OPINIÓN
Lo que no entendí fueron esas caras de desconcierto que veía en los canales y otros medios audiovisuales a medida que cerraban los comicios
Por Nicolás Lucca
Existe un 25% del padrón electoral que tiene entre 18 y 30 años. A primera hora es difícil calcular cuántos menores de entre 16 y 18 (no obligados) ni los mayores de 70 (tampoco) sufragaron, pero es un dato que en toda encuesta se cuela por todos lados: ¿Cómo se animan a poner un margen de error del +/- 3% si hay un universo de más de un millón de personas que no pueden tener en cuenta para el cálculo?
Hubo otras encuestas. Uno de cada dos jóvenes reaccionaron de forma negativa a los políticos que no entienden las reglas de TikTok y hacen challenges o afines. 36% de los más jóvenes afirmaba estar indeciso, con un abismo dado por un 70% de adolescentes y jóvenes que tiene sentimientos negativos respecto del futuro post electoral, donde priman dos vinculados al miedo: la incertidumbre y la preocupación.
Con esa escenografía de fondo, los opinatodo de saco y corbata quedaron anonadados cuando vieron el desempeño de los candidatos con los discursos más duros. Ni hablar cuando se enteraron de cómo le fue a Javier Milei. Junto al dólar paralelo, la otra gran brecha de la Argentina es la distancia entre lo que deseamos que ocurra y la realidad de lo que pasa.
Lo que no entendí fueron esas caras de desconcierto que veía en los canales y otros medios audiovisuales a medida que cerraban los comicios. Mucho menos los análisis que siguieron para explicar el resultado ¿Quién no la vio venir de nuevo?
Existe una realidad particular para cada uno de nosotros y, para poder convivir, montamos una ficción generalizada en la que todos compartimos masomeno los mismos problemas y masomeno los mismos deseos. Yo, por ejemplo, todavía me angustio ante la página en blanco del día siguiente a una elección. Desde que nació este sitio he tenido que votar en 19 ocasiones y todavía me pasa. Y no creo que sea por carencia de ideas sino por estar gastadas. Solo por poner un ejemplo, los primeros cuatro párrafos de este texto son del 14 de agosto de 2023 y giraban en torno a la misma idea de cada elección: ¿Quién no la vio venir?
No quiero generalizar porque hay colegas entrenados en oler sangre que ya pegan la vuelta de a poco y otros que fueron tan, pero tan sumisos que da pena verlos poner caras serias y acomodarse el cuello de la camisa a cada rato. Otros nos marean con lo que dicen en un lado y hacen en otro. Eso de tener un kiosco en cada medio lleva a que debamos adaptarnos a cada público, pero no se puede ser mileísta y crítico mientras tuiteamos y estamos al aire.
El resto estamos con lo de siempre, un “qué te puedo decir” más grande que las ganas de irnos a vivir a una isla desierta sin acceso a Internet.
Hay miles de variables para tomar como posibles análisis. El tema es si nos faltan el respeto con el análisis o si, directamente, el emisor ya tiene la ciudadanía y el pasaporte del Reino de Narnia y carece de conocimientos sobre la realidad que rodea al resto de los súbditos de este páramo perdido al sur de la confluencia de los ríos Grande de San Juan y Mojinete.
Quizá la hermana que nunca armó una maqueta no resultó la gran armadora que creyeron. Puede que, para acabar con lacasta, no haya sido una gran opción dejar hacer a piacere a Sebastián Pareja y a la mesa de saldo de la familia Menem. También es probable que se hayan encandilado con Pareja por empilchar bien, pero con una pregunta en Google alcanzaba para saber que, difícilmente, pueda ser el gran armador que nunca fue.
Si te infiltran las listas, bueno, mala suerte. Fallaron los controles y te apareció un cuatro de copas con aires de superioridad a corroerte por dentro. Puede pasar, habrá que prestar más atención, etcétera. Pero acá no hubo filtraciones: se los eligió así y lo vimos en vivo, a diario, en simultáneo y con cientos de casos aislados.
