VIVIR EN CRUZ DEL EJE

OPINIÓN

Mi primer poema, desaparecido entre los escombros de los años y apuradas mudanzas posteriores, lo bautice "adioses"

Por Walter R. Quinteros

Ya decía Jean-Luc Nancy en su obra La ciudad a lo lejos que; "La ciudad no tiene rostro, pero sin embargo cuenta con rasgos. No tiene mirada, pero sí un aspecto, o varios. No se capta bajo una identidad; se deja tocar por trayectos, huellas, bosquejos. Pero hay lugar para un acercamiento que tiene por nombre literatura: una escritura de la ciudad, su crónica, su novela, su poema, una identidad reluciente y escurridiza, huidiza como agenciamientos de frases".

Jean-Luc Nancy nació en la francesa ciudad de Burdeos, el 26 de julio de 1940, y falleció en Estrasburgo, el 23 de agosto de 2021. Filósofo, considerado uno de los pensadores más influyentes de la Francia contemporánea. El tipo sí que sabía escribir.

Daniel Salzano supo responder a una pregunta con una sencillez y una sinceridad asombrosa; "Se escribe como se mea". En otra oportunidad dijo algo parecido: "Cada vez que me preguntan por qué escribo, cierro los ojos y contesto lo primero que se me ocurre. Si la respuesta proviene del cerebro, mala señal. Si proviene del cinto para abajo, entonces estamos cerca del poema". 

Recuerdo una tarde lejana de 1970, papá volvía de sus viajes contínuos a Buenos Aires, nos saluda a todos, a mamá le trae un regalo, una licuadora nueva, más silenciosa, con más velocidades, mamá la prueba, luego mi viejo, con esa pasmosa tranquilidad que lo caracterizaba, nos reúne alrededor de la mesa del comedor. "Tengo que elegir dónde será mi nuevo destino, Buenos Aires, o Córdoba". Mamá fue clara, su voz sentenciaba nuestro futuro; "Ni loca nos vamos a Buenos Aires, ¿querés que la humedad me mate?". Mi viejo sacó entre los papeles de su maletín un papel que señalaba que él ya había contestado que elegía Córdoba. Ahora era "Personal Superior de Ferrocarriles Argentinos".

Mi primer poema, desaparecido entre los escombros de los años y apuradas mudanzas posteriores, lo bautice "adioses". Pero no recuerdo haber escrito algo relacionado a la estación de trenes, al lejano dique, o a la paciencia infinita de Dios de trazarnos el cauce del río en un papel de calcar. No era un poema al lugar, no a la ciudad que no tenía rostro para que la identifique. Era un poema a los amigos, a algunas costumbres, a mi primera novia, y a mi primer beso. Digamos que era una forma de llorar una pérdida en nombre del progreso familiar.

Con mi primera novia éramos chicos de la secundaria que, espíabamos entre asombros y aproximaciones, cómo era esa cosa que algunas personas llamaban amor, o eso de que "están enamorados". Al enterarse de mi partida, no me dijo nada, solamente vi asomar las lágrimas por sus ojos y lloró, en silencio y golpeando un puño repetidamente en mi pecho. Les puedo asegurar que no hay cosa más hermosa en el mundo que acariciar el cabello de una niña que llora mientras los tambores de guerra sacuden tu cuerpo y te muerdes los labios.

Con el paso del tiempo, de la ciudad no me acordaba nada más que de la delicia de pedalear cinco kilómetros para llegar al dique. ¿Quién fundó Cruz del Eje? ¿Quién trazó sus calles? ¿Quién las nombró y por qué? ¿Quién le puso nombre a los barrios? ¿Cuál es su monumento digno de una postal sin mentiras? ¿Cuál su tradición? ¿Y su poesía? ¿Su magia? ¿Su épica? ¿Tiene sentido su historia a partir de tan solo una leyenda? 

Tal como dijo Jean-Luc Nancy; "Hay ciudades que no se captan bajo una identidad; se dejan tocar por trayectos, huellas, bosquejos".

