sólo necesitamos una sonrisa ante lo inevitable. 

Cuando cansados ya de nuestras obligaciones, 
a igual cama los dormidos en secreto se deslizan: 
en cada dedo tiemblan los pastos que nos rozan, 
y en ellos vos podés bendecirme y yo acariciarte. 

Es hacia tu dulzura a donde mi camino me lleva. 
Bajo este sol lentamente impregnado de alma humana, 
el olvido, lento jardinero, arranca los remordimientos. 

El amor perdurable vagabundea de surco en surco. 
Yo no voy a molestar con mi vano poema 
el encuentro eterno de la tierra y la muerte.













Margueritte Yourcenar

(versión de O.Picardo)
Fuente: lapecerarevista.blogspot.com.ar
(Marguerite de Crayencour Bruselas, 1903 - isla de Mount Desert, Maine, EE UU, 1987) Escritora francesa de origen belga. Huérfana de madre desde su nacimiento, fue llevada muy pronto a Francia por el padre (natural de Lille) que, tras impartirle una educación bastante esmerada, la llevó siempre con él, en el curso de su cosmopolita existencia, comunicándole su amor por los viajes. Fuente: biografíasyvidas.com - Foto:diariodecultura.com.ar

CARLOS ALVARADO - LARROUCAU: LA LORENZA SOLA

La Lorenza sola


82 años coya solitaria en Catamarca a 4000 m de altura, Río Blanco al NE de Fiambalá.

En las manos de la Lorenza
hay un crujido de piedras que el agua rasga.
Esas manos lucen como corral de pircas
pilas de piedras donde se agrupan llamas.
Y en los resquicios,
besos de musgos,
mullidos suyos...

Su palabra se queda enredada
entre jirones y botellas plásticas
vacías
cencerros que alejan pumas
cuando el miedo trepa y la noche zumba

Se apaschan las nubes en sus corrales
como pellones que enturbian ojos
Lorenza se sabe sola
sin hombre y sin hijo
sin el nombre de mamá.

Un largo préambulo de asombro
exige la visita, la Lorenza está sola
y se le hace duro el hablar.
Un puñado de llamas “mansitas”
la acompañan y esquilan penas
llamas de Coquena, las del transhumar.

A Pachamama, un rincón de piedras
le asigna Lorenza en su heredad,
la Madre la acompaña y la cura
la Madre es atenta en verdad.

Se queda sola Lorenza...
Cuando canjea lo suyo
A duras penas...

y llora profundo cuando te vas…












Carlos Alvarado
poesía-tucumán.blogspot.com.ar
Carlos Alvarado-Larroucau es un escritor, poeta y ensayista francés de origen argentino, nacido en San Miguel de Tucumán en 1964.

HUMBERTO HAUFF: POEMA 4

POEMA 4
Llueve.
Nos olvidamos de cobijar las alegrías
y ahora la humedad las enmohece
y andan por los cuartos tiritando

Las veredas son ahora ríos
y al amanecer debemos buscarlo
desmalezando la bruma a machetazo limpio.

Llueve.
En las escuelas expuestas bulle el clima
y retozan niños y esperan hombres
a quienes les sale del pecho brotes
para bendición del cántaro.

Con los pies en el agua somos cebollines
verdes de coraje duro, y en las almas irritadas
el salvaje aliento de junio
reniega incesante.














Humberto Hauff 
decidor,blogspot.com
(1960) Poeta y escritor nacido en El Colorado, Formosa; reside en la capital de dicha provincia. Profesor de letras, se desempeña en la Universidad Nacional de Formosa.Obtuvo el Premio Edenor de la Cámara del Libro por su novela corta "El militante"(2004). Es colaborador en diarios locales y revistas de la región. "Hauff, que pertenece a la generación intermedia, es una de las voces más elogiables de la poesía formoseña.Utiliza el verso libre con audacia y su poesía es sumamente plástica; a través de ella se pregunta en su prolífica obra sobre la identidad de su provincia sin hacer concesiones al pintoresquismo ni al costumbrismo.Hay una clara aspiración universal que parte de la indagación de lo cercano", escribe acerca de él Orlando Van Bredam.Se citan entre otros libros de poesías: "Los fogosos discursos de octubre", "Las raíces buscan el sur", "La esfera sin ejes" y "Poemas de Anselmo".

LUIS FRANCO: MI AMIGO PANTA




"Conciencia", obra de Ricardo Carpani

Villa Ciudadela, Buenos Aires, 1960.


Pienso que soy de esos hombres a quienes cuesta un poco brindar su amistad o aceptar la ajena.

Con Panta fue otra cosa, pues por él supe que la amistad puede ser un aguinaldo de la suerte. Bueno ¡pero quién no se sentía amigo de Panta! Conocerlo y tratarlo media hora ya era comenzar a quererlo. Parecía que el caudal del corazón, que en los demás es tacaño o está escondido bajo arena o fango, brotaba en él con espontaneidad y limpieza de manantial.

No era de esos que por instinto le mezquinan el bulto a cualquier compromiso, si no entrevén ventaja, y se sienten como a distancia o por encima de los demás y siempre están como de vuelta, y ante las peores lástimas ajenas se quedan como convidados de piedra, como si eso no rezara con ellos. Digo que a comedido ante la aflicción o la necesidad de los otros era difícil que alguien le pusiese a mi amigo el pie adelante. Y algo menos común, si cabe: nunca conocí cristiano más capaz de regocijarse con la alegría del prójimo.

Yo sospecho que los malos de verdad son pocos, y que los realmente buenos son más pocos todavía.

¿Entonces? Que la oronda mayoría de los hombres somos como camino de médano, que ni es camino ni deja de serlo… y ahí está: yo llego a creer que si una canallada se está cometiendo a nuestra vista, sin que nosotros alcemos la voz o la mano… es porque ya estamos encanallados. Los más de los hombres ladean los ojos y cierran bien el pico cuando la injusticia o el robo son hazaña de algún ahijado del gobierno o la fortuna. ¡Y no me digan a mí que ésa es gente honrada!

Si, ya ponderé que no había hombre como Panta para alargar la cuarta en el pantano al medio hundido. Y sin embargo no todos sus amigos, y yo el primero, estábamos por entero conformes con él. No sé cómo explicarlo.

