Velocidad creciente
Hay una
sensación de que los días pasan
a más velocidad y que no hay tiempo
de muchas despedidas.
Suena una voz, como de insecto,
por detrás de los días
y detrás de las noches
pequeño picoteo, pero que no se para
cuando quieres ver, los días se desmoronan
como si hubieran sido devorados por dentro.
(Las fauces invisibles
dan cada vez más veloces
dentelladas.)
Breve sol
A la última hora del sol los rayos atraviesan
por el aire, eligiendo: "éste sí, éste no."
Quedan en sombra
la mayoría; los elegidos brillan
con cortezas doradas. Ascendiendo
la luz alcanza otros follajes, deja éstos
y alumba uno lejano. Ya no hay tiempo
de llegar hasta allí.
¿Quién sabe? Vamos.
Raíces
Hoy de mañana
tuvimos que arrancar unas hierbas
que creían por todas las ranuras.
Se arrancaron las hierbas
y quedaron al sol temblando las raíces
como sorprendidísimas... ¿y esto?
¿De lo oscuro a lo claro en un instante?
Muerte invertida, rara:
de la tierra cerrada y ciega
al ojo azul, que todo lo traspasa.
Abrirse a todo aire: perderse.
Soltarse a toda luz: también perderse
dicen las raíces
temblando.
Cirse Maia
Circe Maia es una de las poetas centrales de América Latina. Su obra, sin embargo, se conoce más por los elogios que otros poetas y escritores como Eduardo Galeano, María Teresa Andruetto o Mario Benedetti han hecho de su escritura vívida y musical. Maia nació en Montevideo en 1932. En 1944, cuando tenía doce años, su padre le publicó su primer libro de poemas, Plumitas. Pero el que figura como primero en su bibliografía es En el tiempo, de 1958, que contiene textos sobre la naturaleza, sobre la naturaleza del tiempo, del cambio y de la permanencia y sobre la muerte de su padre. Años después Maia, ya casada con el médico Ariel Ferreira y madre de dos hijas, se mudó a Tacuarembó, en el norte de Uruguay.
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