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viernes, 26 de diciembre de 2014

CÓRDOBA NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA



La última vez que vi a Daniel, me parece que no hacía tanto calor, porque él llevaba puesto un saco, una agenda en su mano izquierda y levantó la mano derecha para saludarme cuando le grité: ¡Ey Daniel! 



Creo que eso fue en la escalinata del cine teatro municipal.



Antes, a mi me parece que lo saludé en la calle independencia, antes, me parece que algo hablamos en el bar Sorocabana. 

Pero antes que antes lo conocí cuando éramos funcionarios municipales. "Creo, que la base es saber leer. Mucho y de todo." Creo que me dijo.

Yo lo recordaré siempre, a este hijo de ferroviario que falleció mientras yo viajaba, mientras me alejaba de la ciudad a la que nos gustaba escribirle, cómodamente sentado sobre un Scania Vabis.

Tengo clara certeza que en algún momento, no se dónde, leyó mi nota "Todo Sobre Los Trenes." 
Me parece que esbozó una sonrisa, que allí me dio el "visto bueno", el aprobado,

¡Ea, poetas de Córdoba! Resuciten ahora.
Ha muerto Daniel Salzano.

Gracias por todo, Maestro. 

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( del DIARIO LA VOZ DEL INTERIOR)

Su vida
Salzano nació en Córdoba el 22 de Mayo de 1941- 24 de Diciembre de 2014. Es autor de obras teatrales y diferentes escritos. Compuso, junto a Jairo, numerosos temas musicales. 

Ha recibido múltiples distinciones, entre ellas la Cruz de la Corte de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, otorgada por el Rey Juan Carlos I de España (2001); "Ciudadano Illustre" (1999) y "Premio Jerónimo Luis de Cabrera" (1998). 

Entre sus obras se destacan 
"Llevame volando a la luna" (2005) 
"El muchacho que no sabía llegar al fondo de las cosas" (2003) 
"El espadachín mayor de la ciudad" (1999) 
"Los días contados" (1996) 
"El Alma que Canta" (1993) 
"No puedo dejar de Quererte" (1991) 
"Flor de pasión" (1983) 
"El libro de Amador" (1981) 
"Versos que escribí para que tocara Jelly" (1974) 
"Oh beibi" (1968). 

Sus poemas aparecieron publicados en distintas revistas literarias: “Barrilete”, “Mitos”, “Monólogos”, “Acento”, “El Lagrimal Trifurca”, “El Escarabajo de Oro”, “Horizontes”, “Crisis” y en los diarios “La Opinión” y “Clarín” (Buenos Aires) y “Últimas Noticias” (Venezuela).

Es autor del CD "Córdoba dicha" (1995) y de dos obras teatrales: "Dale mis saludos a Córdoba" (1998) y "Revolver" (1993). 

(Extraído del Diario La Voz del Interior)


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ALGO PARA RECORDARLO

ATLAS
Atlas Charles, “Mister Universo”, era un gringo bien fotografiado que todas las semanas aparecía en las páginas de la revista D’Artagnan para decirte lo que siempre habías temido: que eras nada más que un alfeñique.
Atlas Charles se levantaba a las 6 de la mañana y desayunaba dos litros de leche acompañados por un cacho de bananas.
Charles Atlas usaba bikini para marcar el bulto y resaltar los meloncitos.
Diariamente nadaba media hora en su piscina marmolada y al mando de su fabuloso corpachón untado en vaselina, levantaba la cortina de su próspero negocio: una academia internacional para hacer flexiones.
Los alfeñiques entraban por una puerta con la frente marchita y salían por la otra convertidos en floreros de Falabella.
¿Te tenían a los saltos los de 6º y en el recreo te comían las galletitas?
Charles Atlas.
¿Soñabas con una multitud de personas mordaces que se burlaban de tus pantorrillas insignificantes?
Charles Atlas.
La que dirigí a Brooklyn, incluyendo el cupón que aparecía en la revista D’Artagnan, fue la primera carta que mandé en mi vida.
Dos meses más tarde, mi mamá, desesperada, me entregó un sobre coronado por dos estampillas  norteamericanas, Washington y Washington. Sorpresa. Resulta que para ser idéntico a Charles Atlas no bastaba con levantarse a las 6 de la mañana  y alimentarte con bananas, sino que había que  mandarle 50 dólares para, a vuelta de correo, recibir un libro de instrucciones.
El curso, 50; el diploma, 100. 150 dólares.
Mi papá, en el ferrocarril, ganaba 119.
Desde entonces, quedé encadenado a una consigna generacional inolvidable:
–¿Profesión?
–Alfeñique.