Soy hombre rudo y con frecuencia las palabras se me entreveran como reses de marcas diferentes. Quiero decir, por ejemplo, que la imaginación del hombre prefiere irse por huellas trilladas, aunque no lleven a ninguna parte, y sólo por milagro se anima a abrir una picada nueva. Malicio que no logro hacerme entender. Vuelvo a mi amigo Panta y repito que él era la nobleza misma, pero ante la injusticia no parecía turbarlo la indignación.

En sus ojos claros parecía remansada la serenidad. Ante un abuso de la autoridad o del patrón se encogía de hombros, con una sonrisa de impotencia o de desprecio, no sé… ¿Creía que el mundo había sido siempre así y que rebelarse era patear contra el clavo?

II

Como casi todos los pobres de estas tierras nuestras en que la Pobreza manda más que la Providencia, Panta, desde niño, se había avezado con delicadeza a toda clase de trabajos brutos:

campeador en el cerro, labrador en tierras ajenas, hacheador en el monte, obrero de zafra o de mina -porque el necesitado, ya se sabe, se ve forzado a cambiar de sitio como la luz mala-.

He conocido, aquí y allá, trabajadores de gran baquía y aguante, pero nunca uno en quien la fuerza y la certería fuesen como el pulgar y el índice, si no es Panta. Y parecía que todo lo hacía no sólo sin esfuerzo, sino por pasar el rato. No es mucho, pues, que el verlo trabajar tuviese algo de fiesta, fuese un regalo para la vista y el ánimo, como lo es para el oído una guitarra en buenas manos. Verlo tumbar solito un toro, por ejemplo, para caparlo o curarlo, atándolo del primer tronco o poste a mano con una punta del lazo y con la otra enredándole el lomo y las patas y tirando hacia atrás, sin violencia, hasta que el animal se acostara como por su propio gusto. Lo he visto dar el primer riego a un trigal en invierno (cuando el agua suele escarcharse donde se remansa un poco) durante dos días y una noche él solo y sin más pausa que la precisa para cocer el mate o chamuscar el churrasco. Cosa más seria aún era ponderar la seguridad y resistencia de su muñeca en las faenas de la zafra y sobre todo en las de un desmonte.

Panta, de una ojeada a un laurel o un chalchal, parecía adivinarle la disposición exacta de los raigones ocultos y ya estaba meneándoles pala y pico, sin apuro y sin demora, para descubrirlos, y no tardaba en llegar el eco del primer hachazo. Cuando las raíces trazadas formaban ya una parva de leña y el socavón tragaba su cuerpo, Panta sabía bien cuál era el último raigón cuyo corte iba a decidir la caída del gigante y sobre qué costado se volcaría. Si se trataba de acostar un árbol mutilando su tronco a flor de tierra, Panta parecía tomar la fajina como un contrapunto entre dos payadores de mentas. Se lo veía darle al hacha, gobernándola mano a mano con la derecha y con la zurda, durante un tirón que hubiera reventado a cualquier otro, y eso sin acortar el resuello ni dar señales de calambre en los dedos, y sin que cada hachazo no cayese en el lugar justo, sin fallar ni en el grosor de un pelo -todo de modo tan limpio que el corte en redondel iba adelgazándose hacia abajo como un trompo, hasta terminar en púa…-.

Los demás hacheadores solían pararse a mirar. Cuando caía el árbol, Panta, resollando como parejero recién descinchado, sonreía mientras se sacaba con una mano de canto el sudor de la frente. Calmado al fin, encendía un cigarrillo, y arrastrando los pies y con alguna broma al caso, para quitar toda importancia a la cosa, se arrimaba a dar una manita al compañero más atrasado en una tarea. Así fue como ocurrió el percance que le costó dos meses de enfermería y de jornales perdidos: por salvar a un hacheador de ser aplastado por un cedro se dejó apretar él por la punta de las ramas.

Sin duda huelga agregar que Panta (que cumplía con devoción todo compromiso, que se empleaba a fondo en cualquier trabajo, aun el más acérrimo, sin protestas ni rezongas, y aun al parecer, complacido), Panta, digo, era el obrero de más crédito cualquiera fuese la laya de patrón que le tocase.

Qué más se querían ellos, que de juro se dirían en sus adentros: ¡ojalá todo peón le pisara el rastro a éste!

Pero no se me quiera entender mal. Panta jamás buscaba acomodo, ni lo vi galopar al costado de nadie, ni tenerle el estribo a nadie, por muy don que fuese.

III

Se estará medio adivinando ya que Panta no llevaba la marca de los calaveras, los chupadores o los mujeriegos. Sí, pero parece tributo exigido por el diablo el que no haya hombre sin alguna falla y Panta tenía una y no chica: la del juego. Y yo era el primero en lamentarlo sin más que basarme en el hecho de que como jugador nunca pasó de recluta. Aunque soy el menos dado a meterme donde no me llaman, a Panta solía cargarle la romana en esta debilidad suya. Convénzase, amigo -comenzaba-, que quien pone su confianza en su trabajo no debe ponerla jamás en la suerte, porque ésta es hembra y tiene que sentir celos y castigar al ingrato. Por otra parte -agregaba-, si sacamos bien las cuentas, ¿qué quiere hacer un sujeto como Ud. o como yo, con las manos embrutecidas de callos, frente a un jugador de respeto, que le huye al trabajo como a la tiña y suele tener unas manos tan suaves como las de un vendedor de sedas, y dedos que deletrean el naipe con sólo tantearle el lomo, o con nada más que acariciar la taba le enseñan las vueltas justas que ha de dar en el aire para caer sonriendo a la suerte…? ¡Y no hablemos si nos topamos con un tahúr, de alma más hueca y dañosa que el colmillo de la víbora!

Pero todo era inútil. Daban ganas de llorar o de tratarlo como a un niñito que juega con un arma cargada cuando uno veía a Panta perder en un rato de carpeta o en unos cuantos tumbos de taba todo o casi todo el haber juntado en dos o tres meses de esa fajina suya que valía por dos.

¿Por qué hacía eso? A veces, para pensar mejor, se me ocurría creer que Panta tentaba a la suerte buscando liberarse alguna vez de la cruz negrera.

