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viernes, 28 de diciembre de 2018

WALTER R. QUINTEROS: NEGRADA

Esta es la historia de la niña Enriqueta y el negro Zé Lucio.
Ellos se enamoraron. 
Lo conversaron conmigo a escondidas, porque yo era el caporal.
Ella dijo que fue cuando lo vio a Zé Lucio bañándose desnudo en el río.
Él dijo que fue de tanto llevar a la niña en el auto, a la escuela para maestras.
Guardé el secreto. 
No se porqué.
Por eso siempre digo que no se si esta historia tiene un final feliz, o si tiene final.
Zé Lucio era uno de los nuestros, de la negrada que trabajaba en la finca. 
Alto, atlético, medio bruto que apenas sabía leer.
En cambio, ella tenía 17 años, era la única hija de los patrones.
Delgada, menuda, de muy buenos modales, saludaba y le sonreía a toda la negrada del campamento. Muito bonita.
Un día le pidió a su madre que sea Zé Lucio quién la lleve a la escuela, porque conducía mejor que el otro negro.
El dueño de la finca, don Clemente Ledesma, su padre, consintió el pedido de su esposa de trasladar a Zé Lucio del taller de vehículos a chófer de la familia.
En reemplazo me mandó a Luí Buba, un negro laborioso, pulcro, delicado, fofo, medio amanerado, que venía de las cocinas.
La niña Enriqueta me agradeció que vistiera bien a Zé Lucio, que lo acostumbrara a usar zapatos y, que lo obligara a bañarse todos los días antes de subir al automóvil.
Una noche encontré a Luí Buba y al negro Zé Lucio peleando desnudos, en la oscuridad del galpón, se escabulleron por los fondos cuando encendí una luz.
(Por lo menos, eso me pareció)
Era mi obligación informar a don Clemente de cosas raras, pero no lo hice.
No se porqué. 
La negrada que trabajaba en la finca era un poco revoltosa, barullera, rebelde.
Había en las barracas poco para comer, pero mucho para beber.
A la mañana siguiente, la niña Enriqueta y Zé Lucio, salieron, no volvieron.
Yo sabía que eso iba a suceder, pero no lo dije.
El patrón llamó a la policía, mandó a buscarlos.
A ella viva.
Al negro muerto.
Largó los perros rastreadores al camino.
Por la tarde me hizo azotar a Olivia, la nodriza, que entre llantos clamaba que, 
"sepa el señor Clemente que el amor es una cosa pasajera, hasta que por fin llega". 
Se escuchaban gritos de rabia y de dolor.
Y también me dijo que azotara a los guardias de los portones y, a toda la negrada que estaba en fila, bajo los rayos del sol, esperando el castigo de rigor. 
Yo les pegaba, veinte latigazos, a cada uno.
No se porqué.
Hasta que el negro Luí Buba rompió en llanto. 
Salió de la fila.
Corrió hasta don Clemente y se arrojó a sus pies.
Le imploraba que los encuentre, que los traiga vivos, 
"porque nadie amará tanto a mi Zé Lucio, como lo amo yo". 
Así le dijo, así le suplicó aquel negro viado.
¡Qué lo parió!



Walter R. Quinteros

RUDYARD KIPLING: POEMAS

No desistas

Cuando vayan mal las cosas,
como a veces suelen ir;
cuando ofrezca tu camino
sólo cuestas que subir; 

Cuando tengas poco haber,
pero mucho que pagar,
y precises sonreír
aun teniendo que llorar; 

Cuando el dolor te agobie
y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes ...
¡pero nunca desistir! 

Tras las sombras de la duda,
ya plateadas, ya sombrías,
puede bien seguir el triunfo,
no el fracaso que temías; 

Y no es dable a tu ignorancia,
figurarte cuán cercano
puede estar el bien que anhelas
y que juzgas tan lejano. 

Lucha, pues, por más que tengas
en la brega que sufrir ...
¡Cuándo esté peor todo,
más debemos de insistir!



Si
Si puedes mantener la cabeza cuando todo a tu alrededor
pierde la suya y por ello te culpan,
si puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan,
pero admites también sus dudas;
si puedes esperar sin cansarte en la espera,
o ser mentido, no pagues con mentiras,
o ser odiado, no des lugar al odio,
y -aun- no parezcas demasiado bueno, ni demasiado sabio.
Si puedes soñar -y no hacer de los sueños tu maestro,
si puedes pensar -y no hacer de las ideas tu objetivo,
si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre
y tratar de la misma manera a los dos farsantes;
si puedes admitir la verdad que has dicho
engañado por bribones que hacen trampas para tontos.
O mirar las cosas que en tu vida has puesto, rotas,
y agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas.
Si puedes arrinconar todas tus victorias
y arriesgarlas por un golpe de suerte,
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir nada de lo que has perdido;
si puedes forzar tu corazón y nervios y tendones
para jugar tu turno tiempo después de que se hayan gastado.
Y así resistir cuando no te quede nada
excepto la Voluntad que les dice: «Resistid».
Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud,
o pasear con reyes y no perder el sentido común,
si los enemigos y los amigos no pueden herirte,
si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
si puedes llenar el minuto inolvidable
con los sesenta segundos que lo recorren.
Tuya es la Tierra y todo lo que en ella habita,
y -lo que es más-, serás Hombre, hijo.

