HISTORIAS
De una silla de jardín al cielo: la historia del hombre que desafió la gravedad y su destino, decidió perseguir un sueño que había alimentado desde niño: volar

El artefacto se elevó más rápido de lo previsto, la soga que lo mantenía anclado se rompió y, de golpe, se vio impulsado a más de 4800 metros de altura, ingresando sin querer en el espacio aéreo controlado. Pilotos, autoridades y vecinos observaban incrédulos aquel espectáculo. Durante su ascenso, la vista era majestuosa: la Isla Catalina se extendía como un punto lejano, las chimeneas del Queen Mary destacaban entre el paisaje urbano y un hidroavión parecía minúsculo desde su posición. El viento frío y la falta de oxígeno lo acompañaban, pero también lo hacían sentir increíblemente vivo y libre.
Su descenso fue un desafío igualmente extremo. La pistola de aire comprimido que usaba para controlar la altura se perdió, y tuvo que improvisar, cortando botellas de agua y dejando que el helio se filtrara lentamente. Cuando finalmente tocó tierra, quedó colgado a escasos metros de un cable eléctrico, salvándose por milímetros gracias a la ayuda del dueño de la casa. Ese aterrizaje accidentado no borró su logro: sin proponérselo, había hecho historia y su hazaña le valió un récord Guinness como el vuelo más alto en una silla atada a globos.
La pasión por volar lo acompañó desde niño. Todo comenzó con una visita a Disneyland, donde la visión de globos de Mickey Mouse sembró en él la fascinación por elevarse. A los trece años descubrió los globos meteorológicos y comenzó a experimentar, fabricando generadores caseros y ensayando con pequeños globos, soñando con alcanzar el cielo. Su visión no le permitió entrar a la Fuerza Aérea y, tras cumplir el servicio militar en Vietnam como cocinero y trabajar como camionero, nunca dejó de pensar en volar. En 1972, aseguró: "Es ahora o nunca, tengo que hacerlo".
El día de su vuelo, llevó consigo todos los elementos que consideraba esenciales: radio, altímetro, brújula, linterna, mapa, cámara, botiquines y hasta botellas de agua como lastre. Su preparación no eliminó el riesgo, pero evidenció su determinación y valentía. Cada minuto en el aire se convirtió en un testimonio de perseverancia, coraje y amor por la aventura. Años después, su historia sigue inspirando: demuestra que los sueños, aunque parezcan imposibles, pueden convertirse en realidad si se persiguen con pasión y decisión.
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