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miércoles, 25 de julio de 2018

JULIO TORRI: DE FUSILAMIENTOS



El fusilamiento es una institución que adolece de algunos inconvenientes en la actualidad.

Desde luego, se practica a las primeras horas de la mañana. “Hasta para morir precisa madrugar”, me decía lúgubremente en el patíbulo un condiscípulo mío que llegó a destacarse como uno de los asesinos más notables de nuestro tiempo.

El rocío de las yerbas moja lamentablemente nuestros zapatos, y el frescor del ambiente nos arromadiza. Los encantos de nuestra diáfana campiña desaparecen con las neblinas matinales.

La mala educación de los jefes de escolta arrebata a los fusilamientos muchos de sus mejores partidarios. Se han ido definitivamente de entre nosotros las buenas maneras que antaño volvían dulce y noble el vivir, poniendo en el comercio diario gracia y decoro. Rudas experiencias se delatan en la cortesía peculiar de los soldados. Aun los hombres de temple más firme se sienten empequeñecidos, humillados, por el trato de quienes difícilmente se contienen un instante en la áspera ocupación de mandar y castigar.

Los soldados rasos presentan a veces deplorable aspecto: los vestidos, viejos; crecidas las barbas; los zapatones cubiertos de polvo; y el mayor desaseo en las personas. Aunque sean breves instantes los que estáis ante ellos, no podéis sino sufrir atrozmente con su vista. Se explica que muchos reos sentenciados a la última pena soliciten que les venden los ojos.

Por otra parte, cuando se pide como postrera gracia un tabaco, lo suministrarán de pésima calidad piadosas damas que poseen un celo admirable y una ignorancia candorosa en materia de malos hábitos. Acontece otro tanto con el vasito de aguardiente, que previene el ceremonial. La palidez de muchos en el postrer trance no procede de otra cosa sino de la baja calidad del licor que les desgarra las entrañas.

El público a esta clase de diversiones es siempre numeroso; lo constituyen gente de humilde extracción, de tosca sensibilidad y de pésimo gusto en artes. Nada tan odioso como hallarse delante de tales mirones. En balde asumiréis una actitud sobria, un ademán noble y sin artificio. Nadie los estimará. Insensiblemente os veréis compelidos a las burdas frases de los embaucadores.

Y luego, la carencia de especialistas de fusilamientos en la prensa periódica. Quien escribe de teatros y deportes tratará acerca de fusilamientos e incendios. ¡Perniciosa confusión de conceptos! Un fusilamiento y un incendio no son ni un deporte ni un espectáculo teatral. De aquí proviene ese estilo ampuloso que aflige al connaisseur, esas expresiones de tan penosa lectura como “visiblemente conmovido”, “su rostro denotaba la contrición”, “el terrible castigo”, etcétera.

Si el Estado quiere evitar eficazmente las evasiones de los condenados a la última pena, que no redoble las guardias, ni eleve los muros de las prisiones. Que purifique solamente de pormenores enfadosos y de aparato ridículo un acto que a los ojos de algunos conserva todavía cierta importancia.


Julio Torri
(Saltillo, 1889 - México, 1970) Ensayista y prosista mexicano de aguda inteligencia y perfección verbal, uno de los escritores nacionales que con mayor fortuna cultivó la literatura reflexiva. Su obra, que se caracteriza por el cuidado estilo y el lirismo, incluye ensayos como Sentencias y lugares comunes (1945) y La literatura española (1952) y recopilaciones de cuentos (De fusilamientos, 1940).
Julio Torri llegó a la capital a los 19 años para cursar estudios en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Allí frecuentó a Alfonso Reyes y a otros escritores que, junto con él, serían conocidos más tarde como "la generación del Ateneo". Torri fue un notable traductor y profesor de literatura, a lo cual sumó un ejercicio no menos notable de antólogo, historiador y divulgador de las letras mexicanas y españolas, en manuales de gran pulcritud y corrección que aún hoy se consultan.
La obra de Julio Torri, parca y perfeccionista, de un elegante y fino sentido del humor, se considera ejemplar en las letras mexicanas modernas, e incluye Ensayos y poemas (1917), De fusilamientos (1940) y Prosas dispersas (1964), títulos que aparecieron reunidos en el volumen Tres libros. El vanguardismo anticipado de su prosa ha sido comparado al de otros precursores latinoamericanos, como el venezolano J. Garmendia, sobre todo por la creación de microcuentos ambiguos, de talante casi fantástico y de atmósfera mágica o mitológica.
Fuente: biografiasyvidas- ciudadseva - foto: narrativabreve

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