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viernes, 22 de octubre de 2021

ENTREVISTA A ANDRÉS PY

 El hacedor de cultura

Por Walter R. Quinteros

Thomas Edward Lawrence, conocido como Lawrence de Arabia, estuvo junto a aquel francés veterano de la Primera Guerra llamado Rosario René Py, que fue reclutado por el ejército en 1916 y que estuvo en primera línea de combate hasta el año 1918, en que fue trasladado a Alemania y que, tiempo después, fue enviado a Medio Oriente por los conflictos árabes de entonces. Py, ya era instructor de tiro con ametralladoras pesadas de la Legión.

Aprendió a hablar en arábigo y cumpliendo con las órdenes de sus mandos, combatió en Siria, Palestina, Jordania y Arabia Saudita entre otros países. Y estuvo en ciudades como Jerusalén, Damasco y Bagdad hasta finalizar aquella contienda y donde una vez finalizada, vuelve a su Francia natal.

R. R. Py, regresa al Líbano a trabajar, porque esa tierra era prometedora de un buen porvenir. Allí conoce a quien sería su esposa, Nabia Orban y juntos emprenden un largo viaje de luna de miel hasta Argentina, donde se encontraba la madre de ella, en una lejana localidad llamada Cruz del Eje.

Pero los padres de nuestro entrevistado, siguieron viajando, buscando nuevos horizontes y así, en la ciudad de San Francisco, nace Andrés Py, que con apenas cinco años de edad, conoce Francia, la tierra de su padre y donde va a los primeros grados de la escuela. Luego, la ciudad de Beirut es su nuevo lugar de residencia y donde concurre a nuevas escuelas, hasta que, a finales de 1934, la familia decide volver a la Argentina y, a permanecer para siempre en Cruz del Eje.  

Sepan, jóvenes argentinos, que Andrés Py camina por estas calles.

¿Cómo hacías con el idioma Andrés?

— No sabía nada de castellano, solo hablaba en francés y árabe, por eso mi padre pagó una maestra particular para que me enseñe mañana y tarde, para enviarme a la escuela, eso duró casi dos años, era duro ir a clase sin conocer el idioma, hice unos grados en la Escuela Normal y otros en la José Ingenieros. Pero quiero recordar con mucho cariño y respeto a una señorita de apellido Vinatier, ella tuvo la paciencia necesaria, la comprensión que yo necesitaba, y de eso ella se dio cuenta, tal es así que yo le enseñaba francés y ella me enseñaba castellano. Bueno, hasta que pude terminar los estudios secundarios y, me tocaba hacer el Servicio Militar, pero ya era camionero.

¿Dónde estaba tu casa?

— Donde ahora está la Estación de Servicio, en la esquina de Sarmiento y Rivadavia. Pero papá era dueño de varios terrenos más. Era un señor muy inteligente y muy trabajador.

¿De tu madre, qué recuerdas?

— Luchadora incansable, toda su vida al lado de mi padre, buscando lo mejor para sus hijos, la educación por sobre todas las cosas. Nos tenía cortitos en eso.

¿Ella es nacida en Beirut?

— No, había nacido en una ciudad que se llama Jonchara, en el Líbano.

Normalmente los hombres, a eso de los 18 a 20 años, ya sabemos lo que queremos hacer, qué profesión tener. ¿Qué quería ser Andrés Py?

— Te vas a morir de risa. Quería ser piloto de avión, quería ser aviador y estuve en la Escuela Naval, dónde podía egresar como subteniente. Al finalizar la guerra, la Armada debe devolver unos barcos confiscados y otros materiales, y nos dan de baja. Me vuelvo a Cruz del Eje.

¿Y una vez aquí, a que te dedicas?

— Retomo el camión, hago viajes, largos viajes, he llevado de todo a todas partes. Puse un aserradero, a ese aserradero le agregué una sierra circular que tenía un diámetro de un metro, que inventé, y con eso cortaba los troncos que eran arrastrados por una zorra hasta la sierra. Hacíamos desde aberturas hasta pisos de parquet. Llegué a tener dos camiones. Y siempre estuve dedicado a ese rubro, tenía además unos campos y eso hizo que me estresara un poco, tenía contratos que cumplir. Fui cediendo algunas cosas en alquiler...

