TRADUCTOR

viernes, 30 de marzo de 2018

IBARRECHEA: ÑA LOISA

                                                                            
Al agua del lavatorio donde se lavó la cara y las manos la arrojó al piso de tierra, cerca de las plantas, luego se cubrió el cabello con el pañuelo, se persignó y empezó a preparar la masa para hacer el pan. Siempre tenía la precaución de dejar un tronco grande en llamas para que al amanecer siguiente quedaran algunas brasas y más otras leñas nuevas que agregaba tenía siempre el horno caliente, y algo de agua hirviendo. La señora Eloísa, que tomó mate cocido, sentada en una vieja silla de mimbre, mirando a las gallinas que picoteaban migajas y maíz, debajo de los parrales y las moras, sabía que debía tener el pan calentito para cuando llegue el tren, más los diez chorizos salames que le alcanzó su hermano Ernesto y los quesos cortados en porciones de cuarto de kilo que entraban en una sola canasta. Siempre hacía lo mismo. 

Ella era una mujer que pensaba que ya estaba vieja para eso de andar ofreciendo mercadería por el andén de la estación. Recordaba que la semana anterior le había dado un dolor punzante cerca de la cintura y que todo el domingo a la tarde estuvo acostada sola, mirando por la ventana como el viento norte sacudía a los álamos, hasta que llegó su vecina, la Juana Arce, a preguntar que, qué es lo que le pasaba porque -le decía- no la había visto en todo el día, aunque sabe que a eso de las doce se va para la estación de trenes a vender el pan, "pero amiga y vecina ñá loisa, usted siempre anda dando vueltas por el patio y como no la vi me inquieté y me dije que seguramente algo malo le pasaba, o que a lo mejor se enteró de lo que dice la gente que dicen sobre su hija." 

Eloísa espiaba impaciente hacia adentro de su casa humilde. 
Desde el patio miraba un largo pasillo con cuatro puertas, las dos primeras eran de los dormitorios, el de la izquierda el que ocupaba ella, sola desde su viudez porque al bruto de su marido el Remigio Mamani se le dio por hacerse soldado primero, y revolucionario después, en las filas del Comandante Penerguido allá en Peremerimbé, hasta que nadie sabe cómo el bueno del comandante murió adentro de un gallinero, y que después su marido el Remigio, fue haciéndose guerrillero junto al doctor Teófilo Cabanillas y que cayó muerto en la batalla de Naranjillos matado por dos milicos locos, según le contaron y que ella recordaba que una tal Marcela da Silva, una negra linda de dientes bien blancos, y otros tipos le alcanzaron el reloj de su marido el Remigio. "Es lejos para llevarle flores." Recordaba haberles dicho en aquella ocasión, y también recordaba que se llevó el reloj a la oreja para saber si todavía tenía cuerda y que no sabía qué hacer con él. 
Le dijeron que cuando uno muere, el reloj también deja de funcionar -mire "Ñá Loisa" murió en combate con los milicos a las nueve y cuarenta y dos-.
La puerta de su derecha era de la pieza de su única hija, la Clementina Pura Mamani, que siempre llegaba tarde en las madrugadas porque tenía su parada en la estación de venta de combustibles y que allí probaba suerte con eso de vender su cuerpo a los camioneros o a la guardia nacional o a quién tenga dinero que siempre viene bien. Para eso la "Cleme" no usaba ropa interior y se ajustaba bien los vestidos sin mangas. 
Las otras dos puertas que se veían más allá eran dos grandes salas comedores, porque en la época en que venían los hombres grises a hacer el dique que cubrió con sus aguas a Peremerimbé, ella les daba de comer por módicos precios un plato de guiso abundante, el de la izquierda era para los obreros, el de la derecha para los capataces, allí las mesas tenían mantel de tela de algodón. y por pocas monedas más les vendía carne asada.

Eloísa lavó la taza enlozada, con restos de la infusión, y arrojó el agua al piso de tierra. Empezó a amasar para hacer el pan que debía vender a la llegada del tren. 
Clementina se levantó y pasó para el baño sin saludarla. 
Ella la siguió y le dijo que hacía dos semanas que no dejaba plata para los gastos de la casa, que eso de andar de puta ella lo había aceptado porque pudieron hacer arreglos en la casa y que instalaron el tanque de agua sobre el techo y que también se conectaron a la caja de los fusibles comunitarios de la electricidad de la Compañía de energía, pero que ella, su hija, debía recordar que ella, su madre, no necesitó eso de andar acostándose con otros hombres en su triste viudez, para vestirla y darle de comer y mandarla a la escuela. 

Clementina le puso pasador a la puerta del baño. 
Eloísa levantó la voz. 

Ya ni siquiera eres una buena puta -le gritaba- porque vino la Juana Arce a decirme que dicen y dicen todos en toda la ciudad, que lo único que haces es encamarte con ése vendedor de terrenos el tal Cipriano Tavares, que no te deja ni un peso y que te pone de rodillas abajo de la mesa mientras él juega a los naipes con otros tipos. ¡Qué clase de puta eres!  -Eloísa golpea con sus puños la puerta del baño que tiene pasador-. 
Y hasta dicen todos que parece que fue uno de los milicos que mató a tu padre en Naranjillos ¡Magrinha de mierda! Y que te ven hacer las cochinadas porque a él le gusta dormir con la ventana abierta, y que ya te dijeron que nunca más nadie te va a dar un peso por tus favores cuando él se vaya y que ya hay otras mujeres que ocuparon tu lugar -está agitada ñá loisa, toma aire y sigue gritando con fuerzas-. ¡Con la falta de putas que hay en estos tiempos de gobiernos conservadores hijos de una..! 

Eloísa maldice pero se apresta a poner el pan en el horno y luego sigue protestando. 
Yo voy y vengo con la canasta de aquí a la estación, de la estación de trenes para aquí, y la señorita Cleme, -hace un gesto cómico- "Ahí va la Cleme, hola Cleme, tás linda Cleme" puta de mierda. Ves que tu madre se está matando haciendo pan y ni siquiera en dos semanas ayudas con dinero, por estar "enamorada", dicen que la "Cleme tá namorando, ñá loisa." 

Eloísa vuelve a pegarle a la puerta del baño que da hacia la galería, después de la cocina. 
¡Salí de ahí y deja de pintarrajear tu cara! Y si no te gusta, mándate a mudar de aquí. ¡Déjame sola, que yo me las arreglaré sin las habladurías de toda la gentuza de este Imbuté de mierda! 

Hay un silencio inquieto en el patio. 
Eloísa cierra la tapa del horno. 
Clementina abre la puerta del baño. 
Clementina pasa para su habitación. 
El perro de la casa se acerca y mueve la cola mirando a la mujer. 
Clementina sale con un bolso con ropas y va hasta la puerta, desde allá le grita: 
- ¡Vas a ser abuela vieja loca, vas a ser abuela! 
Eloísa se sienta abatida en la silla de mimbre, un temblor de angustia le recorre el cuerpo envejecido, que ahora el sol ilumina furioso. 
A lo lejos se siente el silbato del tren. 
El perro ladra furioso.

¡Ñá loisa, ñá Loisa, o qué está acontecendo cá, pelo amor de Deus, me dice ñá Loisa! 
-le grita escandalizada la vecina, doña Juana Arce, asomada desde el muro colindante.


José Antonio Ibarrechea
Deán Funes, Córdoba, Argentina 1955. Escritor. Participó en distintas Antologías de Cuentos y Poesía. Presentador en programas de radio culturales. Sus cuentos fueron publicados en diversos medios de Argentina y extranjeros. Este capítulo es extraído del libro "CÚTER".

MARÍA TERESA DI DÍO: ESCRITO EN LA PIEL



La llovizna persistía desde la madrugada. Soledad despertó tan pronto el reloj sonó, como todos los días…las siete en punto. ¡Que pesadilla! Durante unos minutos se quedó pensativa. Tenía recuerdos de lo que había soñado, las imágenes pasaban ante su mirada, veía un automóvil dar varias vueltas y luego incendiarse, quedando una persona atrapada en su interior.

Y así, como quien no quiere desprenderse de un sueño, ella se metió debajo del agua de la ducha, sabía que debía apurarse…algunos sorbos de café y rápidamente estaba en la calle rumbo a la editorial del diario, donde trabajaba desde hacía cinco años. Las noticias corrían rápido, cada minuto era crucial, una manifestación, algo de política, de aquí y de allá. También le tocaba hacer reportajes a veces sus notas eran tristes y no tan gratas como hubiese deseado.

Su compañero había enfermado y tenía que cubrirlo, mientras ella se dirigía rumbo al aeropuerto para entrevistar a un funcionario, consultó la hora, las 9,30 se dio cuenta que se le hacía tarde, el avión llegaba en ese momento…de pronto un perro se cruza en el camino, Soledad aprieta los frenos bruscamente, no se da cuenta que la velocidad era excesiva ni que el asfalto tenía agua y hielo, el auto da varias vueltas y finalmente se estrella contra un árbol para terminar incendiado

Meses más tarde ella despierta en una fría sala de hospital. No recuerda cómo llegó, su memoria está lenta, su rostro y sus brazos arañados y quemados forman extraños dibujos. Ella…había amanecido con un escrito en la piel que permanecerá en su vida por el resto de los días.



María Teresa Di Dío
Poeta y escritora argentina
Bahía Blanca, Buenos Aires
Fuente: mitologiayleyendas.ning.com 
Foto: MyL-UP Mitología, Leyendas y Universo Poético. 

