EL SOSIEGO DE MIS TARDES
OPINIÓN / SOCIEDAD Cosas de viejos, nomás Por Walter R. Quinteros Hubo un tiempo en que mi vecinita Nora me proponía subirnos a ese canasto de mimbre, arrojado en el patio de su casa, luego de varios años de servicio en una panadería, para jugar a los piratas. Entonces yo levantaba mi espada de madera y señalaba el rumbo. Nora, con dos viejas escobas hacía que remaba. Sus perritos ladraban y corrían alrededor de nuestra nave de juguete como tiburones hambrientos. Luego de algunos minutos bajo el implacable sol de las siestas, llegábamos a una isla a buscar un tesoro que estaba escondido arriba de una montaña, Entonces desembarcábamos para trepar al duraznero del fondo, el que guardaba inconfesables secretos. Cuando un mayor se asomaba al patio embriagado de calor, y nos preguntaba a qué estábamos jugando, respondíamos a "la búsqueda del tesoro". En otro momento, con José, cortábamos una caña con el cuchillo filoso de la cocina, primero a lo largo, después por las otras mit