CORRIENDO POR EL PASILLO

EDITORIAL

Milei nos prometió un país distinto. Para que ese país sea posible, es necesario contar con funcionarios no improvisados, transparentes, intachables, que aporten idoneidad tanto en su gestión, como en la demostración profunda del amor por la Patria

Por Walter R. Quinteros

De pequeño, hablo de 7 a 9 años de edad, me escapaba de casa a la siesta, para visitar a mi abuela. Después del abrazo de bienvenida, ella me servía una taza de mate cocido, o tomaba mate conmigo con pan casero, al principio me preguntaba siempre si mis padres sabían que yo estaba con ella, primero le mentía, le decía que sí. Después le dije la verdad. Cuando iba a visitar a mi abuela sin avisarle a nadie, ganaba como todo premio, algunos "correctivos" en casa. Pero no, no había caso, siempre me escapaba. No aprendía la lección. 

Elegía siempre el mismo camino, saltar la ventana de mi dormitorio, sobornar al perro del patio para que no ladre, asegurarme que el pasillo estaba libre y emprender una veloz corrida hasta llegar al jardín, saltar la verja y correr cuatro cuadras. No retrocedía ni un milímetro.

Javier Milei hace lo mismo, a pesar del "correctivo" recibido en Provincia de Buenos Aires, dijo que no va a modificar en absoluto su plan y su estrategia de campaña para las elecciones del próximo 26 de octubre. Lo que no me queda en claro si la estrategia es suya o de su hermana, la secretaria general de la Presidencia. Por eso de que en una entrevista con el periodista Antonio Laje, dijo que los asuntos políticos son de "la jefe", su hermanísima, lo de él, es la macroeconomía.

Bien, si pensamos en detalles como el equilibrio fiscal y la tan ansiada estabilidad económica que el país necesita, quizás valga la pena que, como yo, corra por el pasillo en la siesta. La cosa es que al regreso de mis escapadas, en mis manos traía un pan casero, algunas pasas de higo, uvas, plantines, flores. Nunca mi abuela me mandaba de regreso con las manos vacías. Eso atenuaba el castigo por desobediente. En parte. 

Al presidente, le falta esa cosa de tomar decisiones para los que se quedan esperando y mirando por las ventanas a ver si aparece alguna oportunidad en la calle. Y eso se nota en las caras de la gente que ya dan muestras de cansancio, y a eso, alguien lo aprovecha para decir que estamos perdiendo derechos por falta de reactivación de la microeconomía.

Estoy seguro que el presidente debe saber a la perfección que se registran algunas caídas, tanto en la actividad industrial, como en el comercio, que empujan los salarios para abajo. Pero también hay algo que poco se habla, los índices de desocupación "in crescendo", al que hay que sumar sus vetos contra temas que suenan en principio, sensibles.  

Para correr por el pasillo como yo lo hacía, hay que saber el por qué. Nunca mi abuela me dijo que me quería ni que me extrañaba. Me lo decía su sonrisa, su abrazo, las caricias en mi cabeza llena de rulos con sus manos trabajadoras que amasaban el pan. Quién esto escribe, era la persona que más la visitaba y quién más la escuchaba. Quién le pedía la bendición.

Javier Milei debe prestar oído a los reclamos del pueblo que lo eligió, porque lo hicieron confiando en un futuro de los llamados posibles. Y eso no ocurre hasta ahora. Tenemos a la vista que en el sector económico decrece la confianza. Tampoco da muestras de cambio en lo inmediato. Hasta por sostener el riesgo país en niveles competitivos, nos damos cuenta de algunas fallas en el programa económico. Y que siga así, sin retroceder ni un milímetro, como dijeron los medios nacionales "idea de Karina, su hermana", no es alentador.

Correr por el pasillo a la siesta, debe ser una decisión donde uno pueda decir, valió la pena. Al presidente le debe servir para entablar un diálogo sincero con todos los gobernadores que esperan un abrazo, una sonrisa una caricia política para resolver temas como las obras públicas paralizadas. Para que revise junto a ellos, el sistema tributario, la coparticipación, para desarrollar planes que generen empleo genuino, para industrializar. Para formalizar un acuerdo de gobernabilidad. Porque al medio estamos nosotros, los del sacrificio. Pero al acuerdo lo tiene que hacer él. No dejar todo en manos de ciertos asesores y de su hermanísima Karina, a quién nadie votó.

Un día, mi madre me esperó con leche chocolatada y bizcochuelo. No hubo correctivo alguno. Al otro día, después que hubo lavado utensilios y vajilla, me mandó a lavarme la cara, me peinó con jopo y me alcanzó la bolsa de las compras llena de hojas de acelga, zanahorias, y otras hortalizas más de su huerta. —"llevale a tu abuela, y no te olvides de traer la bolsa"—, me dijo. Abrió la puerta del living que daba al porche y por primera vez, caminé esas cuatro cuadras pensando que había ganado un lugar importante en la familia. Era el mensajero de las buenas intenciones. Y todo comenzó porque hubo diálogo.

Milei nos prometió un país distinto. Para que ese país sea posible, es necesario contar con funcionarios no improvisados, transparentes, intachables, que aporten idoneidad tanto en su gestión, como en la demostración profunda del amor por la Patria. Sino, seguiremos corriendo por el pasillo a escondidas y a ser candidatos a otro correctivo, esta vez más fuerte y doloroso. 






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