UN TEXTO DESPROLIJO

OPINIÓN

Cada quién tiene su método de escritura. Por lo general, atravieso la semana con un consumo de noticias que me llevan a pensar si ése será el tema que encienda el motor de los dedos o no

Por Nicolás Lucca

Cada quién tiene su método de escritura. Por lo general, atravieso la semana con un consumo de noticias que me llevan a pensar si ése será el tema que encienda el motor de los dedos o no. Algunas veces no escribo sobre el asunto del momento porque no me genera nada que pueda aportar y que justifique la lectura de este texto y no la de cualquier otro. Y otras veces un tema se me pega en la cabeza y no consigo removerlo ni que otra noticia logre opacar su importancia.

También me pasa –y me pesa– que la política comunicacional del gobierno es cansadora. Ya lo expliqué en el texto anterior al mencionar la escuelita de Steve Bannon: “golpear, golpear y golpear tan seguido que ningún medio pueda abordar un tema en profundidad”. Y ahí estamos: de hacer correr la bola de otros candidatos para la Corte Suprema a meter dos jueces por decreto a tres días del inicio de las sesiones legislativas.

Llega un punto en el que agradezco profundamente no trabajar más de editor. Esa es la mitad llena del vaso. La otra mitad pide a gritos un día, al menos uno solo, sin quilombos.

Las contradicciones personales son una clave del ser humano. Por lo general, los países democráticos tienden a reducir sus contradicciones gracias al entramado legal que los constituyó, un andamiaje jurídico creado por personas que buscaron que las generaciones venideras, esas que nunca conocerían, tuvieran un freno antes de romper lo que a ellos les costó litros de sangre.

Un antiguo ministro de la Corte Suprema tuvo el nivel de sarcasmo suficiente para decir que, en nuestro país, la Constitución es un listado de sugerencias. Lo dijo en base a su experiencia de décadas de tener que resolver causas que nunca deberían haber llegado a su escritorio si los implicados se hubieran tomado la molestia de leer la Constitución y tomarla como una regla de acción.

Cuando una palabra pierde su significado, cualquier cosa puede reemplazar su contenido. Por ejemplo, el vocablo “bizarro” en la lengua española significó por siglos valentía extrema. Es una palabra derivada del italiano Bizza, que significa enojo. Sin embargo, Francia hizo de las suyas, los ingleses tomaron el vocablo con el sentido Francés y, con el paso de las décadas, la Real Academia Española tuvo que aceptar que Bizarro también significa raro. Lo hizo recién en 2021. Ahora, para los que hablamos español, tenemos una palabra que mete en la misma bolsa a la rareza y a la valentía. Todo un símbolo.

Años de boludeo nos dejaron vacías a casi todas nuestras palabras más sagradas. Soberanía se convirtió en que algo es del Estado. Un ataque a este objeto es un ataque al Estado y, por lo tanto, una traición a la Patria. Así es que llegamos a tener una soberanía satelital, en relación a la construcción de un satélite argentino. Cuando le llega el turno a la palabra “democracia”, todo se torna aún más confuso, porque la garantía de la democracia pasa por instituciones cuyos miembros no son elegibles por voto popular por una sencilla razón: deben trascender el vaivén del termómetro social.

Cristina Fernández es la heroína en el acto de resignificar palabras hasta dejarlas carentes de significado. La colonización total del Poder Judicial no era un atentado contra la República, sino la “democratización de la Justicia”. ¿Acaso proponía la elección directa de jueces? No, algo más difícil de comprender: la elección de los Consejeros de la Magistratura. También gustaba hablar de la democratización de los medios, algo que implicaba, lisa y llanamente, destruir al Grupo Clarín, al que acusó de monopólico luego de que Néstor Kirchner cometiera el acto de traición a la soberanía y la democracia popular de firmar un decreto en el que se autorizó la fusión entre Cablevisión y Multicanal.

Si vuelvo al concepto de soberanía, no puedo olvidar aquella vez en la que Cristina sostuvo que ésa ya no se da en el terreno de la conquista y dominio de territorios, sino en el campo de las ideas. O sea que las ideas contrarias a las suyas, eran de por sí un acto de traición.

