TRADUCTOR

viernes, 12 de febrero de 2016

IBARRECHEA: DIÓGENES LOYOLA EN EL BAR DE LA ESQUINA


-Mintaka, Alnilam y Alnitak, mírelas, se ven hermosas, la gente común las llama "las tres Marías" y allá en cada punta, están Rigel y Betelgeuse. Fíjese que hay dos más que forman un rectángulo, una de ellas se llama Bellatrix y la otra es Saiph. ¿Vió usted? Ese conjunto de estrellas se llama la constelación de Orión, que quiere decir el cazador, según quienes se dedicaban a ponerle nombres a las estrellas. He leído por ahí que se trata de una constelación prominente, quizás la mejor conocida del cielo. Sus estrellas son brillantes y muy visibles desde ambos hemisferios, y hacen que esta constelación sea reconocida universalmente -mira el cielo estrellado Diógenes Loyola y se acaricia la barba, luego busca su vaso lleno de cerveza y lo toma en dos tragos-. Anoche soñé que salía a la cabeza de los premios en la quiniela el 777, hoy no lo jugué, por suerte no ha salido, en ninguna de las tres loterías, pero mañana si, sin falta. "Las tres Marías," son estrellas que tienen siete letras cada una. Es un aviso de mi almohada -hace una pausa, busca los cigarrillos en los bolsillos de su viejo saco gris-. Tendrá que prestarme veinte pesos para que pueda jugar en la agencia, los pondré a primera, al todo o nada, ya verá, dejaré de ser pobre un día de estos -lanza una risa fuerte, desde las otras mesas del bar de la esquina nos miran-.

Diógenes Loyola me dice que conoce el nombre de muchas estrellas, me señala a Cánopus, a Sirio, a Aldebarán y a otras más que iluminan la noche. Su cabello largo y desprolijo, es repasado cada tanto con sus manos temblorosas que acuden a cada instante a sostener el vaso con cerveza. Come apresurado seis porciones de pizza, limpia su boca antes de tomar y no para de hablar.

-Acrux, Becrux, Gacrux y Decrux  son las estrellas de la "Cruz del Sur." Hay otra más, adentro de la cruz, que se llama Juxta Crucem, es esa pequeña, como si fuese el corazón de la cruz y las otras dos, que conforman la constelación del Centauro la Hadar y la Rigil que es la Alfa Centauro -se pone de pie, me invita a mirar el cielo y me señala la noche estrellada-.

La tercer botella de cerveza era de otra marca, protesté, me dijo que a él, eso no le importaba, vuelve a reír, nos vuelven a mirar mal.. 

-Al fin y al cabo en mayor o menor proporción, todas llevan lo mismo, agua, levadura, lúpulo y cebada. He conocido a un señor, don Amílcar, que vino desde La Pampa y en su casa de la calle Tres de Febrero, había instalado una pequeña fábrica artesanal de cerveza, y tenía la precaución de que quienes lo visitábamos nunca supiésemos las proporciones empleadas. A quién podía importarle eso, mire, era riquísima, gratis, porque no pedía dinero, él simplemente convidaba ese manjar. Después murió por un paro cardíaco, hace ya unos años de esto. Yo salí del velatorio para jugar en las quinielas el 47. Pero no, no salió en ninguno de los tres días siguientes.

Diógenes no cuenta nada de su vida. Pero yo se que estuvo un tiempo preso por haber matado un hombre en una riña callejera cuando tenía dieciocho años. Fue a la salida de un baile. Dijeron los testigos que la pelea fue por culpa de una mujer que les coqueteaba a todos y él se defendió con un simple cuchillo de cocina.  No tiene amigos desde entonces.

-Otra cosa que sabía hacer este señor, eran las mermeladas. Hacía una de duraznos que era exquisita, deliciosa, a veces yo lo espiaba mientras le podaba las plantas, le arreglaba el jardín y le cortaba el pasto como amigo, nunca le cobré ningún trabajo -me aclara mientras esperamos la segunda pizza-. En una olla grande ponía los duraznos todos cortaditos con azúcar y le dejaba varios carozos enteros, los tapaba y los guardaba en la heladera que tenía en la galería del patio, decía que era para que largue el jugo, después de dos o tres días, volcaba todo eso en otra olla más grande, sacaba los carozos y cocinaba todo a fuego lento, muy despacito. Estaba como dos horas revolviendo con una larga cuchara de madera y con una espumadera iba retirando esa espuma que se va formando arriba. La señora, iba envasando el producto de don Amílcar, que luego se vendía en los festivales y en algunos negocios.

