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jueves, 28 de abril de 2016

ALEJANDRO MARECO: LA VIEJA CIUDAD DEL MIEDO


Entonces, la noche era una espesura intensa, a veces impenetrable. Las sombras abrumaban de misterio a una ciudad aún pueblerina, que no se atrevía a andar más allá de la luz del sol.



En aquellos días de finales del siglo 19, los cordobeses no tenían más que lámparas de sebo para alumbrarse en la intimidad, mientras que en las esquinas las farolas a gas de carburo de calcio apenas si alcanzaban un brillo en la penumbra y no iban más allá del Centro.

El siglo 20 también amaneció cubierto de sombras, y la gente no alcanzaba a guarecerse de los enigmas de las fuerzas insondables, de las presencias impalpables, de los misterios más profundos de la vida y de la muerte.

Y cuando las tinieblas comenzaban a derramarse sobre el caserío, las palpitaciones se escudaban detrás de los cerrojos y en el silencio se oía latir el pulso de la oscuridad. “Cada barrio, casa, calle y encrucijada tenían su duende, sus fantasmas, su luz mala, sus ruidos siniestros”, contaba La Voz del Interior el 1° de enero de 1926.

En ese marco tenebroso y al calor de tantas cosas inexplicables en las que se hundían los misterios de la vida cotidiana, se cocinaban los mitos del imaginario popular cordobés, antes de que la fe en el progreso y en la ciencia como fuente de explicación de las viejas incógnitas fuera dejando atrás un tiempo en el que no sólo se creía en lo que se veía.

El sitio más estremecido de sombras y de presencias extrañas era la Cañada, cuyo viejo calicanto, erigido en 1671 para contener las funestas inundaciones que traía el arroyo, separaba al Centro de la ciudad de un mundo arrabalero enigmático y temible.

“Lugar siniestro en donde nadie se atrevía a penetrar de noche. Era una barriada miserable, el principal foco de la mala vida cordobesa. Proxenetas, rameras y ladrones vivían en los ranchos sucios y desechos. Y se decía que a los osados que penetraban de noche en aquellas calles los asaltaban y robaban, asesinándolos con trinchetas de zapateros y con pedradas de honda”. Así describía en 1906 el escritor Manuel Gálvez al barrio El Abrojal, parte de lo que es hoy el barrio Güemes.

Los que siguen son algunos de aquellos portadores de sustos.

“La Pelada” de la Cañada. El más célebre de todos los fantasmas de la Córdoba en penumbras. Su comarca de sustos iba desde Pueblo Nuevo (hoy, parte de Güemes) hasta más o menos la intersección con la calle 27 de Abril. Según el escritor Azor Grimaut, en Duendes de Córdoba , una versión la describe con un bulto de baja estatura, vestida de luto con un manto que cubría su cabeza y ocultaba su rostro. “Se aparecía en las noches en el calicanto: menudita y con aspecto joven, surgía imprevistamente y acompañaba al transeúnte en su trayecto”. La mujer lloraba mientras seguía al caminante, por eso la señalaban como un “alma en pena”, es decir, un muerto que no había encontrado aún su lugar en el cielo.

Si se encontraba cerca de algunos de los faroles que iluminaban el cruce de San Juan y Belgrano, esta extraña aparición se quitaba el velo y ponía al descubierto su rostro cadavérico y cabeza rasurada, características que le dieron a la leyenda la condición de fantasma.

Se dice que sólo se aparecía ante hombres solos, sobre todo trasnochadores o calaveras, jugadores y gente de mala vida. Cuando los veía llegar cantaba un enigmático estribillo: “Quico llamalo a Perico; Caco, llamalo a Don Marcos”.

Era más bien un fantasma de invierno que de verano. Es que en la temporada del frío, cuando las campanas de la iglesia Santo Domingo daban las 8 de la noche, puertas y ventanas de los alrededores del calicanto se clausuraban. Al día siguiente, todavía con las tinieblas sin evaporarse, muchas mujeres iban a la misa del alba dando rodeos para no tropezarse con 
“la Pelada”, y siempre con un rezo en la boca.

Ni los policías a caballo se atrevían a incursionar en las sombras de la zona. A veces, los sábados se armaba algún grupo de hombres dispuestos a encontrar al fantasma y resolver el misterio. Hasta que un día ya no volvió a aparecer. Acaso fueron por las oraciones de las mujeres que pedían paz para su alma en pena y tranquilidad para la propia. O tal vez fue la luz, que vino a espantar los misterios.

La mujer del angelito. La avenida Roque Sáenz Peña, que conecta el barrio de Alta Córdoba con el Centro, alguna vez fue conocida como “la bajada del angelito muerto”. Es que muchos cocheros, conductores del tranvía a caballo y otros ocasionales transeúntes habían dado cuenta, con un especial estremecimiento en su relato, de una visión de espanto: una mujer que llevaba en sus brazos un pequeño féretro blanco sobre el que había un candelabro con velas encendidas. A ella, que vestía de luto, no se le veía la cara.