Entre todas las contradicciones que caracterizaron históricamente a Cristina y su aparato, estuvo siempre presente la cuestión de los países amigos. De hecho, fue en el ámbito internacional en el que se desató uno de los desastres más perdurables del kirchnerismo: Irán.

Puede que tengamos un clavo de ocho centímetros inserto en la frente o puede que recordemos que Irán es una teocracia conservadora que tuvo y tiene en su gobierno a funcionarios que han cometido en nuestro país una masacre con un saldo de 85 muertos y más de 300 heridos. También puede ser que no comprendamos el significado de qué quiere decir tener un enemigo. No es un adversario, sino alguien que quiere hacerte daño de verdad. Irán nos hizo daño de verdad. Irán nunca pidió disculpas ni lo hará. Irán es un enemigo.

En 2014 Vladimir Putin hizo lo que llamó una gira latinoamericana, aunque sólo estuvo en tres países: se reunió con los hermanitos Castro en Cuba, cenó con Cristina Fernández en Buenos Aires y sonrió al lado de Dilma Rousseff en Brasilia. La foto de Cristina y Vladimiro con sus respectivas copas de champaña quedaron para la historia, tanto como los escasos reclamos al gobierno por abrazar al aliado namber uán de Irán, máximo financista y acreedor de la dictadura venezolana, aliado top de cualquier dictadura global y eso incluye a Corea del Norte y China.

También se le cuestionaba a Cristina por abrazarse a un líder que reprime a las minorías sexuales y a quien se le mueren todos los opositores.

Pero los tiempos cambiaron. El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, estuvo presente en la asunción de Javier Milei. El vínculo fue tan estrecho que, unos meses después, el gobierno argentino dio a entender la voluntad de enviar armamento para ser utilizado por Ucrania. En aquel entonces, mientras diplomáticamente la Argentina rechazaba formalmente la invitación a formar parte del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), el embajador ruso dijo que un acto de tal envergadura sería considerado como una acción hostil de parte de la Argentina. Para redondear, sugirió que el gobierno argentino se abstuviera para preservar las relaciones históricas entre nuestros países.

En junio de 2024, el ministro de Defensa argentino, Luis Petri, viajó a Ramstein, Alemania, para poner el gancho en la adhesión de la Argentina a la UDCG, siglas de Ukraine Defense Contact Group, el organismo extra Naciones Unidas que financia la defensa ucraniana. En aquella ocasión, Petri dijo en público –y creo que también tuiteó, que no tengo ganas de ir a buscar– que la Argentina siempre estará del lado de “una paz justa y la soberanía territorial”.

Ese mismo mes, Petri se encontró con Diana Mondino –todavía ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina– y con el Presidente Milei en Suiza. Allí participaron de la “Cumbre Global por la Paz en Ucrania”. Ratificaron junto a 54 países su apoyo a al país invadido por Putin. “Esto también muestra que la Argentina está del lado de los buenos y profundiza su alineamiento con Estados Unidos y la OTAN”, sostuvo el ministro de Defensa. La Argentina ya había enviado una veintena de misiones humanitarias con cientos de toneladas de alimentos y medicinas al gobierno ucraniano.

En septiembre de 2024, los Estados Unidos presididos por Biden desplegó todo su arsenal diplomático global para informar, prevenir y neutralizar todas las operaciones encubiertas que detectó de parte de Rusia contra los gobiernos que apoyan a Ucrania. En la Rosada recibieron información clasificada con las operaciones de Putin contra la gestión local. Fue cuando nos enteramos que Rusia Today (RT) funciona cómo organismo de pago para hablar bien de Rusia y mal de sus adversarios. Un poco se sintió como enterarnos que el agua moja, pero que lo diga el gobierno norteamericano fue un poco fuerte.

Para octubre del pasado año, la ciudad de Mendoza fue sede de la XVI Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas. Allí se firmó una declaración de repudio a la invasión rusa a Ucrania. Al tomar el micrófono para clausurar el evento, el ministro argentino celebró “el coraje de continuar levantando la voz en contra de la invasión perpetrada por Rusia contra Ucrania”.

Siempre a favor de centrar a la Argentina en un nuevo eje sobre el que se mueven “los países que defienden la libertad y los valores occidentales”, el gobierno de Milei ha ido tan a fondo que expulsó de su despacho a la responsable de nuestras relaciones exteriores, Diana Mondino, porque la Argentina votó a favor de levantar las sanciones a Cuba, lo que implicaba un giro tremendo en la tradicional postura diplomática de nuestro país respecto a lo que queda de la dictadura castrista.

