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martes, 22 de enero de 2019

AUGUSTO MONTERROSO: MICROCUENTOS

NULLA DIES SINE LINEA


—Envejezco mal —dijo; y se murió



EL DINOSAURIO

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.



LA OVEJA NEGRA

En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra.
Fue fusilada.

Un siglo después el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas, para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.



LA TELA DE PENÉLOPE O QUIÉN ENGAÑA A QUIÉN

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena braca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.




MISTER TAYLOR

—Menos rara, aunque sin duda más ejemplar —dijo entonces el otro—, es la historia de Mr. Percy Taylor, cazador de cabezas en la selva amazónica.

Se sabe que en 1937 salió de Boston, Massachussets, en donde había pulido su espíritu hasta el extremo de no tener un centavo. En 1944 aparece por primera vez en América del Sur, en la región del Amazonas, conviviendo con los indígenas de una tribu cuyo nombre no hace falta recordar.

Por sus ojeras y su aspecto maléfico pronto llegó a ser conocido allí como «el gringo pobre», y los niños de la escuela hasta lo señalaban con el dedo y le tiraban piedras cuando pasaba con su barba brillante bajo el dorado sol tropical. Pero esto no afligía la humilde condición de Mr. Taylor porque había leído en las Obras Completas de William G. Knight que si no se siente envidia de los ricos la pobreza no deshonra.




EL ESPEJO QUE NO PODÍA DORMIR

Había una vez un Espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.




LA TORTUGA Y AQUILES

Por fin, según el cable, la semana pasada la tortuga llegó a la meta.

En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones.

En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.



LA FE Y LAS MONTAÑAS

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.

La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.



EL PERRO QUE DESEABA SER HUMANO

En la casa de un rico mercader de la Ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo un Perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.

Al cabo de varios años, y después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna.



Augusto Monterroso
Nació el 21 de diciembre de 1921 en Tegucigalpa, Honduras, era hijo de la hondureña Amelia Bonilla y el guatemalteco Vicente Monterroso. En su casa reinaba un ambiente bohemio. La familia regentaba una imprenta que editaba el periódico Sucesos. A los once años abandonó la escuela y se volvió autodidacta.
En 1936 la familia se trasladó a Guatemala, donde pasó su infancia y juventud. Fundó en 1940 la Asociación de artistas y escritores jóvenes de Guatemala. Publicó sus primeros cuentos en la revista Acento y en el periódico El Imparcial, mientras trabaja clandestinamente contra la dictadura de Jorge Ubico. Firmó el Memorial de los 311, en el que se pedía la renuncia de Ubico y, tras la caída del dictador, creó con otros escritores el diario El Espectador. Finalmente fue detenido por orden del general Federico Ponce Valdés y tuvo que exiliarse a México.

En 1952 publicó en México «El concierto» y «El eclipse», dos cuentos breves.

Al año siguiente se casó con la mexicana Dolores Yáñez, con quien tuvo una hija: Marcela.Se trasladaron a Bolivia al ser nombrado cónsul de Guatemala en La Paz.
Cuando Jacobo Arbenz fue derrocado en Guatemala, en 1954, renunció a su cargo de cónsul de Guatemala en La Paz y se trasladó a Santiago de Chile. En el país andino trabó amistad con Pablo Neruda, a quien visitó en Isla Negra y con quien colaboró en la Gaceta de Chile.
En 1956 regresó definitivamente a la Ciudad de México y desde entonces trabajó en diferentes cargos relacionados con el mundo académico y editorial: profesor del curso «Cervantes y el Quijote» en la UNAM; investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, codirector y posteriormente director de la colección «Nuestros clásicos», jefe de redacción de la Revista de la Universidad de México y becario de El Colegio de México para estudios de Filología. Trabajó también como corrector de pruebas en la prestigiosa editorial mexicana Fondo de Cultura Económica y como redactor en la Revista de la Universidad de México.
En 1959 publicó Obras completas (y otros cuentos), su primer libro, que incluye el cuento más breve de la literatura hispanoamericana, El dinosaurio.

En 1962 se casó con Milagros Esguerra, colombiana y madre de su segunda hija, María, que nació en 1966.
Viajó a Europa (París, Londres, Barcelona, Madrid, y diversas capitales de los entonces todavía países comunistas, los del Este de Europa), en 1967, y en 1970 impartió el Taller de Cuento de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, así como el Taller de Narrativa del Instituto Nacional de Bellas Artes, allí conoció a Bárbara Jacobs, que participaba en esos talleres y que se convertiría en su esposa. Los dos compartían idéntica pasión por la lectura, los viajes literarios y la vida sosegada, y juntos llevaron a cabo la recopilación y posterior publicación de Antología del cuento triste (1992).

Le fue otorgado en 1975 el Premio Xavier Villaurrutia, uno de los más prestigiosos de México, y viajó a Varsovia, ciudad en la que coincidió con Juan Rulfo y Julio Cortázar.
En 1978 publicó su única novela Lo demás es silencio.
En 1993 regresó a Guatemala al ser nombrado miembro de la Academia Guatemalteca de la lengua.
En México recibió el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe. Murió en Ciudad de México el 8 de febrero de 2003.
Fuente: escritores.org - Foto y Textos: Archivos del blog.



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