TOMÁS MÜLLER: LA TEAMGEIST





CUANDO TIRA LA POLICÍA EL QUE APUNTA ES EL GOBIERNO / CHAU, FACU / CUENTO ALIMENTO / LA TEAMGEIST



El sol caía a pique sobre la villa miseria. Las chapas acanaladas se recortaban con la precisión de unas matemáticas caprichosas, establemente inestables. Nicasio entró cagando aceite por la abertura de la puerta de uno de los ranchitos, hizo ondear apenas la cortina y salio por la abertura opuesta que daba al pasillo del fondo seguido por una línea de humo, como si fuera un avión a chorro atravesando una manzana gigante. Llevaba una pelota Teamgeist auténtica, de las que se usaron para jugar el último mundial, entre los pies. Detrás de él, tres policías transpirados lo perseguían y dos mas que estaban saliendo de un móvil se preparaban para sumarse a la búsqueda y captura. En la esquina diametralmente opuesta otro patrullero frenaba con un chirrido estremecedor, se abrían sus cuatro puertas y descendían cinco policías más. La nube con olor a neumático quemado que despidió el vehículo los hizo perder de vista por un instante, pero se adivinaba que iban al trote intentando tapar las salidas que llevaban de la villa miseria a la laberíntica arboleda para impedir que Nicasio se escapara. Ninguno sabía muy bien porqué no había que dejar que se escapara, el único argumento, tan válido como irreverente, era que, así a primera vista, la impecable blancura inmaculada de la Teamgeist auténtica no encajaba para nada con ese negrito argentino más chueco que una mentira piadosa. Nicasio pensaba lo mismo pero a la velocidad de la luz y desde un punto de vista menos culpabilizador y mas culposo, por lo que parecía estar volviendo en lugar de estar escapando. La pelota iba de un empeine al otro esquivando ladrillos y tristezas, penas y tarros, subidas y bajadas, pozos y terraplenes, cascotes y alambradas. Y así venía desde las veredas desérticas del barrio rico donde se encontró la Teamgeist sola y cagada de sed mientras el vecindario alfabetizado se olvidaba del verano en el oasis de las piletas, desmayada en el césped, como si un dios hubiera despejado el peligro del área chica de las nubes y el pelotazo hubiera caído ahí, tal cual un meteorito esclarecedor sobre la faz de la tierra. Nicasio había levantado la pelota con la cortés intención de devolverla al patio de alguno de los chalets, pero nadie reclamaba nada desde detrás de los elevados tapiales de la alta sociedad. Incluso preguntó a viva voz de quien era esa pelota. Pero nada, o tenían muchas mas o eran mas sordos que el que no quiere oír. Entonces apareció el patrullero y Nicasio decidió que la Teamgeist era de él. Así que los empezó a gambetear.
Las alpargatas no eran el calzado mas indicado para la realización de tanta maniobra brillante, pero en los pies de Nicasio parecían tener, mas que tapones en la suela, alitas como las del dios del comercio en los tobillos. Peor le funcionaban los borceguíes a sus perseguidores, su peso y su dureza no habían sido diseñados para la dulce expresión de las habilidades. La sombra acompañaba a Nicasio a su misma velocidad adaptándose a la morfología del terreno tanto como él parecía adaptarse al aire. Se agachó para eludir las ramas del sauce, clavó los frenos levantando algunas piedritas, pisó la Teamgeist con la planta del pie y volvió a acelerar. Cuando alcanzó un ritmo considerable levantó la vista. Allá adelante, en el otro extremo del pasillo, venían entrando dos policías a la carrera. Rápidamente miró de soslayo hacia ambos lados. Atrás los perseguidores, adelante los refuerzos de los perseguidores, a la derecha las chapas de los ranchos y a la izquierda el alambre de púa. A la izquierda, pensó en un instante. Pellizcó la pelota con el yute de la suela elevándola casi hasta la altura de su cabeza. Nicasio se elevó con ella y dando un golpe de cintura en pleno vuelo le dibujó una media chilena a la siesta. La remerita pasó a un milímetro del alambre de púa pero no se enganchó. Los dos, jugador y pelota, se posaron en el baldío sin detenerse mientras sus perseguidores se trepaban a la alambrada con mucha mas dificultad. A uno de ellos se le prendió una púa en el verde oliva del pantalón y se puso tan furioso que al tironear rasgó la tela y se quedó con el afirmativo culo al aire insultando a todo lo que se movía. Otro saltó bastante mejor y a buena altura, pero la fortuna quiso que se le enredara el cordón del borceguí casi como un cordón umbilical en la alambrada y cayera con toda la furia de boca al piso. A todo esto Nicasio no tenía ni tiempo de mirar atrás, el baldío estaba lleno de pastos altos y plantas de zapallos, escombros y olvidos, basura y recuerdos que debía regatear con destreza. Cuando apareció aquel viejo sillón entre los matorrales, Nicasio apoyó el talón derecho delante de la pelota y la punta del pie izquierdo detrás, realizando una bicicleta magistral que le permitió zanjar el obstáculo sin mayores dificultades. De los tres agentes del orden que habían logrado escapar indemnes de los alambres de púa, uno se torció el tobillo pisando un zapallo y el otro, que venía detrás de éste, se lo llevó por delante estúpidamente. El tercero tomó mayor velocidad para saltar sobre el sillón, pero no calculó bien y apoyó el pié justo sobre uno de los resortes, lo que le hizo desequilibrar el vuelo y caer pesadamente de panza.
Nicasio levantó la Teamgeist esta vez con las rodillas y salto por encima de la alambrada del fondo. Cuando aterrizó suavemente del otro lado, se encontró de frente con uno de los uniformados que había hecho el camino inverso para sorprenderlo. Estaba mas o menos a una docena de pasos mas adelante, agazapado entre dos árboles y con las manos extendidas en cruz. Nicasio, que ya había dejado atrás a diez agentes del orden como a diez adversarios pensó, este debe ser el arquero. Paradójicamente estaba ahí, como un arquero esperando que algún arbitro de la orden de ejecutar. Nicasio piso la Teamgeist, la durmió en el punto del penal y retrocedió dejándola sola por un instante interminable, sin despegar la vista del policía y como para escapar del lugar, pero no. No te voy a abandonar, pensó, sería la pena máxima. Se apoyó las manos en la cintura y esperó que el policía hiciera un mínimo movimiento. La ambición del agente al ver que Nicasio no escapaba le hizo calcular, un tanto apresuradamente quizás, que lo tenía al alcance de las manos. Fue entonces cuando se adelantó unos metros. Pero al mismo tiempo Nicasio dio tres pasos cortitos y pateó de punta con toda la fuerza de sus Alpargatas la delicadeza esférica de la Teamgeist. El policía la vio venir directamente hacia su cara y en una fracción de segundo se alcanzó a agachar tapándose los ojos con las manos. La pelota lo superó y entró pegadita al tronco del paraíso, justo por debajo de un travesaño imaginario en la copa de los árboles. Nicasio pasó como una exhalación a su lado, levantó la pelota a la carrera y se perdió entre la arboleda gritando el gol. Desde entonces nunca mas había sido visto.
Pasaron años y ninguno de los diez agentes que persiguieron aquel mediodía a Nicasio recibió reclamo alguno del barrio alto por una pelota Teamgeist extraviada. O sea que lo más probable, aunque parezca magia, es que la Teamgeist haya caído nomás del cielo. De todos modos la sed de justicia nunca le permite pensar bien a alguna gente. La Teamgeist era redonda y técnicamente perfecta y ese morochito nacional, un error del sistema. Pero Nicasio Calixto Indarte jugará en primera en cualquier momento y algunos de aquellos policías, en esa incómoda posición que deben adoptar perdiéndose el espectáculo de espaldas al terreno de juego para vigilar el correcto comportamiento de las tribunas, escuchará sorprendido a la hinchada coreando incansablemente su nombre, girará un poco la cabezota para espiar carcomido por la curiosidad y descubrirá al pibito que aquel mediodía desapareció de la villa con una Teamgeist que al final fue un mensaje del cielo. El futuro es tan impredecible como testarudo. La ley no. La ley es perfectamente predecible y obediente.

el Tomi Müller
Dibujante, caricaturista, escritor, nacido en Rosario, Argentina, actualmente radicado en Barcelona, España.
Fuente:www.facebook.com/eltomi.müller - Foto: Facebook

AMANDA TOMALINO: POEMAS


El eco
Es cierto.
El relámpago no dura tanto.
Después el eco lo hace más cierto.
Entrellueve a cántaros
sobre las largas calles silenciosas,
entresombras danzan los siglos
hasta amanecer.
Llueve y llueve
en las ramas del manzano,
un eco,
un relámpago,
hacen más cierto
tu pecho.

.

La piel a cada rato


Sobre la mesa.
Desnuda.
Rojo y natural el instinto,
la marea, el brillo exuberante.
La vastedad, en su lugar oculto,
le sucede a cada rato.
Atardece.
Es la hora;
el minuto en que la piel
recoge lo indispensable,
lo que apenas recordamos.

.

Llueve


Llueve celeste en los suburbios.
Las cuerdas del laúd
iluminan la tarde.




Sucede en el agua


La luna se afila
y muere.

.

Solo caminar

Recién termina de llover.
Empieza el día.
Un pequeño sonido
mis huellas en la arena.



Inventario

Cuento los inviernos
de estos muros
y la vida
cara a cara.

.
En su quietud
Una vara de membrillo
se hace altura,
construye la belleza quieta y delicada,
un sonido simple,
un paisaje que amanece.

.


Rostro de barro


Donde empieza el perfume
está el oeste,
donde empieza el silencio generoso del monte.
Donde el agua llega sin pasado ni ausencia
y tiene un modo de ver,
de amar el barro
de amar la frágil verdad de la vasija.

.

