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sábado, 22 de diciembre de 2018

NÉSTOR SÁNCHEZ: NOVENO

noveno


noveno que el muy despeinado Yuyo chico le tendió un crisantemo a María quien le pasó dicho crisantemo a Batsheva mientras Donald Gleason le daba una cala al Yuyo grande y éste recibía claveles de manos de Batsheva y el Yuyo chico le daba helechos a María que a su vez le ponía un gladiolo en las manos a Donld Gleason quien tomó un clavel para el Yuyo chico que me tendió una rosa que le tendí al Yuyo grande mientras Batsheva recibía gladiolos de María que a su vez le pasaba helechos al Yuyo grande que se los dio a Donald Gleason que me tendió una cala mientras María recibía dos claveles de manos de Batsheva que me tendió una cala, un clavel, helechos, y yo le pasé los helechos al Yuyo chico, la cala al Yuyo grande que me dio crisantemos y a María una rosa en el momento en que Donald Gleason le pasaba dos calas a Batsheva y el Yuyo chico recibía un único gladiolo por parte de María quien a su vez le daba helechos al Yuyo grande que me dio un crisantemo y otro al Yuyo chico que le dio una rosa a Batsheva que me tendió una cala que le pasé a Donald Gleason y éste a María quien se la pasó a Giménez y Giménez le tendió la cala a Batsheva cuando Donald Gleason le daba rosas (a Giménez) y el Yuyo grande una cala y el Yuyo chico un clavel y Giménez le tendió una cala a Batsheva y yo un clavel a Giménez y Batsheva un crisantemo al Yuyo grande a punto de recibir calas por parte del Yuyo chico y debido a la fuerza del viento se le voló el sombrero a Giménez y Giménez dejó que se le volara por uno de los senderos de esa juntidad flagrante en la meseta que es el cementerio de Flores mientras María le pasaba rosas al Yuyo grande que me tendió un crisantemo cuando yo ponía helechos en las manos de Batsheva.




Néstor Sánchez
 
Nació en Buenos Aires en 1935, más precisamente en el barrio de Villa Pueyrredón y falleció en ese mismo lugar el 15 de abril de 2003. En su obra se puede notar una firme inclinación hacia un estilo experimental y extravagante y la constante característica de situar la mayoría de sus historias en a ciudad de Buenos Aires. Si bien su amistad con Cortázar le permitió que sus obras consiguieran una importancia inusitada, no era amigo de los aplausos tan sólo buscaba en la literatura un viaje hacia su interior; por eso, en la década del 70 desapareció bruscamente, abandonando la ciudad y yendo en busca de nuevas experiencias que le ayudaran a crecer y probar nuevas formas de expresión. Pese a ello, no logró que se lo olvidara completamente; sin ir más lejos, su obra “Nosotros dos” ha sido catalogada como la mejor en su género que se haya escrito después de las publicadas por Roberto Arlt. Los títulos más famosos de Sánchez, además de la recién citada, son “Siberia blues”, “El amhor, los orsinis y la muerte” y “La condición efímera”. Su verdadera pasión siempre fue la poesía; de hecho, el mío se proclamaba “un buen lector de poesía”, sin embargo nunca se sintió capaz de desempeñar una labor como poeta, aseguraba que no era dado para este arte y por eso se había entregado a una escritura poemática, como le gustaba llamarla. Un estilo en el que no se le daba importancia a los personajes, sino más bien al tono, como si el libro fuera un poema largo y cada capítulo un verso. Como muchos otros autores (aunque hoy en día parece ser exigencia obligatoria que todo autor sea graduado en alguna carrera lingüística), Néstor fue autodidacta: aprendió solo lo que iba necesitando a cada paso. Posiblemente, una de las mayores virtudes y cuestiones llamativas de su estilo es esa forma de escribir que podría asemejarse a una improvisación de jazz, y es que a Sánchez le volvía loco esta música; quizás, esa libertad de aprender lo que quería o creía que necesitaba a cada paso es lo que le permitió ser totalmente él mismo a la hora de sentarse sobre una hoja y fusionar sus dos grandes pasiones, el jazz y la poesía, en una prosa incuestionable, colorida y vanguardista. Siempre manifestó su adhesión al surrealismo, a la beat generation y, también aseguró que “Rayuela” fue primordial para él, para comprender su sendero. Ella lo motivó a crear “Nosotros dos” como un intento de prosa poemática, movida por el mensaje “¿encontraría a la maga?”. Pero después, tras la publicación de “Siberia blues” se quedó sin ciudad (sus exactas palabras) cuando descubrió que un proceso de vida había concluido y que su país no le alcanzaba que necesitaba completarse, abrir sus fronteras y, por ende, vincularse con otras fuentes literarias. A partir de ese momento emprendió un viaje, primero a Perú y Chile, donde volvió para publicar “El amhor, los orsinis y la muerte”, para muchos su obra maestra, aunque muchos se resisten a ella. Y no se quedó en Buenos Aires, continuó marchándose, esta vez a Estados Unidos. En más de una ocasión había expresado que no quería conformarse y que caminar-viajar era lo que permitía no hacerlo, vivir en estado de peligro para poder acercarse a su verdadera escritura, para dar lo mejor de sí mismo, para llegar a escribir desde el último extremo de sí mismo. A Sánchez nunca le interesó la novela como algo objetivo, sino más bien como un viaje lleno de bifurcaciones, donde no se tiene plena consciencia de lo que va a ocurrir; es decir, donde no existe un escritor-dios, sino más bien un narrador que parece ir girando a lo largo de la historia, desmenuzando ideas, hechos, razonamientos de forma desordenada y, hasta podríamos decir, incongruentes. Sánchez expresaba que comenzaba la escritura sin saber hacia dónde se dirigía, que la novela se iba tejiendo sola, a medida que él escribía. El autor aseguró en varias entrevistas que durante años lo persiguió la idea del suicidio, al ser consciente de que ya no había más que experimentar, que de algún modo su vida había concluido y ya nada tenía sentido. Y entonces, decidió terminar con todo. Cuando escribía sentía que su vida tenía una riqueza impresionante que con el correr de los años se fue perdiendo y que, en la vejez, ya no le quedaba ni un gramo de toda esa ilusión. Fuente: Cainabella - poemas-del-alma  

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