En la primera sección electoral, la segunda más populosa e inexplicable de la Argentina, la que puede decidir un gobernador y hasta un presidente sin saber qué pasa en ningún rincón del país, en ese pandemonio la lista presentada por La Libertad Avanza para garantizar que la antorcha de la Libertad y las ideas de Javier Milei puedan ser defendidas en el Congreso, tiene a un operador de Jesús Cariglino y a una amiga de Malena.
Y eso es en senadores provinciales y con sólo raspar los primeros nombres. ¿Con qué me encuentro en la lista de diputados? Con lo mismo. ¿Qué podés pretender como éxito con gente que no tiene lugar ni en el kirchnerismo? O peor aún: ¿para qué querés ganar esta elección si, por amistad o pertenencia, después van a votar las leyes como les convenga? Así y todo hubo gente (y habrá más, que todavía falta octubre) que dijo que hay que votar igual para evitar que ganen los otros. ¿Quiénes son los otros?
Ese nivel de extorsión electoral al que tanto nos hemos acostumbrado, ese peaje de trapitos de la política que te cobran por cuidarte de ellos mismos. ¿No probaron con ofrecer mejor calidad de funcionarios públicos? Si quieren que la gente banque la parada de un ajuste ¿no pensaron en no boludearla?
Y ahí vienen los análisis anti insomnio, eternos minutos de onanismo verbal que apuntan a “los problemas de comunicación” o el impacto de “audios que no prueban nada, todavía, en la Justicia”. Independientemente de si el quilombo de Spagnuolo y las escuchas son ciertas o si todo se trata de una confabulación de extraterrestres procedentes del exoplaneta Peronio que vienen a reemplazar a funcionarios solo para dañar al Javo, ¿realmente creen que al empobrecido patrio le importa si hubo una operación? ¿O, quizá, le calienta más esa variación del 30% a lo largo de doce meses en los alimentos de la Canasta Básica Alimentaria? ¿Qué pesa más? A eso le llaman domar la inflación. Entiendo que al lado del infierno cualquier cosa es mejor, pero aunque nos bajen la llama al mínimo, el fuego está.
¿Creen que habrá impactado un poquito eso de tener aumentos salariales semestrales o anuales que no alcanzan ni para cubrir la inflación de la última semana? ¿O quizá fue que un grupo de tuiteros se puso áspero? ¿Será acaso ese tercio laboral monotributista incapaz de aumentar valores y que ya no puede absorber ni una gotita de aumentos? No es posible hacer un censo, pero podemos apostar de todos modos, si acá se sabe que podés pifiar una encuesta por 30 puntos de diferencia y nadie pierde el laburo. Juguemos: ¿fue la interna política que cansó a la sociedad más informada del universo o pesó la pálida economía?
El aislacionismo del Presidente puede ser un factor enorme, no para la decisión del voto, pero sí para las consecuencias que llevaron al voto. Esa fase eufórica de sostener y decir ante todos que se encuentran ante el mejor presidente de la historia y que viven el mejor gobierno desde que el primer homínido despegó los puños del suelo, puede llevar a dos alternativas: preguntarse cómo sobrevivimos a dictaduras e hiperinflaciones si esta bonanza nos hace sudar, o sentirnos mal por no formar parte de la fiesta del crecimiento económico. También existe una tercera opción de gente que intenta decir que no, que no es así, pero sabemos que son unos idiotas que quieren que al país le vaya mal.
Y no hay forma de que nos pueda ir mal. El Presidente convoca a un cambio porque nos va bien. Y como nos va bien y mal, o no tan mal pero si muy bien, es que se decidió conformar una mesa política que reemplace la descoordinada gestión del mejor gobierno de la historia. No, no es que no era el mejor gobierno de la historia: es que vamos por más y ahora queremos el mejor gobierno del futuro, también. Por eso se eliminan a los mariscales de la derrota y, en lugar de reuniones con Bullrich, Sturzenegger, La Hermanísima, Francos, Caputo, Pettovello, Cúneo Libarona, los Menem, Lugones y Petri, ahora tenemos una mesa política conformada por Bullrich, Sturzenegger, La Hermanísima, Francos, Caputo, Pettovello, Cúneo Libarona, los Menem, Lugones y Petri. No es lo mismo: hay una mesa.
