CULTURA
El autor nos encierra en un programa de radio, nos entretiene y nos suelta con otra trama, fiel a su estilo
(En algún lugar de la Amazonía, en la más absoluta ficción)
—¡Buenos días, estimados radioescuchas! Quien les habla Juan Carlos Avendaño que les saluda con gusto y placer y quiere agradecerles su cordial compañía, junto al operador el "Tula" Chirino y hoy con la amable presencia del colega argentino, el amigo José Antonio Ibarrechea que nos hablará un poco de cómo nos veían, de las noticias que en el extranjero tenían, en nuestro pasado algo conflictivo. Vamos a la pausa comercial.
Bueno, bueno, aquí estamos todos nuevamente después de la pausa comercial, y aprovecho para saludar a los comerciantes que con su aporte hacen posible este programa. Amigos escuchadores de ¡Tal como es! el programa de radio que informa y entretiene y que, sabedores de la lucha que tiene nuestro pueblo, tanto de la norteña capital, como nosotros, los que vivimos en este sur, de tierra prodigiosa, pero no por eso exentos de la problemática que afecta a nuestro querido país, que sufre hoy de las terribles quiebras financieras en este olvidado rincón del planeta, carente hasta de las bendiciones de Nuestro Señor. Aquí estamos, sufriendo los castigos de Dios, por culpa de nuestros gobiernos, hayan sido populistas o conservadores o nacionalistas, que nunca encontraron el rumbo económico y es por eso que algunas empresas se van, las fábricas cierran, los periódicos anuncian muertes extrañas e incomprensibles producto de esta inseguridad que nos azota y, las suyas propias... Mi nombre es Juan Carlos Avendaño, luchador con mi voz a través de los micrófonos de RWT 990 la radioemisora más popular de la región y que, siendo su servidor, me pongo al lado hoy, de nuestro nuevo amigo y periodista argentino, el señor José Antonio Ibarrechea, que viene a esta queridísima ciudad de San Vicente, a buscar nuestro apoyo, nuestro sincero aporte de datos para llegar a esclarecer lo ocurrido hace sesenta años atrás, en nuestra tierra. Esa historia oculta a través del tiempo. Los teléfonos de la radio, como siempre, los esperan amigos escuchadores para receptar su mensaje, su opinión. Los espero para que, con la ayuda de su memoria, podamos esclarecer que fue lo que relamente sucedió, hace tanto tiempo atrás. Ponga música señor operador, don Tula Chirino, mientras esperamos las noticias más relevantes del día y los datos del tiempo, en este, su programa favorito ¡Tal como es! por la 990 de la RWT.
—"Hola señor Juan Carlos, dice mi madre que es cierto lo del cura que ponía las manos en nuestras cabezas y que con eso nos quitaba todo mal, y nos enseñaba el camino de Cristo, se llamaba Victorino y estaba en la Iglesia de Campo Bonito cuando falleció".
—"Hola señor Juan Carlos dígale a ese periodista maluco que nosotros somos un pueblo tranquilo, lejos de las amenazas constantes de los guerrilleros comunistas y dígale que no venga aquí a despertar fantasmas".
—"Hola señor Juan Carlos, yo recuerdo que la policía subió a buscarlo a ése tal Cipriano Alva Paura a los cuartos de lo que era el hotel "Buen Descanso" de la doña Margarita viuda de Ortigoza, no se si usted estaba aquí y lo recuerda, pero a su hija Ofelia, la sacaron desnuda de donde el rufián se alojaba y la descarada gritaba por la ventana que si ella estaba embarazada a su hijo le llamaría Cipriano. Había mucha gente en la plaza esa noche".
—"Yo no estaba la noche de los fuegos artificiales, señor Juan Carlos, yo no estuve para cuando los asesinatos, ni siquiera para cuando los niños del arco iris llegaban a nuestra Iglesia a tomar la Primera Comunión, pero mi padre dice que él lleguó atrás del circo triste y de ese payaso que decía ser juez y que vino a tomar testimonios, a tomar vino, a tomar cachaça, a tomar mujeres prestadas porque esa es la justicia que todavía tenemos en este país. Un circo como aquel del pequeño Didú, con animales vestidos de seda, hábrase visto tal cosa".
—"Hágale callar la boca a todos señor Juan Carlos. Hablemos de la gloria que era vivir en el socialismo de nuestros abuelos. Nadie era rico. Nadie era pobre. Mis padres dicen que nuestro comandante estuvo cien años al mando y nada nos faltaba".
