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viernes, 19 de mayo de 2017

FERNANDO BOTERO: PINTURAS


  • UNA FAMILIA
    Los 2.080.268 dólares que se pagaron en mayo del 2011 por este cuadro en la prestigiosa casa de subastas Sotheby´s de Nueva York hicieron que este lienzo pintado por Botero, allá por el año 1972, diera la vuelta al mundo a través de muchísimos medios de comunicación, convirtiéndose en una de las obras más cotizadas hasta ahora del artista colombiano.

    Considerado por muchos entendidos como uno de sus mejores trabajos, en el cuadro podemos resumir perfectamente las características esenciales de su inconfundible estilo personal: colores vivos e intensos que se combinan con formas agrandadas que aumentan vertiginosamente el volumen de los cuerpos de las personas y de los objetos. Es el triunfo del color y de las líneas curvas que dotan a las obras de Botero de una gran fuerza y sensualidad, al mismo tiempo que transmiten al observador una clara sensación de tridimensionalidad de las figuras.


  • LOS MÚSICOS
    Esta obra fue subastada por la prestigiosa casa Christie’s de Nueva York el 23 de mayo de 2006 por valor de 2.032.000 dólares, convirtiéndose en aquel momento en una de las obras mas reconocidas y mejor cotizadas en el mundo.

    Creada en 1979, se trata de un óleo sobre lienzo que representa una escena costumbrista de su Colombia natal, una fiesta amenizada por nueve músicos con diferentes instrumentos. Fue portada del catálogo de la primera exposición retrospectiva que realizó Botero en Estados Unidos, concretamente en el Hirshhorn Museum de Washington.

    Este óleo es un ejemplo claro de la idea de belleza del pintor Botero; para él la belleza es la ausencia de defectos. Por eso, sus cuadros no tienen sombras acusadas porque según el artista manchan el color, que es el elemento primordial de su obra. Por tanto, en sus cuadros la luz nace del propio color de las formas, no de un foco exterior que proyectaría sombras sobre las mismas.


ESCENA FAMILIAR

Nos encontramos ante otra de las pinturas más conocidas del artista colombiano; este óleo sobre lienzo pertenece a una serie de retratos familiares –La familia presidencial, La familia Pinzón…- que han sido clave en la trayectoria pictórica del artista. De hecho la familia ha sido un tema central en la obra de Botero en el que ha radiografiado la idiosincrasia de la clase media colombiana.

Este cuadro nos servirá para ilustrar otra característica de su obra: la atemporalidad. Si viéramos los diferentes retratos familiares anteriores y posteriores a este lienzo de 1969, veríamos que los personajes de sus cuadros reproducen unos atuendos y unas maneras propias de los años cuarenta o cincuenta del siglo XX, aunque la obra se realice veinte o treinta años después. No desentonan porque el autor no busca recrear una época concreta sino un concepto, donde sus figuras son simbólicas porque representan unas ideas que van más allá del tiempo.









LA CASA DE LAS GEMELAS ARIAS

Durante mucho tiempo, este cuadro de Botero ostentó el record de ser el más caro de su obra, gracias a los 1.400.000 dólares que se ofrecieron por él en la casa Sotheby´s el 23 de noviembre de 1992. Dicho récord no sería batido hasta mayo de 2003, fecha en la cual Los Músicos fue subastada por 2.032.000 dólares.


El cuadro representa la habitación de un burdel de la Colombia de mediados del siglo XX. La genialidad de Botero radica en ser un cronista de la realidad social de su país, incluso de sus problemas, pero sin dramatismos ni violencias. Salvo en series como la colección titulada El dolor de Colombia o la que retrata las torturas de la cárcel de Abu Ghraib, en las que el dolor y la violencia aparecen representadas más crudamente, las obras de Botero retratan la sociedad con tonos suaves. Ello lo logra formalmente a través de la viveza y luz de sus colores, la actitud de sus personajes y la construcción formal de sus cuadros, donde se dibuja claramente un eje central donde convergen todas las líneas compositivas, proporcionando una sensación de equilibrio y de tranquilidad a las escenas. Esa es sin dudas una de las obras de arte colombianas más famosas y representativas.



La casa de las gemelas Arias (1973)
LOS AMANTES

Fernando Botero encontró en el arte italiano del Renacimiento buena parte de las claves fundamentales para su peculiar estilo pictórico. Ello se ve claramente en Los Amantes en tres aspectos: la monumentalidad de las figuras, la concepción del cuerpo femenino y la perspectiva utilizada.

El arte de Botero engrandece el tamaño de sus figuras humanas, dándoles una tridimensionalidad escultórica que recuerda a autores como Piero della Francesca o Ucello. Al mismo tiempo, las formas tan voluminosas de la mujer de Los Amantes tienen sus reminiscencias en Tiziano, Miguel Ángel o en el pintor barroco Rubens.

Finalmente, el acusado contraste de perspectiva que observamos en el cuadro es un recurso habitual en la pintura renacentista, que en el caso de Botero tiene un alcance simbólico: dar una sensación de irrealidad y de misterio a la obra. La empequeñecida figura del varón dormido le hace más parecido a un niño que duerme tranquilo o a un hombre que está soñando con una especie de diosa o figura irreal.