Otra arista interesante es pedir cambios imposibles. Pensemos en La Hermanísima por un segundo y en la cantidad de veces que se dijo a viva voz o se deslizó temerosamente la opinión de que quizá no sea la gran Estadista que nos presentó Javier. No sé si es peor que crean que el problema es Karina, como si el Presidente fuera un muñeco, o que supongan que el Presidente es capaz de desprenderse de su hermana.
No tiene sentido hablar con el diario del lunes, pero precisamente con el resultado puesto pareciera que no fue un gran plan echar y romper con los amigos, humillar a los que bancaron desde la primera hora e insultar a los que entregaron los votos para sostener decretos claves. Pero es muy del argentino creer en la superioridad divina de un resultado electoral, suponer que todos votamos a conciencia, que no nos mueve ningún interés, que los punteros ya no existen y que los únicos dirigentes con convocatoria son los que te rodean, esos que te presentaron hace quince minutos.
Tampoco creo que se pueda meter el factor educativo en nada de esto. No al menos eso que creemos que es la crisis educativa. Entre los numerosos mensajes de “aman cagar en un balde”, encontré varios emisores que tienen títulos universitarios y algunos posgrados. Del resto doy por sentado que fueron escolarizados porque saben leer, escribir y ubicar geográficamente una zona llamada conurbano. Lo que sorprende es que crean que no tener cloacas es sinónimo de cagar en un balde.
El 89% de las viviendas del conurbano cuentan con inodoro conectado a algún sistema. No es una suposición, es un dato oficial del censo casa por casa. Que falten cloacas no es cagar en un balde. En los countries no cagan en baldes. Entiendo que nos pasemos de porteños, pero alguna vez escuchamos hablar de fosas sépticas o, al menos, retuvimos qué es un pozo ciego gracias a una canción de los Cadillacs. Y si hay gente que caga en un balde ¿podemos ponernos de acuerdo? Dejar de cagar en un balde gracias a una elección implicaría que una de las opciones ofrece un sistema cloacal que, salvo que conozcan algún método de sublimación mágica, debe ser construido.
El peor de los análisis es aquel que apunta a que hay que cuidar al Presidente y que nadie lo protegió con este armado. ¿De qué hay que cuidarlo? ¿No funca? En el celular al que tortura las 24 horas, ¿no le anda el browser? ¿No puede ver noticias por sus propios medios? ¿Se le cansa la vista? Yo entiendo que sólo vea lo que le gusta compartir pero, aunque sea de rebote, quiero creer que le llegó alguna noticia de que perdió en todas las elecciones de 2025 con una sola excepción: la única ciudad que no necesitaba romper.
Hay algo que se escapa a todo análisis. Podés pensar mil maneras de por qué perdió el gobierno que si ninguna contempla el factor económico, están mal. No es el único ítem y puede que ayude una buena campaña no centrada en gente que no puede armar ni un set de bloques de salita roja. Pero en algún punto tenés que pensar en el peso de una economía que no funciona a titulares retuiteables ni a fuerza de soporíferos editoriales que parten de “ordenaron la economía”. No hay un solo indicador de que eso haya ocurrido. Ni siquiera los mejores números, los superavitarios, sobreviven a variables pisadas o a deudas no saldadas. ¿Estamos mejor? Depende de dónde contemos y con qué comparamos. Es el drama de pluralizar: por un millón de personas que compran dólares o viajan al exterior, te sobran otras 46 millones.
Otra cosa que me cansa de hablar en tiempos electorales es que nuestros queridos lectores crean que tenemos “mucha tela para cortar”. Sí, es cierto. Pero el tema es que siempre es la misma tela para el mismo traje marrón de saco cruzado y anchas solapas. Me gusta el entusiasmo de los redactores sub 30, fascinados con la dinámica vertiginosa de una jornada electoral y hasta me genera nostalgia. Una o dos elecciones más y ya no podrán diferenciar la noticia de un déjà vu.