Ciruelo


No volvimos a hablar de Moscú
ni del jardín donde
aquella tarde pusimos el ciruelo.
30 de setiembre.
Como hoy,
infatigable
se prepara el árbol
para otra sinfonía de verano.
Para el agua,
para la abeja palpitante,
para el inmortal verde
de sus ramas.

.

Recodo

La corriente se curva suavemente
detrás de la montaña,
del azar, de casi nada.
Las ramas se inclinan
sobre la débil frescura,
un remolino,
una huella en el agua.
Detrás de la montaña llueve luna.
Detrás del azar,
la nada.


Amanda Tomalino

Nació en San Marcos Sierras, provincia de Córdoba, Argentina. Ha publicado en poesía: “De sortilegios y pasiones” (1998); “Calendario de flecha” (2001); “Los ojos del lobo” (2005); “Equinoccial” (2007); “El cuerpo infinito” (2010); “Thesión, la isla del laberinto” (2012); “El cuaderno de mi madre” (2014); “Un lugar en el espejo” (2015); “Toda la noche afuera” (2015). Comparte Congresos, Antologías y actividades literarias en nuestro país y el extranjero. 
Fuente: poesiainexorable.wordpress.com - Foto Archivos del blog

EMMA VILLAZÓN: POEMAS

Otra (fuera de la jornada de metal)

Modula las vocales de forma torcida
para que se desenvuelvan el violín
el opio pertinaz la rosa torva
Trenza destrenza y deja abierto su pico
por varios minutos en pos del vértigo
como si esperara que todos los elementos
se impregnaran en sus bordes
Hinca toda la noche en rostros de hoz y cuerda
y a la alborada apenas logra ofrecerte
la refracción de esos cuerpos
en un agua malva          —no su descamarse
sus quebraduras de peces.


[cuestionario rechazado]

¿qué calles no llevan
a las direcciones esperadas?
¿por qué una cara nunca es la cara de algo, sino algo similar a una hoja cubista?
¿por qué un nombre propio
no es comparable con un sombrero?
¿y si alguien se quita el nombre al saludar —al escribir?
¿qué se puede inferir de este día/mes/año? (no mire al cielo)
¿qué se puede inferir de que no sea necesario cavar en el silencio para oler crímenes diarios?
¿cuáles son las visiones de tres jóvenes borrachos si su charla entrara por una ventana de su casa?
¿es posible vivir incendiada y no cometer delitos?
¿qué es la cultura?* / ¿vive quien ama una radio?
¿qué se puede inferir de que miles de fervorosas
quieran ser presidentas
de su espacio y guerra?  / ¿y si sus armas son su vida?*
¿qué debe hacer cada uno con los antepasados y el cielo?
(conecte ambos términos de manera argumentativa)
¿saber es lo mismo que moverse
“pertinentemente” entre seres y cosas?
según el texto que se le ha asignado, ¿qué
palabra es la más adecuada para reemplazar
por el sustantivo destacado de esta frase:
“como si la vida lo abandonara lentamente
con el último soplo del vapor”?
¿por qué el silencio arrasa siempre
todo como la última palabra reina e incierta?
¿a quién le pertenece el silencio?
¿es posible vivir incendiada y cometer delitos en silencio?
¿es posible vivir incendiada y no comer delitos en silencio?
¿es posible vivir incendiada y no honrar unos delitos? (…)
* Macabea. * E. Hernández.


¿las palabras son qué?

 virutas vaho golpes van a manos
al salir o entrar a calles             polvo
de tripas             acaso             pero
las palabras             qué             son
qué viene a las manos             qué
a los ojos             al paladar desierto
porque arrimadas a lo estrecho             vamos (temporarias)
en días sin nombre             recibiendo.

Emma Villazón
(Santa Cruz de la Sierra-Bolivia, 1982 – El Alto-Bolivia, 2015). Estudió Derecho y Filología Hispánica en la Universidad Gabriel René Moreno de Santa Cruz y magíster en Literatura latinoamericana por la Universidad de Santiago. Publicó los poemarios Fábula de una caída (2007) y Lumbre de ciervos (2013). Obtuvo el Premio Nóveles Escritores (2007). Falleció prematuramente tras participar en la Feria del Libro de La Paz-Bolivia (2015), dejó un puñado de poemas, narraciones y ensayos inéditos, entre ellos el poemario Temporarias. El Concejo Municipal de Santa Cruz le otorgó póstumamente la ‘Medalla al mérito municipal’ (2015) por su destacada labor y aporte a la cultura cruceña y boliviana en general. Fuente. Extraídos de: Temporarias y otros poemas (2016), - vallejoandcompany.com - Foto: Archivos del blog

JORGE CANESE: POEMAS



bombachita kunu´ü

agachate nena linda
agachate che mamá
a ver si poro-al-descuido ta-ma’ëmi nde tatú

takoari ñamanone
tamanomi che-kambá

bombachita-a-mótare amanoseté
ahechane hakure nde cuarto-ipyguiolado

por siempre-ngo a consentí
vyroreí de las vyrezas
ahëtusé de las cortezas
ykere nde tatu’i

maiteí cheve peteí
la cabecita amoïro
el resto tembo-reí

bombachita kunu´u
koanga añepyrü el baile con ensistencia
anichene la pendencia
che intrumento neraihú

las chifladuras tienen sus cosas
su mate amargo
su tereré lavado

¿erótica häu?
juro que me alzaré en enero
la concha del jabalí rompió el condón rutilante

pobre tipo che-ra’a comentó engelberta
la que siempre anduvo (obviamente)
con la concha abierta



última cena

¡corten carajo!
ketchup moral hipocondría

chau amigos amigotes cantantes merodeadores
nosotros somos lo(s) que somos
somos la trampa y el vaivén
el trampolín después de todo
el cadáver putrefacto que se murió cogiendo

chau morochos mocosos
mulatas del porvenir
angelitos traviesos

y más allá de los cuerpos
un saludito a los curas y a los santos
a las putas y los pretendidos poetas
que os coma el cuco
que os arrulle el huracán

la última etiqueta
este es mi cuerpo y es tu vino

otro saludito último-pahagué a los monos
a las feas y a los maricas de toda laya
porque ellos (con toda seguridad)
no entrarán jamás en el reino de los muertos

idiotas solemnes: son inmortales

a todos vosotros pues: chau-ché
hasta jamás de los jamases
porque aunque procuréis como tarados
no llegaréis a entender ni así de nuestro (maldito) idioma

peikatunte anga chetelefoneáke
terapa emo’i ne-mensaje kontestador automátikope
ikatu uperö (anga che tiempope)
porodevolveta la llamada katueteí

cherenoike
ani peneresarai
terata-pa eiké-katu nderevikuaitépe
peë añaraköpeguaré-partida

poro’u-laya: ¡vairos!
que ni pintados para prometer amores y revueltas que nunca cumpliréis
epytá upepe
¡atrás!




reencarnación del quixote de la mancha

debo ser breve
no es cuestión de ir a la guerra sin bastimentos y sin armas
suficiente con que uno haga el papel del boludo al que nadie entiende
la santidad y el heroísmo son histerismos suicidas

1er. mandamiento: no hagas ni desees el mal a nadie
2º mandamiento: no hagas ni desees el bien a nadie

colocarse exactamente a 30 grados
con respecto a la persona o ser a ser influenciado
las exageraciones no producen efecto

abstenerse de criar discipulitos-yryvú
que nos limpien el culo o nos laven los piés

naupepe hina la karakú
la tevikuá-asunto jasolucionatava
las almas son chupadas o perdidas
por imperfecciones del sistema

tembiguai pokoví pokarë ha po-pindápartida
los zombies son algo digno de ver
los tavyrón-kolíes y kulíes también
igual que una troupe de petisas culonas
en un barco sin rumbo



¿repareitor?
producido el fenómeno es imposible volver atrás
lamentarse sólo aumenta el divertimento de los voyeures
que en el mundo espiritual son legión

las energías positivas son fáciles de utilizar
pero agradables y alegres como son
son difíciles de distribuir

problemas se presentan con las negativas
que son las más fuertes
retener este tipo de ondas no es recomendable
pero resultan un desperdicio descargadas a tierra

ñembokapú arrugueitor

hay que reescribir casi toda la magia
las cucarachas amarillas
los enanos rabiosos
añambaraká
las furias
el infinito
y la auténtica nada: nandí verá

hidalgo caballero de habla hispana
busca urgente lugar kármico para una reencarnación apresurada

de verdad me siento extraño y hasta extranjero
cumpliendo con semejante papel
amó kysépe
el chamán chapucero soy yo
vaya joda




