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jueves, 31 de marzo de 2016

A.E.QUINTERO: EL MUNDO SE OYE COMO UNA MUJER SACUDIENDO ROPA

A veces siento una profunda compasión
por mis objetos
porque nunca tendrán un momento
para si,
porque no sabrán lo que es crecer,
hacerse adultos, soñar,
imaginarse a si
en mejores situaciones.
Mirar un muchacho por la ventana
y sentar años de pensamientos remotos
en una vieja banca:
pensar en el hombre, en la mujer, en la guerra.

Nunca sabrán lo que son tiempos de paz
o tiempos de guardar comida, de esconder latas,
de apagar la luz y quedarse.
Porque no verán sus cuerpos hacerse hondos
como un vendedor de pan en una bicicleta, ni saltará la vida
de sus polvos quietos.

Y si, hay objetos que hubieran podido
ser un hijo, una hija
o ser un nieto;
objetos que uno quiere
como se quieren las personas
aunque ya no se besen.

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He tomado la suficiente cafeína
como para imaginar
que ese árbol esta desempleado,
que el otoño lo llamó a su oficina
para pedirle su renuncia
mientras una mujer mete en una caja
sus muchas hojas.

¿Cuánto tiempo durará
una hoja en un árbol?

Y ahora está desempleado
ahí, en pleno invierno,
con sus apenas ramas y sus apenas hojas,
con la hojarasca crecida de tres días, de una semana,
sucio
por dentro
como cualquier desempleado.

Uno no sabe si un árbol, así, está muriendo
o solo está cambiando de sueños, de estación,
    de empleo,

y no deberíamos de saberlo.

Pero es claro
como el agua de aquella manguera
que no se toca, es claro que ese árbol
perdió su trabajo con el invierno.

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Ah la depredación
ese placer de estar vivo.

Elegir,
como en la pecera de un restaurante,
una bella e ignorante langosta, tan retardada.

Es de hacerse agua la boca sabiéndola
viva
en sus jugos que arden, viva y deliciosa
en el agua que comienza a hervirla.

Qué placer de labios,
casi como mirar la danza de los peces al sacarlos del
   agua.
Que bella su sabrosa muerte,
la mantequilla y el ajo dorando sus escamas.

Coger una almeja y sentir su lucha cerrada,
su parte de piedra cediendo. Su estupidez de almeja
que se cree segura
como si el asalto fuera
una palabra sola, y no un hombre y un cuchillo. Es
estúpida y pequeña
la almeja deliciosa.

Pero un ostión, qué hermoso
verlo retorciéndose de limón y sales picantes
como si su sabor le doliera, como si fuera una pequeña
    lengua
que es cortada antes de decir algo, y le doliera
como si algo como él    pudiera sentir dolor o miedo.

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Intento creer
que somos mejores que las plantas,
que podemos con nuestra soledad
sin mirarnos secos.
Que logramos un mejor clima
cuando llevamos algún animal en los ojos
-en esa historia de amores
que son los ojos-.

Nunca he sido mi mejor consejero, ni mi mejor amigo.
No soy de los que le piden fantasmas a otros
para sobrellevar su propio miedo.
Vivir
ha sido una lenta y solitaria labor de cada día,
ruidosa
como la cocina de un restaurante
donde la soledad tira los cubiertos
y se reparte en porciones desiguales.

Lo mío son los sueños,
de ahí siempre regreso mejorado,
con esa buena disposición que tienen
ciertos animales a la jaula.
Con esa aceptación
con la que los arbustos se deshabitan en otoño.

Porque todo es irse deshabitando,
dejarse atrás todos los días,
recobrar muertos, olvidar vivos,
y jurarse un amor que no se rompa,

prometerse la puerta de un sueño diferente
donde asuma el cuerpo
lo que le debe al mundo.

Una alegría que alcance, que rinda,
que no nos deje a mitad de nuestra sed.

Porque todo es irse completando.
Irse de uno mismo
y del atropello en el que cada noche nos dejamos solos.

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Pobre las nubes
que piensan que vuelan
con alas
y vuelan con olas.



A.E. Quintero
Alfredo Espinosa Quintero, Nació en Culiacán, Sinaloa en 1969 y radica en el Distrito Federal. Es Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió el doctorado en Teoría de la Literatura en la Universidad Autónoma Metropolitana. En 1996 ganó el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa por el poemario Los postigos del verano.
En el año 2011 obtuvo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes con el Poemario Cuenta regresiva. Su libro La telenovela de las cuatro no se detendrá porque alguien logró matarse fue seleccionado como mejor libro de poesía del 2014 en La Feria del Libro Independiente de la AEMI.
Poemas extraídos del libro "Sentidos de permanencia" 
Editorial: De Otro Tipo - México 2014


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