En aquellos días de finales del siglo 19 y aún comienzos del 20, los niños pequeños fallecidos eran tenidos como angelitos y sus velatorios eran toda una tradición festiva, celebratoria. Se dice que la visión dejó de presentarse cuando se instaló en las cercanías el R13 de Infantería, del cuerpo de artilleros del Ejército.

El farol. Según una memoria de La Voz del Interior de 1951, en algún momento fue tan popular como “la Pelada”, y su escenario era el mismo, la Cañada. Cuentan que iba por el aire a la altura de una persona, a veces por la orilla, otras, sobre el agua del arroyo, hasta el puente de la calle Deán Funes o hacia El Abrojal. “No hacía nada mientras no se lo provocara; mejor dicho, mientras no se lo llamara. Y un silbido era llamado y provocación”. Luego, identificaba al provocador y lo golpeaba.

El burro de los siete chicos. Quizá una de las apariciones más enigmáticas y extrañas de la Córdoba del miedo. Solía asomarse a la medianoche por el contrafrente del Colegio Santo Tomás, sobre Duarte Quirós. “No producía ningún ruido al caminar y los chicos parecían empalizados, ya que no se movían”, cuenta Grimaut. Al llegar a Bolívar, explotaba sin ruido y desaparecía junto con los chicos.

Los degolladitos. Eran dos niños que, dicen, aparecieron degollados en Catamarca y bulevar Guzmán. Nadie supo quiénes eran, y hubo quien los vio en noches sin luna buscando sus cabezas alumbrándose con velas. Hubo incluso misas especiales para espantar sus fantasmas, pero poco a poco se convirtieron en ánimas milagrosas y la gente encendía velas en el lugar donde aparecieron. Ya no se encenderían luego de que provocaran un incendio en el aserradero Camporini, pero la creencia seguiría un tiempo más.

Y más aún. Otros sustos poblaban la noche. El jinete en llamas: se presentaba en la bajada San Roque, hoy Julio Argentino Roca; anunciaba hechos sangrientos, “y no fallaba, porque, como salía los sábados, era seguro que los vecinos del hoy pueblo Güemes no iban a dejar pasar la noche sin darse algunas puñaladitas”, decía el diario el 5 de febrero de 1930. El Chancho Benedicto: asustaba en la Cañada y San Luis, donde había muerto trágicamente un carrero llamado Benedicto. El perro negro del Santo Tomás: salía de un cañaveral detrás del Colegio Santo Tomás, en Caseros y Duarte Quirós; era inmenso, tenía ojos fosforescentes y hacía extraños ruidos. La gallina gigante: tenía el tamaño de un caballo, y sus pollitos, el de terneros. Más que atacar parecía huir, pero su extraño tamaño y sonido vaya que estremecía, según los relatos.

Eran otras maneras de vivir en la ciudad, con las fronteras de los misterios de la naturaleza acorralando un trazado urbano mucho más breve. Después, la luz y la ciencia espantaron a muchos fantasmas y a los viejos miedos que habían perdurado durante siglos. Andando el siglo 20, otros serían los miedos que vendrían.


Alejandro Mareco
Córdoba, Argentina.
Periodista, escritor
Fuente: www.lavoz.com.ar

ENRIQUE MARISCAL: HISTORIAS BREVES

Muchas veces conviene mirar a la Tierra como un astrónomo y no como un geógrafo. Para el astrónomo todo el planeta es un punto, para el geógrafo se trata de una enorme extensión.



Dos damas de la corte habían entrado en disputas y se habían llenado de desvergüenzas. Llamaron al duque de Roquelaure, gran mediador, para que pacifique los ánimos.
El duque preguntó:
        -"¿Se han dicho feas?"
        -"No señor"
        -"Entonces, no hay problema alguno, yo me encargo de la reconciliación." 



En una tertulia de vecinos, una señora sostenía que la mujer era mucho más perfecta que el hombre, porque al ser la última obra, Dios había reunido en ella todas las excelencias que faltaban.
       -"No es del todo así, querida vecina, -respondió sonriendo un viejo sacerdote-. Dios es un gran arquitecto y después de concluir un hermoso edificio, lo completó en la cúspide, con la veleta."



El tesorero de un famoso Banco visitó al médico con una pierna totalmente llagada y sin queja alguna.
El médico al examinarlo le preguntó cómo había podido soportar semejante dolor, en silencio, sin ningún lamento.
El buen hombre respondió:
       -"Sabe lo que ocurre doctor, en mi trabajo todos los días me la paso diciéndole a la gente que pide crédito. No hay, no hay. Si llegase a gritar ¡Ay!, ¡Ay! Se agolpa una multitud de pedigüeños y me aplasta." 