glosario mínimo

po’ëmas: mezcla de poemas y po’ë (en guaraní): errar equivocarse
xeveguaräitêpe: sólo para mí mismo
eré-eréa: digas lo que digas
kunu’ü: cariñoso/a
ta-ma’ëmi nde tatú: observaré tu concha (órgano genital femenino)
takoari ñamanone tamanomi che-kambá: si debo morir sobre takô (en guaraní: organo genital femenino) y taco (en español: soporte) muero un poquito mi negra
amanoseté: demasiado me quiero morir
ahechane hakure nde cuarto-ipyguiolado: si observara –ardiente- en las adyacencias de tu muslo
vyroreí de las vyrezas: soncera de las sonceras
ahëtusé: quiero oler olfatear
ykere nde tatu’i: al lado de tu conchita
maiteí cheve peteí: gracias en lo que a mí respecta sólo por una vez
la cabecita amoïro el resto tembo-reí: una vez puesta la cabecita el resto es pija (órgano genital masculino) de-balde
koanga añepyrü: ahora empiezo
anichene: por favor no
che intrumento neraihú: mi ‘instrumento’ te ama
häu: extraña salvaje
che-ra’a: (vocativo) mi compinche
concha: vulgarismo rioplatense: órgano genital femenino
ñane authentical way-lo-life: nuestro auténtico estilo de vida
¿ha mba’e he’ita anga ha’ekuera?: ¿qué dirán ellos ahora?
¿ha mbaupei ñandé ñapenata ijehegui?: ¿y para qué nos aflijiremos por ellos?
upeva katu iproblemaité: eso es exclusivamente problema de ellos
ñande javivita tranquilopá: nosotros viviremos tranquilamente
taguató-pytanguy portetujape: al viejo estilo de los halcones rosados
ymatiempopeguareicha: como se estilaba en los tiempos antigüos
¿napemandu’ai-pikó lo-mitä kuñá mita’i?: ¿no os acordáis muchachos mujeres niños?
¿ajepa peneakävaí peneakäkurú?: ¿verdad que andáis mal de la cabeza?
¿ajepa pene indio pene kaigué pene dejado-atyra?: ¿verdad que parecéis indios cansinos abandonados?
michimi: pequeñito
ñamba’apokena lo-mitä: trabajemos si-qué muchachos
japensá jakalkulá jafilosofá ha jameditákena: pensemos calculemos filosofemos y meditemos
jaleé ha jañe’e: leamos y hablemos
jakonsientisákena ñaneprójimo proletario: concienciemos a nuestros prójimos proletarios
ñaneirü kaigué: nuestros compañeros cansados
ñanerapichá imembyvéa imboriahuvéa iñinutilvéa: nuedstros compatriotas que tienen más hijos que son más pobres que son más inútiles
ñamba’apota katu lo-mitä: insisto en que trabajermos muchachos
ha upeicharö oré roganata: de esa forma nosotros ganaremos
oré rotriunfata: triunfaremos
oré roimponeta ore pensamiento: impondremos nuestro pensamiento
ore sistema: nuestro sistema
ore autentical-way-of-life: nuestro auténtico modo de vida (en guaraní oré primera persona del plural excluyente y ñande inclusivo incluyente)
pahagué: último
peikatunte anga chetelefoneáke: si puedes telefonéame
terapa emo’i ne-mensaje kontestador automátikope: o sino deja tu mensaje en el contestador automático
ikatu uperö (anga che tiempope): y si puedo entonces (cuando tenga tiempo)
porodevolveta la llamada katueteí: te devolveré la llamada sin falta
cherenoike: llámame
ani peneresarai: no os olvidéis
terata-pa eiké-katu nderevikuaitépe: caso contrardo entrad decididamente en vuestro culo
peë añaraköpeguaré-partida: vosotros manga de hijos de la concha de la diabla
poro’u-laya: manga de cogedores
epytá upepe: ¡quédate ahí!
¿ha xe-pió tkk?: ¿y yo soy caca?
¿pohäro’ysä?: remedio yuyo
yryvú: cuervo
naupepe hina la karakú: ahí está el meollo de la cosa
la tevikuá-asunto jasolucionatava: el tema del agujero del culo que debemos solucionar
tembiguai pokoví pokarë ha po-pindápartida: esclavos rateritos sinvergüenzas y aprovechadores
los tavyrón-kolíes y kulíes también: los tontos culones y delicados
ñembokapú arrugueitor: explotar/arrugarse
añambaraká: la guitarra del diablo/a
nandí verá: vacío brillante
amó kysépe: ¿en el fondo? cuchillo



Jorge Canese


(Asunción,1947) Médico microbiólogo docente universitario escribió un montón de libros sobre todo poesía: paloma blanca paloma negra, kantos del akantilado, alegrías del purgatorio, indios-go-home, la conspiración de los ginecólogos, para mí venenos, temworeì pornografía para niños, etc., que por supuesto no ha leído casi nadie, muy difícil de leer-disfrutar aún para los guarañol hablantes, mezcla de español portugués guaraní paraguayo y muchos caprichismos idióticos idiotópicos idiopáticos. En el año 2011 publicó en arandurä ediciones las palabras k y en 2012 territorio ka, ilegibles e indescifrables multimix de toda su obra anterior. Estuvo preso torturado y exiliado durante el gobierno del tirano Stroessner; sigue creyendo en la poesía aunque poco-muy-poco en la que hoy-por-hoy se inscribe como tal propone al inicio de su tercera edad una porno-post-vanguardia dado que la pornografía parece ser el lenguaje más universal de nuestro tiempo una ultraneovanguardia como única salida espiritual eficaz al pasmo depresivo global contemporáneo: xempri-pafrenxipe’ë-añarakôpeguarè-partida.  Dice el poeta Christian Kent: “Paraguay es un país bilingüe. Sus idiomas oficiales son el español y el guaraní. Sin embargo, el habla corriente ocurre en el intersticio que se abre entre los idiomas europeo e indígena. A esta forma dialectal -que tampoco es un dialecto, porque tal fenómeno supone una norma espacial, geográfica, asociada a determinada zona- se la conoce como jopara ([yopará]). Este fenómeno lingüístico, que excede los márgenes de la normalización, es el verdadero idioma paraguayo. Su carácter extraoficial es quizás determinante de su forma, en esencia, agramatical; desatenta a toda regla. En algunos casos, determinado casi siempre por el capricho estético del enunciante, se aplica la grafía convencional del guaraní (que es, además, una apropiación del idioma, porque el guaraní es una lengua de tradición oral); y en otros casos se aplica la grafía castellana. E.g. kesu paraguái o queso paraguay (paraguay, en este caso, cumple la función de adjetivo; paraguayo). Es casi impensable verter el jopara en el molde de una estructura gramatical. Su naturaleza es el cambio, la espontaneidad, la anarquía en la que se desenvuelve en el uso concreto. Podría tal vez conformarse un arbitraje que vaya reconociendo las constantes que se desprenden de los movimientos de nuestra lengua y sugiriendo, a partir de tales constantes, un sistema de reglas, o algo parecido a una gramática. Pero tal ejercicio sería mutilante”.
Fuente: circulodepoesia.com - poesía paraguaya contemporánea - poeta chileno Jaime Retamales - 
Foto: ABC color

JORGE DONN: BOLERO DE RAVEL


Subido por: EDMUNDO ROSARIO
Gentileza: YouTube

Jorge Donn
Nació el 25 de febrero de 1947 en El Palomar, Argentina.
Considerado una de las figuras más notables de la danza contemporánea, fue al tiempo intérprete e inspiración de las creaciones de Maurice Béjart.
Comenzó su formación en Buenos Aires, en la Escuela del Teatro Colón. A partir de 1963 formó parte del Ballet del Siglo XX. Su trayectoria marca las distintas facetas del arte coreográfico de Maurice Béjart. Por otra parte interpretó las más notables coreografías y fue partenaire de las grandes "étoiles" rusas: Maya Plisetskaya y Natalia Makarovna.
Jorge Donn murió de sida el 30 de noviembre de 1992 en Lausana, Suiza. Fue homenajeado, en el teatro Coliseo, con un espectáculo a beneficio del pabellón de Sida del hospital Muñiz. 