Tuvo que existir una derrota electoral para que el medio periodístico que más miró para cualquier lado pusiera en títulos “Impacto en la actividad, caída del empleo, salario y jubilaciones: radiografía de la economía bonaerense tras la derrota del Gobierno”. Otros sesudos analistas devenidos en terapeutas presidenciales de entrevistas semanales, desempolvaron la sinapsis y salieron a hablar de la necesidad de cambios de rumbo y de renovación de caras. Cambiar de rumbo. Utilizaron la frase “cambiar de rumbo”. Sólo faltó Duhalde y su pedido por “una Moncloa argentina”.
¿Qué sería cambiar de rumbo? ¿Mostrarse empáticos, comunicativos, afectos al diálogo constructivo para concertar políticas a largo plazo? ¿Eso esperan de personas que tienen que decir mil veces que dejarán de insultar para lograr autoconvencerse de que deben dejar de insultar y avisarnos que todavía pensarán lo mismo? ¿Cuál sería el punto de contacto entre extremos cada vez más alejados que no coinciden ni en cómo se ve el mundo?
Todos tenemos un sistema de memoria con una buena selección de inventario y otras cosas las recordamos por segunda mano. O sea: creemos que las recordamos pero somos testigos secundarios, personas que oyeron lo que pasó de boca de otras personas.
Cuando se habla de la velocidad de Carlos Menem para la realización de reformas –otro lugar común– se suele mencionar que “tenía a todo el Partido Justicialista detrás”, como si fuera una suerte de manto de piedad para justificar los tropiezos de la actual gestión. Nadie que haya vivido en la Argentina por más de 24 horas puede decir que existió o existirá alguna vez una persona que tenga a todo el PJ atrás. Ni Perón en vida tuvo a todo el PJ atrás. El PJ es caudillesco y todos quieren mandar. No hay forma de que se encolumnen por espíritu partidario ni por “la sabiduría de saber leer que ha llegado la hora de los pueblos”.
Cualquiera que haya tenido la posibilidad de hablar con aquellos funcionarios de aquellos años entre 1989 y 1994 saben bien que Presidencia tuvo que negociar todo y darle a cada uno lo suyo. ¿Recuerdan el video de Néstor y Cristina en un acto de agasajo al entonces “mejor presidente” Carlos Saúl? ¿Piensan que fue por espíritu partidario, por coincidencia programática, por amor a la Patria o por el hermoso control sobre el negocio petrolero que se venía tras los votos a la privatización de YPF?
En política nada es gratis porque en la vida nada lo es. Pensé que alguien embanderado en las ideas del liberalismo lo sabría, al menos, por tanto repetir eso de que si algo es gratis, es porque otro lo paga. Ni siquiera hablo de corrupción, sino de dar y recibir. ¿Es un asco? Puede ser. ¿Cansa? Me agota de solo pensarlo y por eso mismo siempre sospecho de la estabilidad emocional de quien desea ocupar esos lugares como proyecto de vida.
Y precisamente por ese fino arte del toma y daca, de la negociación política, de la rosca como arte, es que sospecho de cualquiera que diga que el acuerdo del Pro fue lo que se pudo conseguir y nada más. Da la sensación de que el conurbano es un lugar incomprensible para el no peronista y por eso se delega el armado en Ritondo y Santilli para que jueguen con los Menem, que tienen menos conurbano que la Antártida.
El peronista no se detiene a analizar el conurbano: lo vive y punto. Comprenderlo lleva las cosas a un territorio de racionalidad en un acto electoral, donde priman las emociones. ¿Acaso es más peronista Kicillof que Moreno? ¿Y quién gobierna la provincia, el Peronista de Perón y Evita o el que todavía no pudo memorizar la Marchita y cuando le hablan de La Comunidad Organizada piensa en los Pitufos? Un buen peronista se tira de cabeza ante la oportunidad de salvar su pilcha, el resto se ve. Esperar que Ritondo o Santilli dijeran otra cosa o actuaran de forma distinta, es no conocer a la especie. Ahí está el resultado: ellos salvaron la ropa y a los suyos. Y lo hicieron saber. ¿El Pro bonaerense? Una anécdota, un error de la Matrix ocurrido entre 2015 y 2019 con un revival nostálgico en 2021.