LA PÁGINA DE LOS MUERTOS

De la misma manera que lo hacía mi papá / y el papá de mi papá / yo / como se despereza una rosa / abro el diario por la página de los muertos y paso la yema del pulgar por los retratos de la humanidad inmóvil: Fito / Diego / Eduardo / Julia / Turco / los conozco a todos / nos hemos cruzado en la Municipalidad / hemos jugado al ajedrez en la biblioteca Vélez Sársfield / nos gusta King Kong​ / nos gusta Casablanca / hicimos la primera comunión en barrio Pueyrredón / no me extrañaría haberles cedido el paso en la puerta giratoria del Correo.

Me demoro todo lo que puedo en su página / me fijo en sus edades / las comparo con la mía / después hago la resta / dentro de siete años /calculo / ya habré muerto / ojalá ilustren mi necrológica con la foto en la que estoy mirando a mi mujer / estábamos en la esquina del Jockey / esperando el guiño del semáforo / tendría que haberme muerto en ese instante / hubiera ido al cielo como tiro.

Y ahora me pregunto: / ¿aceptaría vivir 68 años como este Alipio Flores de barrio Los Naranjos? / ¿72 como esta Blanca María viuda de Basavilbaso? / ¿me avendría a vivir 45 años como César Vallejo a cambio de escribir como los dioses? / ¿ 33 como Cristo? / ¿39 como Newbery?

Pasan los muertos / lectores / queda la gente.

La de los muertos es la página más sosegada / más que las farmacias de turno / la cartelera de espectáculos / si las juntásemos a todas / una por una / ordenadamente /obtendríamos el libro de actas de la tribu de la Nueva Andalucía / somos lo que somos porque ellos fueron lo que fueron / joder.

Cuando paso la yema del pulgar como una rosa / por la cara de Fito y Diego y Julia / me asaltan varios pálpitos: / a) los muertos duermen todos en la misma cama / b) entran al cine sin pagar / c) desayunan en el Sheraton y antes de abandonar la mesa roban bolsitas de sacarina.
Hay veces / cuando escribo / que escucho su chamuyo a mis espaldas / ¡Ah! / mirá / acá está escribiendo Daniel / el hijo de Vicente /el ferroviario que trabajaba en el Belgrano / y se casó con una modista de Alta Córdoba.

En una novela de Tarzán / leí que en el corazón de la jungla de Sumatra existe una tribu de pigmeos / que / para que sigan viviendo / entierran a los muertos con nombres cambiados / entonces Ringo Bonavena​ estaría vivo todavía / y como te digo Ringo te digo la señorita Tomasa / la de tercero / un día resbaló en la tabla del ocho / y desapareció.

La página de los muertos / ese sí que es un buen tema para una composición / saquen una hoja / y ajústense los machos / lectores.



WILLINGTON 
Hacés grandes esfuerzos pero por más que lo intentás, no conseguís precisar los detalles más obvios de la gesta.

No te acordás por ejemplo, si el partido se jugaba a la luz del sol o de la luna y tampoco quién era el adversario. Lo único que recordás con nitidez es que Daniel Willing-dandi provincianoy que en el mismo instante en que pateó, levantó los brazos como un emperador y saludó por anticipado en dirección a la tribuna popular.
Sacudida por una descarga eléctrica, cuya intensidad hubiera servido para nivelar el déficit de la Epec,* la pelota recorrió los 40 metros que la separaban del arco, atravesó con la gracia de un delfín la línea que separa la gloria del fracaso y, al clavarse en el rincón de las arañas, desencadenó un huracán de fuegos artificiales.
Desde entonces, en el mundo han triunfado revoluciones y golpes de estado, han entrado en erupción volcanes fabulosos y han caído vastos imperios con todo lo clavado y lo plantado. El gol de Daniel Willington continúa siendo eterno.
Lo corrobora una encuesta publicada por el diario* una encuesta empeñada en determinar cual ha sido en la historia de la ciudad su deportista más iluminado. El resultado no ofrece dudas. Primero, Willington; después nadie. Y después nuevamente Daniel Willington.
En realidad, no somos otra cosa que un conjunto de perfumes, sensaciones y recuerdos y la única verdad que prevalece es la música de las palabras al evocar un gol que seguramente empezó a gestarse hace miles de años, cuando Homero decía que a los dioses tanto se llegaba a través de la oración, como siguiendo el vuelo de la flecha de un atleta.