http://www.buscabiografias.com/

Boléro de Ravel y de Béjart
En 1928, Maurice Ravel compuso una obra fascinante: su Boléro para orquesta, obra a partir de la cual, en 1961, otro Maurice, Béjart, bailarín y coreógrafo musulmán, fino conocedor del sufismo, creó una danza que, lejos de cualquier exotismo fácil, supo “encarnar” la esencia de la obra de Ravel. Ambas, música y coreografía, entran en un diálogo íntimo que ilustra algunos de los temas tratados en este blog dedicado al sufismo, y ésta es, justamente, la razón por la cual nos aventuramos a escribir las siguientes líneas.
A Ravel le encantaba jugar. “Esta palabra, juego, nos descubre por completo a Ravel, así como el secreto de su naturaleza profunda”. Y así es precisamente cómo el músico se planteó la composición de su Boléro: como un reto, como un juego. El propio compositor explicó en su momento a su amigo Joaquín Nin que “se encontraba trabajando en algo bastante extraño: no hay forma en el sentido estricto de la palabra, ni desarrollo, apenas una modulación, un tema… con ritmo y orquestación”. Es decir, el juego consistió en crear una obra a partir de unos mínimos elementos, a saber: un patrón rítmico de 2 compases y una melodía de 32 compases que se repiten una y otra vez en una tonalidad que sólo modula al final.
Con la misma simplicidad y transparencia planteó Béjart su coreografía, pensada sólo para dos personajes: la melodía, confiada indistintamente a un hombre o a una mujer, y el ritmo, interpretado por un grupo de hombres. La escenografía es también mínima: una plataforma circular encima y alrededor de la cual bailan, respectivamente, la melodía y el ritmo.
Se dice que el sufismo es un saber (un qué) y un sabor (un cómo). Pues bien, cabría afirmar que el Boléro es una obra sobre el sabor. Dado que conocemos desde el primer momento la melodía, el ritmo y la tonalidad -esto es, el “qué”-, la esencia de la obra se desplaza del “qué” al “cómo”. El Boléro versa sobre las múltiples maneras de decir lo único, o, lo que es lo mismo, sobre lo único diciéndose de múltiples maneras. Dicho en términos gastronómicos: puesto que los ingredientes los conocemos desde el inicio, el interés de la obra consistirá en cómo dichos ingredientes se cocinan y con qué especias se sazonan. Y así, a cada nueva aparición de la melodía, nuestra atención cada vez más centrada saboreará y apreciará nuevos detalles, nuevos matices. (Digamos a modo de anécdota que si nos permitimos este símil gastronómico es a sabiendas de que Ravel fue un buen gourmet con sensibilidad especial para vinos y especias fuertes, a las que calificaba como “¡incendiarias!”).
Para saber un poco más sobre cómo se va “guisando” el Boléro, es interesante observar la coreografía creada por Béjart. Toda ella está basada en el diálogo que entablan la melodía y el ritmo. Es este diálogo el que parece guiar la “cocción”, o, dicho en términos musicales, el impactante crescendo que es en definitiva el hilo conductor de la obra. Estamos ante un crescendo extraordinario porque parece surgir de la necesidad interior de la obra: de hecho no haría falta ninguna indicación de dinámicas en la partitura (que las hay), porque es un crescendo que se manifiesta de forma natural al irse añadiendo instrumento tras instrumento a cada nueva repetición de la melodía. Y es que el Boléro constituye un trabajo de orquestación de exquisita artesanía.
Llegados a este punto cabe constatar que esta subida de intensidad puede darse porque hay una estructura rítmica muy sólida (¡y simple!; ya hemos dicho que la célula rítmica consta tan sólo de dos compases casi idénticos) que la sustenta. Y es que así como un bailarín necesita una estructura corporal trabajada que les permita ir al límite de sus facultades expresivas, también este descomunal crescendo que es el Boléro necesita de este fundamento rítmico que lo sostenga.
La importancia del elemento rítmico en esta obra tiene otra consecuencia, que es la necesidad de ser bailada, de ser “encarnada”. Dice Jankélevich al hablar del contenido rítmico del Boléro que “la forma natural de esta música es la danza, […] el movimiento en el sitio, la acción hecha torbellino que en lugar de abocar al mundo refluye sobre sí misma, halla su finalidad en su propio interior, pisa y da una vuelta; la acción convertida en agitación estacionaria o, como dice Alain, el movimiento inmóvil”.
El ritmo del Boléro es un ritmo que apela al cuerpo, a algo arcaico y profundo, esto es a la sensualidad, a la sexualidad. Así parece entenderlo también Béjart ya que sus bailarines están constantemente conectados con el ritmo a través del balanceo de su pelvis. Este movimiento es el que, repetido innumerables veces, va creando un aumento de intensidad, una intensidad que sin embargo es lúcida, consciente, en absoluto alocada siempre y cuando el tempo de la obra se mantenga absolutamente estable, inmutable (es esta estabilidad del tempo una de las mayores dificultades en la interpretación del Boléro y a la que pocos directores de orquesta han sabido hacer frente).
La imagen de Jankélevich sobre el torbellino nos lleva a otra característica fundamental de la obra que nos ocupa: su circularidad, evidente tanto en la melodía como en el ritmo. Pero hay que referirse a otro elemento musical que es el que de forma sutil pero potente, canaliza dicha circularidad: el compás de tres tiempos (3/4). Si el compás de cuatro tiempos tiene un carácter más bien discursivo o narrativo, y el de dos apela más bien al balanceo o a la marcha, el compás ternario no permite hacer pie e invita al giro. No en vano el vals, que es giro que se despliega horizontalmente, está escrito en compás ternario. El vals es giro horizontal porque sobre su estructura rítmica hay una melodía que se va desarrollando. En el caso del Boléro, al coincidir el compás de tres con una melodía que se repite constantemente y que se repliega sobre sí misma, surge el giro sin desplazamiento. Y este aspecto queda también evidenciado en la coreografía de Béjart en que los bailarines se mueven sin apenas desplazarse.
El Boléro va dibujando imparable su espiral de intensidad hasta llevarla al límite de lo que su estructura le permite, y tras una única modulación al final, que aumenta aún más si cabe la tensión, el Boléro estalla de repente… en el silencio. Y es que el Boléro no acaba con las últimas notas: los momentos más especiales de esta obra son los instantes posteriores al último acorde, instantes en que la dualidad sonido/silencio queda trascendida. Se hace entonces evidente y tangible la vibración del silencio o el silencio vibrante. Son instantes de conmoción profunda que, sin embargo, como el juego, tan caro a Ravel, nada persiguen ni a nada se apegan, ni tan solo a la propia conmoción.
A Ravel “la música no le apasionaba sino mientras la hacía. Una vez hecha, y bien hecha, ya no le interesaba”. Y es que “el comportamiento de Ravel dejaba al descubierto sin cesar la credulidad, la franqueza y la despreocupación de un niño. Un niño que nunca abandonó el reino de la magia y que supo evocar […] las páginas más profundas de su obra. Y como un niño, una vez terminado su juego, lo abandonaba por otro juego distinto”.
Notas:
[1] Las citas de este texto pertenecen al libro Ravel de Vladimir JANKÉLÉVITCH (Antonio Machado Libros, 2010).
Por: Lili Castella
http://www.danzaballet.com/
Es licenciada en derecho, pianista y rebabista del grupo musical ‘Ushâq. En la actualidad, coordina las actividades del Institut d’Estudis Sufís.
Fuente http://instituto-sufi.blogspot.com.es
Video Subido por: EDMUNDO ROSARIO Gentileza: YouTube

sábado, 24 de marzo de 2018

IBARRECHEA: INIMPUTABLE

Las siete personas que esperaban el colectivo sobre la avenida, fueron los principales testigos. Algunas de ellas fueron internadas por sus agudas crisis nerviosas y, con el tiempo, uno de los testigos se suicidó.
Todos dijeron lo mismo en sus declaraciones.
Que el hombre caminaba hacia ellos y que traía un maletín en su mano derecha.
Que caminaba tranquilo y que cruzaba la avenida despreocupado.
Que los vehículos, allá en la otra esquina, esperaban el semáforo.
Que, de repente, se le desprendió el brazo derecho y el maletín golpeó en el suelo y se abrió. Unos papeles sueltos empezaron a arremolinarse por el viento.
El hombre perdió el equilibrio, trastabillaba, se le cayó la cabeza, el otro brazo y medio cuerpo hasta la cintura. Sus piernas, solas, hicieron dos pasos más y fueron atropelladas por el camión repartidor de gaseosas. 
Así murió José Manuel Escalante. Eran las 14:32 del 7 de Junio del año 2000. 
El mismo día en que el Juez de Familia competente dictaminara su divorcio y partición de bienes. 

Su casa, que estaba a la venta, fue fulminada. Se cree que por un rayo o un fenómeno natural no conocido que terminó partiéndola al medio.
Fue un corte quirúrgico, de una precisión notable.
Luego, una de esas dos partes se desmoronó.
Como si alguien la estrujase haciéndola un bollo.
Como si alguien la aplastase queriendo convertirla en polvo.
Como si alguien la desparramase por el patio y el jardín.
Los testigos y vecinos que observaron aquel fenómeno, afirmaron que fue exactamente a las 14:32 del 7 de Junio del año 2000.

Diecisiete años después conocí a Mercedes Isabel Montoya, de tez trigueña, menuda, de ojos marrones, mirada temerosa, internada en el hospital de insanos mentales.
Me dijeron que hacía dieciséis años que estaba allí, por su propia voluntad, quietecita, mansa, triste, silenciosa. Que solamente pidió por tener tratamiento psiquiátrico luego de su divorcio con el señor José Manuel Escalante.

Dicen en el hospital que nadie, nunca, ni con ella sedada ni con ella dormida, pudieron quitarle de sus manos, una pequeña tijera y la mitad de una foto vieja, en la que se la veía feliz, muy feliz.


Ibarrechea
Deán Funes, Córdoba, Argentina, Noviembre 1955
Reside en Cruz del Eje y es miembro del Café Literario Locos de la Estación
Escritor, locutor, presentador en radio, en programas de Argentina y Brasil.
Participó en antología nacionales y extranjeras.

MÙSICA: GABIN




"So Many Nigths"
Canta: Mia Cooper
Subido por:Filippo Clary
Gentileza: YouTube



"The alchemist"
Canta: Mia Cooper 
Subido por: Filippo Clary
The Alchemist Live - Recorded During the concert at Villa Ada in Rome - June 18th 2010 .
From "THIRD and DOUBLE" the last album by GABIN taken from FILIPPO CLARY SIDE.
Movie Editing by Filippo Clary
Gentileza: YouTube

Gabin es una banda de música de jazz new age, de origen italiano, conocida en el mundo por su extremadamente pegadizo tema “Doo Uap, Doo Uap, Doo Uap”.
Gabin es un dúo de nacionalidad italiana que nació a principios del nuevo milenio como la unión entre Filippo Clary y Max Botini. Ellos escogieron el nombre del grupo en honor a su actor preferido de los ‘30s, el francés Jean Gabin.
En el año 2003 lanzaron a la venta, más que nada por probar y por ver que daba resultado, su primer disco. En el estaba incluido su mega hit “Doo Uap, Doo Uap, Doo Uap”.
La compañía que los contrató para producir sus trabajos fue ni más ni menos que laAstralwerks, quien ya tiene bajo su ala a Plastillina Mosh, Chemical Brothers yTelepopMusik entre otros.
El disco en sí llevó el nombre de la banda y contaba con un estilo realmente particular. Una especie de mezcla entre los sonidos de las películas de los ‘30s de Gabin, junto con Electro Jazz, French Pop y Chill Out.
Además de esto, la combinación de voces de artistas como Ana Carril Obiols, Mano Negra y Joseph Fargier le dieron un toque mediterráneo inconfundible.
Gracias a este primer lanzamiento, Gabin salió de gira por más de 35 distintos países, entre los cuales se incluyeron los Estados Unidos, Nueva Zelanda, Argentina y Rusia. Luego de semejante travesía regresaron a su Italia natal, y no precisamente a descansar.
Comenzaron de inmediato a trabajar en su segundo álbum, hoy conocido como “Mr. Freedom”. En él cantaron artistas de Jazz como Dee Dee Bridgewater (2 veces ganadora del Grammy) Edwyn Collins, China Moses y Jho Jenkins, entre otros.
La mezcla de este Jazz nuevo con sonidos típicos de los ‘60s no hace otra cosa más que demostrar que estos mezcladores sí que saben lo que hacen. 
Fuente:www.jango.com - 

