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viernes, 19 de febrero de 2016

RAFAEL R. COSTA: POEMAS

Quiero tenerte siempre enamorada,
astrológicamente persuadida,
llamarte amor constelación perdida
bajo una carta de tarot echada.


Quiero que sepas que no existe nada
que pueda al destino causar herida,
que no depende del azar la vida
ni del dibujo astral la madrugada.

La suerte a ella misma se bendice,
y sueña que peina allí en su santuario
la cabellera azul de Berenice.

La suerte está echada, y en un armario
la tiene oculta el géminis que dice
que dispara flechas del sagitario.


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Decidle a Pentesilea
que puede tener por cierto
que también en el desierto
sube y baja la marea.

Coronada en los abismos
busque el corazón de Aquiles,
mande guerreras a miles
a cabalgar espejismos.



Ya doy los primeros pasos,
aunque me sé vigilado
por un domador cansado
y psicópatas payasos,

prófugos del cafetín
que cuelga sólo un fanal,
llamado del Arenal...
Es el principio, no el fin.



Y cuando llegue a la escena
confiado en mi fiel instinto,
La Dama del Laberinto
será mi reloj de arena.



Los pasos doy, no demoro,
la magia espero no cese
después de acabar con ese
medio hombre y medio toro.



La cabeza envuelta en lino
tejido por las que aman
te traeré del que llaman
cariñosamente Mino.

Y no dudes que así sea,
no podrán tus amazonas,
tus cetros y tus coronas,
librarle, Pentesilea.

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Ya ni su olor ni su nombre recuerdo,
sé que era de noche y que no llovía,
que al ir calle abajo algo me decía
que era un loco loco y no un loco cuerdo.

Regalo todo aquello que no pierdo,
yo no hago el inventario cada día,
y prefiero sin más melancolía
psicópata amor a romance lerdo.

Aunque bien me acostumbro a las miserias
y llevo por maleta los pesares,
también a mí me vieron por las ferias.

Yo viví en los adentros de los bares,
y tuve alma, sus venas, sus arterias,
y un mundo con su barco y con sus mares.

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Volverán aquellos días felices
igual que un día volverá el verano.
Y mis dedos serán la misma mano,
y mis ojos los mismos aprendices.

Me iré adonde van las viejas actrices,
y habitaré por detrás de un pantano.
También la gloria tiene un cirujano
que llena a la verdad de cicatrices.

Quisiera saber lo que sabe la hora,
contar hasta sesenta por sistema,
oír que con silencio se enamora.

Sentir al corazón como mi emblema
y no sentir, como lo siento ahora,
que es un ratón royendo de un poema.


© Rafael R. Costa 
Nació en Huelva capital, España, en la popular barriada de La Navidad (1959). Después de una vida de bohemio y viajero literario por Alemania, Francia y Sudáfrica, regresa a Huelva y gana una oposición en la conocida como 'Casa de la Cultura', donde se ubica la Biblioteca Pública Provincial. Aquí permanece durante cinco años hasta que decide marcharse a Madrid, donde reside desde 1989, dedicándose de manera exclusiva al oficio de escribir. Ha publicado varios libros de poesía, casi siempre resultado de premios ganados. También ha publicado varias novelas: El caracol de Byron que fue Premio Ciudad de Irún de Novela y El niño que quiso llamarse Paul Newman que ganó el Premio Onuba de Novela, y recientemente ha sido también finalista en la cuarta edición del premio Irreverentes de novela con su obra El Cráneo de Balboa. Sus obras: 44 sonetos de amor y otros barcos a la deriva - Berlín melodrama - El nazi elegante - La interpretadora de sueños - La novelista fingida - La novia de Txeroki - Valdemar Canaris, el navegante solitario. 
Fuente: www.compartelibros.com

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