—"Cuenten que teníamos un cura viejo, muy viejito que se llamaba Arnulfo Sepúlveda, que el pobre se murió en su lucha contra satanás cuando vino el circo del pequeño Didú, pero el señor en su Gracia Divina, mandó a los turcos a vengarlo. Dicen que a ese enano llamado Didú lo vistieron con sedas, como al mono y que lo ataron a un globo y que el globo tomó la altura de las sogas, dicen que soltaron las sogas hasta que el globo se llevó a ese enano inmundo mas allá de la atmósfera y que allá arriba del cielo explotó. Dicen que nunca más nadie vio una miserable hilacha del enano hijo del diablo. Señor Juan Carlos, Dios lo bendiga".
—"Hola señor Juan Carlos, conozco a la señora Ofelia, ella ahora está enferma, muy enferma y me gustaría que los oyentes de la emisora la respeten, por favor, gracias".
—"¡Hey! Juan Carlos ¡Que voz de macho tienes, hombre! Mírale mocito, no se si te sirve para algo pero hace muchos años atrás, yo pasaba con mi camión por la ruta y vi varias cosas extrañas, un tipo caminando de madrugada vestido de traje claro y sombrero y llevando un maletín, para mi que salía de la casita del Gervasio Moyano y después vi a los hermanos Sepúlveda asistiendo a un tipo apuñalado. Tu sabes me guardé todo porque en aquel momento yo estaba casado y llevaba una puta en mi camión, bueno hermano, cosas de la vida, tu sabes, a los hombres camioneros nos gustan las putas. ¡Métele música payo!"
—"Hola Juan Carlos, es un gusto que me hayan atendido y quisiera expresarme recordándoles a toso los oyentes que la historia de todo lo que pasó esa noche triste la tiene un señor llamado Esteban Cañizares y lo ayudó en los dibujos ilustrativos el paraguayo Artoaga, gracias".
—"Yo recuerdo cuando vino el juez a tomar declaraciones, el tipo se sacaba el sombrero y saludaba a todos como si fuese un actor de películas, Juan Carlos".
—"Señor Juan Carlos, nosotros le estamos haciendo el programa, al menos pónganos música y dentro de lo posible pedir que se dirijan con algo de respeto anuestros muertos y ancianos enfermos".
—"Señor Juan Carlos le hablo desde Argentina, no, no quiero salir al aire ¿Puede pasarme por privada con el señor Ibarrechea?"
—"Respecto a la historia tan bien relatada ayer, quiero aclarar que supo contarme mi padre que ya desgraciadamente ha trascendido este mundo, que la barcaza que llevaba el oro la hundió la anaconda del río Pirenbui, él decía que el oro todavía está ahi, pero la anaconda también".
—"No se olviden de la borrachera que tenían todos por culpa de aquellas fiestas, señor Juan Carlos, eran nuestras fiestas patronales, eran las fiestas de nuestro pueblo, hasta la policía se emborrachaba, y recuerdo que esa noche hasta los músicos se olvidaron del Bolo Valladares, dormido en un banco de la plaza. ¡Qué músico era el Bolo!"
—En el programa de ayer señor Juan Carlos, ustedes me hicieron pensar en las familias compañeras que se tuvieron que ir a la fuerza de estos pueblos, y no en aquellos que se fueron porque quisieron. No señor, hay que pensar en los auténticos pobladores que fueron desplazados para poner los edificios y las construcciones modernas que reemplazaron cada infancia, cada casita, los manuales escolares, su ética y sobre todo, de su fusil".
—"Mi señora Matilde y yo hoy cumplimos 40 años de casados, señor Juan Carlos, me gustaría pedirle con todo respeto y le agradecería de corazón si nos puede complacer poniendo la canción 'Si usted supiera' por los hermanos Gómez Pires, gracias Juan Carlos y mis más profundas felicitaciones por el programa".
—"¿De qué habla ese señor? Los rebeldes echados eran unos vagos de poca monta".
—"Ellos eran así, señor Juan Carlos, porque acá no tenían trabajo, porque se desesperaban viendo que no le podían dar a sus hijos y nietos las cosas mínimas, o porque les perseguían".
—"Yo fui soldado de Cipriano Alva Paura, recuerdo bien su nombre, pero no exactamente sus rasgos, tenía un bigote fino, un tipo altanero, les estoy hablando de hace sesenta años, creo".
— Hey parcero Chirino, buscá "Si usted supiera" por Gómez Pires...
—"Bien señor Juan Carlos, ándele, ahora la gente de aquí, que están toditos desparramados por los países vecinos y que de estos lugares se fueron, que de este rincón del mundo que nadie conocía ni sabía nada, ahora se ponen a a hablar de los días más tristes de la historia de nuestro pueblo. ¿Me quiere decir para qué se puso a abrir tumbas?"