Y tal vez yo tenía un poco la culpa con mi refrán preferido: “Las manos de uno no sacan de pobre sino el trabajo de los otros”. Aunque hablo sólo por hablar, pues en lo atinente a la plata y al modo de ganarla, con Panta nunca emparejamos nuestros pareceres. Mejor dicho, él creía, como todos los resignados, que pretender cambiar un poco el mundo es escupir contra el viento.

Cuando en algún estrecho huelgo de la vida jornalera yo estiraba demasiado el silencio, como me ocurre a veces, Panta solía chumbarme: ¡Pero diga algo amigo! Se está ahí como santo al que le pasó el día…

Yo no desperdiciaba la ocasión de recomenzar mi retintín, aunque no era de cencerro sino de hierro golpeado. “Muchas tajadas tiene el melón, pero al pobre sólo le tocan las cáscaras”.

“Unos nacen para chapalear sobre el propio sudor y otros para hamacarse en la vida como achira en remanso”.

“El gobierno y las leyes y lo de más, son de ellos… y curándose el maldeojo cualquiera lo ve”. Y así, dale que dale con esas cosas que a mí -vaya a saber por qué- me duelen más que a los otros. (Si no fuera por la vergüenza confesaría que a veces me cuesta sujetar el llanto, como si yo estuviera en deuda con todos los aporreados por el hambre y la injusticia, como si llevara adentro la pena del mundo.) ¿Y Panta? Remendando algo, o afilando una herramienta, mudo o silbando bajito.

-¡Pero, amigo, responda algo! ¿O vende ahora las palabras?

-¿Yo…? -contestaba al fin con una sonrisa que a mí me parecía de una pena muy honda, como de novia que se pisotea el corazón antes de decir el sí que le arrancan.

-¡Qué voy a decir! Que las cosas vienen así desde atrás y no seremos nosotros quienes podamos mudarlas…

-¡O nosotros o nadie, compañero! -saltaba yo, porque eso venía a pegarme en la matadura.

Y la cosa terminaba casi siempre ahí, por acuerdo mudo de ambos lados, pues adivinábamos que de seguirla no haríamos más que amargarnos uno al otro.

IV

Y un día nos separamos, porque el pobre debe acudir aquí o allá, es decir, donde está el que alquila su trabajo. Alguna vez, contestando a unos garabatos míos, me contó que trabajaba en un camino que cruzaba un cerro, con un buen jornal y no lejos de su pago. Otro día un compañero me dio pormenores. Panta era capataz de cuadrilla, pero al revés de lo que suele ocurrir con los capataces de cualquier obra, que miran desde lejos a sus subordinados, Panta (que ponía el hombro, antes que nadie, a las tareas más crudas o riesgosas, que afilaba las herramientas y cargaba los tiros de dinamita, no siendo ésas obligaciones suyas, que paliaba o enmendaba las faltas ajenas, y todavía los domingos recortaba el pelo o afeitaba gratis a cuantos tenían ese antojo, siempre con esa sonrisa que le salía desde adentro), Panta se había hecho el rey del corazón de sus compañeros.

Así, hasta que un día reventó como un caballo galopado más allá de lo que dan sus bofes, digo, le falló el corazón, según parece de resultas de una mala fuerza hecha al voltear un peñasco. Y aquel león de la fuerza y el esfuerzo, forzado al descanso, se murió de pena y tan pobre, que yo, y otros no más pudientes que yo, debimos costear los gastos del velorio y hombreamos el ataúd, de tablas de cajón, hasta el cementerio.















Luis Franco
Nació en Belén, Catamarca, Argentina, el 15 de Noviembre de 1898 - Ciudadela 1988. 

(Publicado en La Prensa, Buenos Aires, el 15 de mayo de 1960) 

Fuente: elblogdelagente.com/elfollajeincesante de Jorge Gabriel Tula.

CARLOS ARTURO TRINELLI: LA SOLEDAD ES UN REVÓLVER ARDIENTE

La música aturdía, el cantor desafinaba al amparo de la impunidad sonora. La cerveza estaba caliente y el precio exorbitante. Miré a la morocha que reía y acompañaba el ritmo de la cumbia. Ella me vio, abandonó la sonrisa y el meneo de caderas. Se mordió el labio inferior. Me acerqué y le dije lo que pensaba del lugar, de la música, del cantante, de la birra. Nos fuimos. Afuera hacía frío. Ella encerró a las tetas bajo el cierre de la campera de cuero. Le di opciones, mi casa, un telo o un bar. Se jugó por el telo. Paré un taxi. En el calor del ambiente calefaccionado volvieron las tetas. Hubo tiempo para algunas mentiras, después la acción, después el tedio. Para vencerlo se mostró activa pero solo lo logramos al quedarnos dormidos. Cuando despertamos era domingo igual que cuando habíamos entrado nada más que ahora se había corporizado con la luz de un sol pálido. Ella se bañó, yo no. Nos fuimos. La invité a desayunar. Ella un mate cocido con leche y dos medialunas de manteca. Yo un café con una de grasa. No hablamos mucho. Nadie lo hacía demasiado, leían el diario. Resistimos poco sin fumar. La acompañé a tomar el colectivo. En la parada nos abrazamos con distancia y rozamos nuestros labios. Caminé unos metros y regresé para preguntarle el nombre. Me lo dijo con una sonrisa y el brazo extendido para detener al bondi. Subió, no me preguntó el mío pero se lo grité. Pareció no escucharme. Tampoco tuvo importancia. Me di vuelta y me fui con medio domingo encima.
















Carlos Arturo Trinelli
artesanosliterarios.blogspot.com

BERENICE WEBER: LA LEYENDA DEL CERRO DOMUYO



Existe en el territorio de Neuquén un cerro llamado Domuyo. (Domu: mujer. Yo: punta) por su apariencia de mujer petrificada en aristas cortantes. Los descendientes de los araucanos no se arriesgan a escalarlo, y estiman que quien se atreva a hacerlo se expone a una muerte segura. Esta leyenda parece tener alguna relación con la de Copahué, pues ''Pirépillán", la hechicera, habitaba según la leyenda, en el vallle de Domuyo y el. nombre del Pirepillán ("Nieve del Diablo") podría atribuirse a "la nieve demoníaca del cerro maldecido."

