HUMOR: DOS CHISTES PARA EL FIN DE SEMANA

HUMOR

Jefe, secretaria y el pajarito del cura


Por Redacción

 1)
En la oficina, el jefe llama a la secretaria y le dice:
—Querida, hoy quiero hacerte el amor.
La secretaria mira para todos lados y le contesta.
—Habla más despacio, yo también mi amor.

A la salida del trabajo van a un hotel alojamiento, pasan momentos agradables y se quedan dormidos. A las once de la noche se despiertan.
—Se nos hizo tarde, mirá la hora que es -dice el tipo-.
—Bueno, es que estuvo tan lindo... -le contesta ella-.
—Dale apúrate cambiate rápido y embarrame los zapatos en el jardincito de afuera -le dice el jefe desesperado-.

Al subir al auto, la secretaria ve que su jefe y amante, se arremanga el pantalón y se pone los zapatos sucios con barro, luego la deja en su casa y sigue a toda velocidad para la suya. Al llegar, su esposa lo mira y lo increpa:

—¿Estas son horas de volver del trabajo? ¿dónde estuviste? ¿A ver? Contame una excusa nueva...
—En realidad, me enamoré de mi secretaria, así es que decidimos pasar la siesta en un hotel donde hicimos el amor varias veces y bueno, nos quedamos dormidos...

La esposa lo mira y con lágrimas en los ojos le contesta:
—Mentiroso de mierda, mirá como estás ¡Otra vez te fuiste a jugar al golf!


2)
El cura de un pueblito tenía un hermoso canario que cada día, puntualmente, lo despertaba con su canto a las seis. Pero una mañana, el sacerdote se levantó sin oír al canario, y al ir hasta su jaula vio que ésta estaba abierta. Triste y enfurecido al mismo tiempo, sospechó que alguien se lo había robado, ya que la puerta de la jaula había quedado abierta y él era muy cuidadoso como para haber olvidado de cerrarla. De esa forma, a la hora de la misa, comenzó su sermón diciendo:

—Si alguno de los presentes tiene un pajarito que se ponga de pie.
Los hombres, mirándose entre sí y sabiendo que el cura era delicado con su vocabulario, se pusieron de pie.

—No, no -dijo el cura-. Vuelvo a formular la pregunta: ¿alguno de los presentes vio un pajarito?
Todas las mujeres se pusieron de pie.

—¡No, no! -siguió el cura, cada vez más enojado-. Vuelvo a preguntar: ¿alguien vio un pajarito que no es el suyo?
La mitad de las mujeres se pusieron de pie.

—¡No, no, no! -gritó el cura-. Lo pregunto por última vez: ¿alguno de los presentes vio mi pajarito?
Todas las monjas se pusieron de pie.





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