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EL SOSIEGO DE MIS TARDES

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  OPINIÓN / SOCIEDAD Cosas de viejos, nomás Por  Walter R. Quinteros Hubo un tiempo en que mi vecinita Nora me proponía subirnos a ese canasto de mimbre, arrojado en el patio de su casa, luego de varios años de servicio en una panadería, para jugar a los piratas. Entonces yo levantaba mi espada de madera y señalaba el rumbo. Nora, con dos viejas escobas hacía que remaba. Sus perritos ladraban y corrían alrededor de nuestra nave de juguete como tiburones hambrientos. Luego de algunos minutos bajo el implacable sol de las siestas, llegábamos a una isla a buscar un tesoro que estaba escondido arriba de una montaña, Entonces desembarcábamos para trepar al duraznero del fondo, el que guardaba inconfesables secretos. Cuando un mayor se asomaba al patio embriagado de calor, y nos preguntaba a qué estábamos jugando, respondíamos a "la búsqueda del tesoro". En otro momento, con José, cortábamos una caña con el cuchillo filoso de la cocina, primero a lo largo, después por las otras mit

DESBURRANDO CULTUROSOS

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OPINIÓN No hay "Hacedores de Cultura" en Cruz del Eje Por Walter R. Quinteros Hay si, quiénes buscan algo de fama o algún reconocimiento adulador que alimente su ego. Para eso, parece, emplean un coro de ángeles aplaudidores. No hay nadie que busque lugares y momentos para mostrar una obra artística o cultural. Mucho menos en la casa de los que no tienen alma, llamada municipalidad. Y, como ya escribí en otro editorial, tampoco encuentro alguien que contemple y opine en función de las capacidades creativas expuestas. Desde mi humilde punto de vista, ninguna persona que se haga llamar así, ha demostrado tener capacidades para conseguir que un producto cultural o artístico local le signifiquen a la ciudadanía algo de sumo interés. Al contrario de lo que se busca, se logra a través de los aduladores de turno, que se hable más de ese supuesto "hacedor" que del valor y el contenido de lo presentado. Queda muy lejos de las consideraciones en general, la impresión de esa

EL POLICÍA ABRUMADO

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  OPINIÓN Dibdin es un poco latoso, le encanta que su policía filosofe, que dialogue consigo mismo mientras sufre mal de amores Por Quintín Empecé a leer una novela llamada Nido de ratas, firmada por Michael Dibdin y publicada en 1988. Resultó la primera de una serie de once policiales protagonizadas por el detective Aurelio Zen, un veneciano que trabaja para la Policía del Estado, que, a diferencia de los carabinieri, depende del Ministerio del Interior. El principal rasgo del cuerpo para el que trabaja el protagonista es que es completamente corrupto, y Zen ha sido limitado a tareas administrativas después de que, durante el secuestro de Aldo Moro, siguió una pista que podía demostrar que las “altas esferas” podían tener algo que ver con el asesinato del líder político. En realidad, la corrupción policial es solo parte de una putrefacción generalizada que abarca a políticos, jueces, empresarios y periodistas, que además tienen profundos lazos con el crimen organizado. Todo lo que hac

EL NOVIO ES SU FOTÓGRAFO

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OPINIÓN Y  estampas la nariz contra el vidrio de la historia que cuentas Por Walter R. Quinteros Le dije a mi amiga que me llama a media mañana de su país que parece que no se ha dado cuenta que aquí es de madrugada y que me preguntó por qué no escribo poesía:  "Mis escritos, tienen mucho abordaje en la crítica social, no me gusta la poesia, me parece una cosa que se comienza a escribir por algún desencanto, pérdida, lamentos, romances truncos, estados de ánimos. Vos fijate que yo prefiero una opinión, una presencia crítica, una mirada a nuestro comportamiento y al de los demás y por eso, a los funcionarios debemos examinarlos, contarles las costillas y en esa materia siempre debemos estar presentes, la poesía no va con eso, por eso odio que le pongan música a ciertos dramas y encima los bailen, es como chapotear sobre la sangre derramada". Pero mi amiga insiste en la poesía: "Claro que hay poesías que denuncian, que tienen abordajes sobre ciertas violencias, pero creo q

LAURITA Y LA MÁQUINA VOLADORA

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CULTURA Todo ocurrió en la semana de la inventiva Autor: Walter R. Quinteros —Fue así señor, cuando las autoridades nos interrogaron sobre la máquina voladora, nosotras presentamos los planos del proyecto, pues cada una tenía una copia para asegurarnos de nuestra autoría. —Si, y por si ganábamos el primer premio con nuestro invento. El soñado viaje de fin de curso a las sierras de Córdoba. —¿Sabía que la directora de la escuela no salía de su crisis nerviosa y debió ser internada de urgencia? —Pasa que como era la semana de la inventiva, nuestras profesoras nos dejaron solas. —Nosotras estábamos entusiasmadas por los avances de nuestra "Máquina Voladora." —Ante la jueza de Cuarta Nominación, el padre de Josefina, que es un mecánico herrero de profesión, dijo que él colaboró aportando su eficaz mano de obra, sus conocimientos en la materia y en montar el complejo mecanismo en nuestro invento.  —Si. él la construyó con nuestros planos. —Nuestras profesoras también fueron demor

LA COLA DEL GATO

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CULTURA Una noche entre las noches Por Juan Carlos Dávalos De las dos etapas que tuvo la vida de Don Roque Pérez, el protagonista, nos interesan los diez años de la primera, en la que se desempeñaba como dependiente de la tienda de Don Pepe Sarratea. Cuando él era dependiente, dormía en la trastienda. El negocio de Sarratea ocupaba una vieja casucha que todavía existe en una esquina de la plaza. El dependiente barría la vereda todas las mañanas, plumereaba los estantes y aguardaba al patrón, que se presentaba a las ocho. Sarratea despachaba personalmente detrás del mostrador, pero si había que bajar alguna pieza de un alto estante, colocaba la escalera y el dependiente se encaramaba por ella. A las nueve de la noche, Sarratea despedía a sus contertulios del barrio; guardaba el dinero en el bolsillo y se marchaba a su casa Entonces el dependiente trancaba las dos puertas de la tienda, rezaba su rosario y se metía en cama. Una noche entre las noches, Roque Pérez, después de acostarse, di

ARROZ CON LECHE

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CULTURA Pongo en mi mano un puñado de arroz Por Bárbara Korol Pongo en mi mano un puñado de arroz. Mano/cuenco, pienso. A veces, la mano es solidaria, y da. Ayuda a soportar el esfuerzo o brinda una caricia. En esta ocasión recibe los granos, se identifica con su sencilla dimensión, con el misterio ancestral acumulado en siglos de cultivo que residen dentro de su apariencia opaca. La leche está humeando en el cazo. Le agrego el arroz en forma de lluvia. Advierto el sonido que hace al caer, la discreta vibración del líquido. Siempre me gustó la lluvia, su generosidad incluso exagerada, su melancólico goteo sobre las veredas. Pero el arroz con leche, no. Durante la infancia me era indiferente. Prefería los helados y las delicias que ingeniaba la abuela. Fue en la madurez que comencé a disfrutar de la dulce templanza, de la pureza que desprende su esencia al fusionarse con la cascarita de limón, la canela y ese toque de vainilla al final. Lo dejo reposar unas horas. No es necesario. Sin e

QUIÉNES & POR QUÉ Director Walter R. Quinteros Rivadavia 165 (5280) Cruz del Eje, Córdoba, Argentina