CULTURA
Elal no estaba contento
Sabía que debía empezar a ordenar mejor el mundo. Se lo debía a los animales. No había sido fácil ser hijo de un gigante y una nube viajera. Cuando murió su padre, el zorro avisó y todos ayudaron a llevarlo al cerro Chaltén. Ahora, todo lo que había creado era hermoso. El paisaje patagónico, con la diversidad desparramada en todo el entorno, podía hacerlo sentir orgulloso. Pero sabía que aún faltaba mucho trabajo. Por ejemplo, lograr acallar todas las quejas. Descendió justo cuando Piche, el armadillo, hacía oír su enojo:
— Caramba, otra vez el calor me cayó encima, con su temperatura casi me hizo hervir dentro de mi caparazón.
— Ah, sí, vos te quejás… ¿y nosotros que de golpe se congeló el lago y quedamos atrapados en la superficie? (se lamentó Thula, el hermoso cisne de cuello negro)
— Piche tiene razón, si yo supiera cuándo llega el calor, haría mi nido a la sombra y no al rayo del sol (aseguró Chingolo)
— Cierto (dijo Guanaco, que estaba acompañado por su hijito Chulengo), si yo supiera cuando llega el frío o el calor, podría pedirle a Elal que mi pelaje tuviese más o menos pelo, mezclado también con más o menos lana, se quejó.
— ¡Por eso el frío debe durar doce lunas! (gritó Choique, el ñandú, que como era muy mal llevado y arreglaba las discusiones con temibles picotazos, casi todos quedaron en silencio, menos Mara)
— Pero Choique… ¿estás loco? Nos condenarías a todos a la muerte. No habría ricos yuyitos que yo pudiera comer, tampoco conseguirías nada. Ni gusanitos. Y recuerda que las piedras solo las comés para ayudarte a hacer la digestión cuando andás mal de la panza.
El ñandú se puso como loco. Se enojó con Mara, no los dejaba hablar a los otros. Así que Elal llamó a todos los animales para ver si podían ponerse de acuerdo y hacer entrar en razón al ñandú. Llegaron Gato Montés, Huemul, Tuco-tucos, Zorrino, también Zorro y toda la familia alada, pariente de Chingolo. Y cada uno empezó a pedir: que hiciera frío, pero no tanto, que hubiera épocas que en la que todo floreciera, también períodos de más calor.
— ¡No, no y no! (gritó Choique con su temible vozarrón) ¡Doce lunas de frío! ¡No, no y no! Y no daba su brazo a torcer, el ñandú.
— Tres meses de frío, tres meses de poco frío, tres meses de flores y frutos, y tres meses de calor! (propuso Mara, desesperada)
Enceguecido de ira, Choique intentó alcanzar a Mara para darle tremendo picotazo, pero Guanaco le apuntó al ojo y le dio uno de sus temibles escupitajos. El guanaco era famoso por sus pavorosas escupidas. Y le dio tiempo a Mara para que saliera corriendo, tratando de escapar del ñandú, mientras iba gritando: "¡Tres meses frío, tres meses, tres meses!"
Ya la estaba alcanzando el ñandú, cada vez más cerca. Era muy rápido y estaba por atraparla. La mara se estaba jugando la vida. Y justo cuando el ñandú estiró su poderosa pata para aplastarla, Mara logró meter su cuerpo dentro de su cueva, pero la cola le quedó afuera, debajo de la robusta pata del ñandú, de sus tres dedos y fuertes uñas. Desesperada Mara tironeó y tironeó, tanta fuerza hizo, que su hermosa cola se desprendió de su cuerpo, pero ella gritó desde adentro: ¡Tres meses!
Elal ordenó:
— ¡Basta Choique! El coraje de Mara, muy pequeña en comparación a ti, merece un premio. Y ella tiene razón, con tres meses cada luna, todos ustedes tendrán el tiempo que más les gusta. Y así quedará, de ahora en más, ordenado el mundo. A los tres meses de otoño, le seguirán tres meses de invierno, luego tres de primavera y luego tres de verano.
¿Cuál llegó primero? ¿El invierno o el verano?
Pues no lo sé, los tehuelches se guardaron el secreto.
(Reelaboración de la leyenda Tehuelche)
EL LITORAL
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