Mi hijo Jack


“¿Tienes noticias de mi hijo Jack?”
-No con esta marea.
“¿Cuándo crees que regresará?”
-No con este viento, y con esta marea.



“¿Alguien recibió noticias de él?”
-No con esta marea.
Pues lo hundido difícilmente nade,
no con este viento, y con esta marea.



“Oh, Dios, ¿qué consuelo puedo hallar?”
-Ninguno con esta marea,
ni con ninguna marea,
salvo que no avergonzó a los suyos —
ni aun con ese viento, y esa marea.



-Así que mantén la cabeza bien erguida,
con esta marea,
y con cualquier marea;
¡porque él fue el hijo que engendraste

y que entregaste a ese viento, y a esa marea!

Rudyard Kipling 
Nació el 30 de diciembre de 1865 en Bombay (India). Cuando tan sólo tenía 6 años, fue enviado a estudiar a Inglaterra. Permaneció cinco años en un hogar social de Southsea, experiencia que describe en su relato 'La oveja negra'. En el año 1882 regresó a la India, momento en que comenzó a trabajar para la Civil and Military Gazette de Lahore hasta 1889, en calidad de editor y escritor de relatos. Algún tiempo después publicó Cancioncillas del departamento (1886), una serie de versos satíricos sobre la vida civil y militar en los cuarteles de la India colonial, además de una colección de sus relatos escritos para la prensa recopilados en Cuentos de las colinas (1887). Su fama literaria se la debe a seis historias sobre la vida de los ingleses en la India, publicadas entre 1888 y 1889. Entre sus novelas o relatos largos más populares figuran La luz que se apaga(1891), El Libro de la Selva (1894), El Segundo Libro de la Selva (1895), Capitanes intrépidos (1897), Stalky & Cía. (1899), basada en sus experiencias infantiles en el United Services College, y Kim de la India (1901), un relato picaresco de la vida en la India. Lo más destacable de su poesía es quizá Baladas del cuartel (1892) y Las cinco naciones (1903). Viajó por Asia y Estados Unidos, donde se casó el 18 de enero de 1892 con Caroline Balestier y vivió durante un breve periodo en Vermont. En 1903, se estableció en Inglaterra. Rechazó el premio nacional de poesía Poet Laureat en 1895 (poeta laureado); la Order of Merit y el título de Sir de la Order of the British Empire (Caballero de la Orden del Imperio Británico). En 1907 le concedieron el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el primer autor inglés merecedor de este galardón. Fue iniciado en masonería a los veinte años en Lahore, dedicó su vida y sus escritos a profundizar en la condición de Hombre, y su devenir existencial. Rudyard Kipling falleció el 18 de enero de 1936 en Londres. Fuente: zendalibros - leerparacrecer - diceelwalter - buscabiografia - Foto: archivos del blog

JEAN GENET: EL CONDENADO A MUERTE


El viento que en los patios arrastra un corazón;
un ángel que solloza suspendido de un árbol,
la columna de azul que envuelve el mármol
alumbran en mi noche salidas de emergencia.

Un pájaro que muere y el sabor a ceniza,
el recuerdo de un ojo dormido sobre el muro
y el dolorido puño que amenaza el azul
al hueco de mis manos hacen bajar tu rostro.

Ese rostro más duro y sutil que una máscara,
más cargado en mi palma que en los dedos del ladrón
la joya que se embolsa, anegado en llanto.
Es feroz y es sombrío y el laurel lo corona.

Es severo tu rostro como el de un monje griego.
Trémulo permanece en mis manos cerradas.
De una muerta es tu boca y rosas tus ojos,
y tu nariz, quizás, el pico de un arcángel.

La brillante helada de un perverso pudor
que empolvó tus cabellos de astros de limpio acero,
que coronó tu frente de espinas de rosal,
¿Qué revés la fundió cuando tu rostro canta?

¿Qué fatalidad, centellea en tu mirada
con despecho tan alto, que el más cruel dolor,
visible y descompuesto decora tu bella boca
pese a tu llanto helado, de una sonrisa fúnebre?

No cantes esta noche “Les costauds de la lune”.
Sé más bien, chico de oro, princesa de una torre
que sueña melancólica en nuestro pobre amor;
o pálido marinero que vigila en la lágrima.