Invité a Diógenes a conversar y tomar algo en el bar de la esquina, porque yo creía conocerlo de antes y pensé que él me reconocería. Un señor al que acudí en busca de información sobre él, me dijo que lo busque en las cercanías de la agencia de loterías y le diga que yo había soñado con mi madre y que le pregunte si sabía que número correspondía a la quiniela.  Entonces  me dijo el 52, me pidió plata prestada y me dijo que él había soñado con su ex mujer y tenía que jugar al 78 y que no tenía plata. Así es que entramos juntos y todos lo miraban con cierta desconfianza. Jugamos y salimos a caminar.

-Yo jugaba al fútbol en la primera del Atlético, era un wing derecho. Wing, de los que se dicen wines de verdad, me gustaba la velocidad, yo tenía dominio de la pelota y tiraba unos centros maravillosos para los forward y para los volantes que entraban. Pero tuve un accidente y bueno, tuve que dejar de jugar y ya no jugué más. Me volví a conectar con el fútbol y todas esas cosas lindas que tiene este juego, durante el mundial del ochenta y seis, a través del televisor que tenía mi madre. En ese año, yo volví a este pueblo. Pero estoy poco tiempo y me voy, me voy lejos, casi siempre. ¿Sabe las medidas reglamentarias de una cancha de fútbol? Mire, las medidas ideales para jugar son las canchas de 110 metros de largo por 70 de ancho, el círculo central debe tener un radio de 9 metros con 15 centímetros y las áreas son dos circunferencias con un radio de 11 metros, es la "media luna" que se ve fuera del área grande y la línea del arco -dibuja sobre la mesa de madera con trazos que dejan sus dedos, hace un compás con la mano derecha, se entusiasma en el relato, en la exactitud de las medidas-. Los arcos miden 7 metros con 32 centímetros de largo, por 2 metros con 44 centímetros de alto. Hay medidas fijas, y medidas móviles, las móviles son las medidas de los laterales y las fijas son las áreas, el círculo central y los arcos. 

Después de comer dos pizzas y tomar cuatro cervezas, le conté una anécdota de cuando yo era arquero y él volvió a reír a carcajadas, en la mesa del lado hicieron un comentario que no le gustó. Lo vi en sus gestos. Diógenes Loyola, fue conmigo a la escuela hace 48 años atrás, cuando éramos unos pibes de apenas 11, en sexto grado. Recuerdo que se sentaba contra la pared y era prolijo en sus cuadernos. Pero me parece que nunca me reconoció y yo no le había preguntado nada sobre su infancia y la escuela. En realidad, no lo había vuelto a ver, hasta esa tarde y noche. 

-Esta calle se llama Güemes, así, Güemes a secas, al funcionario que se le ocurrió llamar Güemes a esta calle, debieran colgarlo del árbol más alto de este pueblo y que sirva de escarmiento a todos los otros imbéciles que cobran salario por ponerle nombres a las calles. Esta calle debiera tener el nombre correcto del General Martín Miguel de Güemes, eso es lo correcto, aunque usted sabe, su nombre era aún mucho más largo -hace una pausa, se lleva la mano izquierda a la frente, mira de reojo a la mesa de los burlones, y me dice-. Martín Miguel Juan de la Mata de Güemes Montero -toma un trago más, se limpia la boca con la mano y prosigue-. Y todavía me faltan dos apellidos que no recuerdo en este momento y que el funcionario y todos estos hijos de puta ignorantes que están acá, no saben ni nunca sabrán. No saben que el general tenía 34 años cuando murió por una maldita bala que le entró en el culo. ¡No saben estos mierdas que el general por vergüenza no se hizo curar el balazo en la nalga izquierda! ¡Qué van a saber! Solo mariconeadas, charlatanerías como que la mujer de fulano se acuesta con mengano, que zutano cagó a perengano, que yo tomo, que yo juego, que yo mendigo, que yo fumo y ninguno mira la viga de su ojo. Eso si, están mirando la paja en el ojo ajeno. Sepan que lo dijo Lucas, 6, 41 y 42 en la Biblia, ese libro que usan ustedes para golpearse el pecho los domingos en misa. ¡Hipócritas de mierda!

De la otra mesa se levantaron tres hombres furiosos, nos arrojaron las botellas y las sillas, nos empujaron a pelear en la calle. Diógenes se interpuso y me tiró para atrás, me pidió a los gritos que me vaya, que escape. Él tomó un cuchillo de la mesa les hizo frente, y se abalanzó contra ellos, en una formidable escena de riña callejera.
















Ibarrechea
diceelwalter@gmail.com
del "Cuaderno de las malas noticias"
Copyright 2016




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El comentario estará sujeto a la aprobación del equipo y su administrador. Gracias.