Comenta Quevedo que en una oportunidad queriendo salvarse de un inoportuno, que, sin conocerlo, le enviaba cartas y más cartas de salutación, le respondió:
"Caballero, me he muerto, no podré contestaros más."
Esto no amedrentó al pesado amigo. Al correo siguiente recibió una tanda de cartas similares cuyos sobres decían:
"A Quevedo, en el otro mundo."



En Irlanda existió una piedra colocada a la orilla de un río, en la cual se había escrito esta advertencia:
"Cuidado, cuando el agua llegue a cubrir esta piedra, es sumamente peligroso vadear el río. No cruce."



En cierta ocasión, un inspector de caminos del condado de Kent, hizo colocar un pilar con esta inscripción: 
"Esta senda conduce a Jeversham; pero si no podéis leer lo que está aquí escrito, haréis mejor en seguir por la carretera."



Se comenta que Alejandro Magno se enteró que uno de sus soldados había tomado su nombre. Lo llamó y le dijo:
       -"Así que quieres llevar mi nombre, consiento en ello. Pero recuerda siempre en los combates que te llamas Alejandro."



En la escuela de enfermería, el profesor tomó un examen de sorpresa. 
Leí la última pregunta, decía:
"¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia esta sección?"
Al entregar el cuestionario, alguien preguntó si la última pregunta contaría para la nota del examen.
"Absolutamente -dijo el docente-, en su trabajo, ustedes conocerán muchas personas. Todas importantes. Merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y digan ¡Hola! conozcan su nombre. Se llama Ana."



Un vendedor terminó su primer día de trabajo en un negocio de artículos varios. Su jefe le preguntó cómo le había ido, a lo que respondió:
       -"Muy bien, hice una sola venta."
       - "¿Cómo? ¿Una sola? ¡Pero si el promedio de ventas es de 40 por día!"
       - "Si, pero fue de 300.000 dólares..."
       -"¿300.000 dólares? ¿Pero que ha vendido?"
       -"Bueno mire, resulta que primero le vendí a un cliente un anzuelo chiquito, uno más grande y uno de esos todo colorido... Pero le dije que tan buenos anzuelos merecen una caña superior... Así que compró una de grafito con un riel frontal. También adquirió la carnada, y como todo eso no lo iba a llevar en la mano, se llevó una hermosa valija para los artículos de pesca. Como el día estaba medio nublado le dije que no se descuidara de la lluvia, por lo que el hombre compró un par de botas, una campera para la lluvia y todo un conjunto impermeable. Nos pusimos a hablar y tampoco tenía linterna, ni radio, por lo que también se llevó eso... Le pregunté dónde pescaba y me dijo que le gustaba la pesca de mar y le ofrecí el bote con motor fuera de borda, que también compró. Cuando se iba me dijo que el bote le iba a rayar el auto. Entonces le ofrecí una Land Rover 4x4 que está en promoción y le encantó. Como iba a estar en el bote y el auto quedaba en el puerto, le instalamos un equipo de seguridad de última generación, y como la pesca era mar adentro, también decidió llevar unas cuantas redes.."
El jefe, entre atormentado y sorprendido, preguntó:
       -"¿Y todo eso se lo vendió porque necesitaba un par de anzuelos?"
       -"¿Anzuelos? No. El tipo vino a comprar toallas femeninas y entonces le dije que ya que se te arruinó el fin de semana... ¿Porqué no te vas a pescar?"


Enrique Mariscal

(Argentina)

Enrique Mariscal es Profesor de Filosofía; Licenciado en Psicología y en Ciencias de la Educación, egresado de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Especialista en planeamiento de recursos humanos, Ilpes-Cepal-Unesco (Naciones Unidas) seleccionado en Concurso Nacional por el Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina.
Escritor de numerosas obras de amplia difusión. Por su libro María Montessori participó en el Congreso Internacional de educación, realizado en Roma en 1970, en conmemoración de los 100 años del nacimiento de la insigne educadora Italiana.
Fue Coordinador del departamento de Docencia e Investigación y Jefe del servicio de comunicaciones del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Ha desarrollado una intensa actividad docente en todos los niveles de la enseñanza, desde maestro rural en zona muy desfavorable, profesor del Colegio Nacional Buenos Aires, académico titular y asesor en numerosas universidades.
Desde 1972 estímuló al perfeccionamiento docente y la resolución creativa de conflictos a través de la mediación en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde actualmente es Director del Seminario Permanente: "Volviendo a pensar sobre el enseñar y el aprender".
Como Consultor de la OMS ha dirigido numerosos seminarios de perfeccionamiento en toda América.
Texto extraído del libro: "Cuentos para regalar a personas sensibles" (Serendipidad) Junio 2000. - Fuente: www.enriquemariscal.com.ar





AMEDEO MODIGLIANI: PINTURAS


Nu assis un divan (La belle Romaine) 1919
Desnudos recostados 1917

"Cuando conozca tu alma pintaré tus ojos" Modigliani a Jeanne Hebuterne

Los ojos de Jeanne Hebuterne



Amedeo Modigliani 
Amedeo Clemente Modigliani (Livorno; 12 de julio de 1884 - París; 24 de enero de 1920) fue un pintor y escultor italiano, perteneciente a la denominada Escuela de París.
Fuente: Creatibea en www.vinividivinvi.com - wikipedia

