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viernes, 20 de marzo de 2020

MARÍA LONDON: EL ÚLTIMO SUEÑO


La mujer de pelo corto y gris se detuvo un largo instante. Algo extraño sucedía dentro de ella desde el día en que había descubierto la pequeña puerta en el desván del tiempo. Era presa de un gran cansancio y adivinó que si no lograba hacer lo que debía, su mal no tendría remedio, su vida sería vana y moriría dentro de poco tiempo.

Fue a visitar a su amiga la curandera, quien le dijo que debía pedir consejo a los cuatro sabios. Pero su amiga la curandera no supo decirle quiénes eran los cuatro sabios. Fue a visitar a su amiga la maga, quien le dijo que debía descubrir los cuatro reinos, pero su amiga la maga no quiso decirle dónde quedaban los cuatros reinos. Fue a visitar a su amigo el bueno, quien le dijo que debía consultar no a cuatro sino a catorce sabios, descubrir cuatro reinos y narrar un cuento eterno. Pero ni una palabra más afloró de sus labios resecos.

No sabiendo qué hacer para dar con los cuatro o catorce sabios, ni para encontrar los cuatro reinos y sabiendo que pronto iba a morir, decidió ir a despedirse de su lejana tierra natal y de todos los suyos. Recorrió con tristeza su amada tierra observándola como nunca antes la había observado y rindiendo visita, que quiso ritual, a cada uno de sus antepasados. Escuchó la historia del bisabuelo que se fugó de las Bocas del Cátaro a los catorce años embarcando en el primer barco que pasó, recorriendo el mundo hasta salvarse milagrosamente de un naufragio y adoptando como nuevo hogar el puerto donde su balsa acostó. Escuchó la historia de la bisabuela emigrante dálmata que debía desposar un desconocido pero que impulsada por un inesperado amor se fugó como una pasionaria montando en el caballo de su flamante amado. Escuchó la historia del confín del mundo que era su tierra y de los seres míticos que la poblaron cuando el universo conocido aún no existía. Escuchó la música del viento austral y los gemidos de los aborígenes sin voz. Escuchó la historia de los antepasados que huyeron de Rusia y pudo entender sus tristezas. Escuchó cómo los descendientes de unos y otros se unieron en nuevos amores y en nuevos dolores. Anotó cuidadosamente en el pequeño cuaderno que llevaba siempre consigo lo que cada cual le narró así como todo lo que ella misma observó y entendió. De regreso de su viaje se recostó pues el cansancio era aún más pesado de llevar y sentía que la muerte estaba harta de esperar.

Al quedarse dormida, la sensación extraña que había tenido ya en otras oportunidades se hizo más intensa que nunca, sentía que su cabeza iba a estallar. No es que le doliera, era otra sensación para la cuál carecía incluso de un nombre. Era como si una gorra de goma, de esas que usan las nadadoras de competición, le apretara la cabeza de manera insoportable, pero no tenía puesta ninguna gorra, era su propio cuero cabelludo y su pelo blanco que le oprimían hasta el alma de una manera imposible de describir, la oprimían desde adentro. Era como si la cabeza fuese un vientre que iba a dar una miríada de seres a luz, seres que pujaban por nacer sin hallar la forma de hacerlo. Llegó el momento en que sucedió lo que tanto temía pero que no había ni de lejos imaginado cómo ocurriría : su cuero cabelludo con su pelo blanco se despegaron de golpe de su cabeza tal un gorro de piel expulsado a lo lejos con fuerza. Estaba de pie. Sintió en ese instante una gran liviandad. Una sensación de placer desconocido la envolvió, su sorpresa y alegría fueron inmensas. Entonces se produjo el inesperado milagro: una cabellera nueva, negra y frondosa, nació de su cabeza y se puso a crecer a una velocidad asombrosa. Los cabellos brillantes y hermosos empezaron a derramarse por sus hombros, a cubrir las ondulaciones de su espalda, de su vientre, de sus nalgas, de su sexo. Siguieron creciendo cubriéndole voluptuosamente todo el cuerpo, rodeando amorosamente sus pies y cubriendo el pasto del jardín donde se encontraba. Sintió de pronto que ella era una fuente de vida, que la fuerza vital simbolizada por sus cabellos emanaba de ella irrigando la tierra entera de flores, de cuentos y de memorias perdidas. Supo entonces que la curandera tenía razón y que los catorce sabios eran los catorce antepasados que había ido a visitar. Supo entonces que la maga tenía razón y que las tierras lejanas de los ancestros y su añorada Patagonia eran los cuatro reinos que conducían a los cuatro puntos cardinales. A medida que las historias se entremezclaban su pelo seguía creciendo e iba cubriendo la tierra toda y el tiempo todo. Y entonces supo que su amigo el bueno también tenía razón, había narrado un cuento eterno. Un sentimiento de gratitud la invadió, había logrado transcribir en su cuaderno el canto de vida que vibraba en ella desde tiempos inmemoriales, su historia no era sólo la suya, ni la de su familia, sino la de todos los seres, de todas las razas, de todos los tiempos y de todos los reinos.

Al día siguiente su familia encontró el cuaderno abierto al lado de su cuerpo inerte. Una sonrisa le iluminaba el rostro y una larga cabellera negra cubría el lecho.


María London
Escritora chilena radicada en Francia cuyo nombre verdadero es María Isabel Mordojovich
oriunda de Punta Arenas. Ingeniero Matemático de profesión, profesora e investigadora, reside en Francia desde 1976. “Piedras Blancas” de Editorial Forja es su segunda novela, después del “El libro de Carmen”, Forja 2008 (Le livre de Carmen, Indigo & Côté-Femmes, 2007) y del libro testimonial “Cuatro entraron al Paraíso”, también editada por Forja en 2011 (Le rêve et la chute. Récit d’une quête d’absolu, L’Harmattan, 2012).



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