PERRITOS Y FELICIDAD

CULTURA

Los personajes animales de estas historias tienen una idea amorosa de nosotros. Hay gente ruin, las menos pero hay: una cuestión de equilibrio



Por Selva Almada

La tapa del primer libro de poemas de Sofía de la Vega, Blancas y plateadas (Neutrinos), está ilustrada con una acuarela de un perrito peludo. En el siguiente Los ángeles son vacas (Nebliplateada), una pequeña jauría (¿lápiz? ¿tinta?), solo cabezas, mira la luna. Y en el que acaba de salir y es su primer libro de cuentos, De los potrillos nacen ríos (Alfaguara), un perrito semirrasurado mordisquea un lazo azul acompañado de dos cacatúas blancas bajo un cielo turquesa: todo luminoso por donde se lo mire.

Sofía es tucumana y los perros, dice, son nuestro portal a la animalidad. La asombra su nivel de entendimiento hacia el humano y la capacidad de desdoblarse entre lo domesticado y lo salvaje. De ese ¿don?, ¿instinto? perruno se impregnan tanto sus poemas como sus cuentos: su escritura, podría, a esta altura, aventurar. Sofía es un acontecimiento precioso de la literatura argentina contemporánea. Además de escritora, trabaja desde hace tiempo (aunque es muy joven) en el mundo del libro y es una de las organizadoras del Festival Internacional de Literatura de Tucumán, el FILT, de los más lindos que se hacen en el país.

De los potrillos nacen ríos es una delicia y una maravilla. Los nueve cuentos del libro son pura celebración: graciosos, atrevidos, sueltos. Una invitación imposible de rechazar a zambullirnos en ellos como en un río un día caluroso y a mover la cola debajo del agua igual que el pichicho de uno de los cuentos.

¿De qué hablan los caballos? ¿Cómo mira un perro? ¿Qué hace una pierna desprendida de su dueña vagando por la calle polvorienta de un pueblo? ¿Qué dones tiene alguien a quien llaman El Ratón? ¿Cómo hace un pordiosero para lucir como un príncipe en la sala desangelada de un aeropuerto? ¿O cómo se transforma un convento en una especie de reality de aspirantes a cantantes? ¿Qué amistades traba una vieja que no sale de su departamento con un joven kinesiólogo? ¿Qué puede unir a una veterinaria que insemina perros de raza con un brujo que hace lo propio solo con imposición de manos? ¿Qué a una chica que espera su vuelo con el príncipe mendigo que le saca conversación y la toma de la mano?

Los personajes animales de estas historias tienen una idea amorosa de nosotros. Hay gente ruin, las menos pero hay: una cuestión de equilibrio. Hay una escena erótica exquisita entre una adolescente y el pasto húmedo de rocío de un jardín abandonado. Hay un viento feroz que llena todo de polvo pero también despeja el cielo. Hay voces que dicen la gracia y el misterio.

A contracorriente de la tradición rioplatense del cuento, ninguno de estos está cerrado en sí mismo: cuando llegamos al final de cada uno, nos asomamos a la boca de un aljibe: allá, abajo, en el fondo, en ese rastro de agua que apenas podemos intuir, hay más cosas.

Dijo Martín Castagnet en la presentación del libro que quiere que todo el mundo lo lea. Y solo puedo adherir a ese deseo. Que no solo estos cuentos sino sus poemas y su próxima novela tengan muchísimos lectores y lectoras. Pues en estos tiempos mezquinos, De los potrillos nacen ríos, Los ángeles son vacas y Blancas y plateadas son libros generosos, que irradian belleza y nos dejan estarnos por un rato, felices y agradecidos, bajo su aura.

PERFIL
(Dibujo: Marta Toledo)




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