Por boca de Guinechén o Gnechén, un machi (hechicero) supo que en la cima del cerro Domuyo estaba encantada una joven hermosísima, custodiada por un toro colorado y un caballo oscuro. Aquel, encarnando un espíritu tenebroso, hacía despeñar las piedras sobre los que intentaban acercarse, y. éste, desataba el viento y las tormentas.
La joven había ido por oro -pues en la cima hay una mina- y había quedado encantada por los genios de la Montaña.

Enterado de la revelación, un valiente cacique ofrecióse escalar el cerro, romper el encantamiento y rescatar a la joven. Pero ni bien puso los pies en las sagradas faldas del Domuyo, fue blanco de una lluvia de piedras sonoras. Después, piedras enormes que formaban los flancos del cerro, amenazaban desplomársele encima. No lo hicieron -dice la leyenda- por la especial protección de Hualichi, a quien había invocado y Guinechén que le había dado su asentimiento.

A cada paso arreciaban las piedras, y de pronto vio en la altura un caballo negro, y detrás el viento y la tempestad. La nieve y las ráfagas heladas le impedían continuar; se arrodilló y pidió a Guinechén le ayudara. En el acto cesó el temporal y las piedras dejaron de caer. Subió por un sendero y llegó a una laguna de aguas límpidas, donde oyó una voz que le decía que callara y que pasara.


Al volver los ojos se encontró con la hermosa joven encantada, sentada sobre una roca de oro. Quiso tomarla del brazo para arrancarla de manos de sus guardianes, pero en el acto apareció el toro colorado dispuesto a embestirlo. Ante tan temible rival, optó por seguir su camino. Todos los senderos contiguos a la laguna estaban rodeados de aúreas piedras que brillaban con cegantes resplandores.

Meditó un largo rato, y resolvió regresar, pero antes deseaba llevar un trozo de oro y alargó la mano para recoger un pedazo. Ni bien lo hizo, una lluvia de piedras cayó sobre su cabeza dejándole sin sentido, mientras oía a su alrededor voces que lo maldecían y risas terroríficas. Cuando despertó un anciano se le presentó y le dijo que este es el camino. Vuelve con los tuyos y no digas nada. Si revelas el secreto . de lo que has visto morirás.

Pero el cacique, demasiado valiente, reveló el secreto a su gente que decidió realizar una expedición llevándolo por guía. No pudo ser. 

A los tres días el cacique murió aconsejándoles que no intentaran llegar a la cima encantada. Y a los tres días subsiguientes murieron todos los que iban a realizar la expedición.

Desde entonces nadie más, nunca, osó escalar el cerro sagrado del Domuyo. 














Berenice Weber
diceelwalter.blogspot.com

IBARRECHEA: RUTINA DIARIA


8,7,6,5,4,3,2,1,0
Capacidad máxima 4 personas
Puerta
Buen día
Vereda rota, hombres trabajando
Calle
07:30
Oficina de soluciones rápidas y efectivas
Golpee y espere
Cierre despacio
Formularios varios, abrir
Aquí no se fuma
Formularios varios, cerrar
Apague las luces
Cierre despacio
Calle
Supermercado
Entrada
Tire
Ofertas
Compras varias
Nene rompe, mamá paga
Salida
Empuje
17:00
Calle
Vereda rota, hombres trabajando
Buenas tardes
Puerta
capacidad máxima 4 personas
0,1,2,3,4,5,6,7,8












diceelwalter@gmail.com

MÚSICA: GILBERTO SANTA ROSA


"Te propongo"
subido por: gsantarosaVEVO


"Sin voluntad"
subido por: gsantarosaVEVO

Gentileza:YouTube


bioLa elegancia musical y el estilo de Gilberto Santa Rosa lo ha convertido en una de las figuras prominentes del ambiente de la música popular. Sus múltiples galardones en la industria del disco refirman su vigencia a través de los años, entre ellos el 2002 ASCAP Latin Heritage Award y el GRAMMY® Latino en 4 ocasiones y el GRAMMY® anglosajón en el 2007 para un total de 5 estatuillas, no obstante para el artista no hay mejor galardón que el respaldo consistente del público. 
Gilberto Santa Rosa reveló su vínculo inquebrantable con la música a muy temprana edad. Nacido el 21 de agosto de 1962 en el pueblo de Carolina, Puerto Rico, sus estudios primarios los cursó en la escuela elemental Ángel Ramos, donde tuvo sus primeras apariciones artísticas. En esa época, su corta edad no lo apartaba de la fuerte oferta salsera de los años 60.
Fuente: www.gilbertosantarosa.com

viernes, 22 de mayo de 2015

IBARRECHEA: PASEN Y VEAN (4º ANIVERSARIO)



En el transcurso de estos cuatro años, hemos publicado 647 temas diversos, narrativa, poesía, música, películas, pinturas, temas de interés, dibujos, etc. Pasen y Vean es un blog de difusión cultural. Fue la intención primaria, la de entretener a mis amigos que luego de una larga semana laboral, los viernes por la tarde se disponían a descansar y se daban una vuelta por internet, y lo fueron conociendo de boca en boca, los amigos de mis amigos, y así sorpresivamente, aparece más allá de las fronteras de Argentina y Brasil, país donde nació. Y se fueron sumando lectores extranjeros y hubo que agregarle al blog el traductor de idiomas y por consiguiente publicar a otros autores, y se hizo grande. De esto resultan algunas anécdotas: Hay quienes, celosos, retiraron sus publicaciones por haber sido más leídos en este blog que en el suyo propio. Hay quienes, de ser ilustres desconocidos hoy tienen un "Taller" de escritura, luego de haber pasado por esta puerta. Hay quienes fueron y son muy agradecidos por haber colaborado publicándolos, para que los lectores los conozcan. Y lo que es más valioso, los escritores ya reconocidos internacionalmente, me agradecieron por el simple hecho de tenerlos vigentes. Dar nombres sería una falta de respeto. Me siento feliz y a esta alegría la quiero compartir con quienes estuvieron a mi lado y me apoyaron para seguir con este "hobby" de publicar cultura. Pero no todo es alegría, en estas curiosidades de tener un blog que apenas atiendo los martes a la noche para guardar los borradores que se publicarán los viernes, algunos escritores se enojaron por no haberlos publicado todavía, otros me desautorizaron después de haberles pedido el permiso correspondiente y otros levantaron la música y algunas películas publicadas en el blog. Por ejemplo, la película "Los Héroes de Mesa Verde" fue la más vista, con casi 450 vistas en este espacio, mucho más que en cualquier blog de cine y... la levantaron. Yo mismo, no quiero que se lea "La importancia de las estrellas" de mi autoría, pues el título confunde y es la publicación que roza las 500 vistas. Por eso no la publico ahora. A veces, rechazo algunos escritos que permanecen "en espera" hasta el momento adecuado, a veces, por cuestión de tiempo por viajes o desidia, sale lo que mis colaboradores ponen, y eso está bien. Porque me sorprende la "curiosidad" de lectores extranjeros. Una vez me preguntaron "porqué escribo como escribo" dije: Escribo como hablo, en la mesa de un bar. Y eso está

