De la infancia
guardo el recuerdo del guardapolvo blanco almidonado, con moño a la cintura,
tableado a la usanza de la época. Un rostro trigueño, cabello atado en colita. Su casa era, una verdadera
mansión, de dos plantas, larga como
una vivienda holandesa, con un gran jardín. Ocupaba una manzana. Típico
solar veraniego de la zona.
Su madre
era joven y elegante, en tanto su
padre era del Perú y mucho mayor de edad.
Un día, a
aquella se la vio corriendo desesperada
por las calles.
Su esposo había
secuestrado a sus dos hijos. Habían
desaparecido. Estuvo muchos años buscándolos haciendo lerdos trámites en la
Justicia.
Hasta que dio con
el paradero.
Estaban en el Perú. Más trámites todavía. Finalmente partió en la búsqueda. Regresó con sus hijos, Graciela,
la mayor y Ernesto, el menor. Ambos ya
adolescentes.
Graciela hablaba
un perfecto castellano, con el “tú” intercalado a cada rato, cuando contaba la vida allá en Lima, Perú. Con esa
tonadita que le había quedado comentaba la comida, las costumbres, las
distintas palabras de los peruanos para
designar las cosas.
Había crecido,
era una verdadera mujer, hermosa, cutis
trigueño. Aparentaba más de su edad. A la belleza de su sonrisa grande,
perfecta, se agregaba ahora su tonadita al hablar. Cabello largo negro, ojos
enormes y bellos. Pero lo que más se destacaba en ella era su sonrisa, siempre
su sonrisa.
Recuerdo una foto
en frente de la casa, con un conjunto
celeste. Estaba con mi hermano José Luis
¡Que se habrá hecho entre tantas mudanza!
En uno de los
cumpleaños, la casa estaba toda
iluminada, los arboles, las flores las estatuas del jardín, todo relucía así
como la fuente de agua rebosante. Mucha gente, sus amigos y amigas de la J.P.,
la gloriosa como la llamaba. Estudiaba periodismo y militaba. Anunció que se
iba a Rio Cuarto, estaba de novia.
Cantamos y reímos hasta la madrugada. Las canciones de Silvio y Pablo, las de
Patxi Andión. Amaba hasta la locura a Violeta Parra. Se sabía todas sus
canciones de memoria y conocía cada anécdota de su biografía. Sobre todo esa que hablaba de los mineros y
que arriba quemaba el sol.
Nuestros caminos
se separaron.
Graciela se fue
para el sur de la
Provincia.
Recuerdo haber ido al
hogar de su madre y ver un gran
cuadro de Evita en el living, y como era costumbre en esa época, tenia velas
prendidas. Era ese cuadro de Evita con cabello suelto, la Evita Montonera.
Una vez nos
cruzamos casualmente en el centro. Había sucedido ya el golpe del 24 de marzo de los
milicos. Estaba más delgada, pero
no menos bella. Dijo que estaba asustada. Que se iba al exterior. Habían
secuestrado en la calle a su novio hacía dos días. No sabía dónde estaba. No tenia donde ir. Su madre había enfermado. Se iba al Perú,
donde su padre.
Nunca más la vi.
No supe nada.
Ni de su madre, ni de su hermano.
Al recorrer el Archivo de la
Memoria, miro y veo: NUMERO…,
del Registro General de Personas de Córdoba Desparecidas y/o Asesinadas por la
Represión Ilegal y el Terrorismo de Estado: Graciela X, FECHA : JUNIO
1976. DF. 20 AÑOS. ESTUDIANTE DE CIENCIAS DE LA INFORMACION (FACULTAD DE
DERECHO). SECUESTRADA EN RIO CUARTO ( Fte: NM). EN EXPTE DEL 9/3/76 FIGURA
CURSANDO MATERIAS DE CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN. (AGH, EXPTE. 42-76-00639).
*DF-Desaparición
Forzada. (DF dos veces, desaparecida dos
veces)
Eduardo Alberto Planas
para http://diceelwalter.blogspot.com
PASEN Y VEAN
Eduardo Alberto Planas; Director del Boletín Literario BASTA YÁ
www.boletinliterariobastaya.blogspot.com
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