PEDRO ANTONIO ARAYA: POEMAS

ARRULLASTE ENTERO EL FIRMAMENTO

Ciego del sello dulce en las bocas
deshielando recién su corpiño entrelazado
par
                   ciegos y par
estallido fuimos a ser entre las sábanas
saliendo algo pasó temblando su bruma su huidizo
sexo por nosotros
y llegamos al mar al final del mar
de fulgir el cuero aleccionado contra el mundo
silenciotendidos
creímos ver una gran lágrima que nos tragaba
por pródigos y dimos en acuerdo el nos
porque entonces ya no seguíamos a nada ni a nadie
queríamos devueltas las preguntas
y aquello era pura pasión
puro aún
honrados decidimos descorchar las pocas botellas
que trajimos para beber
por la suerte de los diluvios y las de historias
que se escucharían hasta entrada la noche en los boliches
del sur y hasta nos dijimos diluvio un poco (había querido orinar
sobre los fascinantes monumentos
lejos crujían otros días te dije quizás más hermosamente
-cambiémonos- agarramos maletas y todo) en eso acordándonos
del tú y yo sacando el caído mármol de las faldas
de los cafés de Berlín y sus hermosas y tristes mujeres
amados vencidos dimos a la ganancia dos orquídeas
y todo parecía ser como en la niñez armados de
juego y orquídeas         para los muertos juego y rosas
para los enamorados    risas sin risas    y mirar el cielo por pastos
y tú agarraste el chal que tu abuela te había tejido
aún en el regazo arrullaste entero      el firmamento era un canto
encendido lo arrullaste entre los senos llegando casi a las aguas
                                                         destapados de blancos
y lo soltaste para que volara     y como la vida repitiéndonos
el morir       la belleza y su resurrección        fuimos
por otro diafragma a morir
                                         dormir tal entonces vez soñar
largo viendo en ello creí decirte algo así como la alegría.

(para Ina Jennerjahn)


COMO UNA ORACIÓN EL ALBA

esta como agua vertical, este filo de piedra pura
a bolsillos llenos; un golpe de tu dedo sobre
las sombras de los libres, el trágico desvelo allá
abajo en la hora bella en que fui otro.
este instante a tus dolores y tus amores descarnados,
tus pasos de alma a alma.
el aire y el mundo no buscados.
la vida más terrible y hermosa, la primera aventura
dónde se lanzan las noches, los jadeos de
sufrimiento y placer -detrás de las fachadas
de los palacios-, y los pálidos destellos de los
ojos.

cuando todo quede reducido a una estrella,
a una única estrella mendiga
tibia y viviente con un día dentro
la transfiguración agazapada    profunda     ardiente
sobre las silenciosas tejas
el torbellino de las formas    los labios
el reposo sobre el lecho o sobre el prado
la viga maestra     los muros
investiremos las ciudades      las nuestras

sólo el mar y el fuego mezclados
emergiéndonos uno a uno los velos

de Arcosanto

Pedro Antonio Araya 
Nació en Valdivia, Chile, en 1969. 
Estudios de Ingeniería Civil Electrónica en la Universidad Técnica Federico Santa María, de Valparaíso. Participó en el taller literario de dicha universidad y en el taller de poesía de la Corporación Cultural de Valdivia/ SECH. De esa formación es resultado lapublicación Palabra inaugural (Barba de Palo, Valdivia, 1991). Ese mismo año obtiene el Premio Gabriela Mistral, que otorga la Ilustre Municipalidad de Santiago. En 1992 publica el libro de poemas Arcosanto (Barba de Palo). Entre 1994 y 1996 vivió en Berlín. Cuenta con un libro inédito, titulado Ícaro pernocto. 
Fuente:www.uchile.cl

AMANDO GARCÍA NUÑO: LA MUJER DE LOT COGIENDO UN TAXI


Vi a la mujer de Lot parar un taxi,
sentarse con alivio,
remover su tristeza y murmurar
las sílabas melladas de un destino,
parecía una simple
turista con su mapa en el recuerdo,
tenía gafas de sol,
el cuello dislocado,
y la amargura
de quien sabe perdido el paraíso
sin descifrar el mal
que esconde un simple escorzo de nostalgia.

La vi alejarse, el coche
se fundió en una esquina, con su imagen
exiliada sobre el poliuretano
del asiento trasero,
esa mirada, siempre esa mirada
de futuro en sazón, esa mirada
donde reconocer
cada una de las calles, todos esos
rincones luminosos
que aún guardaba en la memoria insomne
de un ayer sin sal ni condenados.

