OPINIÓN
Una murga uruguaya acusa de censura a quienes les retiraron el patrocinio por cantos antisemitas. ¿Quieren que los empresarios financien a quienes los insultan?
Flor de cachetada nos acaban de dar en la semana los hermanos uruguayos.
Han arrastrado por el fango nuestra ilusión de ser los más absurdos del sur del continente; dejaron nuestras pullas por la hija de Emilia Attías o los penales a favor de Barracas cobrados por ese ente denominado «chiquitapia» por el suelo y se ganaron el título de los ridículos del mes.
La pelea de las murgas contra los chorizos nos ha puesto en nuestro lugar de segundones.
Nunca los superaremos. Bueno, bah. Aunque dennos unos días que seguramente pondremos nuestras mejores intenciones.
Por ahora, la guerra que las murgas le declararon a chorizos Centenario nos supera.
La cosa es así.
Las murgas uruguayas, que alguna vez llegaron a arañar la poesía popular con momentos inspirados como en aquél «Brindis por Pierrot», en donde Jaime Roos en pocos versos juntaba desde la Comedia del Arte a la historia del boxeo uruguayo («volverás Mario Benítez» o «No me olvido más del Ñato/ imitando a Dogomar»), desde un caso policial famoso «Qué será de los porteños / ocupando el Liberaij» hasta el senador uruguayo asesinado en Buenos Aires («Esta noche es de recuerdos/ Este brindis por Zelmar»), esas murgas uruguayas, decía, también sufrieron la degradación majestuosa de la cultura mundial.
Así, en el verano pasado la murga La Gran Muñeca (casualmente, también nombrada en el «Brindis por Pierrot»: «Dónde está La Gran Muñeca/ que no trilla el bulevar») se sumó a la comparsa de la denuncia de moda y habló del «genocidio» y de la «limpieza étnica» israelí. Sí, la misma paparruchada que ya cansa discutir. Limpieza étnica de un país cuyo 20% es árabe; el único país de Medio Oriente en donde conviven mezquitas musulmanas, iglesias católicas y templos judíos es algo que agota volver a explicar una y otra vez, más que nada porque a esta altura del partido ya queda claro que quien no lo entiende es porque no quiere.
Vamos al tema.
La empresa Alimentos Centenarios, productora de los chorizos más populares de Uruguay, habitual sponsor de los carnavales, mandó un comunicado a la Dirección de Asociaciones de Espectáculos Carnavalescos del Uruguay anunciando que revisaría o retiraría su patrocinio a aquellos conjuntos (murgas, parodistas, comparsas, humoristas, etc.) que incluyeran contenidos que pudieran interpretarse como «expresiones de antisemitismo».
Suena bastante sencillo: una empresa decide dónde hacer publicidad y dónde no.
Pero, claro, del otro lado están «los artissssstas».
Que siempre y sobre todas las cosas son «artissssstas» y tienen una sensibilidad a la que los pobres mortales no llegamos. Son «artissssstas», su palabra es sagrada y todos los demás somos los siervos obligados a contribuir generosamente con sus genialidades. A cambio podemos llegar a gozar de algunas gotas de su sabiduría.
Los «artissssstas» rioplatenses —antiguos perros de la calle, actuales chihuahuas de shopping— tardaron nada en gritar «¡censura!, ¡censura de los asesinos sionistas!» y todas esas cosas que les gusta gritar porque en el fondo adorarían que Greta Thunberg los invitase a la flotilla perroflauta pagada con dinero de Hamás.
«Esto son verdades de a puño, y lo que están haciendo es un insulto al Arte, y el Arte es sagrado, por lo tanto, el dinero del choripán debe financiarlo» aullan los murgueros, que parece que no pueden gestionar su propio odio sin que la sinarquía internacional se los financie.
La empresa privada, cuyos dueños son judíos, decide dejar de auspiciar encuentros en donde se insulta a sus raíces y se ofenden sus valores, pero resulta que los ofendidos son aquellos que vienen usufructuando del dinero de la empresa para largar mensajes malintencionados, porque le cortan el chorro.