Había veces, en el tiempo en que viví en Buenos Aires, en que un porteño me preguntaba cómo era Cruz del Eje: "Hace mucho calor, por eso allá la gente se muere cuando está fresco". Simple y contundente, no más preguntas señor juez. No recordaba ni un verso de mi primer poema. Debe ser un poco porque no sé si me gusta o no me gusta esta cosa de pensar en el pasado. Pensar en eso trae nostalgias. Las nostalgias traen lágrimas. Las lágrimas no se pueden evitar. 

Para Jean-Luc Nancy; "La ciudad debe tener una identidad reluciente y escurridiza, huidiza como agenciamientos de frases".

Frases agendadas de esta ciudad en mi memoria a partir de mi madre en adelante: "Aquí no te hagas el guapito, aquí te ponés a estudiar y ser un buen chico". De un excompañero de grado que ahora no me saluda porque milita en otro partido político: "¿Querés jugar a la pelota con nosotros?". De una excompañera de grado; "Me dijo la chica que está allá que te dijera que gusta mucho de vos". Una mañana le conté a la chica que decía que gustaba de mi y que sabía esperarme en la esquina de Moreno y Tucumán para que caminemos juntos hasta la escuela, que había subido al techo de mi casa por una escalera que los albañiles habían dejado, y sin decirle nada a nadie, pero la retiraron sin saber que yo había quedado arriba. Tuve que saltar al techo de la galería, de alli saltar a la tapia haciendo equilibrio, y de la tapia salté al suelo. 

—No me duele nada, —le dije—.

—Porque Dios es bueno —me aclaró—, siempre debes agradecerle.

A las ciudades se las conoce caminándolas. Sentarse en los bares a conversar es un buen pretexto para también conocer a la gente, consta. Volver a Cruz del Eje me llevó a los bares. A contar historias, a escuchar. En el reparto de las suertes, las diosas romanas del destino; Cloto, Láquesis y Átropos, las que tejen y cortan el hilo de la vida, se dieron una vuelta por aquí y fueron dejando sillas vacías. Vengo zafando en tercera instancia de alguna sentencia en mi contra.

No hay postales sobre los sueños de la gente, solo se murmuran lamentos. Nadie se hace cargo por algunos cierres y fracasos. No tenemos un punto de reunión, no consigo un lugar amable para el encuentro. Solo grupos cerrados de peronistas de Perón, otro grupo de peronistas porque si. Y de radicales, pero radicales de la boina blanca por un lado, radicales de tal núcleo, por aquí, de tal núcleo por allá. Andamos sueltos como socios nuevos, en un club de divorciados.

La postal de esta ciudad para presentarle al mundo debe ser la foto de un mural con treinta y seis mil rostros de personas que sueñan. Si uno sueña, es porque está vivo. Porque hoy por hoy, con los funcionarios municipales que tenemos, nos conformamos con solo vivir porque si, nomás. Y así será hasta que venga alguien y nos hable con sinceridad, que sea transparente, honesto, que le de valor a la palabra, que no invente pelotudeces ni desparrame mentiras ni se acostumbre a los finos afanos de guardarse los vueltos, y nos una a todos en la esperanza. Hasta que aparezca un laburo, y otro, y otro más, y que surjan chimeneas de fábricas, y vuelvan los desfiles de carrozas, el tren de las 07:05, y para que valgan la pena las lágrimas de una niña que movida por un impulso resignado, te desee buena suerte, y eleve una íntima súplica al destino, para que puedas volver pronto. 

Eso si diosito, aquí nos movemos sin prisa pero sin pausa, vos viste como es esto, elegimos el cuchicheo rumoroso a tener que pegar el grito. No vaya a ser cosa que vuelvan Cloto, Láquesis y Atropos, las famosas parcas romanas y de un arrebato, nos corten el hilo de la vida, mientras buscamos la redención por no saber votar. Debe ser por eso que no sé si me gusta o no me gusta esta cosa de pensar en el pasado.





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