OPINIÓN
La maledicencia es moneda corriente en la política y afecta a los candidatos, a su familia y al partido que representa
Dedicarse a la política, produce una transformación de la persona desde el punto de vista espiritual y anímico, para lo que no todos están preparados. Los ataques verbales, directos o por vía de la comunicación son moneda corriente y hay que estar preparado para soportarlos, pero también para defenderse. El fenómeno no es local ni nacional, es mundial; y responde a la propia condición humana. Tampoco es nuevo, solo se ha amplificado con el uso de la técnica.
Cuando yo era chico, decían graficando la conducta, que un político llega a un pueblo en campaña y le levantan un estrado en una esquina para hacer su discurso. Allí, en defensa de su candidato a alcalde, ataca al candidato de la oposición y dice "no pueden votar a ese farmacéutico corrupto y que además su esposa es una prostituta", con los aplausos de sus seguidores. Cuando baja del escenario, uno del pueblo le dice: "Doctor, se equivocó. El farmacéutico no tiene esposa, es viudo hace cuatro años". A lo que este le responde: "No importa, que se lo vaya a explicar uno por uno a cada uno que lo escuchó."
Lamentablemente, la maledicencia es moneda corriente en la política y afecta a los candidatos, a su familia y al partido que representa.
La maledicencia con mentira incorporada es distinta de la denuncia. La denuncia es una obligación ciudadana para poner de manifiesto al cuerpo electoral de las violaciones legales y/o éticas de un candidato, para que se cuente con el total de la información antes de delegarle su representación a la vez que otorgarle la posibilidad de vindicarse.
Cómo impacta el caso Espert
Es responsabilidad de los partidos políticos no promocionar candidatos con antecedentes negativos en materia legal o ética.
Cuando la comunicación estaba en manos de comunicadores y medios de comunicación, con reglas, capacidad de investigación y responsabilidad frente a lo publicado el tema podía manejarse.
La irrupción de las redes, el anonimato de la denuncia, la parsimonia exasperante de la justicia, hacen válido el ajusticiamiento público.
El caso Espert es una muestra. La aceptación de la renuncia funciona como una autoincriminación. Debería haberse mantenido como candidato y si eso le hacía perder representatividad a su partido, era el pecio a pagar por una mala selección.
No hay dudas de que el costo de esa mala praxis —con reimpresión de boleta con gastos millonarios— no puede recaer sobre el erario público y como mínimo, debe ser compensado con los fondos públicos que el partido y los miembros de la alianza que lo propuso tengan a cobrar a futuro sin límite de tiempo.
Toda esta cuestión, ha dañado el discurso del partido impulsor."Predicar moral es cosa fácil; mucho más fácil que ajustar la vida a la moral que se predica". Arthur Schopenhauer. O bien, menos intelectual y mas autóctono:"No se puede predicar la moral con la bragueta abierta".
Mi pena está en que todo esto daña la política, desalienta vocaciones y alienta el "son todos iguales".
Esperemos la elección. La decisión del pueblo es la sentencia inapelable.
(Dibujo: Ángel Boligán)
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