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sábado, 10 de octubre de 2020

ELMA SUELDO: ILUSIÓN INFANTIL


Siempre pasábamos las licencias anuales de mi padre en la casa de campo de mis abuelos, que desde que ellos fallecieron pertenecía al mayor de los hermanos.

Después de Reyes hasta febrero disfrutábamos de una vida diferente. Era un mes de aventuras, desde que cargábamos las provisiones y las valijas, el malestar del viaje en el auto de alquiler hasta las largas caminatas o los paseos a caballo por las lomadas pedregosas.

Mañanas transparentes, aromadas de poleo. Siestas ardientes bajo las moras. Puestas de sol arrebolladas, salpicadas de amarillo. Anocheceres de grillos.

Nos sentíamos involucrados en todas las tareas: buscar leña para la cocina y el horno, la jarilla para las escobas, recoger el agua del río para el uso diario y el de las vertientes para el consumo, recolectar frutas y verduras de la huerta.

Temprano, íbamos al corral. Simplemente observaba cómo mis padres y mis hermanos ordeñaban las vacas. Una vez que los recipientes estaban colmados, las dejábamos libres con sus terneros y retornábamos para desayunar. Mamá amasaba el pan y cortaba la leche para la cuajada, los demás nos turnábamos para batir la crema en un frasco hasta lograr la consistencia deseada. Nos maravillábamos cuando comenzaba a soltar el suero y se solidificaba el manjar. Placeres sencillos impregnados de nostalgia.

Esa vez, viajamos a mediados de diciembre. Tenía diez años y mi silenciosa preocupación era que los Reyes no conocían la dirección para llevar los regalos.

Mis hermanos se burlaban pero mis padres los reprendían y me decían que los Magos encontrarían el destino. Escondí mi desilusión cuando, el seis de enero, junto a mis zapatos, hallé una remera rosa y algunas golosinas.

Los días se sucedieron vertiginosos, plenos de dinamismo y risas, libres, olvidados del mundo. En la fecha estipulada, don José fue a buscarnos. Regreso triste, adormecido, rechazado pero inevitable.

Nuestra casa exhalaba un sopor de encierro y soledad. Entré arrastrando mi bolso, perezosa, amodorrada. Al ingresar a mi habitación, una bicicleta roja, brillante, impecable... 

Los Reyes Magos no me habían olvidado.



Elma Sueldo
"Nací en 1955 en mi entrañable Cruz del Eje, en donde siempre viví y probablemente moriré, porque hundí mis raíces en su tierra fecunda en una elección perdurable. Tuve excelentes formadores académicos tanto en la escuela primaria Nacional 277 como en la Escuela Normal República del Perú, nivel secundario y terciario. En ella obtuve el título de Profesora de Castellano, Literatura e Historia. Ejercí mi profesión con responsabilidad y amor en el Instituto Santo Domingo de Villa de Soto, la Ernesto Molinari Romero de San Marcos Sierras, la ENET N°1, el IPEA, la Arturo y el IES de Cruz del Eje. En mi crecimiento como docente valoro no sólo libros o talleres que cultivan mi intelecto sino también los aportes cotidianos de mis alumnos, mis hijos y mis amigos que enriquecen mi espíritu. En la actualidad, disfruto de actividades variadas: escribo, participo en un coro de jubilados, actúo en grupos de teatro, tomo clases de baile y realizo un curso acelerados de ternura con mis nietos". Fuente: "Páginas entrelazadas" Editorial Babel 2016 - Elma Sueldo - Foto: Pascal Romain 

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