HONORARIOS DEL ESCRITOR
OPINIÓN
¿Cuánto vale la labor de un autor?
The writer and his destiny", de Kiril Katsarov, galería Saatchi
Por Walter R. Quinteros
Nos dice el escritor rosarino Patricio Pron que un estudio realizado por Authors Guild en Estados Unidos asegura que los ingresos de los escritores disminuyeron un 42% en la última década. Las razones tienen que ver con la baja en las ventas y también con la competencia que llega de la mano de plataformas gratuitas de lectura.
El sitio Medium publicó una colección de ensayos en la que autores como Carmen Maria Machado, Elizabeth Strout y Andy Weir contaban con qué otros trabajos se habían mantenido a flote al momento de escribir algunos de sus libros. Unas semanas después, Alison Flood alertaba a los lectores en The Guardian respecto al hecho de que, de acuerdo con la Royal Society of Literature británica, solo el 5% de los autores de esa nacionalidad obtiene por su trabajo la cantidad que Virginia Woolf sostuvo en una ocasión que un escritor necesitaba para vivir: 50 dolares por día, 30.000 dólares anuales.
Penurias
En ese sentido Kerry Hudson admitía que unos años atrás había tenido que solicitar una ayuda extraordinaria del Royal Literary Fund para pagar el alquiler: "Vengo de la clase trabajadora, no tengo tarjeta de crédito, no tengo una familia a la que le pueda pedir prestado, no tengo red de contención", reconocía la escritora.
Honoré de Balzac tenía una escalera secreta en la parte posterior de su casa que utilizaba para escapar de los acreedores.
¿Y García Márquez para terminar sus Cien años de soledad?
Paul Verlaine a su editor: "Mándeme usted algo para evitar que me muera mucho de hambre".
Christian Dietrich Grabbe admitió: "Muchos han descrito mi trabajo como ‘genial’, pero yo sé que del genio solo tengo un rasgo: el hambre".
Karl Marx pasaba días sin abandonar su vivienda porque su esposa había tenido que empeñar su ropa para comprar comida.
François Rabelais en su testamento: "No tengo nada. Debo mucho. El resto se lo dejo a los pobres".
Johann Wolfgang von Goethe tomó sus asuntos económicos para no ser explotado.
Vicente Blasco Ibáñez, fue también su propio agente.
Rodolfo Fogwill: "En cuatro semanas voy a estar completa, totalmente muerto, si no me envía dinero", le avisó a su editor.
La larga lista también la integran: Joseph Roth, Heinrich Heine, Georg Trakl, Charles Baudelaire, Rainer Maria Rilke, Robert Musil, Fiódor Dostoyevski, Edgar Allan Poe, Anna Seghers, August Strindberg, José Donoso, Léon Bloy, César Vallejo y Robert Walser.
Busquemos los culpables
La responsabilidad de esto debemos —en mi modesta opinión—, repartirla entre todos los participantes en el negocio del libro, comenzando por las editoriales porque ante el importante retroceso en su facturación en los últimos años, estas han apostado, por los autores que poseen ciertas multiventas.
Sostengo que por aumentar el número de títulos publicados algunas editoriales hasta reducen su tirada. Todo cuesta y todos queremos ganar.
Ausencia de la prensa cultural. Y es porque hay un escaso nivel de pensamiento crítico, tirando a aburridos análisis académico que, para un público que solo le interesa leer y saber si eso es lo que buscaba, no le sirve.
Otro tema pasa porque las librerías no pueden exhibir esos análisis y el lector no llega a conocer el contexto. Debe haber estrategias de ventas.
El libro —casi siempre—, termina descuidado tanto por librerías como por los agentes literarios. Y resulta que la aparición de nuevos títulos lo van "tapando".
Los propios autores, que, para compensar la disminución de sus ingresos en concepto de derechos de autor, publican dos o tres libros al año, perdiendo calidad ya que cada libro, requiere un tiempo y un trabajo de investigación que no pueden ser llevados a cabo, más si tenemos en cuenta que el autor necesita dar clases y conferencias para llegar a fin de mes.
Quién esto escribe avisa: Cobro honorarios, y quiero un público ajeno al mundo literario para interactuar, para que participe, deje su impresión y llegado el caso, eutanasiarme si corresponde. Porque odio los aplausos por conveniencia.
La crítica literaria suele estar ausente. Y casi siempre ocurre en pueblos y pequeñas ciudades y, cuando está presente, se nota claramente que está escasamente capacitada y, en muchos casos, es indulgente con el autor. Por eso creo, que ciertos libros son desestimados por un público generalista que sigue consultando las muy dudosas listas de "los más vendidos" bajo el precepto erróneo de que algo es bueno si muchas personas lo han comprado antes.
Surge una pregunta: ¿Qué precio debemos pagar por los libros?
Alberto Manguel cuenta la siguiente historia: "Cuando cierto editor francés muy conocido oyó decir que Balzac era una joven promesa de las letras, decidió ofrecerle dos mil francos por la siguiente novela que escribiese. Así pues, buscó sus señas y descubrió que residía en un barrio parisiense venido a menos; en vista de que su presa no era un hombre acaudalado, decidió reducir la oferta a mil francos. Pero al llegar allí comprobó que Balzac vivía en el ático, así que decidió rebajar de nuevo la cantidad y ofrecerle solo quinientos francos. Por último, cuando llamó a la puerta y entró en la modesta vivienda, viendo que Balzac estaba tomando por toda comida un trozo de pan y un vaso de agua, el editor abrió los brazos de par en par y exclamó: ‘¡Señor Balzac, soy su más ferviente admirador y me gustaría ofrecerle por su próximo libro la bonita suma de doscientos francos!’".
Nos cuenta Susana Mitchell que Stefan Sweig escribió sobre un inmigrante judío de la Polonia rusa, con licencia de vendedor ambulante, pero no de libros, que era librero, pero sin librería y que un día pasa algo terrible que hace que nunca más nadie (ni él mismo) se acuerde de él ni de su curiosa existencia. Es decir, ¿el tipo pasa 30 años en un café de Viena, leyendo, atendiendo y aconsejando a miles de personas, algunos súper importantes, para la nada misma? "¿Para qué vivimos si el viento se lleva detrás de nuestros zapatos las últimas huellas de nuestro paso?" (Mendel, el de los libros) En fin.
Ocurre también que la publicación contínua de "poetas de la red", a la que los cazadores de la industria editorial recurren últimamente, en lo económico y cultural, nunca arrojarán los beneficios pretendidos. Solo tratarán de exhibir el ego de los mal llamados "embajadores", "cónsules", "maestros" y otros extraños títulos que exhiben en un dudoso diploma, algunos escritores por internet.
Siempre sugiero la tertulia literaria, supera a los cafés literarios cronometrados, donde solo se aplaude y se pide que pase el que sigue, y los que vamos a escuchar nos llevamos un enorme vacío, ¿quién puede recordar el primer poema mientras leen el séptimo? ¿Quién al cuarenta?
Ayer, los futuros músicos que egresarán en unos años del Conservatorio Luis Gianneo de Cruz del Eje, actuaron en el "Conser Show". Su público aplaudidor éramos los papás y abuelos. Parece que a nadie más le interesaba eso, nadie escribía que "estaban presentes los siguientes funcionarios y personalidades". Pero, ¿saben una cosa? Para esos niñitos de 8 y 9 años, los aplausos de sus seres queridos sonaba como música para sus oídos.
Ahora bien, ¿alguien por acá vive de lo que escribe?
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