—"Hola Juan Carlos, le agradezco la oportunidad que me brinda por esta radio para contarles a todos, que yo tenía un abuelo que caminaba lento y triste por las calles de mi pueblo, había nacido en Itaparaí, y él decía que era lancero Itaparense y que supo conocer al comandante en los años de guerra, en que se juntaban a programar las defensas de nuestras divisas. Él me contaba que las tropas eran los fusileros Mapuyenses, los macheteros de Oriente, los artilleros de Lemos y otros más que no recordaba y que todos eran saludados uno por uno por un hombre grande de casi dos metros de altura, de cerca de ciento cincuenta kilos y que tenía la sonrisa de un niño y que a cada uno de los combatientes le decía así "Quiero volver a saludarte después de la batalla". "Quiero volver a saludarte después de la batalla". Gracias hermoso tu programa Juan Carlos".
—"Todos sabemos que la mejor de todas las exposiciones ante el juez fue la del señor Gervasio Moyano, que finalmente se compró un traje con unos ahorritos, cavó su propia tumba al lado de donde estaban enterrados sus padres y se acostó a esperar la muerte. Usted a eso lo sabe señor Juan, hable de eso ahorita".
—"Este era un pueblo donde llegaban los trenes y todo era alegría, señor Juan Carlos. Usted y su radio todavía no estaban, vivíamos aislados y con el pasar de los años, le dieron permiso a usted para plantar su radio, diga eso, diga que se la instaló el gobierno conservador para entretenernos y hacernos olvidar de todo, y diga que como ahora están los milicos usted sale con todo esto, para sublevarnos de nuevo. Aquí disfrutábamos hasta de la misma lluvia, contábamos nuestros perros amarillos y nos afligíamos cuando un vecino tenía la jeta del espanto que anunciaban algunas desgracias. Y si la señora Ofelia se volvió puta, a eso usted ni a nadie le importa, diga, diga".
—"Hola, dentro de todo este puterío ¿Me puede decir cómo va a estar el tiempo para mañana señor Juan Carlos? Es que llevo a mi hija a la universidad."
—"Poné un chamamé argentino, o una guaracha y dejen a los muertos en paz, ché".
—"Hola, por favor ¿me pueden pasar por conexión privada con el señor Ibarrechea?"
—"Mi padre recuerda que mi abuelo decía que los perros amarillos eran más de cien, en aquella balacera del que hablaron ayer".
—"Mi vecina Genesia dice que antes de esa noche usted pasaba por las casas y todas tenían las puertas y ventanas abiertas y desde adentro salía un aliento de fritangas y guisos, de ropa lavada a mano y desinfectante para las cucarachas que bajaron de un tren carguero. ¡Qué lindo era mi pueblo!"
—"Señor Juan Carlos, ya que su amigo vino a desenterrar muertos le aviso que la tumba de ese tal Alva Paura, que el gobierno mando a este pueblo a pedido de la señora Ofelia, adentro solo tenía piedras".
—"El famoso tipo ese llamado Alva Paura, al que le confieren aquellos asesinatos, era un simple vendedor de terrenos, si ese fue un milico que se encargó de borrar a los comunistas de la Turma Sem Bandeiras, entonces yo soy Ibáñez Mora, Jaramillo o Cartola".
—"Después de esa noche vivimos las alegrías a medias, ni siquieran vuelven los circos. Juan Carlos, poné música, basta de lamentos".
— Andá a ver quién quiere hablar con vos Ibarrechea, no, no son tu excompañeros.
— Me dicen que ya cortó Juan Carlos.
— La puta que lo parió, esto explota hoy.
— Hay policías afuera.
—"Los que vinieron con toda la maldad de instalar en esta ciudad la guerrilla, fueron esos comunistas que murieron degollados, anoticiado de eso, de que estaban aquí, el gobierno los mandó a liquidar a todos. Por eso señor Juan Carlos, desde esa noche las alegrías en este pueblo se fueron muriendo, todos empezamos a desconfiar el uno del otro y mandaron instalar las emisoras de radio pa' que tengamos varieté pa' entretenernos".
—"Vivir en esta tierra pagana, es pagar el impuesto a la tristeza, señor Juan Carlos, dígale eso a su amigo el argentino, yo, el poeta Virgilio Cepeda, hijo de ilustres rebeldes".
—"Si el diario del argentino ya quebró, ¿a qué viene este tío?"