Giró el taxi al final de la avenida,
perdí entonces el rastro
de la mujer que un día tuvo nombre
(Edith, o acaso el nuestro)
y movía con gracia su cintura
antes de aquella rigidez severa,
esa mujer que siempre

quiso mirar,
quiso mirar
y ver…

Nunca más supe de ella, aunque imagino
su figura furtiva
presa en el arrabal de una certeza,
ahora que Lot no estaba, y la ceniza
cubría de silencio
todos los callejones de esta vida
-tan parecida a aquella, y tan distinta-,
ahora que Lot no estaba,
ella intuía
la crueldad extrema de ese dios:
restituir sus ojos
para grabar en ellos la sentencia,
hacerla otra vez tierra,
devolverle la sangre y los recuerdos
cuando a su alrededor todo era estatua. 

(Premio Certamen Poeta de Cabra. Madrid, octubre 2015)

Amando García Nuño
Poeta, escritor
Madrid, España

Madrid, 1955. Segoviano de trece generaciones. Licenciado en Ciencias de la Información (Periodismo). Estudios Ciencias Químicas Colaborador en medios radiofónicos y publicaciones literarias. Más de un centenar de premios en certámenes de prosa y verso. Tres libros publicados. Incluido en Antología de Poetas del siglo XXI, de Fernando Sabido.
Fuente: parecequevuelvotarde.blogspot.com
Foto: escritorescantabros.com

ANA INÉS BONNIN ARMSTRONG: POEMAS


Te busco y no te encuentro

Te busco y no te encuentro. ¿Dónde moras?
¿Lates sin realidad? ¿Eres un mito,
una ilusión, un ansia de infinito?
Y si amaneces, ¿dónde tus auroras?

¿En qué tiempo sin tiempo van tus horas
desgranándose plenas? ¿Nunca el grito
humano dolor quiebra el bendito
silencio que te envuelve? ¿Nos ignoras?

Partículas de ti fueron llegando;
mi mar inquieto se convierte en río;
hay trinos en el aire, canta el viento.

Canta la vida toda. Por fin siento
que estés, pero, dime, dime: ¿cuándo
puedo saberte para siempre mío?




¡Si yo no pido tanto!

¡Si yo no pido tanto!
Amor es lo que pido.
Briznas de amor para esta sed del mundo,
tan grande y tan sumisa.
Un diminuto amor, pero constante,
que dé su mano al que su mano tienda,
que limpie las miradas y los ojos
llene de dulcedumbre.
Algo de amor en esos corazones
que no aman a los niños,
que son capaces de cegar a un pájaro,
de aplastar las hormigas.
Algo de amor; apenas un murmullo
de amor en cada pecho de criatura
hacia todos los seres,
hacia todas las cosas.

¡Si yo no pido tanto!
Briznas de amor para esta sed del mundo.


No me dejes, amor, en la añoranza...

No me dejes, amor, en la añoranza.
Dame, por fin, seguro y alto vuelo.
Desarráigame, fíjame. Recelo
que aquí no lograré paz ni bonanza.

Mi sed inextinguible se abalanza
y busca un ancho río, paralelo
de un mísero y exhausto riachuelo.
¡Amor! Sacia mi sed; dame pujanza

para volcarte en molde sin orillas.
¿Por qué, por qué te ciñes y encastillas
cuando posees fuerza de coloso?

Quisiera derramar esta ternura,
que rebasa mi pecho, en la mesura
de un pecho inmensamente generoso.


¡Oh buen amor!

¡Oh, ternura divina siempre en llamas!
¡Oh buen amor, paciente, generoso!
Llegas a mí, brindándome reposo;
no me impones tu afán, porque me amas.

¡Oh ternura divina! De tus ramas
presiento el florecer maravilloso.
Tú quieres que yo sea fruto hermoso,
cosecha de tu huerto. Me reclamas.

Escucho conmovida la voz tuya.
Me llega triste; no le doy consuelo;
rechazo su dolor y su agonía.

Perdóname, Señor. Cuando destruya
las ansias que me clavan en el suelo,
entonces iré a Ti sin rebeldía.



Ana Inés Bonnin Armstrong


Poeta puertorriqueña nacida en Ponce en 1902, hija de padre español y madre puertorriqueña de ascendencia escocesa. Desde muy pequeña fue llevada a Mallorca y posteriormente a Barcelona, donde cultivó intensamente la música y la pintura, pudiendo decirse que llegó a la poesía escalando esos peldaños para constituirse en una feliz cantadora del milagro de la vida 

y del amor. Cultivó también el teatro y el ensayo, habiendo sido destacada varias veces por el Instituto de Artes Teatrales de Puerto Rico.
Entre sus obras merecen destacarse: «Fuga» en 1948, «Poema de las tres voces» en 1949, «Luz de blanco» en 1952, «La calle», inédito y «Compañeros de ruta».
Obtuvo los premios «Juan Alcover» en 1963 y el «Ciudad de Palma» editado por el Ayuntamiento de Mallorca. Fuente: http://amediavoz.com - Foto: poeticous.com

RENÉ CABELL: MÚSICA


"Franqueza"
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"Tu me acostumbraste"
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René Cabell, Llamado El Tenor de Las Antillas, nació en Alquízar, Cuba el 3 de Septiembre de 1914, está considerado uno de los más grandes intérpretes del bolero en Cuba.