viernes, 16 de marzo de 2018

KOBO ABE: EL PERRO



Yo odio los perros. A mi modo de ver, ellos reflejan la vulgaridad humana con fidelidad y verlos me produce un asco irrefrenable. Los dueños de los perros me repugnan aún más. Comprendo a la gente que cuida los perros con algún objetivo específico, tal como sucede con los pequeños productores, que los mantienen por necesidad laboral, sea para vigilar las ovejas o para transportar los trineos, pero no soporto a esos seres pretenciosos que los tienen solo para amarrarlos al porche de sus casas miserables; esto, para mí, no es sino un síntoma de la degeneración humana.
Lo que le sucedió a S también fue un caso ilustrativo. Claro, me refiero al joven pintor S… ¿No lo conoces? ¿Nunca te han contado del hombre devorado por su propia mascota? Me atrevo a decir que él mismo se lo buscó; al menos, no lo compadezco de ninguna manera.
Conozco todas las peripecias desde el inicio. De hecho me opuse a su matrimonio. Creo que fue a principios de febrero, hace como tres años, un día en que hizo mucho frío después de una tremenda nevada. Casi al mediodía, llegó S, emblanquecido por completo. Entró a mi casa con el periódico, que por mi pereza no había ido a recoger del buzón. Al recibirlo, sentí un aire glaciar que se colaba entre los pliegues del diario. Se me ocurrió pensar de manera inmediata que algo raro le había pasado. A decir verdad, S nunca me cayó bien, pero eso ya no me importa a mi edad. Le ofrecí un té, y luego nos sentamos en silencio con una estufa de por medio.
Se le ondularon los vellos sobre las mejillas como las alas de un insecto. Pensé que me iba a decir algo, pero en cambio sacó del bolsillo una foto envuelta en un papel semitransparente; vi una mujer bella, pero de expresión rencorosa, tendría alrededor de veintitrés años de edad, sentada de lado con las rodillas descubiertas que se salían por debajo de la falda. Cuando lo miré a los ojos a modo de interrogación, S sacudió afanado las manos delante de la cara y me dijo con voz de espanto:
—Me voy a casar con ella. —Y continuó—: Ya sé, por favor, no me digas nada.
Luego empezó a dar explicaciones detalladas:
—Ya sé lo que me quieres decir: esta mujer, que trabaja como modelo en el Centro de Investigaciones, donde dicto un par de clases a la semana, carece por completo de inteligencia y estética. Yo sé muy bien que no tiene ningún mérito como mujer. Sabes, yo estoy en contra de las modelos nudistas; a ella tampoco le dirigía la palabra. Sin embargo, era imposible evitarla del todo, pues era la modelo predilecta del joven F, de la famosa Asociación de Artes Realistas, y frecuentaba el Centro. La mujer solía vagar por ahí sin hacer nada en particular, escogiendo siempre sitios poco concurridos, tales como baños alejados o rincones ocultos, y parecía estar al acecho de algún estudiante que la abrazara al cruzarse. Cuando la tomaban entre los brazos, ella alzaba las dos manos sobre su cabeza como para proteger algún adorno frágil y se entregaba sin resistencia, emitiendo risitas cosquillosas. Quizá te parezca estúpido, pero los muchachos del Centro se acostumbraron a abrazarla así. Desde luego, fue F quien estableció este hábito, con el argumento de que se trataba de un entrenamiento diario, necesario para cosificar el cuerpo humano, es decir, para convertir a la mujer en una verdadera modelo. Yo no estaba de acuerdo. A mi modo de ver, su método no era más que una forma de corporeizar el objeto. Creo que el fauvismo no prosperó por esta misma razón. Los estudiantes se enloquecieron al tratar de entrenar a la mujer y se descuidaron de su propio entrenamiento artístico.
»Al principio yo propuse la destitución de la modelo. Sin embargo, los muchachos quisieron conservar el mismo hábito con las nuevas modelos, que desde luego huyeron espantadas una tras otra. Por eso fue que ella volvió. Con las caras fruncidas por la ansiedad, los estudiantes permanecieron al acecho para toparse a solas con ella; todo el tiempo andaban sin rumbo, con los nervios de punta para no perder la menor oportunidad de abrazarla. Cuando se encontraron tres compañeros por casualidad, empezaron a discutir con alboroto sobre la belleza de la modelo desde varios puntos de vista. Para colmo, todos perdieron el recato ante las miradas ajenas, fuera en un espacio público o a mitad de mi lección. Qué horror. Me empezó a angustiar el Centro; una vez adentro, me sentía como si el cerebro se me transformara en una masa de plomo, luego sentí la lengua adormecida, como si se tratara de un veneno. En varias ocasiones me petrifiqué delante de la pizarra, frente a los estudiantes que se mostraron indiferentes con todo; cuando no les tocaba el turno de abrazarla, se abstraían a su antojo frente a los lienzos, que permanecían interrumpidos durante más de tres meses con la tediosa rutina de pintar y borrar.
»Un día le pegué a un estudiante atrevido que trató de abrazar a la modelo en el mismo taller. El muchacho se envalentonó sin parpadear; al recibir otra bofetada, me acometió a puñetazos y resultó muy superior a mí en fuerza.
»Qué lío. ¿Qué significaba el arte para los muchachos? No se comportaban así en broma; al contrario, lo hacían todo en serio. Pensé que la culpa era de la mujer. Discutí una noche entera con F, enumerando los defectos de la modelo; primero le critiqué el mal gusto de vendarse siempre alguna parte del cuerpo, fuera el cuello, el brazo, la pierna o el muslo. Pero F me replicó:
»—Ella quiere pasar como enferma… aspira a ser un objeto abstracto, carente de vida productiva… ¿No te parece un caso ideal para tu estética?
»Entonces le respondí que en lugar de convertirse en un objeto abstracto, ella se vuelve un parásito con su sentimentalismo asqueroso; ¡cómo no se dan cuenta de que la están estropeando entre todos ustedes!
»—Cómo no —me respondió F sin retroceder—. Eso no importa de ninguna manera; yo no me fijo en la venda sino en su verdadera personalidad; en cambio, a ti te llama la atención la venda porque solo te interesa lo carnal…
»Luego sostuvimos un debate intenso sobre lo que sucedería si pusiéramos aretes a la estatua de Venus, pero ambos nos agotamos antes de llegar a una conclusión. El siguiente tema fue el perro que cuidaba la mujer. Bueno, por ahora no te hablaré más de esto, pues de ahora en adelante tendré que explicarte los detalles. F me dijo al final:
»—Te has puesto demasiado sensible, quizá por neurastenia; ¿estás resentido conmigo en relación con ella?; en tal caso, dímelo con toda franqueza.
»Cuando quise marcharme del taller, tropecé con una silla. Al salir al corredor, algo se me enroscó en los pies: era el perro de la modelo. Alcé la vista y me di cuenta de que ahí estaba ella, que había escuchado toda nuestra conversación. La interrogué por instinto: ¿qué haces aquí? Ya es muy tarde. La mujer emitió una risilla sofocada, ladeando su cuerpo con los brazos levantados, como si me hubiera detectado la intención de abrazarla. Avancé un paso para repetirle:
»—¿Qué haces aquí tan de noche?…
»Entonces me dijo con el pecho erguido:
»—Es que los estudiantes están al acecho a la salida.
»—Te acompaño —le dije, dando otro paso hacia adelante. Y terminé abrazándola.
»… No, por favor, no me digas nada. No me entenderás. Con ningún razonamiento lograrás que cambie de opinión. Ya es inevitable que me case con ella. Tengo plena conciencia de lo ilógico de este matrimonio, ya que, a diferencia de ti, siempre he sido célibe por principios. No he venido aquí para solicitarte una consulta psicológica. Sólo quería hablar contigo acerca del perro. Sé que odias los perros. Yo también, como tú bien sabes. Ahora, el problema es que la mujer dice que no se casará conmigo si no acepto al perro. Te imaginarás el dilema en que me encuentro, y me gustaría saber qué opinas tú…
Al escuchar todo esto, intervino mi esposa, que hacía rato había venido a cuidar el fuego de la estufa:
—Estarás muy inseguro al tener que escoger entre el amor y el perro.
—Efectivamente —dijo S con brío—. Desde luego, yo no confío en su cariño. Es una mujer tan egoísta que ni siquiera asume su personalidad frente a los demás. Es por eso que estoy atormentado; si no, hace rato me hubiera librado de ella. Para colmo, no se trata de un perro común, que se pueda soportar sin mayor dificultad, sino de uno que parece un gusano; tiene la cabeza gigantesca sobre el cuerpo estirado, siempre anda retorcido con un gesto de rencor. Intenta juguetear con cualquiera que se le acerque, sacudiendo con fuerza la cadera entera sin cola, como si deseara partirla en dos. Con las patas traseras, que le saltan por el peso de la cabezota, hace piruetas en el aire. Realmente es un perro miserable, casi una basura.
”Y jamás ladra, fíjense; se limita a lanzar unos gruñidos, won-won o vau-vau, como los balbuceos de un sordomudo, y apenas chilla como un perro cuando siente la cercanía de las hembras. Claro, es macho. Me da tanta vergüenza que no soy capaz de mirarlo de frente. Tiene el rostro como el de una viuda vanidosa, con mechones caídos sobre la frente y siempre me encara resentido. No deja de vigilarme cuando estoy con ella, hagamos lo que hagamos. Le suplico que eche al perro, pero insiste en que se divierte más cuando ese animal la está viendo. Cuando le sostengo la mirada, el perro se deja caer sobre el piso con un chillido lastimero como si lo hubieran maltratado. Y no deja de lanzar esos gruñidos de espanto hasta que la mujer acude a su lado para acariciarle la cabeza. Puro simulacro. Qué odioso. Si hubiera sido un perro más común…
—Cómo no. Ha de ser un perro corriente, según lo que dices —le grité sin querer, subiendo el tono, golpeando la estufa con el atizador. Ya estaba harto—. No entiendo qué buscas al venir a verme. ¿Acaso renunciarás al matrimonio si te digo que no te cases? Qué raro eres.
De seguro le hablé en un tono demasiado fuerte. Mi esposa se levantó apresurada. Con la mirada clavada en el cielo raso, S me dijo, con voz afligida:
—He venido a ofrecerte disculpas, por haber consentido al perro… —y continuó en un tono apaciguado—. Bueno, me han contado que ese perro es de buen linaje, que es un pastor alemán. La mujer me cuenta con orgullo que al padre del perro lo trajeron los soldados norteamericanos, pero la realidad es que él mismo nació de un incesto entre la madre y el hijo. Así que prefiero callarme con la idea de que ese perro no es normal.
—Y eso, ¿qué tiene que ver conmigo? Tanto tú como yo odiamos los perros, pero yo los detesto y los desprecio mientras tú les tienes miedo. La diferencia es muy grande.
—¿Sí? Bueno, qué alivio. Ya puedo estar tranquilo —dijo con un leve murmullo antes de prender un cigarro. La columna de humo subió por encima de la estufa hasta alcanzar el cielo raso. Me irritaba. Ya no pensaba en él. Solo sabía que odiaba a ese perro.
El hombre, al fin, se casó con la mujer. Recién casado, recibió una carta de F que le reclamaba su mujer para el trabajo; decía que los muchachos querían tenerla de modelo como antes, aunque ya era una señora. Por primera vez, S cayó en la cuenta: el matrimonio, en última instancia, consistía en el deseo de despojar a la mujer de la posibilidad de ser otra. Desde luego, rechazó la petición. Y allí comenzó la tragedia de su vida. Con un ingreso aún más escaso desde que le habían quitado el sueldo del Centro, tuvo que mantener a los dos animales, carentes de la menor noción de lo que es la paciencia; para colmo, ambos eran capaces de fugarse sin escrúpulos a cualquier hora. De hecho, parece que la mujer añoraba la rutina del Centro, y se mostraba absolutamente aburrida de su vida doméstica. Además, los jóvenes estudiantes rondaban de tres en tres todo el tiempo alrededor de la casa, y se subían los unos sobre los hombros de los otros en espera de la oportunidad para asomarse a las ventanas. Al verse imposibilitado de salir de casa, S empezó a pedir trabajo por correspondencia a todos los conocidos. A mí también me preguntó unas tres veces si le podía facilitar algún encargo para hacer ilustraciones, y creo que sí se lo conseguí en una ocasión.
Lo peor de todo fue su pintura. Desde antes S pintaba solamente cuadros abstractos, que yo jamás aprecié, y gozaba de cierto renombre en algunos círculos de artistas, lo cual le permitía trabajar con vitalidad intelectual y confianza en sí mismo. Sin embargo, en la exposición primaveral de ese año presentó un cuadro con garabatos como los de un neurótico. Pensé que era el esbozo del perro; se veía con claridad una cara perruna, dibujada de frente con color gris sobre un fondo amarillo. A pesar de que había detalles que resaltaban con una vivacidad excesiva, el cuadro en sí carecía de unidad, como si fuera un animal disecado con torpeza. Aun así lo supe. Era el perro. Deduje que S también comenzaba a conocer a fondo lo que era un perro… Un niño que llegó justo detrás de mí, tomado de la mano por la madre, soltó a llorar al ver el cuadro. Hubo un estudiante de secundaria que se detuvo a escudriñarlo, abstraído, con el cuello encogido. ¡Qué inmundo!, dijo una dama. Una reseña publicada en la prensa lo despachó con frases cortantes: es un fraude, le falta modestia.
Si mal no recuerdo, fue en el camino de regreso de la misma exposición que se me ocurrió visitarlo, después de mucho tiempo sin verlo. O quizá fue al día siguiente, después de la clase. Bueno, no importa, de lo que sí estoy seguro es que fue un día lluvioso. Su departamento se encontraba en penumbra, mientras el resto del edificio resplandecía con las ventanas iluminadas. Llamé a la puerta, pero no obtuve respuesta. Me marchaba un tanto aliviado, pensando que había salido a algún lado, cuando se escuchó el chillido del perro y se encendió la luz. La cara de S se asomó detrás de la puerta entornada.