Están convencidos de que, en tanto «artissssstas», son la voz incuestionable del pueblo. Obviamente para eso no se presentaron en ninguna elección. Son incuestionables porque una vez al año se pintan la cara y se suben a un tablado (eso de una vez al año es cuestionable porque bien que han conseguido monetizar sus presentaciones a lo largo de los 365 días como la que hizo la murga Agarrate Catalina, pagada por el Estado kirchnerista, en mayo del 2015, cuando vinieron a celebrar las fiestas patrias argentinas en la Casa Rosada cantando: «Voy a salir de caño, ya estoy reduro, ‘toy repasado. Como ya estoy jugado, me chupa un huevo matarte o no. Mi vida es un infierno, mi padre es chorro, mi madre es puta. Vos me mandás la yuta y yo te mando para el cajón. Yo soy el error de la sociedad. Soy el plan perfecto que ha salido mal. Vengo del basurero que este sistema dejó al costado. Las leyes del mercado me convirtieron en funcional. Soy un montón de mierda brotando de las alcantarillas. Soy una pesadilla de la que no vas a despertar»).
Sí, no lo vieron a Molina y Pierrot tiene ganas de balearse en un rincón.
Lo cierto es que los «artissssstas» uruguayos están convencidos de que las empresas privadas tienen que financiarlos y cuando una les dice «no» largan, de cuerpito gentil, un boicot. «¡Que nadie compre chorizos Centenario porque son censuradores y coso!».
Lo dicen en nombre de la libertad, ¿podés creer?
Están convencidos de que la libertad es que les paguen.
Salieron algunos uruguayos a decir «muchachos, el tarro está como a metros, le están errando», pero, por supuesto, a los «artissssstas» y sus adláteres «progresistas», tal verdad no les hizo mella.
Por supuesto, nada de esto ocurre en el vacío.
El 8 de marzo de 2016, en Paysandú, el comerciante y directivo de la comunidad judía de Paysandú, David Fremd, fue atacado por la espalda y apuñalado. Lo mató Carlos Omar Peralta, quien se había convertido al islam y cambiado su nombre por el de Abdullah Omar y que cuando lo interrogaron dijo que el asesinato había sido una «orden de Alá». Que lo hizo porque la víctima era judía. A pesar de la confesión y el motivo explícito, la justicia uruguaya lo declaró inimputable y fue internado en un psiquiátrico. No fue condenado a prisión.
En octubre de 2017, el Memorial del Holocausto del Pueblo Judío de Montevideo, en la Rambla de Punta Carretas, fue vandalizado con consignas tales como «Sólo murieron 300.000 judíos de Tifus» o «El Holocausto al pueblo judío es la mentira más grande de la historia».
El 8 de marzo del año pasado, en la marcha por el Día Internacional de la Mujer en Montevideo, un grupo de manifestantes «feministas» propalestinas exhibió un cabezudo con rasgos monstruosos, con una estrella de David pintada en la frente, atravesado por una lanza. Hubo una denuncia, pero la Fiscalía de Flagrancia la archivó porque no encontró ahí una incitación al odio contra los judíos como pueblo. Parece que vieron sólo gente contando dinero, como Nancy Dupláa.
En septiembre de este año un grupo de «activistas» fueron a la puerta de la Escuela Integral Hebreo Uruguaya en Montevideo a realizar escraches contra los nenes, los adolescentes y los docentes, además de amenazarlos por incurrir en el grave delito de ser judíos o, al menos, ir a un colegio judío.
Claro que no es censura, muchachos. Es que alguien no quiere poner dinero para que lo insulten, ¿tan difícil les es entender eso? ¿Tan impunes se sienten? ¿Quién les hizo creer que el tablado es un altar impoluto y ustedes son representantes legítimos del sentir popular? Y en el caso de que el tablado sea un altar impoluto, ¿quién les hizo creer a ustedes que están a su altura? ¿Saben de lo que están hablando, o son como las queridas Paulas que ponen la bandera de moda porque está de moda? ¿Entienden que ustedes también están matando a David Fremd, que están escrachando a nenes que van a un colegio? ¿Entienden que alguien no quiera poner su dinero ahí?
¿Ustedes tienen derecho a gritar sus verdades?
Bueno, sí, quizás sería más sano si supieran de qué están hablando, pero todo el mundo tiene derecho a mostrar su ignorancia en público. Ahora bien, no pueden exigirle a nadie que patrocine su antisemitismo. No, no es un «apriete fascista» como están diciendo tan alegremente por las redes, firmemente parados «del lado correcto de la historia».
Ahora mismo están pensando las canciones y los temas para el próximo carnaval. Estarán los que piensen que hay que ir a fondo contra la censura y querrán poner cabezas monstruosas con estrellas de David y estarán los que piensen que, habiendo tantos otros temas, para qué perder un auspiciante importante. Lamentablemente no creo que haya muchos que reflexionen seriamente sobre lo que están diciendo.
Y bueno, son una murga.
Cuando vaya a Uruguay ya sé qué voy a hacer.
Voy a pedir un choripán con chorizos Centenario y voy a brindar por Pierrot.
Revista Seúl

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