TRADUCTOR

viernes, 2 de enero de 2015

SAMY S. LYNN: EL SOCORRISTA


El Socorrista
Samy S. Lynn

Noté cómo unos suaves labios recorrían mi espalda. Me había quedado dormida.
—Hola bella durmiente —susurró en mi oído.
—Hola, Michel —respondí entre suspiros.
—Acompáñame.
—¿A dónde?
—No preguntes. Tú sólo ven.
Me levanté del suelo y miré a mi alrededor, estábamos solos y había comenzado a oscurecer, eso quería decir que la piscina ya había cerrado. Vi su mano tendida hacia mí, se la cogí y dejé que me llevara donde quisiera. Entramos a botiquín, cerró la puerta con llave y sus cálidas manos no tardaron en encontrar de nuevo mi cuerpo. Sus besos se volvieron exigentes, sus dedos me desnudaban mientras sus labios recorrían cada milímetro de mi cuerpo. Soltándome el pelo comenzó a besarme más suavemente, había conseguido quitarme el biquini en un tiempo récord. Necesitaba que no se apartara de mí, continuó besando mi cuello mientras enredaba sus dedos en mi pelo y, sus fuertes brazos me sujetaban la cabeza hacia atrás dejándome así expuesta a él. Continuó su recorrido hasta mis pechos donde pronto capturó uno de mis pezones con los dientes, comenzó a jugar y succionar haciendo que temblara de placer.
Mis gemidos no tardaron en llegar, mi sexo estaba húmedo. Necesitaba más, lo necesitaba dentro pero sabía que me iba a hacer sufrir. Me estaba castigando por lo de la noche anterior. Me levantó subiéndome sobre la camilla con las piernas abiertas. Adentró su cabeza entre estas hasta llegar a mi sexo, su lengua lo recorrió despacio, sus dientes comenzaron a morder mi clítoris, mientras sus labios se cerraban para succionarlo. Mis gemidos se volvieron más fuertes, mi respiración entrecortada avisaba de que pronto llegaría mi primer orgasmo, sin apartar la boca de mi sexo, adentró también sus dedos haciéndome explotar en un orgasmo bestial.
No me dejó tiempo para recuperarme, me levantó de la camilla y me puso de espaldas a él. Allí estaba de pie, apoyada en la camilla del botiquín de la piscina pública, lo tenía detrás, desnudo, y preparado para seguir castigándome.
—Venga Ariadna, gime para mí —dijo al tiempo que me penetraba.
Una de sus manos me sujetó la cabeza por el pelo, haciendo que esta estuviera pegada a la camilla entre mis brazos y la otra pasaba de mis pechos a mi clítoris. Sus gemidos no tardaron en unirse a los míos, nuestros cuerpos se fundieron en uno llegando ambos a un orgasmo que nos dejó exhaustos, él tumbado sobre mi espalda y mis piernas temblando. No había salido de mí, continuaba besando mi espalda con auténtica devoción.
—Vístete antes que venga alguien. Ve a la ducha, yo te espero fuera del centro, cuando vea a la chica que se encarga de cerrar le diré que estás en la ducha —dijo cuando consiguió respirar a un ritmo normal.
—Vale —dije recogiendo mi ropa y encaminándome al vestuario.
Mi cuerpo aún sentía sus manos, sus labios aún recorrían cada milímetro de éste, haciendo que siguiera caliente. Abrí el grifo del agua fría y me metí debajo, necesitaba bajar el calor que sentía. Cuando terminé me puse mi vestido blanco, con un escote que dejaba poco a la imaginación y mis sandalias de tacón. Justo cuando estaba maquillándome entró Andrea.
—Hola, Ariadna, ¿te falta mucho?
—No, tranquila, salgo en 3 minutos.
—Ok, espero fuera para cerrar.
Terminé de pintarme y salí rápidamente.
—Hasta mañana Andrea.
—Pásalo bien.
Cuando salí, Michel estaba allí apoyado en su BMW serie 4 coupé negro.
—Estás preciosa, te invito a cenar y luego a bailar.
—¿Otra vez a bailar? ¿Estás seguro? —dije acercándome a él de forma pícara.
—Me arriesgaré.
Me subí a su coche con una amplia sonrisa, recordando lo que había pasado la noche anterior.
«Había ido a una discoteca con mi amiga Marina y salí a la pista a bailar, no me hacía falta una pareja para bailar pero pronto escuché su voz a mi espalda».
—¿Me concedes este baile?
Me giré hacia él con una amplia sonrisa y una ceja arqueada. Estaba guapísimo con esos vaqueros y esa camiseta ajustada negra que marcaba todos sus músculos.
—Claro, ¿pero sabes bailar bachata?
—Déjame que te lo demuestre.
Desde el primer día que lo vi en la piscina, me había atraído, lo único que me echaba para atrás es que era un yogurín. Yo le llevaba 10 años, pero eso no quitaba para que me atrajera de una forma casi enfermiza. Mi cuerpo comenzó a moverse al ritmo de la música. Pasamos de ser dos simples bailarines a ser pareja de baile. Yo le provocaba con cada uno de mis movimientos, sus manos bajaban de mi cintura a mis glúteos, y allí llego el primer beso pasional. Aunque esa noche la pasamos entre caricias y besos, no habíamos llegado a más».
—Estuve toda la noche planeando hacerte el amor.
—¿Y por qué no lo hiciste anoche?
—Porque no sabía si me rechazarías. Ni siquiera hoy estaba seguro de que no lo hicieras.
En ese momento aparcó en el parking del puerto de Valencia y, mirándome fijamente, se acercó más a mí y me dio un dulce beso.
Salimos del coche. La noche comenzaba y algo más también.


© Samy S. Lynn.
Antología Micrófono Abierto - Anaquel Literario
http://anaquelliterario.blogspot.com/…/antologia-microfono-…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El comentario estará sujeto a la aprobación del equipo y su administrador. Gracias.