(*) Epec: Empresa de energía eléctrica. (*) Diario La Voz del Interior



CARPINTERIA JOSÉ
Cuando José, el carpintero, 
Supo que iba a ser papá, 
Levantó a María en brazos 
Para ponerse a bailar. 

Nadie puede imaginar 
Que el esposo de María 
Era capaz de cantar. 

No necesito decir 
Lo hermosa que era María 
Una perla en cada oreja, 
Hay mucha bibliografía. 

Todo iba de maravilla 
En el hogar de José, 
No se hablaba de otra cosa 
Que del próximo bebé. 

Por la noche conversaban 
Cómo lo iban a llamar, 
A él le gustaba Jesús 
A ella le daba igual. 

La dicha se interrumpió, 
Afirman las Escrituras, 
Al mismo tiempo que Herodes 
Decretó la mano dura. 

Se mandaron a mudar, 
Vendieron lo que tenían, 
Ni siquiera se salvaron 
Las dos perlas de María. 

Mirando las estampitas, 
Nadie puede imaginar 
Que el esposo de María 
Era capaz de pelear. 

Parecían dibujitos 
Atravesando el desierto, 
Los dos a punto de entrar 
En el Nuevo Testamento. 

Dormían a cielo abierto, 
Muchas veces no comían, 
Él le daba calorcito 
Con la mano en la barriga. 

Terminaron en Belén, 
Un pueblo de cien ovejas, 
Un pesebre, luna llena 
Y un montón de casas viejas. 

La soledad del lugar, 
Los dolores de María, 
José golpeaba las puertas 
Pero nadie las abría. 

Mirando estampitas 
Nadie podría decir 
Que el esposo de María 
Era capaz de rugir. 

Por un lado la fatiga, 
Por el otro el embarazo, 
José se enfrentó al pesebre 
Y lo abrió de un rodillazo. 

Esto es música, señores, 
Esto es puro sentimiento, 
Un hombre y una mujer 
Compartiendo un nacimiento. 

Mirando las estampitas 
Nadie puede imaginar 
Que el esposo de María 
Era capaz de llorar.






Letra: DANIEL SALZANO
Intérprete: JAIRO
Licencia de YouTube stándar
(blancamoroti)



EL ÚLTIMO TEST PARA LA TERCERA EDAD DEL PROFESOR SALZANO
Cuestiones de índole general: ¿Les llama la atención, les duele como un clavo cuando en las esquinas de la ciudad ven a los pibes aprender el oficio de canallas?/ ¿Con qué frecuencia se dan una palmada en la frente y dicen: “Dios mío tengo una cita con el urólogo a las cuatro y media/ y ya son las cinco y cuarto”/ ¿Creen con frecuencia que se han equivocado de ciudad?/ ¿Lo más importante en la vida de un hombre es su fecha de nacimiento?/ La fecha de nacimiento es la que lo pone a uno en carrera/ a partir de entonces todo lo que hacemos es acumular pasado. Y ahora la última:/ tarde o temprano, ¿la vida llega a ser una tragedia?

Cuestiones de índole sanitaria: Ese frasco de alcohol que está en el botiquín ¿lo conservan desde las viejas / o son para las nuevas heridas?/ ¿Hace mucho que han comenzado a parecerse como ahora?/ Donde tenían las manos, ¿qué tienen ahora?