Esta semana Diana Mondino se debe haber preguntado qué pasaría si todo el gobierno fuera tratado como la trataron a ella. La Argentina le hizo caso al embajador ruso y, por primera vez desde que Milei es Presidente, se abstuvo de condenar el accionar de la Madre Rusia. No votó en contra porque habría sido “muy fuerte” y, de este modo, puede “equilibrar las posturas”. Lo que se votaba era que Rusia retirase “de inmediato, por completo y sin condiciones, todas sus fuerzas militares” de Ucrania, además de reafirmar el “compromiso con la soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial”. No entiendo cuáles son las dos posturas que habría que equilibrar. ¿Dejar media invasión? ¿Tomar por la fuerza solo la mitad de los territorios?

Por suerte, el actual ministro de Relaciones Exteriores, Gerardo Werthein puso algo de luz: “nosotros abogamos por una resolución pacífica y diplomática para terminar con la guerra en Ucrania”. Creo que todos, pero no es lo que se votaba. “Cuando Estados Unidos presentó esto, Milei dijo que esta es una posibilidad única para apoyar un proceso de paz”. Sí, pero no es lo que se votaba. “Acá murieron cientos de miles de personas», agrego el Canciller, como si eso fuera motivo para darle el premio al invasor, pero aclaró que «el presidente privilegió que hay una lucecita para tener paz». Sobre el cambio de opinión, Werthein dijo que «no se cambió de opinión» y que «Europa tenía una resolución con mucha retórica del pasado pero sin ninguna propuesta para resolver y la Argentina va a estar siempre del lado en el que pueda ser partícipe de un proceso de paz”. Bello.

Ni sé por dónde comenzar. Si hay cientos de miles de muertos en la guerra, ¿de quién es la culpa? ¿Del invadido que se defiende? ¿Del invasor que cree que puede tomar lo que se le cante el ocote? ¿De Dios?

Y sí: cambiamos de posición y no hay con qué darle. Dimos un apoyo total a Ucrania con insumos y diplomacia, con expresiones públicas y firmas de documentos. Y lo hicimos bajo el amparo del “mundo libre” y “los valores occidentales”. No existe abstención posible ante el pedido de “retiro de tropas invasoras”. ¿Cómo te vas a abstener de eso? ¿Cómo vas a decir que no hubo un cambio de opinión, sino que el proyecto de Trump es mejor, cuando ese proyecto es violatorio de la soberanía de una Ucrania a la que ni le consultaron? Y si te parece mejor el proyecto de Trump ¿para qué abstenerse? Votá en contra del resto del mundo y listo. Pero no, la abstención fue un insulto a Ucrania y se justificó con argumentos que deberían haber llevado a un voto en contra. ¿Y para qué? ¿Para quedar bien con quién? ¿Con Trump? ¿Nos vendimos por unos dólares o para tener una foto con milanesas en la Casa Blanca?

Trump ha calificado de dictador a Zelensky, no así a Putin, que está a tres años de batir el récord de permanencia en el cargo de Stalin. Y todo porque en 2024 Zelensky no llamó a elecciones. Creo que a Trump se le pasó la condición climática de Ucrania para las elecciones, donde el servicio meteorológico informa la posibilidad de caída de lluvias moderadas, descenso de la temperatura y caída de misiles rusos en cualquier objetivo civil que pinte.

Las leyes marciales de Ucrania impiden las elecciones. No es una dictadura, es la ley. En el Reino Unido no hubo elecciones entre 1935 y 1945. ¿Vamos a llamar dictador a Winston Churchill? En El Salvador la Constitución impide la reelección presidencial, y ahí tenemos a Nayib Bukele en su segundo mandato, pero del lado de las ideas de la libertad y los valores occidentales.

El voto de Israel junto a Estados Unidos también duele. Zelensky debe haber sido el mandatario europeo que más apoyo público brindó a Israel tras el 7 de octubre de 2023. Pero nada se esperaba de Netanyahu y nada obtuvimos. Lo curioso es que, al hablar de este tema, nuevamente afloran sentimientos antisemitas en mis interlocutores a quienes hay que explicar que los judíos no son Netanyahu del mismo modo que los argentinos no somos nuestros presidentes ni dictadores, ni la posición que ellos asumen en ningún aspecto internacional, que acá nunca se llevó a cabo un plebiscito para consultar si queremos establecer alguna relación diplomática con nadie.

