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viernes, 7 de noviembre de 2014

AL IBARGUREN: PUNTO FINAL


Efraín, no es un nombre común, como tampoco lo fue él.

Y como  no pasaba inadvertido, porque un apestoso y horrible olor a humo lo acompañaba siempre, los vecinos, vaya a saber si por eso, o porque se esforzaba en parecer bueno, aún lo recuerdan.
Pero yo no.
Tenía  el cuerpo muy chico, o sus pies eran  muy grandes, tenía el pelo largo, oscuro y desprolijo. Un mechón  le caía sobre la mitad de su rostro, y le cubría el parche que tenía en un ojo, mientras el otro parecía investigar en las mentes alguna información secreta.
Y esa es la mirada que recordaba al despertar, cada vez que se repetía aquella pesadilla. Esa era la mirada…
Es que,  él me espiaba mientras tomaba el desayuno, o cuando le secaba los platos a mamá, o cuando me vestía, aunque yo cerraba la puerta. Y a veces, en la quietud de la noche, en mi cuarto de niña, sentía las manos ásperas recorriendo mi cuerpo inocente, entonces se me humedecía la cara, miraba  para otro lado y apretaba mis puños y mis dientes.
A veces también, si estaba solita jugando en la mesa del jardín, solita porque mi mami se había ido a hacer compras, pronto se acercaba la sombra primero y él después. 
La mayoría de las veces yo  sonreía, me echaba al suelo  y con la tierrita que encontraba, dibujaba círculos y corazones con la punta de mi dedo después, y temblaba, pero no de frío…  como si nada malo iría a suceder. 
Otra vez el umbral entre la realidad y la somnolencia es tan delgado como un hilo de seda. Otra vez la pesadilla azota cada noche, antes de dormirme, y sin embargo pude  escribir mi relato, el que tantas veces deambuló por mi mente: “Punto Final"
(No sé por qué, en el pueblo la gente todavía no se explica la extraña coincidencia de cómo murió mi padrastro, en el mismo tiempo que yo me fui.)







Al Ibarguren
aliciauv@yahoo.com.ar

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