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viernes, 13 de diciembre de 2019

LAURA WITTNER: POEMAS



Los chicos juegan en la plaza

Más atrás siluetas juegan tenis.
Todavía más atrás está el zumbido
que se eleva desde algún fluir de tránsito.
Y más atrás el paredón
irregular de los edificios caros
de los cuales a esta hora sólo uno
y sólo en los dos pisos superiores
retiene luz de sol, bastante aguada.
Ahora, fijate lo que pasa:
de entre la ronda de pinos que son tu primer plano
alguien, un pájaro, rompe a trinar
a todo lo que da,
con desafío y con oficio:
es breve lo que emite, y eficiente.
Si estabas con la vista sobre el libro
al mirar hacia arriba entendés de un tirón
qué es lo que imanta esas capas superpuestas
de urbanismo irreal que te contienen.
Cómo es que no se desmoronan
estrato por estrato dejándolos a ustedes
desnudos en mitad del escenario.
Pero entender fue tan fugaz
como el grito del pájaro.


Lo luminoso que se ve de noche

En las épocas míticas salía sola de noche:
salía al patiecito y pisando la maceta
trepaba hasta la medianera y me sentaba
a interrogar los cielos desde lo más profundo
del corazón de Villa Crespo. Porque si antes
las estrellas señalaban el camino en el mar
tal vez ahora esta galaxia de neones,
resplandores de hielo, ventanucos de baño,
rayos móviles provenientes de ferias,
la cautivante sincronización
de las luces de pasillos de edificios
pudiera sugerirnos variar unos centímetros
el recorrido, a ver dónde llegamos.

Un helicóptero en un cielo negro
es su luz blanca y su sonido jadeante.


No por urbana la luna es menos poderosa.

Últimamente veo desde mi balcón
algo como una grúa inmensa,
una viga infernal que, paralela al cielo,
se encaja entre edificios altos
como dispuesta a rearmar el panorama,
delimitada por dos luces fatuas:
punto rojo en un extremo, y en el otro
la extrañeza hecha luz: un rectángulo verde
fluorescente, imposible de entender: de día
parece una pantalla que proyecta
en continuado y para nadie, y de noche
refulge en el centro de su hueco
evocando desplazamientos mudos
que hablan de lo difícil que es fijar impresiones.
Refulge desde allí como un dios verde
de Philip Dick, con resabios de Lem. 


Laura Wittner
Laura Wittner nació en Buenos Aires en diciembre de 1967. Es Licenciada en Letras y trabaja como traductora del inglés al castellano. Publicó seis libros de poesía: El pasillo del tren (Buenos Aires, Trompa de Falopo, 1996), Los cosacos (Buenos Aires, Ediciones del Diego, 1998), Las últimas mudanzas (Bahía Blanca, Vox, 2001, La tomadora de café (Bahía Blanca, Vox, 2005), Lluvias (Buenos Aires, Bajo la luna, 2009) y Balbuceos en una misma dirección (Buenos Aires, Gog y Magog, 2011). También publicó libros para chicos: Cahier du temps (París, Actes Sud, 2006), Cumpleañeros (Buenos Aires, Brujita de Papel, 2007), La noche en tren (Buenos Aires, Tres en Línea, 2008) y Gato con guantes (Buenos Aires, Tres en Línea, 2009). Fuente: Luvina / Jazz Café / Foto: delnaranjo.com

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