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viernes, 11 de octubre de 2019

DANIEL SALZANO: LAS MÁQUINAS VOLADORAS



Mi primera máquina de escribir/ estaba llena de palabras previamente pronunciadas/ pura dactilografía:/ muy señor mío/ de mi mayor consideración/ sin otro particular/ lo saludo atentamente/ su seguro servidor.


Mi segunda máquina de escribir/ era terrible/ se enamoraba/ por su cuenta/ escribía cartas de amor que yo no quería escribir/ llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo/ compartíamos el mismo domicilio/ la misma bañera/ por las dudas/ la agregué a mi documento nacional de identidad/ junto al grupo sanguíneo/ en caso de accidente/ antes que a nadie/ había que avisarle a ella.


Cuando entré a trabajar a La Voz del Interior , me tocó en el reparto una Underwood de la Primera Guerra Mundial/ es probable que fuera la máquina que escribió la Reforma del 18/ nos llevábamos bien/ échese ahí/ le decía/ párese/ cacha cacha/ vaya a la cucha/ cuando me veía aparecer escribía muchas eñes seguidas/ ññññññññññ/ yo no sé si ustedes vieron La pandilla salvaje / pero si yo hubiera sido William Holden/ ella hubiera sido Ernest Borgnine/ el Día del Periodista se chupaba/ hablaba sin parar/ lo que no puedo saber es qué es lo que decía:/ k9fjum K&& 1*mc RR12 Z-z.


¿Una dos tres cuántas máquinas forman parte de la vida de una persona?/ con los lápices en cambio/ no sucede lo mismo/ se deshacen como las pirámides de Egipto/ las biromes se secan/ permanecen días enteros en el bolsillo del saco hasta que comienzan a despedir un insoportable olor a tinta muerta/ las máquinas de escribir duran toda la vida/ yo sin ir más lejos/ este año he comprado un par de zapatillas/ una licuadora/ un reloj despertador/ pero máquina no/ máquina tengo/ lo mismo que mujer/ hijo/ y cejas oscuras.


¿Y la compu?/ bueno/ lo que yo no aguanto de la compu es esa manera de estar en casa/ como si llevara años viviendo conmigo/ como la heladera/ como el almanaque de Marilyn Monroe/ como el sillón de mimbre/ o la santa Rita/ pero a mí no me engaña:/ el suyo y el mío/ son dos tiempos de alianzas imposibles/ la computadora es una bomba que escribe pero no lee/ ¿me explico?


Ayer/ hace tanto tiempo/ pasé frente a un cambalache que exhibía una Underwood/ expuesta como una diosa en la vidriera/ fue como escuchar a la gran orquesta de Count Basie/ y no estar junto a vos para bailar/ para abrazarte.


En síntesis:/ si no sos capaz de ingresar al depósito de cadáveres/ y reconocer a tu máquina de escribir nada más que por el tacto/ es que te has equivocado de oficio.


Daniel Salzano

Nos dice Fernando Píttaro, desde el sitio continuidad de los libros que, Si Dios atiende en Buenos Aires, como efectivamente parece ocurrir, sería un imperativo casi ético por su parte que abriese una sucursal divina en Córdoba. Así podría descubrir, por ejemplo, a uno de los poetas más nobles, sensibles y olvidados que dio esa provincia. Salzano es muchas cosas. Y se lo recordará, al menos, por un puñado de ellas. Por ser inventor de los textos ­/ barrados /. Por ser el hijo de la costurera y el ferroviario. Por ser de Cruz del Eje e hincha de talleres. Por hablarle al tipo común y silvestre al oído y no desde un pedestal, por pintar la memoria de varias generaciones desde la mesa del bar Soracabana. Por ser el letrista de Jairo. Por ser el mejor cronista que la Voz del Interior jamás podrá volver a tener. Por ser el que escribió, entre muchas otras genialidades, que “el amor es como el chorro de vapor que suelta el corazón de las ballenas”. Y por ser el mismo que le aconsejó a un principiante de las letras que “para escribir hacen falta tres cosas: una silla, un lápiz y un papel; después hay que meterle todo para adelante; y cuando ya no haya nada por delante, hay que meterle todo para atrás”. A ese cronista urbano de relatos costumbristas cargados de nostalgia y sabiduría popular, la endogamia porteña lo ignoró; la fábrica del canon se lo devoró. Sus libros no se consiguen en Buenos Aires. “Me suena que es uruguayo”, “debe estar descatalogado”, “preguntá en alguna de usados”. O preguntale a Dios, que es más o menos lo mismo. Y es triste que nadie sepa quién es Daniel Salzano, ese poeta que sabe las calles de su ciudad de memoria y las recorre con las manos en los bolsillos y la cabeza cargada de recuerdos.
Nació el 22 de mayo de 1941 en Córdoba, falleció el 24 de diciembre del 2014 en Córdoba.
Periodista, poeta y escritor. 

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