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viernes, 29 de mayo de 2015

CARLOS ARTURO TRINELLI: LA SOLEDAD ES UN REVÓLVER ARDIENTE

La música aturdía, el cantor desafinaba al amparo de la impunidad sonora. La cerveza estaba caliente y el precio exorbitante. Miré a la morocha que reía y acompañaba el ritmo de la cumbia. Ella me vio, abandonó la sonrisa y el meneo de caderas. Se mordió el labio inferior. Me acerqué y le dije lo que pensaba del lugar, de la música, del cantante, de la birra. Nos fuimos. Afuera hacía frío. Ella encerró a las tetas bajo el cierre de la campera de cuero. Le di opciones, mi casa, un telo o un bar. Se jugó por el telo. Paré un taxi. En el calor del ambiente calefaccionado volvieron las tetas. Hubo tiempo para algunas mentiras, después la acción, después el tedio. Para vencerlo se mostró activa pero solo lo logramos al quedarnos dormidos. Cuando despertamos era domingo igual que cuando habíamos entrado nada más que ahora se había corporizado con la luz de un sol pálido. Ella se bañó, yo no. Nos fuimos. La invité a desayunar. Ella un mate cocido con leche y dos medialunas de manteca. Yo un café con una de grasa. No hablamos mucho. Nadie lo hacía demasiado, leían el diario. Resistimos poco sin fumar. La acompañé a tomar el colectivo. En la parada nos abrazamos con distancia y rozamos nuestros labios. Caminé unos metros y regresé para preguntarle el nombre. Me lo dijo con una sonrisa y el brazo extendido para detener al bondi. Subió, no me preguntó el mío pero se lo grité. Pareció no escucharme. Tampoco tuvo importancia. Me di vuelta y me fui con medio domingo encima.
















Carlos Arturo Trinelli
artesanosliterarios.blogspot.com

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