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viernes, 26 de abril de 2019

LEOPOLDO PANERO: POEMAS



Cántico

Es verdad tu hermosura. Es verdad. ¡Cómo entra
la luz al corazón! ¡Cómo aspira tu aroma
de tierra en primavera el alma que te encuentra!
Es verdad. Tu piel tiene penumbra de paloma.

Tus ojos tienen toda la dulzura que existe.
Como un ave remota sobre el mar tu alma vuela.
Es más verdad lo diáfano desde que tú naciste.
Es verdad. Tu pie tiene costumbre de gacela.

Es verdad que la tierra es hermosa y que canta
el ruiseñor. La noche es más alta en tu frente.
Tu voz es la encendida mudez de tu garganta.
Tu palabra es tan honda, que apenas si se siente.

Es verdad el milagro. Todo cuanto ha nacido
descifra en tu hermosura su nombre verdadero.
Tu cansancio es espíritu, y un proyecto de olvido
silencioso y viviente como todo sendero.

Tu amor une mis días y mis noches de abeja.
Hace de mi esperanza un clavel gota a gota.
Desvela mis pisadas y en mi sueño se aleja,
mientras la tierra humilde de mi destino brota.

¡Gracias os doy, Dios mío, por el amor que llena
mi soledad de pájaros como una selva mía!
Gracias porque mi vida se siente como ajena,
porque es una promesa continua mi alegría,

porque es de trigo alegre su cabello en mi mano,
porque igual que la orilla de un lago es su hermosura,
porque es como la escarcha del campo castellano
el verde recién hecho de su mirada pura.

No sé la tierra fija de mi ser. no sé dónde
empieza este sonido del alma y de la brisa,
que en mi pecho golpea, y en mi pecho responde,
como el agua en la piedra, como el niño en la risa.

No sé si estoy ya muerto. No lo sé. No sé, cuando
te miro, si es la noche lo que miro sin verte.
No sé si es el silencio del corazón temblando
o si escucho la música íntima de la muerte.

Pero es verdad el tiempo que transcurre conmigo.
Es verdad que los ojos empapan el recuerdo
para siempre al mirarte, ¡para siempre contigo,
en la muerte que alcanzo y en la vida que pierdo!

La esperanza es la sola verdad que el hombre inventa.
Y es verdad la esperanza, y es su límite anhelo
de juventud eterna, que aquí se transparenta
igual que la ceniza de una sombra en el suelo.

Tú eres como una isla desconocida y triste,
mecida por las aguas, que suenan, noche y día,
más lejos y más dulce de todo lo que existe,
en un rincón del alma con nombre de bahía.

Lo más mío que tengo eres tú. Tu palabra
va haciendo débilmente mi soledad más pura.
¡Haz que la tierra antigua del corazón se abra
y que sientan cerca la muerte y la hermosura!

Haz de mi voluntad un vínculo creciente.
Haz melliza del niño la pureza del hombre.
haz la mano que tocas de nieve adolescente
y de espuma mis huesos al pronunciar tu nombre.

El tiempo ya no existe. Sólo el alma respira.
Sólo la muerte tiene presencia y sacramento.
Desnudo y retirado, mi corazón te mira.
Es verdad. Tu hermosura me borra el pensamiento.

Tengo aquí mi ventura. Tengo la muerte sola.
Tengo en paz mi alegría y mi dolor en calma.
A través de mi pecho de varón que se inmola
van corriendo las frescas acequias de tu alma.

La presencia de Dios eres tú. Mi agonía
empieza poco a poco como la sed. ¡Tú eres
la palabra que el Ángel declaraba a María,
anunciando a la muerte la unidad de los seres!



En esta paz del corazón alada...


En esta paz del corazón alada
descansa el horizonte de Castilla,
y el vuelo de la nube sin orilla
azula mansamente la llanada.

Solas quedan la luz y la mirada
desposando la mutua maravilla
de la tierra caliente y amarilla
y el verdor de la encina sosegada.

¡Decir con el lenguaje la ventura
de nuestra doble infancia, hermano mío,
y escuchar el silencio que te nombra!

La oración escuchar del agua pura,
el susurro fragante del estío
y el ala de los chopos en la sombra.



En tu sonrisa


Ya empieza tu sonrisa,
como el son de la lluvia en los cristales.
La tarde vibra al fondo de frescura,
y brota de la tierra un olor suave,
un olor parecido a tu sonrisa,
y a mover tu sonrisa como un sauce
con el aura de abril; la lluvia roza
vagamente el paisaje,
y hacia adentro se pierde tu sonrisa,
y hacia dentro se borra y se deshace,
y hacia el alma me lleva,
desde el alma me trae,
atónito, a tu lado.
Ya tu sonrisa entre mis labios arde,
y oliendo en ella estoy a tierra limpia,
y a luz, y a la frescura de la tarde
donde brilla de nuevo el sol, y el iris,
movido levemente por el aire,
es como tu sonrisa que se acaba
dejando su hermosura entre los árboles...




Leopoldo Panero

Nació el 17 de octubre de 1909 en Astorga, León.
Hijo de Moisés Panero Núñez y de Guadalupe Torbado de las Cuevas. Hermano del poeta Juan Panero (1908–1937). Cursó estudios de Derecho en la universidad española y de literatura francesa e inglesa en Tours, Poitiers y Cambridge. A comienzos de la Guerra Civil regresó a España y se alistó en el ejército franquista. En el grupo de Vivanco, Rosales y Ridruejo, colaboró en las revistas Vértice y Escorial. Perteneció a la junta directiva de Cultura Hispánica. Sus obras esenciales son La estancia vacía (1944) y Escrito a cada instante (1949). Canto personal. Carta perdida a Pablo Neruda(1953) fue una respuesta al poeta chileno, después del viaje que realizó a Hispanoamérica. Premio Fastenrath de la Real Academia y Premio Nacional de Poesía en 1953. Sus Obras Completas fueron reunidas y publicadas en dos volúmenes: Poesía y Prosa. Madrid, Editora Nacional, 1973. Se editó posteriormente una antología, Por donde van las águilas, ed. Andrés Trapiello. Granada, Comares, 1994. Contrajo matrimonio con la escritora Felicidad Blanc y fueron padres de Juan Luis Panero (1942-2013), Leopoldo María Panero (1948-2014) y José Moisés, «Michi» Panero (1951-2004). Leopoldo Panero falleció el 27 de agosto de 1962 en el Castillo de las Piedras, León. 
Fuente: amediavoz / buscabiografías / Foto:El Guadarramista





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