REPORTAJE CON REALISMO MÁGICO

OPINIÓN / FICCIÓN / HUMOR

Distintas realidades

Por Viva Porú

—Vemos las calles rotas, mal señalizadas o sin señalizar, con baches, ramas que golpean vehículos de gran porte, etc. ¿Por qué sucede eso?

—Nuestras calles son senderos mágicos teñidos de diversos colores brillantes que están destinados a alegrar nuestras vidas con relatos del pasado que a veces, algunos caños de escape y lastimosas bocinas buscan entorpecer con turbias y deshonestas intenciones, la prudente conexión que tenemos con la gran variedad de lapachos florecidos, árboles que tienen por costumbre cobijar algunos duendes malhablados, fantasmas y demonios que hacen que nuestros nervios se alteren mientras conducimos, o caminamos, y ellos nos susurran viejas historias y diatribas crepusculares en cada uno de sus discreteos. Hace que suceda eso. Pero sepan que los baches son sensaciones. Producto de palabrerías vacías ya instaladas por los conspiranoicos que quieren alterar hasta los destellos que lanza mi cucharita mientras endulzo el café con leche del desayuno. No les hagan caso.

—¿Podemos ver planes de trabajo, como el mensual, semestral, anual y balances?

—Parece ser que a ustedes también les afectó la peste del sueño, es propia de quién intenta descansar en la calle Rivadavia. Esa peste les hace tener espantosas pesadillas. Fíjense que hay ocasiones en que creo que el pueblo es un ingrato, y que nosotros, los altamente calificados funcionarios, somos unos desquiciados aferrados a la necedad. Sepan que junto a mi séquito,  ya enviamos un proyecto de ordenanza para que la gente deje de soñar estupideces y se olviden de pretender en el marasmo de sus sueños que eso se haga realidad. Aquí lo que se debe pensar, y desear, es en la vislumbración de mi futuro político y olvidarse de esos inextricables sueños que recuerdan al despertar.

—Queremos saber que ha pasado con aquello de que iba a "despertar el potencial, sostenible y sustentable del turismo".

—Tengo que contarles algo, hay en este cuarto valle, una especie de teoría conspirativa formulada por seres execrables y que tienen intereses económicos en otros valles, que atentan como chamanes perversos sobre el paisaje que nos regala esta región. Han creado una geografía extraña donde desbaratan cualquier plano o mapa, y los terrenos de repente cambian sus medidas como de ropa interior, y de dueños reales a dueños por usucapión. El rio un día está quieto, es como un espejo de cristal y al día siguiente le vemos correr de Norte a Sur y al siguiente, de Sur a Norte. Algunos dicen haber visto bergantines y goletas piratas navegándolo con sus velas infladas. Y otros hablan de desamores que sucedieron en razón de que estos conspiradores cambian por las noches los puentes de lugar.

—Todas las calles son numeradas a partir de las vías del ferrocarril, la calle Rivadavia se niega.

—¿Vieron? Y eso espanta al turismo. Imagínense una calle que se niega a ser numerada, a ser catastrada. Pero para los conspiracionistas inclementes permanecerá siempre, a pesar de terremotos, gobiernos y fines del mundo venideros. Porque ellos afirman que Dios es indulgente con los vecinos que viven allí, aunque yo los deteste y les haya quitado los canastos de la basura. La instalación casi paranoica de la ideación conspiracionista que tiene esa gente, ha afectado psicológicamente al turismo, esa farragosa teoría de que aquí, en la cuenca del sol, los árboles caminan buscando un poco de sombra, de que las nubes duran el tiempo que tarda un auto de contrabandistas en pasar por nuestra ruta, de que nadie en este pueblo se ha muerto de amor, de que las plantas de olivo se alimentan a empanadas y Gancia con hielo y limón, y esa cosa de que hay mujeres que vuelan, que hacen caer los revoques al pestañear, y que todavía funciona la ventanilla para las cartas de amor en el Correo, con eso, espantan toda buena intención que uno tenga, aunque sea, de que vengan los gitanos a visitarnos.

—También queremos saber sobre el basural o, para ser algo más romántico, del vertedero de mugre interdepartamental.

—Hombres de poca fe. No es para nada desquiciado pensar que hurgando y hurgando, encontremos un submarino alemán, o la base perdida de los reptilianos, quizás el mapa de la ciudad dorada que se le perdió al conquistador Cabeza de Vaca, la tapita de Cocca Cola con la letra N del Mundial '90, o una pirámide de los Aztecas entre tanta pestilencia. Vengan, vengan salgan por la puerta azul, que yo tengo que ver que le sobró al gobernador.

—No hay ninguna puerta azul.

—¿No les digo yo? Pueblo de atarvanes. Ayer era azul.









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