¿Ya estabas casado?

— Si, y trabajaba y estudiaba constantemente más las exigencias del trabajo, afectaron un poco mi salud...

¿Y desde cuando pinta cuadros y escribe poesía y narrativa Andrés Py?

— De toda la vida, mis primeros dibujos los hacía en la calle, con carbón sobre el asfalto y las paredes de mi pieza estaban todas decoradas con mis dibujos. Y escribía. Todas esas cosas están guardadas por aquí.

Fundaste la Escuela de Bellas Artes.

— Si, hace unos 55 años...

Qué ocurrencia, estabas tapado en trabajo y querías y buscabas traer cultura a Cruz del Eje...

— Si, había que pelearla con la burocracia, iba y venía de Córdoba, aparte tenía que seguir en mi trabajo, hasta que finalmente un día la señora del ex presidente Illia, (Silvia Elvira Martorell), que era pintora, me acompaña a Córdoba y así se liberaron algunas cuestiones, como que la compra del edificio se efectuase a través del Fondo Nacional de las Artes.

¿Fuiste profesor?

— No, en la misma escuela me inscribo como maestro de arte.

¿Y profesor?

— Tuve que estudiar en Córdoba tres años más para ser profesor, además tres años más para ser profesor de grabado y dos cursos de Historia del Arte. Y durante siete años toqué el violín, un instrumento que me apasiona, pero lo tuve que dejar por un accidente en la mano.

Tenés un inmenso atelier

— Aquí en un tiempo funcionó la SALAC (Sociedad Argentina de Letras, Artes y Ciencias) yo era el presidente de la sucursal Cruz del Eje.

Estamos rodeados de cuadros, de todas tus pinturas, de algunas esculturas, me da la impresión de que forman parte de una tribuna llena de testigos de nuestra conversación. ¿Cuántos cuadros pintaste?

— Tres mil, aquí hay cerca de dos mil, entre acuarela, óleo y lápiz, enmarcados debe haber cien, calculo, y el resto en láminas y carpetas.

¿Cuántos de tus cuadros habrá en los hogares de Cruz del Eje?

— Entre vendidos y regalados mil, pero no solo en Cruz del Eje, vaya a saber por dónde están.


¿Cuántos libros has escrito?

— Diecisiete publicados, hay uno que espera en imprenta, más algunos borradores...

Te voy a robar un poema para publicar

El golpe perpetuo del hacha

Mortificante el cielo abierto
un círculo de fuego es asesino rojo.

Con un tridente semejante al de Neptuno
el ardiente diablo aplasta destruye.

Quema su llamarada
hiere con maldad persistente.

Los bosques rodean un mar de sal.

Ahogado perdido bajo su ramada de jarilla y barro seco
el hachero es un despojo más.

Por los intersticios del techo
un cielo abierto proyecta al cenit.

El cansancio del obrero acusa y reprocha indigencia amarga
Y cae de rodillas ante su vil destino.

Hay un murmullo doloroso
que fuga de su seca boca deshabitada

¿Ruego? Quizás... Porque si...
¿Reproche? A quien barbotear su dolor.

Tal vez es su corazón  que se repliega
en inequívoca turbación encumbrada sin nunca partir.

No hay respuesta.
Extiende su mano y es firme al palpar su hacha.

La mueca de una sonrisa exuda vergüenza por su pobreza
que arrastra obstinado junto al tiempo.

Y llora silenciosa su alma
con una turbación infinita.

(Peregrinaje, año 2008)

Andrés ¿Naciste en 1924? 

— Si, tengo 96 años.

Contame ¿Qué querés hacer cuando seas grande?

— Una exposición de mis cuadros y presentar mi último libro.

(Walter R. Quinteros /La Gaceta Liberal)

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