Aunque no lo vi bien a contraluz, estaba pálido y desgarbado, con el rostro enmugrecido, cubierto con una barba de varios meses, despidiendo un tufo agrio como de verduras podridas. S se quedó mirándome durante un largo rato. Mientras cerraba la puerta lentamente, murmuró en voz baja: «No, vete, déjame en paz, por favor». Me miró con ojos tan afligidos que no me pude marchar sin sentir pena por él.
Me enteré del desenlace unos diez días después, cuando me llegó una carta en que S relató toda la historia. Yo no me arrepiento. Él mismo sabía de antemano lo que le iba a suceder. Reitero lo único que sé: S se lo buscó.
Por fortuna aquí tengo la carta. Prefiero que la leas tú mismo, antes de brindarte mis explicaciones aclaratorias. Comienza de una manera brusca sin ningún preámbulo, pero yo no he tachado nada, y aquí la transcribo tal cual está:
Tú sí que eres malvado.
Si me hubieras dicho al principio que me perdonabas… Pero seguí luchando con el perro hasta el último momento. Tú nunca sabrás lo terribles que son los perros.
Mi esposa me abandonó aquella mañana en la víspera de tu visita. Quería contarte muchas cosas, pero tuve que rechazarte, pues todavía me aferraba a la idea de que mi esposa podía regresar en cualquier momento. No tenía ánimo para salir, y tampoco te dejé entrar porque el perro había empezado a hablar como cinco días antes. Después de escuchar nuestra conversación, ese perro maldito sería capaz de contarle todo a mi esposa.
Sé más o menos el paradero de mi esposa, pero prefiero mantenerme a la espera. Aunque pueda salir a buscarla, no me será posible recuperarla a la fuerza. Además, ¿qué tal si se le ocurre pasar por aquí para llevarse el perro cuando yo esté en la calle? Sería mi total perdición. Estoy seguro de que ella volverá conmigo mientras yo tenga el perro a mi lado. Bueno, déjame contarte lo que sucedió con el perro. Sin olvidar jamás tus palabras, yo luché hasta el último momento contra el perro, que a su vez no dejó de luchar contra mí. Al comienzo lo menospreciaba; creía que el perro, carente de memoria y conciencia, no dejaría de ser una sombra animada, con tal de que ignorara su comportamiento lisonjero para llamar la atención. De hecho, el animal permanecía melancólico todo el tiempo, acostado de bruces en un rincón, sin molestarme casi nunca. Hasta llegué a burlarme secretamente de ti y de tus semejantes. Pero pronto me di cuenta de mi error; el perro era capaz de fastidiarlo a uno sólo con su presencia. ¿Qué crees tú? Nadie sabe con qué objetivo permanece ahí; para peor, no solo está allí sino que su presencia es tal porque uno mismo se la otorga. Nunca he llegado a entender por qué tenemos que hacer que exista un ser tan banal. Nos pasaría inadvertido si tuviera algún significado, pero nos molesta porque no tiene ningún significado. Cuando lo observo con una mirada feroz, rumiando la posibilidad de dispararle un tiro, el perro se aferra al piso con un chillido estridente. Qué insignificancia tan vulgar.
Me pareció abominable su afición por cierta comida. Siendo perro, no comía huesos; en lugar de comida fría, probaba exclusivamente platos calientes.
Y su comida favorita eran las frutas y los dulces. También bebía licor, pero solo si era de buena calidad. Lo más grotesco de ese animal era que, pese a su incorregible pereza, reaccionaba de vez en cuando como si estuviera entendiendo la lengua humana. Un día en que dejé colgado su bacín al lado de la ventana después de lavarlo, tuvo necesidades naturales y empezó a husmear el sitio de siempre, acto que nos pareció tan gracioso, tan característico del perro, que nos hizo reír a mí y a mi esposa; pero el animal sacó, vaya a saber de dónde, una hoja de un periódico viejo, defecó encima, y luego lo enrolló correctamente con el hocico. Como si fuera poco, tomó el envoltorio entre los dientes para depositar lo sobre mis rodillas y empezó a juguetear eufórico con las piernas de mi esposa. De ahí en adelante, evité hablar con demasiada soltura cuando el perro parecía estar atento a lo que yo conversaba con ella. Jamás logré eliminar la sospecha, pese a la insistencia con que traté de convencerme de que yo solo exageraba, al igual que «el error del sabio Hans», y que era imposible que el perro me entendiera.
Uno de esos días me decidí a educarlo, porque el animal andaba tan indiferente que solicitaba más cariño a la gente ajena que a nosotros mismos. Me pareció insoportable la ingenuidad con que expresaba su alegría desbordante delante de los desconocidos, haciendo las piruetas de siempre. La cosa empeoró cuando los morbosos del Centro empezaron a rondar alrededor del edificio donde vivíamos. El alboroto repentino del perro al lado de la ventana era el indicio de que afuera había uno que otro muchacho, atisbando el interior. En esos momentos el animal me parecía tan fútil que me daban ganas de golpearlo, pero siempre me frené por estar frente a mi esposa, que me espetaba con frases tan corrientes como: «Es que tú no me quieres». Abriendo sus ojos penetrantes el perro me miraba de soslayo con arrogancia. Decidí aplicarle el entrenamiento espartano a ver si lograba fortalecerlo como un pastor alemán, pues pensé que dejaría de ser una vergüenza cuando se convirtiera en un perro hecho y derecho, con una apariencia más decente.
Y todo fue en vano; apenas iniciado el entrenamiento, el animal se acostó de espaldas para manifestar su rendición incondicional, como si fuera una araña o un escarabajo noqueado por un golpe inespera do. Nada que hacer; con cualquier trato brusco, por mínimo que fuera, el perro lanzaba un chillido tres veces más escandaloso que lo normal. A lo mejor los vecinos creyeron que aquí vivía un sádico irremediable.
Tuve que cambiar de plan. El perro era cabezón, y pensé que quizá fuera inteligente en realidad; podía ser un perro futurista, producto de alguna mutación… Al inculcarle una educación elitista, ¿no llegaría a ser un perro sabio?… Cuando algún grupo de circo ofreciera comprarlo con una suma estimable, mi esposa, tan aficionada siempre al dinero, accedería sin titubear… Podría matar dos pájaros de un tiro al vender el perro… Renuncié por completo al método anterior para emprender con paciencia la labor de integrarlo a la vida humana. Fue una experiencia angustiosa, pero nunca perdí el control de mí mismo. Además, conté con la colaboración activa de mi esposa, que se interesó en el proyecto. Engreído por nuestro amoroso trato, el animal se puso mil veces más abusivo que antes, pero a la vez cultivó el intelecto con rapidez, a tal grado que se parecía de una manera cada vez más grotesca al ser humano. Pronto aprendió a sonarse la nariz utilizando un papel, a fumar cigarrillos y a escupir entre refunfuños; hasta llegó a asentir o negar con el movimiento de la cabeza. Bueno, pero también es cierto que tardó mucho en aprender a reír; pareció costarle entender la psicología de la risa.
El cuadro presentado en la exposición fue una obra inspirada por el gesto tan cómico del perro, que se esforzaba en reír con desmesura. Sería como la versión canina de La Gioconda. Dicho sea de paso, yo perdí todo el interés en la pintura abstracta desde que me casé con mi esposa. Ahora estoy de acuerdo contigo; me he vuelto un pintor realista.
Pero lo más sobrecogedor tuvo lugar justo en el momento en que terminé de pintar ese cuadro. Mi esposa lavaba ropa en el balcón. En la cama el animal se relajaba, comiendo pan untado con mermelada, sin preocuparse por la pobreza, que nos forzaba a vivir sin tener ni qué cenar. Al dejar el pincel sentí alivio, y se me ocurrió comparar el lienzo con el modelo y le ordené que se riera. Y el perro se rio de verdad con malicia. «Carajo, se rio al fin, qué vida tan cómoda», murmuré sin querer, un tanto melancólico, y el perro me respondió en un gemido utilizando palabras perfectamente inteligibles: «Oye, qué buena vida la tuya». Mi asombro no podía ser mayor. No me soportaron mis piernas fláccidas y me desplomé ahí mismo. Intenté replicarle algo, pero un bulto palpitante en el estómago me cerró la garganta. Oí los pasos de mi esposa, que volvía a mi lado. Concentré todas las fuerzas restantes de mi cuerpo para suplicarle al perro:
—Por favor, por lo que más quieras, no le dirijas la palabra a mi esposa, que puede morirse de un infarto fulminante al escucharte hablar; por favor, guarda silencio, hasta que le diga sí… El animal asintió con la punta de la nariz, como si aceptara la complicidad.
Es espantoso que un perro hable. Aquí te voy a redactar al pie de la letra las palabras que me susurró al notar que ya mi esposa se había acostado. Me dijo:
—¿Ves que los perros no somos tan tontos como para ignorar lo que piensan los humanos? Tú te burlabas de mí, pero acuérdate que yo, con mis colmillos afilados, soy capaz de destrozar la piel humana sin dificultad. Sé comportarme para llevar una buena vida; todos mis actos, incluyendo zalamerías y sustos, son fríamente calculados para infundirles confianza. Deja de desdeñarme, que yo te puedo asestar un golpe mortal. Date cuenta de que tú no tienes ningún derecho a amarrarme…
(¿Te imaginas que un perro sea capaz de hablar así?)
Ahora bien, esto fue dos días antes de tu visita. Me llegó por correo el programa de la exposición. Al echarle una ojeada, mi esposa alzó de repente la mirada para acusarme: «¡Fue mi cara, entonces! Ni un estudiante del primer año sería tan torpe en el dibujo». Me dejó aterrado la cadena de insultos inauditos y poco frecuentes que salían de la boca de mi esposa, de quien no esperaba más que frases comunes, casi siempre empalagosas. Claro, no había excusa. Por alguna razón desconocida, el título estaba impreso en el programa con letras imborrables: El rostro de mi esposa, del pintor S. A la mañana siguiente, mi esposa ya había desaparecido.
Amarré el perro a una de las patas de la cama y lo amordacé. Despojado de su disfraz, el animal se puso más violento que nunca, mordiéndome la canilla y el brazo, pero todavía un humano podía superarlo en fuerza. Además de ser incapaz de sostener el peso de la cabeza al andar sobre sus patas, el perro lleva una desventaja fatal en los dedos, que le resultan inservibles por completo. Pero alcanzó a gritar justo antes de ser amordazado: «¡No te confíes! ¡Vas a ver que un súbdito nunca llega a dominar!».
… Luché contra el perro y seguiré luchando desde ahora en adelante. Sin embargo, te advierto que no me arrepiento de ninguna manera de mi matrimonio. Conozco más que tú lo tonta que es mi esposa. Nuestra vida conyugal, tan efímera, fue tan solo una sucesión de angustias desesperantes. Mi esposa siempre escudriñaba la comida antes de probarla; era incapaz de saborear sin atiborrarse la boca hasta empezar a babear y masticaba grotescamente. No soltaba ni un minuto un palo que utilizaba para rascarse una que otra parte del cuerpo. Su manía por los anillos llegaba a tal grado que vivía añorando a la americana que llevaba tres en cada mano. Desde luego, le fascinaban todos los hombres que la abrazaban…
Aun así, yo la espero. La esperaré, luchando contra el perro. Sé que tú eres malvado, pero por favor, te lo suplico una vez más: mándame algún trabajo de ilustración.
Al recibir esta carta, acudí a su llamado, y rápidamente estuve a su lado. Vi dos policías que rondaban distraídos delante del edificio donde estaba su departamento. Les dije que era amigo de S, y me dejaron pasar sin problema. Me crucé al pie de la escalera con un fotógrafo que venía bajando con una sonrisa despreocupada. Había otro policía en el departamento. Encima de la cama se acomodaba el cadáver de S, envuelto en una sábana. Me llegó a la nariz un penetrante olor a creosol. El policía que me creyó un periodista empezó a darme explicaciones minuciosas, casi museísticas, con el rostro fruncido:
—Una muerte extraña. Lleva muerto más de dos días. Seguramente, tanto el hombre como el perro se encontraban hambrientos. Hay indicios de que el perro estaba amarrado, pero parece que despedazó la soga con los colmillos para acometer al hombre; se pelearon fuertemente durante más de dos horas hasta que el perro lo venció al fin. Le comió primero el labio inferior y las orejas; luego, devoró los brazos y lamió la sangre. El hombre le había arrancado puñados de pelos con sus manos. El perro dormía satisfecho cuando entramos. Mire, ahí está. ¿Ve que le faltan pelos en muchas partes y que tiene manchas de sangre coagulada en todo el cuerpo? Es increíble que el hambre haya alterado tanto a ese perro, que parece tan bien domesticado…
Cuando el policía le tocó la espalda con la punta del zapato, como lo haría con su sirviente en espera de más propina, el perro alzó los ojos y jugueteó alrededor de sus pies con una alegría tan desoladora que daba pena. En efecto, era un perro cabezón que parecía una larva de saltamontes. Irritado, el policía le dio un manotazo para espantarlo, y el perro huyó hacia un rincón de la habitación, renqueaba a causa de su cadera torcida; después de mirarnos alternativamente al policía y a mí, vino corriendo a mis pies con la misma alegría miserable. «¡Maldito perro!», grité, y de inmediato le di una patada en el pecho. El policía se encogió de hombros, pero no me dijo nada. Salí expresando palabras de agradecimiento. Desde afuera siguieron escuchándose durante un largo rato los terribles chillidos del animal.