Cuestiones de índole sentimental: ¡No me digan que están tomando el fresco en la vereda esperando que pase un Kaiser Carabela!/ ¿Cuánto hace que no escriben una composición sobre la vaca?/ ¿Sabían que está muy enfermo Jerry Lewis?/ El sobre donde papá traía el sueldo y ampulosamente lo dejaba apoyado en el florero, en el centro de la mesa ¿era azul azul?, ¿marrón terroso?/ rosa no porque era color de mariquitas/ Eh, papá ¿te acordás de mí?/ soy el que se encoge como un jockey cuando escribe/ el que mide 1.70 / el que tiene las cejas como barbas/ el que vio jugar a la Wanora.

Cuestiones de índole política: ¿Sus padres fueron qué de Amadeo Sabattini? ¿correligionarios? ¿compañeros de chupino? ¿compañeros de banco? ¿jugaban a las bochas con pantalones y alpargatas blancas?

Cuestiones de índole psicológica: ¿Por la noche no pueden dormir si antes no miran debajo de la cama? ¿Creen que el exceso de amor une o separa? ¿Es por la mañana, a la siesta o a la noche que sienten que hay otras cosas que se deslizan para dar nacimiento a nuevas cosas? ¿Llevan en el bolsillo interior del saco el número secreto de su cuenta corriente en Farmacity? ¿Hepatalgina? La tengo / ¿Insulina? La tengo / ¿Regulane? Lo tengo / ¿Lorazepan? ¿Pharmaton? ¿Fenobarbital? Lo tengo lo tengo y lo tengo.

Cuestiones de índole sexual: ¿Qué papel desempeña en sus vidas el erotismo?/ ¿Preponderante?/ ¿Insignificante?/ ¿O es como en aquella película en la que Spencer Tracy se sentaba en la galería del rancho para ver crecer el pasto?

Cuestiones de índole semántica: Dulce que me tenés,/ ¿es frase masculina o femenina?

Cuestiones de índole personal: ¿Llevan uña larga en el meñique para abrir como bacanes el atado de cigarrillos?/ ¿Se afeitan con la intención de que la gente no los reconozca?/ ¿De grandes iban a ser equilibristas o fantasistas del teclado?/ ¿Cuántos pisos tenía Gath y Chaves?/ ¿Todavía conservan la impresión de estar seguros?/ ¿Creen sinceramente que por haberse masturbado cuando Marilyn vivía tienen garantizada una platea en el avant scene del paraíso?/ ¿Tienen demasiado zurcido el mameluco de la infancia?

Cuestiones de índole secreta: ¿Tiran del carro para adentro pero sienten que el carro tira para afuera?/ ¿Encienden la linterna pero ni aun así ven venir la poesía?/ ¿Odian estar solos?/ ¿Perder al ping pong?/ ¿Subir escaleras?/ ¿La palabra nosotros les gusta tanto como a mí?

Cuestiones de índole profesional: ¿Cierran los ojos como santos cuando escriben?/ ¿Qué lugar elegirían para el eterno descanso de sus almas?: ¿Una de las tres luces rojas que parpadean en el cielo raso de Cinerama? ¿El movimiento interminable de las burbujas que suben y bajan de costado por el sifón de Egea y Sánchez? ¿Convertido en una hormiga en el prodigioso jardín de las Teresas? ¿Como una ola gigante que inesperadamente se levanta en la Cañada?

Cuestiones de índole patriótica: ¿Les quiebra la Argentina el corazón por el medio todavía?/ ¿Córdoba les suena como el tiro final de Sin aliento? Si les ofrecen una tiza, ¿en qué la gastarían?: ¿escribirían argentino hasta la muerte? ¿cuna de campeones? o ¡basta de estar aquí tirados como palos!

Últimas cuestiones: ¿Nadie los reconoce por la calle? ¿No figuran en ninguna antología? ¿Los escuchan hablar y nadie hace ademán de interrumpirlos?/ Entonces cuenten conmigo.