Y todo para que Trump se reúna con Zelensky, se maten en vivo y quede expreso delante de las cámaras que podría existir un acuerdo que deja parados como el orto a todos los que se alinearon con Estados Unidos. El anaranjado solo quiere guapear y le sale bien salvo cuando tiene sentado a un tipo que está vivo de milagro y preside un país invadido. Estados Unidos hace su juego por sus intereses y podemos esperar sentados a que Trump trate del mismo modo a Putin.

Ahora, ¿qué beneficio tenemos nosotros además de haber quedado como “ventajitas” internacionales? Nadie obligó a Milei a jurarle amor eterno a Zelensky. Nadie lo obliga a darle la espalda. Y no digan que es por préstamos, que no hace falta tanta pleitesía.

Pero luego veo la designación de jueces de la Corte y me pregunto qué podemos esperar en cualquier otro aspecto de un gobierno que no tiene el más mínimo interés de conservar algo de institucionalidad que permita aparentar ser normales. No alcanza con ser los campeones de la economía si nos comportamos como bola sin manija. Entre ser los mejores de los normales elegimos ser los frikis.

¿Qué entienden por democracia? El vox populi no alcanza, ningún país serio ha avanzado parado solamente sobre la voluntad popular, sino sobre puntos de equilibrio que evitan que la volátil opinión pública pueda atentar contra la subsistencia del mismo país. El Poder es limitado y siempre fue así, incluso en la era de las ciudades-estado con democracia directa. Hoy le llamamos república y es un equilibrio entre tres poderes que se controlan mutuamente. Existe una gran ventana de acción del Poder Ejecutivo, pero nunca es total. El Presidente no puede, por ejemplo, declararle la guerra a ningún país.

Uno trata de procesar una noticia, intenta comprender los motivos de sus protagonistas y, mientras recorro la bibliografía de Freud, Lacan, Jung, Wundt, Frankl y hasta Gardner, me pregunto qué cazzo pasa por la cabeza de alguien que cree que es una buena idea vivir de quilombo en quilombo solo para provocar.

¿No hay abogados penalistas en la Argentina? ¿Lijo es el único con algo de noción? Hay 278 cargos vacantes en el Poder Judicial de la Nación tan urgentes como los de la Corte. Comodoro Py funciona a media máquina por falta de jueces. ¿Qué hacen? Sacan a uno que no puede ser reemplazado porque el muy turro clavó una licencia sin goce de sueldo. Lijo va la Corte a probar suerte, ¿vio? Si no funca, puede volver a la changuita de sentarse en sobre las causas de su Juzgado Federal. Que se haya hecho el boludo con la investigación de CoinX cuando Milei era diputado, es detalle pintoresco: se hizo el boludo con cualquier causa.

Pero no, no voy a sacar de mi cabeza mi primera idea de la semana. Porque es grave, porque es jodida y porque estoy cansado de preocuparme siempre por lo que vendrá sin haber procesado lo que pasó. Pienso que no me preocupa que Lijo haya tapado Ucrania y la shitcoin sino qué me hará olvidarme de Lijo. Y es un espanto olvidarme de la gravedad anterior por la que nunca nadie, ni mamado hasta las patas, se le cae un pedido de disculpas. Pero ahí ves llegar a un cagatintas que, de tanto escuchar al líder decir “imbéciles”, “idiotas” y “débiles mentales” lo plasmó en una resolución. Total, de costumbres nacen las normas. Y todo en la misma semana que Ucrania y Lijo.

Estuve en Varsovia, lo cual ya es un tema profundo para quienes soñamos con gestas históricas y nos adentramos en el horror del pasado. Recorrí el ghetto de noche, en soledad, con indicaciones escritas. Vi lo que queda de paredones que, si pudieran hablar, mi salud mental haría que prefiera no escucharlos. Vi monumentos a la resistencia. Me sorprendí con cada casa antigua con una placa que reza “reconstruida”. No pude dormir en la habitación del Hotel Bristol porque supe que fue uno de los pocos edificios que sobrevivió a la orden de Hitler de “convertir Varsovia en un lago”. Y eso me llevó a preguntarme por qué zafó tremenda arquitectura: allí funcionó el generalato de la ocupación nazi. Después vino el largo invierno comunista. Andá a decirle a un polaco lo que es perder la libertad. Con gobierno populista hasta 2024 y con el actual, hay una política de Estado: Ucrania no es de Rusia.