En una exitosa carrera que comenzó en los años treinta y continuó hasta principios de los sesenta. Fue el intérprete predilecto de los más grandes compositores de la época, como Ernesto Lecuona, Rafael Hernández, Osvaldo Farrés y René Touzet, quienes, en ocasiones, lo elegían para estrenar sus composiciones. Cautivó a los públicos de Nueva York y Latinoamérica, donde realizó numerosas giras.
En julio de 1961 salió definitivamente de Cuba y se instaló en Miami, donde hizo frecuentes apariciones en centros nocturnos, como La Rumba y Miami Gable Club. En 1964 viajó contratado a Colombia y allí se convirtió en el regente artístico del Hotel Tequendama. Luego de la muerte de su amigo Miguelito Valdés en plena actuación, Cabel dejó de cantar en público.
El 4 de abril de 1998 falleció en Santa Fe de Bogotá retirado del mundo artístico.
Fuente: VintageMusic.es

Aquel cantante que entraba directo al despacho presidencial del mandatario de su tiempo, pues era amigo personal de Carlos Pío Socarrás, en su muerte ocurrida el 3 de abril en Bogotá, prácticamente ha sido ignorado. Ese es el contraste de la fama escurridiza y efímera de los artistas que no mueren encima de la tarima de espectáculos.

De Cabezas a Cabell Nació René José de Jesús Cabezas Rodríguez el 9 de marzo de 1914 en Alquizar la misma tierra del compositor Luis Marquetti. De niño lo llevó su familia a La Habana, donde empezó a destacarse en el canto. El profesor que le perfeccionó la voz de tenor dramático fue Arturo Gobbi, quien se había quedado en Cuba, después de dejar la dirección de los coros que acompañaron a Enrico Carusso en su visita en 1919.

Después de dos o tres intentos con la ópera se concentró en los boleros y las canciones, decisión de la cual nunca se arrepintió. Lecuona fue de sus primeros descubridores y triunfó con él en el Teatro Nacional al quedar incorporado al elenco por su interpretación Yo quiero que tú sepas.

Radio e imagen René Cabell fue uno de los artistas más solicitados de la radio desde 1933 cuando cantó en Radio Salas y en la CMBD, de Gaspar Pumarejo. Al piano le acompañaron los mejores: René Touzet, Juan Bruno Tarraza, Julio Gutiérrez y Orlando de la Rosa, que era el que más le agradaba, pues incluso le ayudaba con algunas letras. Con orquestas también tuvo el respaldo de las más destacadas: Los Hermanos Castro, Los Hermanos Palau, La Casino de la Playa, la de Alberto Brito y la que dirigía el brillante maestro González Mantici. Además grabó con La Habana Casino, La Riverside y fue el cantante principal de la orquesta de Julio Gutiérrez, a quien le grabó su bolero "Inolvidable."

Con solo 23 años de edad ya andaba por México, donde grabó para discos Peerless. En ese país impresionó a Rafael Hernández, quien después vino a grabarle a Cuba 40 registros, casi todas composiciones del maestro boricua y de las cuales alcanzaron resonancia: Despecho (Odiame), Lejos de ti y Pobre gitana.

En Colombia El arte llevó al tenor a viajar constantemente a Brasil, Argentina, Chile, Venezuela y Puerto Rico, donde alternó con el gran cantante nacional Carlos Julio Ramírez. Invitado a Colombia por la cadena Kresto, actuó en las principales ciudades del país. En Medellín convenció a Willian Gil para que contratara a Benny Moré en el año de 1955, en cambio de la Sonora Matancera, que era el plan inicial del empresario de la Voz de Antioquia. Por esos tiempos Cabell ya había cantado en la NBC y en Cuba le otorgaron un programa de televisión Cita con René Cabell , por el cual pasaron entre otros: Cantinflas, Arturo de Córdoba, María Félix, Pedro Vargas, don Agustín, y los más apreciados artistas nacionales.

Aunque se exilió en 1961, nunca fue sectario. Regresó a Cuba a contratar artistas Tropicana, Tata Gines, Bobby Carcassés, etc. o para visitar a su hermana enferma, y se sorprendió de la buena calidad y sin costos alguno, de la delicada operación que le fue practicada.

Radicado en Colombia a partir de 1964, cantaba ocasionalmente, fue empresario artístico y comercializador internacional de café colombiano.

