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viernes, 16 de agosto de 2019

DANIEL SALZANO: SOBRE LOS NIÑOS

Niños
Te proponés escribir entre 18 y 20 líneas porque hoy es el día del niño. Y lo menos que podías imaginar es que el primer chico que aparece y te observa sin moverse y sin hablar sos vos mismo. Pibe remoto, del que ya no sabés si te quiere o no te quiere, pero del que te vuelven a asombrar su pelo largo y sus ojos limpios. Niño, niño, le preguntás asombrado. Contame: cómo eras?, qué silbabas, qué leías? Pero el niño que fuiste se desmarca y no contesta. Al niño que fuiste le bastaba con abrir una coca con los dientes y tirarse a la pileta de cabeza. El mundo era tan sencillo que se dividía entre amigos y enemigos. Amigos eran el caballo de Alan Ladd, los alfajores de dulce de leche y las tapas de El Gráfico donde salía Ernesto Grillo. Amigo también era el Mambrú, un perro loco que le ladraba a la luna de la calle Charcas. Cuando uno es niño es uno mismo y lo sabe todo. Pero hay un momento en que deja de serlo para convertirse en lo que los demás quieren que seas. Ese es el momento en que se te caen los dientes de leche y se te trastorna el alma. Pero mientras tanto eras feliz. Requetefeliz. Yo perdí la requetefelicidad cuando el Mambrú mordió a un bombero y le pegaron un tiro en el oído: BAM! Yo no lo oí. Lo escuché. Me parece que el tiro me pegó a mí en alguna parte y por ese agujero se me escapó la requetefelicidad. Si el lector no entiende esto, más vale no seguir escribiendo. Claro que si yo no hubiera sido un niño requetefeliz en lugar de escribir sobre el día del niño estaría escribiendo sobre el día del perro.

Pibes
Los ves caminar por la ciudad con las manguitas cortas, el pelo duro y una mirada que sólo responde a los estímulos del miedo. Atraviesan la puerta del café como sombras de sí mismos y a lo sumo te tocan el hombro o te ponen la mano abierta a la altura de la cara. La sub infancia cordobesa ha cambiado de sistema. Ya no vende aspirinas ni ofrece estampitas. La sub infancia ya no habla, no protesta, no agradece. Su única preocupación es que el mozo no le ponga la mano encima, que no llamen a la cana. También los ves por las esquinas deambulando... algunos todavía llevan chupete. Manos de obra barata, inocente, manejable. Los menos inspirados luchan entre sí por abrir las puertas de los taxis. Córdoba no tiene mucho respeto por sus niños. Los ves a media noche por Chacabuco buscando algún lugar para ver la tele. Cualquier lugar les viene bien: tumbados en mitad de la vereda, subidos a un árbol, sentados sobre el techo de una chata. Ni se portan bien, ni se portan mal; no meten ruido, no dicen nada. Ven a Tom y Jerry y no se ríen, ven a Fito Páez y no cantan. A veces les das un puñado de monedas y lo reciben como quien recibe un puñado de viento. Todo forma parte de un mismo endurecimiento, de una misma rutina deshumanizada. Un día cualquiera se levantan hombres y ya nunca más volvemos a verlos.




Daniel Salzano
Nació el 22 de mayo de 1941 en Córdoba, falleció el 24 de diciembre del 2014 en Córdoba.
Periodista, poeta y escritor. 



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