—"Los rebeldes fueron cerrando poco a poco la herida del desarraigo, y usted ha hecho en tres días de su programa, que volvamos a caminar en las calles polvorientas de las añoranzas, nos hierve la sangre a todos y los tres hoteles ya no dan abasto de gente curiosa. Buen negocio el suyo, Juan Carlos, yo de nuevo, Cepeda".
—"El juez Bonaventura hizo lo que pudo, había testigos que vertían falsos testimonios en sus declaraciones, señor Juan Carlos, a mí me consta".
—"Qué programa de mierda, llevamos tres días escuchando la misma trifulca".
—"Necesito hablar por privada con el señor Ibarrechea, por favor".
—"Se está vendiendo como pan caliente, un libro de un tal Teófilo Cabanillas de hace setenta años atrás editado por la Editorial La Rosa Blanca de aquella época y titulado 'Aquellas manos que dijeron adiós' que salga de esa cobacha suya el periodista ese, y que lo compre y que se vaya ahorita mismo, que nos deje en paz, Juan Carlos".
—"Un saludo para mi comadre María Concepción Vargas Pinedo, que está escuchando su programa muy entretenida y con esmerada atención, quiere escuchar a Tito Castañares y al Bolo Valladares cantando la 'Rumba de tu ausencia' de parte de su compadre Dilmer Juipa Soto, dígale eso amigo".
—Amigos oyentes, voy a hacer una pausa entre la enorme cantidad de mensajes para decirles que "Las manos que dijeron adiós", era un libro que repartía en las escuelas el abogado, periodista, compositor y médico don Teófilo Cabanillas, muerto por ese tal Alva Paura, en Naranjillos y se creía que toda su obra había sido destruída. Pero por la gentileza del señor Ibarrechea, que me trajo una copia de las que fueran secuestradas hace 60 años, les voy a leer amigos escuchadores, apenas un párrafo, presten atención. Baja la música de fondo un poco por favor, Chirino. "...A las heridas de la ausencia forzosa, verán que se le formará una cascarita de sangre seca que luego caerá sola, entonces el tajo triste y sereno ya no sangrará más. El originario mirará a sus descendientes crecer en otra tierra, con los ojos llenos de cosas ajenas, con los ojos llenos de un brillo llamado esperanza. Como las suyas, como las de sus padres, como las de sus abuelos. Quizás, en sus resguardadas esperanzas, con ese brillo, su familia les devuelva los recuerdos de aquella felicidad perdida". Escuchamos ahora a los Hermanos Gómez Pires, de Fonseca, "si usted supiera", Una hermosa canción que habla de un poema que un señor casado, le escribe a una señorita de la que se enamora perdidamente.
—Por aquí Ibarrechea, siéntate ahí hombre, no, ese no, atiende el llamado por aquel teléfono, el gris, levántalo que yo te paso el llamado.
— Hola, ¿Está ahí, señorita?
— Si, estoy.
— Le paso el llamado por privada.
— Gracias.
— Gracias Chirino, hola, soy Ibarrechea.
— Hola José Antonio, ¿cómo estás corazón? Soy yo. Soy Ángela.
— ¡Ángela! Dios mío, qué suerte escucharte después de tanto tiempo ¿Cómo estás? ¿Cómo me encontraste?
— Escúchame bien pedazo de boludo, sigues siendo el mismo cretino de hace ochos años atrás, te escondes, te vas, te encierras en lo tuyo y nadie sabe nada de vos ¿Quién te crees que sos, eh?
— Angela, yo... (¿qué pasa Chirino? ¿A mi, la policía a mi?)
— ...Van dos días que te estoy llamando y hoy hace diez minutos que espero y tu sabes que las llamadas son carísimas, me estoy quedando sin un peso pero quiero decirte que desde hace tres días aquí dicen que te van a mandar a sacar de esa radio donde te has metido a buscar historias. ¡Pero cómo se te ocurre! Encima están pasando testimonios que van en contra del gobierno y también dicen aquí que vos te has metido en serios problemas.
— Lo que pasa Ángela...
— Nada, escúchame vos, quiero decirte que hace dos días te están buscando de todos los otros medios, que me llamaron de tu antiguo trabajo y me dieron los números por dende posiblemente andarías y para que te haga volver.
—Te extraño...
—Siempre el mismo, bueno, yo también te he extrañado mucho en todo este tiempo niño tonto. Te espero, te extraño, decime algo lindo, decime que vas a volver.
— Ángela, quién soy yo para quererte como te quiero y que me quieras...
—¿Hola, hola Jossi?
"En la Amazonía" ©2013-Walter R. Quinteros
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