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viernes, 16 de octubre de 2015

IBARRECHEA: MI MAMÁ ME MIMA

Les voy a contar un secreto. Mientras las cenizas de mi madre se iban diluyendo en las aguas de la laguna Setúbal, cerca del puente Colgante, en Santa Fe, tal como ella quería y respetando así su voluntad. Adivinen quién lloraba en un prolongado silencio mientras los pies se le hundían en el barro de la orilla. 

Ya lo saben, yo.


Mi mamá había sufrido por años las calamidades de una artritis reumatoidea que la agotó completamente y que antes de entrar a la sala de Terapia Intensiva y empezar a recorrer la larga escalera que la llevó hasta el Cielo, arrastrando sus bondades, me tomó de la mano y me lanzó una tierna despedida.

Mucho tiempo antes, en aquella época en que ella era la flaca más bonita y elegante que anduviese por mi pueblo.


En la época en que su cabello le caía en largos rizos hasta la mitad de la espalda y sus ojos te desarmaban ché, con ese pestañear tan dulce que tenía, mi viejo orgulloso, se valió de un generoso clavo de acero de dos pulgadas, para incrustarlo en la pared de ladrillos a puros martillazos, para colgar allí, el enorme diploma de modista que mi mamá ostentaba.

Entonces, en aquella misma época, yo me trepaba a las sillas de madera, apoyaba los brazos en la mesa y la cara sobre mis manos para verla trabajar. Ella ponía el molde sobre la tela, y con la tiza y las tijeras le daba forma al vestido de moda que le encargaban, y que luego hilvanaba prolijamente, y finalmente, en la máquina de coser "Singer" hacía realidad.

Una belleza.

Por las siestas leía con avidez la revista "Vosotras" y suspiraba con las novelas de Corín Tellado.

Por la noche los dos escuchábamos la radio.

A veces bailábamos entre el living y el comedor, las canciones que después de la señal que las emisoras lanzaban al aire y que con voz metálica anunciaban aquellos locutores en sus programas.

A mi mamá le gustaba escuchar a Agustín Magaldi, Antonio Tormo, Tránsito Cocomarola, Cuco Sánchez, Tarragó Ros (padre) y un montón más.

A mi mamá le gustaba sorprenderme con meriendas asombrosas.

Te con scones.
Leche chocolatada con bizcochuelo.
Arroz con leche con jugo "Royalina" o una "Teem" o una "Bidú" o una "Crush."
Café con leche con pan casero.
Tortas fritas con mate cocido.
Hasta hacía con sus hábiles manos, enormes cucuruchos de papel que rellenaba con maíz pororó.

Una Delicia.

Cuando llovía nos sentábamos en la galería de casa, para sentir el el olor de la tierra mojada de la calle. Díganme ustedes, sabihondos, si eso no es poesía.

Cuando hacía frío, ella me abrigaba.

Cuando hacía calor, ella me daba algo fresco.
Cuando tenía fiebre, ella me llevaba al médico.
Cuando empezaron las clases, ella me llevó a la Escuela.
Cuando hizo falta, ella me llevó al Hospital para que me vacunen.
Y hasta me hizo un trajecito de Granadero Soldado Heroico, para que gritase que moría contento porque habíamos vencido al enemigo, en una memorable actuación coronada de aplausos y vítores.

Unas bondades.

Bondades que sólo las madres nos pueden brindar.

A mi me soltó un poquito las manos, cuando logré un sorprendente equilibrio, y mi bicicleta siguió su rumbo con vuelo propio, por las callecitas de Deán Funes, mientras yo seguía pedaleando en contra del viento y aferrado al manubrio.

Ahora mismo, me parece sentir su presencia atrás mío, guiándome en cada uno de mis emprendimientos y seguramente, si me doy vuelta, nos estrecharíamos en un cálido abrazo.

O me pega un flor de reto por desobediente, en una melodramática escena.

Recordar a mi mamá, es pura poesía.

Escribir sobre ella, es emocionante.

Les cuento que ella era Chaqueña, nacida bajo el signo de Aries, en la Ciudad de Resistencia. Una diosa cuando bailaba chamamés. Una imagen preciosa en la cocina. Una experimentada tejedora de sueños y proyectos multicolores como sus ovillos de lana, que terminaban en estupendos pullóveres o magníficos entramados de las mantas.

Díganme, ustedes que conforman el Consejo de Sabios, si eso no es poesía.

A veces viajo hasta Santa Fe para hundir los pies en el barro de las orillas de la laguna Setúbal, y desde allí, le arrojo una flor a esas aguas marrones.

A veces paso por los puentes sobre el río Colastiné, y antes de meterme en el melancólico túnel subfluvial, siento un fuerte tirón de orejas. Te lo mereces, pibe.

¿Acaso eso no es poesía?

Hablemos de poesía, cráneos de las letras.

Mi primer verso lleno de amor, el más emocionante, puro y sincero que haya escrito, lo escribí en un negro pizarrón de mi escuela, y se llama... "Mi mamá me mima."



 

Ibarrechea.
diceelwalter@gmail.com
Copyright 2012





Tema musical "Toda una vida"
Intérprete: Cuco Sánchez
Subido por: SaraLatinoamérica
Gentileza: YouTube

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