CULTURA / REALISMO MÁGICO
Hoy: Los cuentos del tío Pancho
Por Walter R. Quinteros
I
Del pedido de clemencia de Otxoa Arrizabalaga
"No es para que me anden retando ni me tengan en calabozo su señoría, los que yo les conté está escrito por ahí. No sé por qué han hecho de una clase de historia magistral dada después de la cena a estos pequeños indiecitos que son mis sobrinos, algo tan simple como decirles que muchos años, pero muchos años antes de que el papa Pablo VI con el 'breve quoniam decet' declaraba a la Santísima Virgen María del Monte Carmelo —Nuestra Señora del Carmen— como patrona principal de la diócesis de Cruz del Eje. Que unos albañiles, de los buenos, de esos que hoy por hoy poco se consiguen, construían lo que sería la futura Catedral. Es decir, pequeños indiecitos, les dije, les estoy hablando de los años 1880, un poco más, un poco menos. Porque según cuenta la tradición, este pueblo, adopta el nombre de Cruz del Eje cuando el comerciante vasco Tomás Iturrilincoechea, que debe haber sido vecino de mis trastarabuelos, vaya uno a saber, fallece al golpear su cabeza contra una piedra. Dicen que la cabeza del vasco se partió en dos y la piedra quedó partida en un montón de piedritas chicas. ¿Hay delito en eso su señoría? Y les seguí diciendo que ustedes deben saber que la gente dice una cosa y esa cosa que la gente dice va pasando y pasando de boca en boca, hasta que aparece uno que sabe escribir y escribe, para que no anden cambiando los aconteceres que acontecieron. Bueno, como le decía su señoría, a los pequeños indiecitos que son mis sobrinos y algunos vecinitos de otras casitas de por ahí nomás, que la gente que lo acompañaban al vasco, se ocuparon de sepultarlo y sobre su tumba colocaron una cruz que hicieron con el mismo eje roto de la carreta. Pero muchos años antes, les dije, dicen que anduvo por aquí un tal Hernán Mejía de Mirabal, como uno más de la avanzada española, que el tipo toma posesión de estas tierras. Pero está escrito por ahí, que en 1735 y a pedido de mi tocayo Francisco de Baigorri, el Gobernador de Tucumán acepta que le pongan el nombre de Cruz del Eje a la zona próxima al Río Siquimán. Eso fue, a ver, espere que saque cuentas, eso fue en el llamado siglo de los descubrimientos. Porque para que sepan los pequeños indiecitos, les dije que a las cosas hay que ponerles nombre, sino, son cosas nomás. Y les dije también que muchos, pero muchísimos años antes, como dicen los curitas cuando les leen el catecismo, que Dios, abrió la ventana de su casa para que entre aire fresco, y el aire fresco fue como un vientecito medio fuerte que le desparramó por toda la pieza un montón de papeles donde él estaba escribiendo. Y se enojó. Porque Dios se enoja. Les dije a los pequeños indiecitos, que Dios agarró los papeles y los hizo un bollito. Un bollito bien redondito y los tiró por la ventana y los bollitos se hicieron planetas. Pero de ahí a acusarme de satanás, o de hacer prácticas alejadas de las buenas costumbres, su señoría, hay un trecho muy grande".
Por eso he venido a pedirle clemencia, su señoría.
II
Del informe de la psicóloga
"Cuando los niños escuchan cuentos, se benefician enormemente, desarrollan su imaginación, vocabulario y hasta habilidades de comprensión. Fortalecen la memoria y la concentración y aprenden sobre emociones, valores y resolución de problemas. Pero lo que hay que resaltar, es que se crea un vínculo afectivo entre el narrador y el niño".
No se qué pudo haberlos asustado para que lloren tanto y lo acusen a su tío Pancho.
III
Del informe del equipo científico de la Universidad
"La ciencia confirma que la lectura en voz alta estimula el lenguaje, la imaginación y el aprendizaje. Los estudios en nuestra nueva capacitación en lo que llamamos neuroeducación, revelan que los niños que escuchan historias, con frecuencia desarrollan mejores habilidades cognitivas y emocionales. Aunque todavía exista esa idea antigua de que aprender es aburrido, a través de la lectura a ellos todo les resulta inesperado y divertido. Las historias incentivan la creatividad y permiten a los pequeños a participar desarrollando su imaginación, el conocimiento sobre el mundo y el lugar que les rodea. La narración del señor Otxoa Arrizabalaga, fue breve y sencilla acerca de unos hechos reales o imaginarios protagonizados por un pequeño grupo de personajes reales o ficticias. El relato fue un gran aliado psicopedagógico ya que permitió el acercamiento a otras realidades o puntos de vista, es como que despertó las capacidades innatas de los niños".
Pero no sabemos decirle que fue lo que asustó a los niños.
IV
De lo que los niños de 8 y 9 años expresaron ante sus mayores, maestros, directores, y juez de Paz en la audiencia pública realizada en la Escuela Marcos Sastre
—"Son mentiras del tío Pancho, él no sabe nada de nada, la tierra no es un bollito de papel, es un globo terráqueo".
—"Nadie puede partir una piedra a los cabezazos, dónde se ha visto eso".
—"Dios no se enoja, Dios es bueno".
—"Y encima se le sentía el olor a vino".
V
El último cuento del tío Pancho, antes que lo rajen a La Rioja
"Es así su señoría, el francés Gustave Eiffel diseñó el tanque para el agua que da a la calle Mitre. 'Quoniam decet' que significa porque es apropiado. Le cuento, los tanques y todo lo que hacía Eiffel no llevan soldadura, las placas van unidas con remaches, vaya y fíjese. Y que los ingleses no sabían nada de nada, es cierto. Por eso les preguntaban a los indios nuestros que se salvaron de la furia del rayo de la guerra, porque así le decían al capitan Tristán de Allende, y porque a los tipos hay que ponerles sobrenombres, sino, no son nada, dónde se inundaba este pueblo cuando llovía. Y así es que hicieron —mientras ponían las vías del tren—, esos puentecitos que desagotan el agua que cae de los altos, pero eran tan charlatanes estos indios, para que vea usted, que no les dijeron nada del desastre que se arma en lo que hoy sería la calle Tucumán y más allá, en Toco Toco. Indiazos eran".
No su señoría, la estricta guardia policial no le convida vino a los presos, y menos ahora que están acuartelados con eso de que derrocaron al doctor Illia. Ni nos hablan.

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