Poco después de cumplir los 84 años, el 9 de marzo, sucumbió a un prolongado proceso diabético que le cortó la vida el día viernes 3 de abril de 1998. Honor a quien bien lo merece y que perdure su obra.
Fuentes: Mariano Candela-César Pagano, entrevistas con René Cabell enero 1986, Bogotá. - eltiempo.com

viernes, 22 de abril de 2016

A.E. QUINTERO: EN ESTE POEMA

En este poema
no podríamos sentarnos,
ni tu ni yo
podríamos poner dos platos y dos vasos
y usarlo de mesa.

En otro poema
tampoco podríamos diseccionar  un cable de luz
y conectar una lámpara.

Los poemas no sirven para moler carne,
ni para dorar el pan
o a secar la ropa.

Son demasiados duros
para abrirles un puente
o un túnel
y llevar el mundo hacia el otro lado.

Un poema no te cura las molestias de la tos
como lo hace la aspirina, ni te quita las caries.

Nadie le regalaría a nadie
un poema de compromiso en lugar de un anillo.
Ni la familia de ella lo aceptaría.

No puedes empeñarlo
ni puedes dárselo a mordisquear a un niño.

Un poema
nunca te enseñará a cambiar pañales,
ni a destapar la cañería.

En realidad
no puedes hacer nada con un poema.
A veces ni publicarlo.
Muchas veces.
Ni siquiera divierte
un poema,
ni emociona.

Lo único que puedes encontrar
detrás de un poema
es a un hombre inútil,
a una mujer ordinaria.

El tipo de personas
que muchas veces
no saben siquiera revisar un motor
o cambiar una llanta.

Pero eso si
con una tremenda autoestima.

A.E.Quintero
Alfredo Espinosa Quintero, Nació en Culiacán, Sinaloa en 1969 y radica en el Distrito Federal. Es Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió el doctorado en Teoría de la Literatura en la Universidad Autónoma Metropolitana. En 1996 ganó el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa por el poemario Los postigos del verano.
En el año 2011 obtuvo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes con el Poemario Cuenta regresiva. Su libro La telenovela de las cuatro no se detendrá porque alguien logró matarse fue seleccionado como mejor libro de poesía del 2014 en La Feria del Libro Independiente de la AEMI.
Poema extraído del libro La telenovela de las cuatro no se detendrá porque alguien logro matarse - Ediciones Simiente - Colección Simonía,3 -  2014

IBARRECHEA: ÑA LOISA (Doña Eloísa)

                                                                            
Al agua del lavatorio donde se lavó la cara y las manos la arrojó al piso de tierra, cerca de las plantas, luego se cubrió el cabello con el pañuelo, se persignó y empezó a preparar la masa para hacer el pan. Siempre tenía la precaución de dejar un tronco grande en llamas para que al amanecer siguiente quedaran algunas brasas y más otras leñas nuevas que agregaba tenía siempre el horno caliente, y algo de agua hirviendo. La señora Eloísa, que tomó mate cocido, sentada en una vieja silla de mimbre, mirando a las gallinas que picoteaban migajas y maíz, debajo de los parrales y las moras, sabía que debía tener el pan calentito para cuando llegue el tren, más los diez chorizos salames que le alcanzó su hermano Ernesto y los quesos cortados en porciones de cuarto de kilo que entraban en una sola canasta. Siempre hacía lo mismo. 

Ella era una mujer que pensaba que ya estaba vieja para eso de andar ofreciendo mercadería por el andén de la estación. Recordaba que la semana anterior le había dado un dolor punzante cerca de la cintura y que todo el domingo a la tarde estuvo acostada sola, mirando por la ventana como el viento norte sacudía a los álamos, hasta que llegó su vecina, la Juana Arce, a preguntar que, qué es lo que le pasaba porque -le decía- no la había visto en todo el día, aunque sabe que a eso de las doce se va para la estación de trenes a vender el pan, "pero amiga y vecina ñá loisa, usted siempre anda dando vueltas por el patio y como no la vi me inquieté y me dije que seguramente algo malo le pasaba, o que a lo mejor se enteró de lo que dice la gente que dicen sobre su hija." 

Eloísa espiaba impaciente hacia adentro de su casa humilde. 
Desde el patio miraba un largo pasillo con cuatro puertas, las dos primeras eran de los dormitorios, el de la izquierda el que ocupaba ella, sola desde su viudez porque al bruto de su marido el Remigio Mamani se le dio por hacerse soldado primero, y revolucionario después, en las filas del Comandante Penerguido allá en Peremerimbé, hasta que nadie sabe cómo el bueno del comandante murió adentro de un gallinero, y que después su marido el Remigio, fue haciéndose guerrillero junto al doctor Teófilo Cabanillas y que cayó muerto en la batalla de Naranjillos matado por dos milicos locos, según le contaron y que ella recordaba que una tal Marcela da Silva, una negra linda de dientes bien blancos, y otros tipos le alcanzaron el reloj de su marido el Remigio. "Es lejos para llevarle flores." Recordaba haberles dicho en aquella ocasión, y también recordaba que se llevó el reloj a la oreja para saber si todavía tenía cuerda y que no sabía qué hacer con él. 
Le dijeron que cuando uno muere, el reloj también deja de funcionar -mire "Ñá Loisa" murió en combate con los milicos a las nueve y cuarenta y dos-.
La puerta de su derecha era de la pieza de su única hija, la Clementina Pura Mamani, que siempre llegaba tarde en las madrugadas porque tenía su parada en la estación de venta de combustibles y que allí probaba suerte con eso de vender su cuerpo a los camioneros o a la guardia nacional o a quién tenga dinero que siempre viene bien. Para eso la "Cleme" no usaba ropa interior y se ajustaba bien los vestidos sin mangas. 
Las otras dos puertas que se veían más allá eran dos grandes salas comedores, porque en la época en que venían los hombres grises a hacer el dique que cubrió con sus aguas a Peremerimbé, ella les daba de comer por módicos precios un plato de guiso abundante, el de la izquierda era para los obreros, el de la derecha para los capataces, allí las mesas tenían mantel de tela de algodón. y por pocas monedas más les vendía carne asada.