bueno.Señoras y señores, con ustedes lo más popular del "Pasen y Vean"
Gracias.


viernes, 15 de agosto de 2014
JUEGOS DE SEDUCCIÓN
Mientras el señor José Antonio, encendía el horno de la cocina para poner un pollo relleno acompañado de papas y manzanas, la señora que esa noche estaba invitada a cenar con él, elegía la ropa y el calzado que luciría para ir a visitarlo. Así, una vez que se sintió segura en la elección, que se vio en el espejo armónica y elegante, tomó la cartera, salió a la calle, y llamó un taxi.

En cada acontecimiento de este tipo, el señor José Antonio lucía afeitado, él se veía distante de aquel tipo bohemio, que se había dejado crecer la barba y el pelo, que usaba sombrero, vestía bermudas y ojotas aun, cuando llevaba sus discos y algunas notas escritas a último momento para su programa de radio, en Brasil.

Se consideraba un hombre distinto, ante la vista de sus nuevas amistades, aparentaba haber olvidado aquello y se mostraba coherente, tanto en su vestimenta, ahora más sobria, como en sus actos, alejados de las contravenciones. Buscaba enderezar ciertos rumbos y caminos errados, redimirse ante sus hijos y amigos y hallar en su derrotero, una mujer a quién acompañar y sentirse pleno de confianza.

En eso pensaba, mientras ponía la mesa para dos.

Por eso, no lo sorprendió el llamado por el portero, el ruido que hacen los ascensores cuando suben, ni la cierta belleza de la dama, que apenas conocía a través de fotos por internet, cuando la encontró parada en el palier.

Se dieron la mano, un simple beso cordial en la mejilla y la invitó a pasar.

El señor José Antonio se mostró atento y locuaz, y ella le manifestó que sentía cierto temor por haber tomado ésa decisión, ya que según confesaba, era la primera vez que visitaba a un señor en su departamento, sola y de noche. Entonces él le agradeció cálidamente ese gesto, y la invitó a conocer la vivienda. Le pidió que se ponga cómoda y le hablo de lo que estaba cocinando para cenar, mientras abría el horno para enseñarle la comida. Ella aprobaba con gestos, y mostraba cierta candidez en el rostro perfectamente maquillado.

Conversaron entusiasmados sobre la receta. 
Él le decía que una de las cosas que consideraba primordial en la cocina, era hacer comidas rendidoras, especialmente los fines de semana y cuando tenía invitados. Seguía hablándole de que para él, era muy importante recibir a la gente, compartir una conversación amena, y mostrar lo que estaba cocinando. En cambio ella le decía que tenía por costumbre rellenar el pollo el día anterior y que lo cocinaba y guardaba en la heladera. Normalmente lo sirvo frío, decía con una agradable sonrisa en su rostro inspirado, pero para quienes lo quieren consumir caliente se lo puede cocinar unas horas antes-. Como haces vos. 

El señor José Antonio, le decía que esta vez había empleado un pollo deshuesado, queso de barra, jamón cocido, zanahorias ralladas, pickles, huevos duros, mostaza, algo de provenzal y sal y pimienta. También le comentaba que para él era fundamental tomar una copa de vino mientras preparaba todo. Le ofreció algo para tomar, desde una variedad de tragos que podía hacer para la previa de la cena, lo que ella le pidiese. Pero ella se negó argumentando su escasa afición a las bebidas alcohólicas, y le aceptó de buena gana una gaseosa helada.

La velada había comenzado de forma estupenda para ambos que se sentaron a hablar sobre las ocurrencias escritas por él, y que ella leía con cierto entusiasmo, mientras él le explicaba que algunos escritores tratan de seguir un orden lógico que normalmente comienza con los orígenes del motivo por el cual se escribe y terminan con la solución o comprensión del mismo. En cambio, - le aclaró - Los míos, no se de que diablos se tratan. Le dijo elevando los hombros para que ella lance una frase, que él tomó como de aprobación.

"Eres un tonto," le contestó sonriente y siguieron la conversación animada, recordando aquellos primeros contactos y algunas frases que se habían mandado por la red social y que hicieron que ella se distendiese y lanzara algunas risas cantarinas, mientras controlaban la cocción del pollo, y hasta que finalmente, convinieron en cenar, escuchando música chillout, la preferida del señor José Antonio.

Ella le decía en cambio, que no estaba acostumbrada a ésa música, que era algo nuevo para sus oídos, ya que sus preferencias radicaban en los románticos Latino Americanos pero para la ocasión le parecía perfecta, y le pidió que le hablase de su vida aventurera, -para conocerte un poco más-. Argumentó.

Con la suave música de fondo, él comenzó un extenso relato que por momentos hacían  que ella se mostrase alegre y que por momentos la hacían sentirse compungida, emocionada. Como si hubiese visto las cicatrices que él llevaba guardadas en el corazón. Así es que rescató una frase que le había escuchado decir y que se la repitió mientras él cambiaba el disco compacto en el equipo musical. -Dijiste que eres un experto en cometer errores, que te perfeccionas en eso, que cada vez te equivocas mejor, y que tal vez por eso es que vives solo-. 