No es que me pongo quisquilloso por la facilidad de analizar todo con el diario del lunes, que ya dije que mi queja es el aburrimiento de tener que hablar sobre esto. En todo caso, me rebalsan las gónadas todas las aristas que buscan algo de originalidad en explicar lo obvio, algo que se puede percibir con mirar al costado, pisar la calle, salir del entorno inmediato y retener lo que se lee. Claro, para retener textos, primero hay que comprenderlos. Todavía recibo mensajes de gente que pretende endilgar a mi autoría una minimización del resultado electoral por apreciar un dato: el tortón de votos no es tal en comparación a otras elecciones, sí lo es la caída en la participación. No entiendo el ninguneo a ese dato si no dejamos de hablar de ausentismo desde que comenzó el año electoral.
El ausentismo, minimizado hace años con argumentos que van desde el envejecimiento del padrón hasta los muertos no cargados, cantó presente también en la provincia de Buenos Aires. El domingo pasado fue el candidato ganador: 5.2 millones de personas no concurrieron a sufragar. O estaban muertas, todo depende de a quién se le pregunte. Quizá murieron todos y nunca nos enteramos de tamaña tragedia, o puede que la provincia de Buenos Aires tenga la mayor proporción de ancianos mayores de la Patria.
El asunto es que la boleta del ausentismo sacó 1.5 millones votos más que los que obtuvo el oficialismo de Kicillof y más del doble de lo obtenido por La Libertad Avanza. Al que me diga que es normal que en las legislativas se movilice menos gente, solo tengo para contestarle que nunca, jamás en la historia reciente se desdobló la legislativa provincial, con lo que no existe punto de comparativa válido. A ese detalle hay que sumarle que, desde un inicio, se colocó a esta elección regional en un sitial en el que coexistirá para la eternidad con el desembarco en Normandía, la hazaña de Maipú, la contienda de Trafalgar y la derrota de Sauron en la batalla de Morannon. Y era una elección provincial.
¿Motivos para no votar? Qué se yo, cuesta más encontrar motivos para sí hacerlo. La democracia tiene sentido cuando hay que elegir cómo gestionar. Puede que consideremos un exceso tener que convalidar en cargos a personas que dicen no creer en la conveniencia de que dichos cargos existan, pero nadie hila tan fino. Resumamos que la gestión no camina y listo.
Ahora se vienen andanadas de noticias que impactarán de lleno al Gobierno. Tras los audios de Spagnuolo (otro voto perdido), la causa avanza y en Comodoro Py están con ganas de mostrarle al Gobierno la falta de presupuesto judicial con una serie de visitas guiadas a las instalaciones tribunalicias. Si lo sé yo, sentado en una silla asesina de lumbares, podemos asegurar que lo saben todos los que tienen que saberlo.
A esto hay que sumarle que en el Congreso tienen tantas ganas de mantener el diálogo con el Poder Ejecutivo que invitaron a La Hemanísima a que vaya a contestar algunas preguntas. ¿Algo de todo esto repercute en la opinión pública masiva, esa que se expresa a través de las urnas? No, está claro que no. Distinto es cómo impacta el comportamiento de los mercados, algo que también es ajeno en la conversación cotidiana, pero cuyos efectos sí se sienten.
Y mientras todo esto pasa, todavía hay quien pide que rajen a Sebastián Pareja. Tiene catorce flamantes legisladores provinciales que responden a su dedo índice. Ahora sí vale lo que dice que vale. ¿En serio piensan que es una buena idea pedirle que se corra? ¿Que se corra hacia dónde?
En fin, licenciada. ¿A usted le parece que no tengo motivos suficientes para no hablar de elecciones?
P.D: “¿Por qué vas a terapia?”, preguntó el maestro a su joven padawan quien, sin mediar un suspiro, respondió “por todos los que no van”.
Relato del PRESENTE
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