Eloísa lavó la taza enlozada, con restos de la infusión, y arrojó el agua al piso de tierra. Empezó a amasar para hacer el pan que debía vender a la llegada del tren. 
Clementina se levantó y pasó para el baño sin saludarla. 
Ella la siguió y le dijo que hacía dos semanas que no dejaba plata para los gastos de la casa, que eso de andar de puta ella lo había aceptado porque pudieron hacer arreglos en la casa y que instalaron el tanque de agua sobre el techo y que también se conectaron a la caja de los fusibles comunitarios de la electricidad de la Compañía de energía, pero que ella, su hija, debía recordar que ella, su madre, no necesitó eso de andar acostándose con otros hombres en su triste viudez, para vestirla y darle de comer y mandarla a la escuela. 

Clementina le puso pasador a la puerta del baño. 
Eloísa levantó la voz. 

Ya ni siquiera eres una buena puta -le gritaba- porque vino la Juana Arce a decirme que dicen y dicen todos en toda la ciudad, que lo único que haces es encamarte con ése vendedor de terrenos el tal Cipriano Tavares, que no te deja ni un peso y que te pone de rodillas abajo de la mesa mientras él juega a los naipes con otros tipos. ¡Qué clase de puta eres!  -Eloísa golpea con sus puños la puerta del baño que tiene pasador-. 
Y hasta dicen todos que parece que fue uno de los milicos que mató a tu padre en Naranjillos ¡Magrinha de mierda! Y que te ven hacer las cochinadas porque a él le gusta dormir con la ventana abierta, y que ya te dijeron que nunca más nadie te va a dar un peso por tus favores cuando él se vaya y que ya hay otras mujeres que ocuparon tu lugar -está agitada ñá loisa, toma aire y sigue gritando con fuerzas-. ¡Con la falta de putas que hay en estos tiempos de gobiernos conservadores hijos de una..! 

Eloísa maldice pero se apresta a poner el pan en el horno y luego sigue protestando. 
Yo voy y vengo con la canasta de aquí a la estación, de la estación de trenes para aquí, y la señorita Cleme, -hace un gesto cómico- "Ahí va la Cleme, hola Cleme, tás linda Cleme" puta de mierda. Ves que tu madre se está matando haciendo pan y ni siquiera en dos semanas ayudas con dinero, por estar "enamorada", dicen que la "Cleme tá namorando, ñá loisa." 

Eloísa vuelve a pegarle a la puerta del baño que da hacia la galería, después de la cocina. 
¡Salí de ahí y deja de pintarrajear tu cara! Y si no te gusta, mándate a mudar de aquí. ¡Déjame sola, que yo me las arreglaré sin las habladurías de toda la gentuza de este Imbuté de mierda! 

Hay un silencio inquieto en el patio. 
Eloísa cierra la tapa del horno. 
Clementina abre la puerta del baño. 
Clementina pasa para su habitación. 
El perro de la casa se acerca y mueve la cola mirando a la mujer. 
Clementina sale con un bolso con ropas y va hasta la puerta, desde allá le grita: 
- ¡Vas a ser abuela vieja loca, vas a ser abuela! 
Eloísa se sienta abatida en la silla de mimbre, un temblor de angustia le recorre el cuerpo envejecido, que ahora el sol ilumina furioso. 
A lo lejos se siente el silbato del tren. 
El perro ladra furioso.

¡Ñá loisa, ñá Loisa, o qué está acontecendo cá, pelo amor de Deus, me dice ñá Loisa! 
-le grita escandalizada la vecina, doña Juana Arce, asomada desde el muro colindante-.
















José Antonio Ibarrechea
Deán Funes, Córdoba, Argentina 1955. Escritor. Participó en distintas Antologías de Cuentos y Poesía. Presentador en programas de radio culturales. Sus cuentos fueron publicados en diversos medios de Argentina y Brasil. Este capítulo es extraído del libro "CÚTER"