Hubo un tiempo pequeño, pero eterno a la vez, de un raro silencio, donde la música jugó el papel de acompañar los pensamientos. Ella se puso de pie y avanzó hacia él. Le pidió que no le cuente nada, si lo lastimaba. Pero volvieron a la mesa y él le dijo que se prepare a oír todos sus tropiezos amorosos. Entonces, ella le prestaba mucha atención. Una enorme atención.

Y mientras él hablaba estaba segura de que aceptar la invitación había resultado ser una idea magnífica, incluso para él, que le hablaba con simplicidad y un alto estado de ánimo, casi con una completa sinceridad y sintió que ella también debía mostrarse más auténtica y que en realidad, también ella añoraba no tener alguien con quien hablar así, de repente, de su fracaso matrimonial y algún atisbo amoroso que dejó pasar.

Por momentos, pensaba en sus hijos, aquellos que no sabían dónde estaba ella, aquellos que sólo la llamaban para que cuide de sus nietos. Y por momentos abría los ojos bien grandes para observarlo y convencerse de que estaba sola, en la casa de un hombre a quién recién conocía y que presumía, era un hombre bueno.  

A los postres aceptó con ganas un helado de dulce de leche y dos bombones y disfrutó el momento en que de una forma casi mágica, él le alcanzó una rosa, mientras lavaban juntos los platos. -Para usted, señora-. Le dijo sonriente. Ella tomó la flor, la aprisionó contra sus pechos y buscó absorber el aroma de sus pétalos. Le agradeció con una sonrisa encantadora y soportó los embates de otros recuerdos, de otras flores, de otros hombres, de proyectos truncos y descorazonadores que merodearon por su vida. 

Ahora si te acepto ese trago, -Le dijo cuando finalizaron la tarea en la mesada-, pero con poco alcohol, por favor.

El señor José Antonio, le preparó un trago con base frutal para ella y uno algo mas especial para él, y brindaron por ese momento, por esa primera cita, por esa linda amistad que iniciaban.

Se quedó apoyada en una de las paredes observándolo, mientras él le hablaba sobre un intérprete que ahora iban a escuchar, lo vio caminar hasta el equipo musical, veía sus movimientos mientras buscaba entre sus discos, mientras encendía un cigarrillo, cuando él le entregaba uno y cuando se le acercó para ofrecerle fuego, y casi sin darse cuenta, por primera vez en la velada, sus cuerpos se rozaron y en ése roce, iniciaron los movimientos acompasados que la música sugería y decidieron bailar sobre la alfombra.

Algo ruborizada, le preguntó si le molestaba que ella baile sin los zapatos. Él, con un gesto natural y espontáneo la ayudó a descalzarse.

Bailaban. Bailaban apretados, y él le contó que la música le gustaba desde que era pequeño, le decía que recordaba a sus padres bailando la "Serenata a la luz de la Luna", que estaban pasando por radio en la emisora "El Mundo," y que él los veía tan juntos y mirándose a los ojos, que en silencio se fue a dormir, y que los dejó solos, ensimismados, con la música de la orquesta de Glenn Miller. -Hay pequeños instantes, muy felices en mi vida, que quedaron capturados para siempre en mi memoria, verlos a ellos bailar, es uno de ésos momentos Inolvidables-. Le dijo. 

Se sintieron bien, se miraban, ya sin hablarse, moviéndose cadenciosamente y ella apoyó su cabeza en el hombro de él, y tuvo allí un instante más para pensar en sus hijos, en su vida y en darse cuenta de que, de ella, no habían hablado, y que él tampoco le había preguntado nada. 
No sabes nada de mi - le dijo despacio, al oído, mientras se dejaba guiar con el ritmo de la música. - Tus ojos ya me han contado todo.- Le contestó él, casi en un murmullo. -Gracias-.

Luego de sentirse cautivos del momento, hubo una pausa serena y conmovedora, que él aprovechó para ofrecerle un café. La notaba algo confundida, quizás nostálgica.

La dama en cuestión, le pidió un té con edulcorante, y lo tomaron sentados en los sillones.
Ella le dijo que estaba haciendo un curso de Programación Neuro Lingüística, como queriendo de ese modo, dar lugar a que se le calme, aquel latido intenso que sentía en todo su cuerpo, como queriendo aplacar cualquier impulso desacostumbrado.

El señor José Antonio, le dijo que recordaba haber leído en un manual de PNL, algo que hablaba sobre la estructura gramatical de las proposiciones. 
-Si mal no recuerdo, una proposición se hace en primera persona, se emplea, yo te propongo, yo deseo. Eso, nos va llevando a la acción directa, a la acción deseada. Para eso, debemos sincronizar la postura, los gestos, la voz y la respiración. Y también leí que hay que estar atentos a las reacciones de la persona a quién nos dirigimos, porque hay ciertas palabras que tienen un efecto mágico. Entonces, a una proposición la debemos expresar claramente, en un estado mental positivo, con el mismo timbre de voz, con la misma entonación y acompañar todo con el gesto específico. Y además, me hiciste recordar un proverbio Japonés, que dice. "Pedir, sólo cuesta un instante de molestia. No pedir, nos lleva a estar molesto toda una vida." Le dijo mientras dejaba la tacita de té en la mesa, y la de ella también, que se paró delante de él, con los ojos bien abiertos y brillantes.

Con una mensurable ternura, se tomaron de las manos, se preguntaron si se sentían bien, si ambos estaban a gusto. -Que un hombre y una mujer estén juntos, es un hecho natural. Si lo hacen porque a la vez, le han agregado todo el inmenso valor del amor, es seguro que Dios verá eso con buenos ojos-. Replicó ella convencida.

Y en un acuerdo común, salieron al balcón.

Miraron la Luna, que brillaba en todo su esplendor, a esa hora quieta de la madrugada.


Jorge Luis Borges le decía a María Kodama que, a la Luna, a través de tantos siglos, la vigilia humana la ha colmado de un antiguo llanto. Si yo pudiese escribir mensajes en la luna, lo haría, para que todo el mundo los lea -dijo él, y señalando hacia el cielo totalmente estrellado, y continuaba-, fíjate bien, aquella de allá, ésa es la constelación de Escorpio.


El rostro de ella pareció iluminarse, por su enorme sonrisa.

