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viernes, 26 de octubre de 2018

MARIANO PINI: POEMAS



EL OLVIDO

Refucila de lejos. Un ala de vos, justificada,
de pura permanencia en mi, en esta cicatriz de ave
que me cruza a veces cuando miro lo que queda.
Una especie de néctar,
de un vino tremendo que sube como antes,
pero agrio, casi verde,
y este es el brazo gris donde te tuve.

Volviste martillando el aire, dando latigazos ahí contra el paisaje.
Una esquina de pájaros con ganas eran tus ganas de querer.
A cualquier costo.
Era el deseo, que volvía como un león promiscuo de cemento
amamantando con fuego a los nacidos.

Era tu ropa
colgada en los alambres de un mes que palpitaba.
Salir hasta los patios y verla ahí colgada
era asegurarme que estabas todavía sin tregua de partir.

Pero, ¿sabes?, el mundo conocido era un reino chiquitito,
La calle que pisé hace mucho donde estaba el negocio
con olor a galletitas,
bueno, esa calle no existe mas,
es decir, la calle está, permanece,
pero son otros los colores y otros son los ruidos,
otras son las cosas que le pasan a esa calle
y otros son los pájaros.

En medio de este bosque, rodeado de basura,
nadie va a salvarme del filo por venir,
nadie va a venir a preguntar
si comimos hoy, si mañana habrá otro sol.

Duele por dentro la sangre de las cosas.
Duele ver las garras furiosas de los buitres
que de los barrios se llevaron un poquito del alma de las lunas.

Acá van terminando estas líneas con látigos del miedo,
esta sangre puesta en cosas,
palabras de una rambla llovida en pleno julio.

Acá dejo en la puerta de tus sueños la valija de vientos
que llenamos ayer y era mediodía.
Dejo un manojo de palabras volcadas tal vez a plena hoja,
una caja con regalos, papeles, recibos, y guirnalda viejas
que fueron hasta ayer la fiesta de abrazarnos.

Prefiero que todo te lo quedes vos,
menos estos perros que me siguen en la noche
y olfatean como pueden el reguero de mi sangre.

Hasta pronto piba,
que la luz brutal del nuevo agosto te ilumine distinta,
más fuerte y más feliz
que este amor que no supimos, que no logramos.

Que esta guerra a plena espada
contra todas las barcazas de la pena
estaba perdida de antemano.

Y no va a estar la ropa colgada en los alambres,
ni la lluvia en torno a vos cayéndote en los muslos
solo un frágil cuero de acordeón mojado,
un eléctrico pájaro en la pena,
el ángel de los vinos latiendo a plena herida.

Y estos perros de vos
marchando a plena luna,

olfateándome la sombra

como puedan.


(Mariano Pini, del libro “La calesita de barro”, año 2013.- Colección Mandrágora Porteña, Poetas y letristas de tango)

Era una virgen llorando sangre

Era una virgen llorando sangre.
Ante ella se hincaban los pálidos tigres de overol,
las estrellas de temblor de arena,
espantapájaros de huesos y párpados colgando
y un rinoceronte de papel maché. Juro que los vi.
Era una virgen sosteniendo una guitarra.
Era una dulce comerciante de guirnaldas. Era una ministra.
Un albatros de fuego, un péndulo de luz.
Me tuvo en un costado de su hiel.
Dentro de su caja de niebla musical.
Era una diosa quitándose el pellejo,
pasando por el agua hirviendo de una calle de arrabal,
comiendo uvas del patio de mis huesos,
lamiéndome la cal, la harina gris
de mi pan de octubre al desmayar.
Para el banquete de su adiós, mis piernas de ceniza.
Para su boca de rubíes indomables, mi pálido gesto de cartón.
Ahora se ríe en ese altar.
Dicen que de noche baja y entra a los boliches,
que sumerge su cuerpo de sirena musical
en la ginebra espesa de cada pulpería,
que así los emborracha. Que así los envenena.
Que se come el corazón de todo el paisanaje
con su risa plebeya de jazmín angelical.
Dicen que guarda corazones en frascos amarillos
previamente desinfectados con el humo de mi alcohol.
Al mío lo tiene en un lugar preferencial,
de noche se oye latir en la mesa de luz.
Yo soy uno más que tarde a tarde llega en procesión.
Vengo a buscar lo que me pertenece.
Pido nada más por lo que es mío.
Y ella se inclina, con su cara de perra fantasmal,
enciende un cigarrillo con la luz del fuego que me queda.
Juro que era de verdad, tenía los muslos de un azul feroz.
Era la hijastra de un violín tocado por un loco.
Era una virgen llorando sangre.




Mariano Pini
Nació en el Bajo Flores, una mañana de domingo del mes de marzo de 1980, este hijo dilecto de la noche, constructor de una obra oscura y suburbana, no reconoce sus orígenes directos en las letras de los tangos. «El tango flotaba en los ambientes donde crecí, mis abuelos conocieron y fueron grandes amigos de figuras notables, pero la estética que intento encontrar tiene mucho más que ver con el cine y la literatura que con las letras de tango».  
Fuente: todotango - grafitis-poetarios - Foto: fracturaexpuesta 

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