TRADUCTOR

viernes, 1 de enero de 2021

WALTER R. QUINTEROS: LAURITA Y LA MÁQUINA VOLADORA

— Fue así señor, cuando las autoridades nos interrogaron sobre la máquina voladora, nosotras presentamos los planos del proyecto, pues cada una tenía una copia para asegurarnos de nuestra autoría. 

— Si, y por si ganábamos el primer premio con nuestro invento. El soñado viaje de fin de curso a las sierras de Córdoba.

— La directora de la escuela no salía de su crisis nerviosa y debió ser internada de urgencia.

— En la semana de la inventiva, nuestras profesoras nos dejaron solas.

— Nosotras estábamos entusiasmadas por los avances de nuestra "Máquina Voladora."

— Ante la jueza de Cuarta Nominación, el padre de Josefina, que es un mecánico herrero de profesión, dijo que él colaboró aportando su eficaz mano de obra, sus conocimientos en la materia y en montar el complejo mecanismo en nuestro invento. Él la construyó con nuestros planos

— Nuestras profesoras también fueron demoradas luego de que se les tomara declaración.

— Nosotras dijimos en nuestras declaraciones que la tarea asignada a cada curso, era la de desarrollar un invento y demostrar cómo funcionaba.

— También había que validar su aplicación en la vida del hombre.

— Y la mamá de Laurita era consolada en la sala de música por un equipo de psicólogas.

— Se hizo presente un señor muy arrogante, se lo veía muy nervioso, caminaba fumando en los lugares donde estaba prohibido.

— Después vimos que leía las currículas.

— Nosotras permanecíamos sentadas en el aula.

— Nos enteramos que era el señor ministro de Educación.

— También vinieron unos ingenieros que debieron abrirse paso a los empujones entre ustedes, los periodistas que estaban en la puerta.

— Estudiaron los planos.

— De arriba a abajo.

— Si, los daban vueltas.

— Y, nos miraban de reojo.

— Una de las porteras entró corriendo y llamó al servicio de emergencia, porque la mamá de Laurita se había descompensado.

— Julia pidió permiso para levantarse y abrir el armario. 

— La vicedirectora, los policías, el ministro, la inspectora zonal y hasta los ingenieros la acompañaron.

— Julia expuso con toda claridad...

— Si, pero con la ayuda de todas nosotras...

— Explicó el funcionamiento de la máquina voladora.

— Mire, nuestra máquina voladora es un complejo mecanismo montado en un triciclo, donde las partes de acero fueron reemplazadas por duraluminio y piezas de plástico resistente.

— Esas partes debían soportar el andamiaje de poleas, engranajes, correas dentadas y comandos guiados por palancas instaladas en el manubrio.

— El papá de Josefina se encargó de las soldaduras y la distribución del mecanismo con precisión porque había que equiparar los pesos de la máquina.

— Y compensar el peso de la máquina en su volumen, ¿entiende?

— La novedad era la genial idea de desplegar las ruedas traseras para que adopten la forma de alerones.

— Los alerones se desplegaban con un movimiento de una palanca que está en el manubrio y le otorgaba a nuestro invento, mayor estabilidad en el aire.

— Así le daba velocidad en los movimientos.

— Trabajamos mucho en considerar aumentar la mayor cantidad de revoluciones posibles en la fuerza aplicada en cada vuelta de pedal.

— Las alas de nuestro invento consistían en una estructura de alambre y reforzada en los bordes de ataque de aluminio.

— Que nosotras recubrimos con una fina lona impermeable.

— Y las adherimos con un pegamento tipo "dope", del que emplean en aeromodelismo.

— Si, las alas nacían en cada punta del manubrio, por las manoplas.

— Nancy hizo la prueba de funcionamiento de la maqueta en el patio de la escuela y había también una gran cantidad de policías y toda esa gente...

— La pequeña maqueta apenas voló dos, o tres metros, y cayó.

— Por orden de la jueza secuestraron la maqueta de nuestro invento.

— ¿Sabe que no? No nos dejaron darle un abrazo a la mamá de Laurita cuando se la llevaron.

— Si, a la señora se la llevaron en la ambulancia.

— El día de la exposición, pedimos ser las últimas  

— Lo que pasa es que entre todas las del curso, ya habíamos subido la máquina voladora al techo de la escuela.

— Por eso nadie nos vio.

— Laurita era nuestra compañera más menuda, pecosa, sonriente, inquieta.

— No, no tenía novio ni pensaba en eso.

— Se colocó el arnés entre risas.

— El casco para motos le tapaba el flequillo sobre las cejas.

—En realidad, por su físico, su contextura, era la única que podía dirigirla.

— Cuando nos tocó el turno de presentar nuestro invento, les dijimos a todos los presentes que miren hacia el tejado.

— Allá, en el segundo piso.

— Y Laurita se asomó por la cornisa montada en la máquina voladora.

— Parecía una reina...

— Se armó un lío bárbaro, todos le gritaban que se baje.

— Si, le gritaban que se detenga, que no lo haga.

— Y ella voló.

— La policía encontró las zapatillas de Laurita en uno de los techos.

— A la mañana siguiente salieron a buscarla con los helicópteros de la Fuerza Aérea y de la Policía Federal.

— Quién sabe por dónde andará.

— Laurita se llevó mi vincha, le quedaba bien.



© Walter R. Quinteros

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El comentario estará sujeto a la aprobación del equipo y su administrador. Gracias.