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sábado, 4 de julio de 2020

WASHINGTON BENAVÍDES: POEMAS

 

 

2

 



NO NECESITAS EL ESPEJO…
(Fotografías de Pablo Benavides)

El espejo es pura falsedad.
No te tientes.
Mira a tu alrededor:
¿Esos muros, esas paredes, calle
de por medio, eran así?

¿Qué hollín endemoniado les pintó la cara?
¿Qué musgo persistente como el coral
les puso barbas talmúdicas, melenas
de Sansón, pordioseras fachas?
Pero había vitrinas luminosas, comercios
vivísimos, con enormes carteles de refrescos
y envasados…
Los plátanos. ¿Son los mismos plátanos que
miraste con simpatía cuando te afincaste en
este barrio?
Ah, claro el polvillo feroz en primavera
dominando tu garganta, cegándote
La visual, frecuentando el estornudo…
Aquella anciana que apenas se
mueve, sostenida por un bastón, casi
arrastrando el bolso
de comestibles que se atrevió a llevar
al supermercado…, aquel señor delgadísimo
que te saluda, ¿no fue un ciclista del Alas
Rojas de Santa Lucía? Ahora no. Ni siquiera
lo acompaña la delgada bicicleta de pista.
Todo arrugas y tendones ostensibles,
con una semi-sonrisa desdentada, es como si
un delegado del tiempo que es un club de
numerosos oficiantes, te saludara o
advirtiera.

 

3

 

Aquella otra señora lleva la correa hermosa
de un perro invisible. Sí, no puede
desprenderse de su querida mascota, que
descansa en un cementerio muy cuidado
para ellos, para las mascotas digo.
No te fíes del contemporáneo que te
dice: “¡Pero qué bien que estás!”
Y tú lo miras y le mientes de igual manera.
Ya no te movilizas los domingos hasta el Parque Rodó,
para matear con Nené…
Las distancias montevideanas se han
transformado en interminables desiertos de
Kalahari o el Sahara, no tienes a mano
dromedario o moto, (y si los tuvieras sería lo mismo
que tener un jarro de plata en la acequia vacía).

Pero fuiste al espejo.
Bueno, la cosa no está tan mal. Si.
Nada de aquel muchacho norteño, claro.
Eres un viejo de ojos difíciles, de mentón
todavía riguroso, y las arrugas son en tus
mejillas un cultivo, todavía, menor.

Pero enfrentas a las fotos admirables
que tu hijo Pablo apresó en su cámara,
de los aledaños de Montevideo y de alguno
de sus barrios, en cuanto a cementerio de
automóviles. El primero que me ofendió
en mi descaro de sobrevivir, fue un furgón
amarillento que decía en su frontis : “Blanes-
Gardel”.



4

 



De allí pasé a toparme con coches
casi actuales, invadidos por madreselvas o
yuyos trepadores, como un adorno feroz
para un carnaval de pesadilla, y luego otros:
aquel sin los neumáticos, el otro sin los faros,
éste vaciado de asientos y ventanillas, tan
indefenso como una lata de cerveza vacía y
pisoteada un lunes torvo…

Topándose, superponiéndose, en
revoltijo de la desesperación y el descuido.
Algunos tipos discutían precios sobre otros
coches algo más habitables, o simplemente
para comprar barato en la barata, algún repuesto de carro
de marca renombrada.

 

5

 


Sí, la canción que dice “el tiempo, el
implacable”…
Implacables somos nosotros. Desde
Homero escribimos sobre la “perniciosa
vejez”, pero por encima de este conjunto de
deshechos, de esta troupe sin festejo, el
viejo, sale a la calle. El viejo en su escritorio
lee o escribe, el viejo en una mesa de café
con jóvenes participa de su tiempo, sin
enrostrarles que todo tiempo pasado fue
mejor… El viejo Víctor Hugo, el viejo Butler
Yeats, el viejo Verdi, el viejo Niemeyer,
el viejo Nicanor Parra, la vieja Alicia Alonso,
la vieja Fina García Marruz, el viejo José
Gamarra, la vieja Circe Maia, el viejo Saúl
Ibargoyen Islas… Loa a los viejos. A los
hombres viejos, diles a los desesperados por
Juvencia que la Roca Tarpeya cesó hace
tiempo. Mira de nuevo a tu entorno: todo
cambia, es cierto. Y es bien que cambie,
porque eso es la vida.

Así que puedes seguir interrogando espejos…

1 El poeta Washington Banavides


Washington Benavides 

(Tacuarembó, Uruguay, 1930). Benavides es poeta de premiada obra (Nacional y Municipal de Poesía), cuyos veinte títulos van desde Tata Vizcacha (1955) hasta Los pies clavados (2000), pasando por Las Milongas (1965), Hokusai (1975), Murciélagos (1981), El molino y el agua (1991) o Canciones de Doña Venus (1998). Ha sido profesor de Literatura en la Universidad de la República, habiendo dirigido, en radio, programas musicales y literarios.
Extraídos de: Escribe sobre el Tiempo y otras fotos de Pablo. Set.2015. Montevideo)

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