DEL TAMAÑO DE UNA MONEDA JAPONESA
Íntimamente convencido de que tenés el cuerpo tan sano como el alma, te tumbás sobre una camilla de una plaza, estirás el antebrazo con el puño bien cerrado y dejás que una enfermera con olor a Listerine te inyecte cinco centímetros cúbicos de un líquido que te recuerda al anís de Los Ocho Hermanos.
Todo va bien, te dice rítmicamente la mujer, al tiempo que conecta tu esternón a un aparato cuya misión es escupir retratos invisibles. La máquina cuenta en su extremidad con una cola de escorpión que, sin tocarte, te peina desde el pupo a la cabeza. Se nota que la máquina ha estudiado anatomía.
Íntimamente convencido de que tenés el cuerpo tan sano como el alma, volvés 48 horas después a buscar el resultado y te enterás de que al sur de tu corazón existe una cicatriz del tamaño de una moneda japonesa. Lo más probable es que se trate de un infarto de cuya existencia no estabas enterado.
En una vieja película de Godard en blanco y negro, un vendedor de enciclopedias le explicaba a Anna Karina que entre el cuerpo y el alma existe un espacio misterioso al que llaman corazón. Un espacio que puede ocuparse con las cosas más inesperadas.
Hay hombres con el corazón lleno de lágrimas. O con la famosa mermelada del amor. O con clavos
oxidados. Depende. El corazón se la pasa todo el tiempo caminando por arriba y por abajo y es el que te da las órdenes; a ver, te dice, doblá por Deán Funes y pará en Sucre. O mirá la Luna. Lo que nunca hubieras imaginado es que iba a intentar darse a la fuga practicando un boquete del tamaño de una moneda japonesa.
¿Qué pasó? ¿Estabas más solo que un caballo? ¿Querías salir de viaje? ¿Te morías por charlar? Voy a decirte una cosa, corazón: no sólo sos todo lo que tengo, sino que sos todo lo que soy. 


ÚLTIMA NOTA 

Si esta fuera la última nota / la final / la escribiría lo más larga que pudiese / ocuparía la página de los taxistas / los colectiveros / el Suoem / la página de Mafalda / y saldría a la calle con la fuerza de un Scania Vabis / ahí viene la última nota de Salzano / buáááááámmmmmmmm.

Si esta fuera la última nota / la haría brillar como una cucharita / aullaría como un perro / una nota curtida como un poste de la luz / una nota tan vieja como los sueños / un mensaje para los vivos / otro mensaje para los muertos / mi última nota será suave como el cachete de un bebé / una nota de luna llena / una nota –como mi mamá– con la cabeza envuelta en un pañuelo / que su corazón lata rápido / una nota sobrada de óvulos y espermatozoides / fecunda / ¿quieren un dulce clamor? / ahí lo tienen / ¿se acuerdan cuando murió Mestre / el padre de Mestre / y la gente salió a la calle para despedirlo? / bueno / me gustaría que a mi última nota la saludaran como a él.

Quienes no olvidan a los muertos / no necesitan que se los recuerden.

Si esta nota fuera la final / la del abismo / antes de entregarla me detendría a rezar delante del finado cine Novedades / iría al Observatorio para darle una última ojeada a Saturno / volvería a Grimoldi para preguntar si recibieron los zapatos de gamuza azul / abriría la boca frente al sol poniente para tener una dentadura de oro / y a la noche pasearía hasta el Coniferal / donde está la estatua de José Gervasio Artigas / vengo a despedirme / cuídeme la luna, general.

A la última nota / la llevaría sujeta entre los dientes / como a un cachorro / y antes de entregarla le pasaría la lengua por el lomo / por las orejas / y le rascaría el morro / como a ellas le gustan / con la yema del meñique.

Si esta fuera la última nota / emplearía palabras de 800 gramos para arriba / por ejemplo: narizgargantayoídos / pondría pocos puntos / pocas comas / algunas letras rojas / el polen de la literatura es más viejo que el de las flores / la última nota que escriba medirá 50 de alto por 30 por 26 centímetros / lo mismo que el corazón de los osos.

Si esta fuera la última nota / la dejaría para después / para más adelante / faltando dos líneas para terminarla me detendría / no la escribiría / ahí viene la última nota de Salzano / dirían / tranquilos / no es nada más que el rugido de un camión Scania Vabis.











Daniel Salzano
Periodista, escritor. 22 de Mayo de 1941- 24 de Diciembre de 2014.
Extraído de: QUIENES Y CUANDO

Reconocimiento especial al Diario LA VOZ DEL INTERIOR 

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