Y de repente se sintió animada en cuerpo y alma, como envuelta en un manto de algarabía juvenil, y se despojó de todas sus preocupaciones. 

Se sintió parte del universo, y levantó los brazos como queriendo alcanzar las estrellas. Como sabiéndose una más de ellas.


Hizo dos o tres giros completos sobre si misma, con los brazos abiertos, hasta que finalmente se detuvo frente a él y los dos se estremecieron en un abrazo intenso.

Y en aquel abrazo, ella se sorprendió diciéndole:

- Lléveme adentro caballero, tengo frío en mis pies descalzos. 

Una tenue brisa, venida desde el sur, hacía flamear su pollera, mientras cerraban la puerta.


viernes, 20 de marzo de 2015

PLÍNIO CAMILLO: CASI UNA FICCIÓN

1993
Después de diez años, mi padre reapareció en un día jueves.

Casi a las tres de la tarde.
El había desaparecido en un día martes de 1983, cerca de la hora del almuerzo.
Fingía que no me conocía. ¿Quién eres tu?
A mi madre, un poco. "Su expresión no me es extraña." 
A mi hermana, con claridad. "Mi más querida hija, ¡cómo has crecido! ¿Te casaste?"
Mi madre estuvo alterada. mi hermana emocionada y yo salí de la sala para no escupir la cara del granuja.
Pasaron los días en que aquel embustero que se hacía el olvidadizo, fue recordando. 
En cada historia, mi madre estaba cada vez más escandalizada. Mi hermana, amorosa y yo con ganas de perforar los ojos de aquel desgraciado!
Todo el tiempo el juraba  que no había salido solo a "comprarcocaconenvasedepepsi" ni a "comprarcontinentalsinfiltro."
Para los parientes, el contó que volvía de una vigilia de Santa Brígida cuando fue sorprendido por una luz roja. Que de un punto pequeño que era, se volvió un punto enorme. Decía que era un plato volador. 
Para los vecinos, contaba que la cosa se posó muy cerca. Que de repente, de la parte de abajo algo se abrió y que mi padre intentó correr, pero fue alcanzado por un rayo verde que le dejó las piernas duras y atrapadas en el piso. Dice que ahí, el vio un  tipo bajito que andaba con las piernas abiertas como si fuese un reloj que marca que faltan quince minutos para las tres y que tenía ojos grandes, cabeza pequeña y orejas de abanico, tipo Dumbo. Contó también que agarró al tipo de las orejas y le dio unas trompadas. Pero que el bicho se enojó y que le pegó en el mentón a mi padre y que cayó hecho una bolsa de bosta.
Para las personas del bar, afirmaba que cuando despertó estaba desnudo y con otros dos "Dumbinos" que le estaban pasando un tipo de aceite, Refrescante y astringente. El infame juró que a pesar del miedo él se sentía renovado.
Para un diario de circulación nacional, aseguró que un tercer bajito trajo una botella azul que colocaron en la garganta y que tenía gusto de remedios. Estuvo quieto! Estuvo duro! Estuvo entumecido. Dice que de medio de una luz ámbar salio una mujerona, como un ropero grande, desnuda y con tres vaginas. Dos de ellas abajo de los brazos. Y allí ella hizo la fiesta con él.
En la televisión, un día viernes, después de la novela, mi padre relató que cuando más se cansaba, mas tomaba y más comía de las axilas de la gigantona. Decía que por lo menos dos mujeronas y dos mujercitas hubo tomado. Dijo que hubo una hora que querían darle más, pero que no aceptó, descansó, se desmayó y cuando despertó estaba cerca de la casa de mi madre. Que corrió para allá y vio que entonces habían pasado diez años.
Mi padre era noticia.
Agarró la revuelta que se armó..
Mi madre reía con ganas y mi hermana le agradecía a San Judas Tadeo.
Yo nunca hablé nada, más ya me estaba cansando eso de encontrar al granuja en barcitos o dando unas vueltas por la ciudad. Siempre creyéndosela. Siempre haciéndose el punto de la banca. Hubo veces en que me veía y se hacía el que no me reconocía.
Lo dejé quieto.
Muchas habladurías.
Tuve un día de Navidad en que hablé que él era un mentiroso. Conté todo. 
Mi padre con la mayor cara de sonzo. 
Mi padre dijo que debía ser un robot copia!!! Ellos tenían esos, sabías? 
Lo dejé mas quieto todavía.
Un día mi padre murió. Un sábado, por la mañana, en las vísperas del día de los padres.
Mi madre se deshidrató de tanto llorar. 
Mi hermana quedó muda.
Yo nada de nada.
No se quién fue el otario que decidió que el entierro sería la mañana siguiente. Día Domingo!
En la tarde y un poco de la noite de sábado hubo un desfile alrededor del cajón:
Buen hombre..!
lo vamos a extrañar!
Cuánto lo lamento!
Y
Quién era él, su pariente?
Cansadas, mi madre y mi hermana, insistieron que yo me quedase velando al difunto toda la noche.
Yo y mi padre. El granuja y yo! Mierda..!
Noche caliente.
Estuve fumando en la puerta. a veces miraba el cajón, a veces la hora.
El olor fétido de mi padre inundaba el aire de mis recuerdos. No lloré.
Ni tuve tiempo de contarle lo que hice en su ausencia.

Tal vez habrán sido eso de las dos de la mañana, cuando vi al extraterrestre que llegaba. Me quedé con los pies fijos al piso. ¿Sería el rayo verde ahora incoloro?
La mujerota ni siquiera me miró. Fue hasta cerca del cajón y gritó. Alto y dolorido, gritó como que le apretaban el pecho.
Después entraron tres extraterrestres medianas, parecidas a mi hermana y susurraban de cortarse el corazón.
En medio de aquella extañeza, aparecieron los tres feísimos "Dumbinos" que gritaban en forma lastimosa.
Luego, atrás vi a dos medios altos de orejas menores y muy parecidos a mi tío de Ribeirâo, Que lloraban con mucho dolor.
Era un lamento muy triste. Casi lloré.
En medio de aquel lamento, apareció una luz ámbar.
Era intensa, me cegó y desapareció.
Desapareció con todo:
Una corona con crisantemos azules que las personas del barrio mandaron, mi chaqueta de jeans que me regaló Cristina, el libro de firma de los presentes, los candeleros sin velas, todos mis documentos que estaban en la chaqueta, un borracho que estaba durmiendo atrás de la mesita del café, un libro que me había prestado mi amiga Emilia, un cuadro de la última cena, mi etiqueta de cigarrillos cerrada, un tul de nylon verde y el cajón con mi padre adentro.
Bastaba con abrir una revista de escándalos y leer que:
"Individuos desconocidos, robaron a mi padre."











