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jueves, 26 de mayo de 2011

IBARRECHEA: SARITA Y LAS MUÑECAS

Cuando Sarita no necesitó de una silla para bajar el cuadrito de la Hormiguita Viajera, que colgaba de un clavo clavado en una pared de su dormitorio.

Cuando Sarita no necesitó más del Simulcop, para copiar la cara de los Próceres, del Cabildo y de la Casita de Tucumán.

Cuando Sarita no necesitó más leer la revista Billiken, para sacar artículos para las tareas de la Escuela y ni siquiera para leer al Corto Maltés.

Las muñecas, que la acompañaron en su infancia, se metieron en silencio y con una sonrisa de satisfacción, en el baúl de los recuerdos.

Sarita ha crecido. Ya no nos necesita, comentaban satisfechas

Las muñecas acompañaron los juegos de Sarita.
Le enseñaron a jugar todos los juegos que ellas sabían más algún otro que la ocurrencia infantil aprobara, diera el visto bueno y decretara el manos a la obra.

Sarita saltaba la piola.
Sarita pisaba el elástico.
Sarita hacía tortitas de barro.
Sarita les hacía comiditas.
Sarita las llevaba al almacén, al médico, a la casa de la Tía y a la del Padrino también.
No les pidas prestadas las muñecas a Sarita. Eso no esta bien.

Sarita leia Los Tesoros de la Juventud, se quedaba dormida en la página 36 y las muñecas, se bajaban de la cama y se acomodaban desparramadas en el piso, contando sus sueños.

Cuando Sarita tuvo las enfermedades que todos los niños tienen, las muñecas prefirieron quedarse a su lado, para llorar con ella, para reir con ella, para estorbarla, para que no se sienta sola.

En qué baúl están recordando tus historias aquellas muñecas Sarita?

-Hola, soy el cartero del barrio, traigo una carta para la señora Sara, parece que el remitente es de una tal... Tus muñecas. ¿Tus muñecas?
Repitió el cartero asombrado.


A Sara, La escritora de Cuentos Para Niños que usan Play Station.
Ibarrechea.

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