  • Los amantes (1969)

  • Fernando Botero
    Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero fue el segundo de los tres hijos de la pareja formada por David Botero Mejía y Flora Angulo de Botero. Aunque en su juventud estuvo durante un corto lapso de tiempo en la Academia de San Fernando en Madrid y en la de San Marcos en Florencia, su formación artística fue autodidacta. Sus primeras obras conocidas son las ilustraciones que publicó en el suplemento literario del diario El Colombiano, de su ciudad natal.
    A los 19 años viajó a Bogotá, donde hizo su primera exposición individual de acuarelas, gouaches, tintas y óleos en la Galería Leo Matiz, y con lo recaudado vivió algún tiempo en Tolú. De su estancia allí saldría el óleo Frente al mar, con el que obtuvo el segundo premio de pintura, consistente en dos mil pesos, en el IX Salón Anual de Artistas Colombianos. El crítico Walter Engel, en El Tiempo del 17 de agosto de 1952, encontró que tenía "una composición vigorosa, bien construida y bien realizada", pero el escritor Luis Vidales lo criticó por su "inconceptual alargamiento de las figuras".
    Viajó entonces Botero a Europa, donde residió por espacio de cuatro años, principalmente en Madrid, Barcelona, París y Florencia. Aunque ingresó en las academias mencionadas, siguió formándose a base de leer, visitar museos y, sobre todo, pintar, como él mismo diría. Luego viajó a México, Nueva York y Washington en un período de febril creación y escasos recursos económicos, acompañado de su esposa Gloria Zea. De nuevo en Colombia, Botero compartió el segundo premio y medalla de plata en el X Salón de Artistas Colombianos, con Jorge Elías Triana y Alejandro Obregón. Su óleo Contrapunto fue alabado por los críticos unánimemente, por su alegría contagiosa.
    La camera degli sposi obtuvo el primer premio en el XI Salón Nacional celebrado en septiembre de 1958. En esta obra Botero logró deshacerse de una lejana influencia del muralismo mexicano y dirigirse, sin titubeos y por medio de su admiración a los artistas del Renacimiento italiano, hacia la consolidación de lo que alguien llamó el "boteroformismo"
    El pintor había manifestado desde hacía cuatro años su admiración por el sereno monumentalismo de Paolo Ucello y por lo que Marta Traba llamó "un Renacimiento de piedra, por la concepción-bloque de las formas", que también manejó Piero de la Francesca; en el Homenaje a Mantegna, la exacerbación de los volúmenes y la concreción o formas geométricas básicas (que Walter Engel relacionó con las esculturas precolombinas de San Agustín) lograron el nacimiento de una pintura "profundamente original, tan antibarroca como anticlásica, tan antiexpresionista como antiabstracta", en palabras de Traba. De todas maneras, el premio en el XI Salón fue consagratorio.
    Entre 1961 y 1973 fijó su residencia en Nueva York. Luego viviría en París, alternando su residencia en la capital francesa con largas estancias en Pietrasanta o su finca en el pueblo cundinamarqués de Tabio. Hacia 1964, Fernando Botero hizo sus primeras incursiones en el campo escultórico con obras como Cabeza de obispo, figura que, hecha en pasta de aserrín y con ojos de vidrio, tenía claras reminiscencias de la imaginería colonial barroca. A partir de 1975, en Pietrasanta, se dedicaría a la escultura con entusiasmo: "Parecía como si todo ese universo de figuras monumentales que fue desarrollando en la pintura -escribe Escallón- hubieran encontrado total eco en la tridimensionalidad. Hoy en día, la una alimenta a la otra. Gran parte de la riqueza imaginativa viene de la pintura, que le da ideas, soluciones, posibilidades... Botero desarticula la estructura pictórica para sintetizar la forma en una unidad escultórica".
    En 1977 expuso sus bronces por primera vez en el Grand Palais de París. Tras cuatro decenios de labor ininterrumpida, su reconocimiento en el campo escultórico se hizo también universal. Apoteósica fue la exposición de sus enormes esculturas en los Campos Elíseos en París durante el verano de 1992, y en el año siguiente en la Quinta Avenida de Nueva York, en Buenos Aires y en Madrid.
    Convertido ya en uno de los artistas vivos más cotizados del mundo, Botero no ha dejado nunca, sin embargo, de alzar la voz contra la injusticia y de mantener su arte en línea con la realidad histórica y social. Sirve para ilustrarlo una de sus más recientes series pictóricas, la que realizó sobre las torturas cometidas por los marines en la cárcel iraquí de Abu Ghraib (2003), en el marco de la ocupación norteamericana de Iraq. Presentada en 2005 en el Palacio Venecia de Roma, la fuerza turbadora de esta colección de cincuenta lienzos atestiguó además que el pulso y la creatividad del artista no ha menguado en absoluto con los años.
    Fuente: www.spoots.com - Candelaria Rodríguez - biografiasyvidas.com - Foto: eltiempo.com

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