Plínio Camillo
Sâo Paulo, Brasil
cervejaeura.wordpress.com
traducción y adaptación: Ibarrechea


viernes, 6 de febrero de 2015

FRIDA KAHLO: PINTURAS

Frida Kahlo

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Frida Kahlo Obras, Pintora Mexicana
Bodegones, Figura Humana Pintura al Óleo Sobre Lienzo
Pinturas Famosas de la Artista Mexicana
Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
Pinturas de Artistas Famosos de México / Arte Figurativo Pintura en Óleo
Retratos y Bodegones, Bodegones de Frutas
ARTE FIGURATIVO / CUADROS DE BODEGONES CON FRUTAS

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Frida Kahlo Obras, Pintora Mexicana
Bodegones, Figura Humana Pintura al Óleo Sobre Lienzo
Pinturas Famosas de la Artista Mexicana
Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
Pinturas de Artistas Famosos de México / Arte Figurativo Pintura en Óleo
Retratos y Bodegones, Bodegones de Frutas
ARTE FIGURATIVO / CUADROS DE BODEGONES CON FRUTAS

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Frida Kahlo Obras, Pintora Mexicana
Bodegones, Figura Humana Pintura al Óleo Sobre Lienzo
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Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
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Retratos y Bodegones, Bodegones de Frutas
ARTE FIGURATIVO / CUADROS DE BODEGONES CON FRUTAS

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Bodegones, Figura Humana Pintura al Óleo Sobre Lienzo
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Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
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Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
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Frida Kahlo Obras, Pintora Mexicana
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Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
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ARTE FIGURATIVO / CUADROS DE BODEGONES CON FRUTAS

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Frida Kahlo Obras, Pintora Mexicana
Bodegones, Figura Humana Pintura al Óleo Sobre Lienzo
Pinturas Famosas de la Artista Mexicana
Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
Pinturas de Artistas Famosos de México / Arte Figurativo Pintura en Óleo
Retratos y Bodegones, Bodegones de Frutas
ARTE FIGURATIVO / AUTORRETRATOS DE PINTORAS FAMOSAS

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Frida Kahlo Obras, Pintora Mexicana
Bodegones, Figura Humana Pintura al Óleo Sobre Lienzo
Pinturas Famosas de la Artista Mexicana
Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
Pinturas de Artistas Famosos de México / Arte Figurativo Pintura en Óleo
Retratos y Bodegones, Bodegones de Frutas
ARTE FIGURATIVO / CUADROS DE FIGURA HUMANA FEMENINA


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Frida Kahlo Obras, Pintora Mexicana
Bodegones, Figura Humana Pintura al Óleo Sobre Lienzo
Pinturas Famosas de la Artista Mexicana
Cuadros de Figura Humana y Bodegones / Autorretratos de Frida Kahlo
Pinturas de Artistas Famosos de México / Arte Figurativo Pintura en Óleo
Retratos y Bodegones, Bodegones de Frutas
ARTE FIGURATIVO / CUADROS DE FIGURA HUMANA
Publicado por 
(El club del arte pinturas)





viernes 3 de octubre de 2014
LA PELÍCULA DEL MES: EL BAILE



"El Baile" es una adaptación de Le Troupe du Théâtre du Campagnol  que había reunido en París, cerca de veinticinco actores,
La historia se filmó en una sola escena  - la pista de baile - que podría hacer que se caiga en la trampa de la teatralidad artificial. Sin embargo, la ausencia de diálogos, los planos de caras y expresiones de los actores, la conexión de los planos y el tratamiento de la banda sonora de la película  presta un carácter cinematográfico en que el teatro es sólo el punto de partida.
La película también permite al espectador a identificar las viñetas sucesivas que se van presentado: los personajes de los tímidos, el abusador, satisfecho de sí mismo, las intrigas, la aduladores, la marginal, el símbolo de la autoridad, el poder y la represión. 
Lo mismo se aplica a los diferentes personajes femeninos. Todos se identificarán con los hechos y el contexto de cada una de las épocas representadas.
Comenzado a filmarse en agosto de 1982 , el rodaje tuvo que ser detenido por Scola que había sufrido un ataque al corazón y sólo se reanudó unos meses más tarde.
Dirección: 
Ettore Scola 

Reparto: 
Étienne Guichard, Régis Bouquet, Francesco De Rosa, Arnault LeCarpentier, Liliane Delval, Martine Chauvin, Danielle Rochard, Nani Noël, Aziz Arbia, Marc Berman, Geneviève Rey-Penchenat, Michel van Speybroeck, Rossana Di Lorenzo, Michel Toty, Raymonde Heudeline, Anita Picchiarini, Olivie Loiseau, Monica Scattini, Christophe Allwright, François Pick, Chantal Capron, Jean-François Perrier, Jean-Claude Penchenat.

Guión: Ruggero Maccari, Furio Scarpelli, Ettore Scola, Jean-Claude Penchenat.

Distribuidora: Musidora Films

Productora: Films A2, Cinéproduction, Massfilm, Ministère de la Culture de la Republique Française, O.N.C.I.C.

Música: Vladimir Cosma 








Ettore Scola
Gentileza: YouTube

viernes, 15 de agosto de 2014


MÚSICA: CARLOS SANTANA







"Samba Pa Ti"




"Europa"



CARLOS SANTANA: led guitar & vocals
RAUL REKOW: congas, percussion
KARL PERAZZO: percussion & vocals
BENNY RIETVELD: bass
DENNIS CHAMBERS: drums
BILL ORTIZ: trumpet
JEFF CRESSMAN: trombone
DAVID K. MATHEWS: keyboards
DEREK TRUCKS: guitar

Gentileza YouTube













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