Recorrí muestras callejeras de amor hacia los ucranianos, una obra al aire libre con dibujos infantiles de la guerra entremezclados los de los chicos polacos entre los años 1939-45 con los de los niños ucranianos en el presente. Para diferenciarlos había que leer al pie de cada uno y la sensación era estremecedora: fueran la generación de la Segunda Guerra o la actual, el terror de los niños se expresa con las mismas imágenes de bombas, muertos y temor.

Y esa fue la entrada. El menú principal llegó al día siguiente, cuando llegué al centro de refugiados ucranianos en Varsovia. Para que puedan dimensionar el tamaño, es como si todo el Mercado Central estuviera dedicado a darle alojamiento a personas que lo perdieron todo. Porque el que tenía un pariente en otro país, ya se había relocalizado. Allí eran familias enteras o personas que se quedaron sin nadie. Ancianos en sillas de ruedas, niños con la mirada perdida y sus padres en el frente de guerra, abrazados al único juguete que llevaron con ellos o a la mascota que nunca abandonarían. Terrores nocturnos, estrés postraumático en casi todos y, como si fuera un recreo, de vez en cuando alguna risa infantil.

Sobrevivientes del comunismo (ruso) de las hambrunas (rusas) de la ocupación (rusa) que recuperaron su libertad en gran medida gracias a los esfuerzos del presidente republicano de los Estados Unidos y al Papa. Y ahí estaban, sentados o acostados, algunos ya sin lágrimas, otros en llanto vivo. Me encontré allí de invitado por una misión humanitaria iniciada por la voluntad de un solo tipo, Enrique Piñeyro. Estuve cuando trasladaron a más de 200 personas hacia el aeropuerto. Subí al vuelo con ellos. Me emocioné cuando comenzaron a cantar. Me quedé de piedra al ver la cara de los niños que dejaban tras de sí toda esperanza cuando, tan solo unos meses antes, estaban en algún parque o en la escuela sin que ningún hijo de puta decidiera que sus casas ya no eran sus casas y que la identidad ucraniana no existía, que ellos no existían.

Nuestra comunidad inmediata, las redes sociales, se llenó de banderitas ucranianas en gran medida por el odio que nos genera una invasión. Y Putin. Ese, el amigo de Irán y del Brasil de Lula, de la Venezuela de Maduro. Ese Putin, el asesino de opositores, el eterno gobernante, el espía soviético devenido presidente eterno, el invasor que usa soldados norcoreanos. Ese Putin se roba a los niños del país invadido, por si no lo sabían mientras ven cómo nos acomodamos mejor. Por muchísimo menos que esta vergüenza nuestro gobierno echó a Diana Mondino.

No puedo entenderlo y no me entra en la cabeza que se acepte que un país puede invadir a otro y que esa acción tan solo merezca un “no opino” respaldado de “opino que es mejor que hagan esto”. Es el “es más complejo” de la política internacional.

Y todos hablamos de “un hecho lamentable”. Es el peor eufemismo periodístico. No es “lamentable” que un país con un mismo gobierno cambie de postura de esta manera. Se llama traición, puñalada, patada en el piso, voltereta, lo que quieran. Lamentar, se lamenta algo que teníamos y se perdió. Lamentar, lamenta Ucrania.

Hoy, para un grupo de personas que nos consideraban aliadas, somos los malos. No podemos prostituirnos tanto por el orgullo de pertenecer a los machos del condado. Y si creen que estar del lado de Estados Unidos es estar siempre del lado del bien, qué se yo. El 82% de los americanos creen que los ángeles son reales y más de la mitad de la población cree que el universo fue creado en seis días. A veces creo que la falta de conocimientos lleva a estos desenlaces: querer parecernos a un país creado y moldeado por las más brillantes mentes fundadoras, pero con la cultura popular y el conocimiento global de un analfabeto voluntario.

(Relato del PRESENTE)


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