Kobo Abe


Nació el 7 de marzo de 1924 en Tokio.
Se estableció en Mukden (hoy Shenyang), Manchuria, donde su padre ejercía la medicina.
En su infancia mostró interés por la entomología y la literatura.
En 1941, regresó a Japón y se matriculó en la facultad de Medicina de la Universidad de Tokio en 1943, aunque partió de nuevo a Manchuria y fue repatriado. Acabó la carrera en 1948; un año antes se había financiado él mismo la publicación de un libro de poemas.
Publicó La señal de tráfico al final de la calle y escribió obras de teatro con un estilo poblado de personajes alienados.
Con El crimen de S. Karma (1951) obtuvo el Premio Akutagawa. Edad del hielo 4(1959) trata de las catástrofes ecológicas; La mujer de la arena (1962), se convirtió en una película de fama internacional. La cara de otro (1964) relata la lucha de un hombre con el rostro desfigurado, y El hombre caja (1973) presenta a un héroe que se retira a una caja de cartón.
Otras de sus novelas destacadas son El mapa en ruinas (1967) y Encuentro secreto (1977).
Abe Kobo falleció en Tokio el 22 de enero de 1993. 
Traducción: Traducción: Ryūkichi Terao
Fuente: Cuentos siniestros, Eterna cadencia - lamaquinadeltiempo.com - Foto: ruspekh.ru