Y a la tarde desciende y canta sobre el puente
entre los marineros, destocados y humildes,
el "Ave María Stella". Cada marino blande
su verga palpitante en la pícara mano.

Y para atravesarte, grumete del azar,
bajo el calzón se empalman los fuertes marineros.
Amor mío, amor mío, ¿Podrás robar las llaves
que me abrirán el cielo donde tiemblan los mástiles?

Desde allí siembras, blancos encantamientos,
copos sobre mis páginas, en mi muda prisión:
lo espantoso, los muertos en sus flores violetas,
la parca con sus gallos, sus espectros de amantes.

Con sofocados pasos cruza en ronda la guardia.
En mis ojos vacíos tu recuerdo reposa.
Puede ser que se evada atravesando el techo.
Se habla de la Guyana como una tierra cálida.

¡Oh el dulzor de la cárcel lejana e imposible!
¡Oh el indolente cielo, el mar y las palmeras,
las límpidas mañanas, los crepúsculos calmos,
las cabezas rapadas, las pieles de satén!

Evoquemos, Amor, a cierto duro amante,
enorme como el mundo y de cuerpo sombrío.
Nos fundirá desnudos en sus oscuros antros,
entre sus muslos de oro, en su cálido vientre.

Un macho deslumbrante tallado en un arcángel
se excita al ver los ramos de clavel y jazmín
que llevarán temblando tus manos luminosas,
sobre su augusto flanco que tu abrazo estremece.

¡Oh tristeza en mi boca! ¡Amargura inflamando
mi pobre corazón! ¡Mis fragantes amores,
ya se alejan de mí! ¡Adiós, huevos amados!
Sobre mi voz quebrada, ¡adiós minga insolente!

¡No cantes más, chico, dejá ese aire apache!
intenta ser la joven de luminoso cuello,
o, si el miedo te deja, el melodioso niño,
muerto en mí mucho antes que el hacha me mutile.

¡Mi bellísimo lacayo coronado de lilas!
inclínate en mi lecho, deja a mi pija dura
golpear tu mejilla. Tu amante el asesino
te relata su gesta entre mil explosiones.

Canta que un día tuvo tu cuerpo y tu semblante,
tu corazón que nunca lastimarán las espuelas
de un tosco caballero. ¡Poseer tus rodillas,
tus manos, tu garganta, tener tu edad, pequeño!

Robar, robar tu cielo salpicado de sangre,
lograr una obra maestra con muertos cosechados
por doquier en los prados, los asombrados muertos
de preparar su muerte, su cielo adolescente...

Las solemnes mañanas, el ron, el cigarrillo...
las sombras de tabaco, de prisión, de marinos
acuden a mi celda, y me tumba y me abraza
con cargada bragueta un espectro asesino.

La canción que atraviesa un mundo tenebroso
es el grito de un rufián traído por tu música,
el canto de un ahorcado tieso como una estaca,
la mágica llamada de un pícaro enamorado.

Un muchacho dormido solicita las boyas
que no lanza el marino al dormido lunático.
Un niño contra el muro erguido permanece,
otro duerme encogido con las piernas cruzadas.

Yo maté por los ojos de un bello indiferente
que nunca comprendió mi contenido amor,
en su góndola negra una ignorada amante,
bella como un navío y adorándome muerta.

Cuando ya estés dispuesto, alistado en el crimen,
de crueldad cubierto, con tus rubios cabellos,
en la cadencia loca y breve de las violas,
degüella a una heredera tan sólo por placer.

Súbito aparecer de un férreo caballero
impasible y cruel; pese a la hora, visible
en el gesto impreciso de una vieja que gime.
No tiembles, sobre todo ante sus claros ojos.

Del tan temido cielo de los crímenes
de amor viene este espectro. Niño de las honduras
nacerán de sus cuerpos extraños esplendores
y perfumado semen de su verga adorable.

Pétreo, negro granito sobre alfombra de lana,
la mano sobre el flanco, óyelo caminar.
Hacia el sol se dirige su cuerpo sin pecado
y tranquilo te tiende a orillas de su fuente.

Cada rito de sangre delega en un muchacho
para que inicie al niño en su primera prueba.
Sosiega tu temor y tu reciente angustia,
Chupa mi duro miembro como si fuese un helado.

Mordisquea con ternura su roce en tu mejilla,
besa mi pija tiesa, entierra en tu garganta
el bulto de mi verga tragado de una vez,
¡Ahógate de amor, vomita y haz tu mueca!

Adora de rodillas como un tótem sagrado
mi tatuado torso, adora hasta las lágrimas
mi sexo que se rompe, te azota como un arma,
adora mi bastón que te va a penetrar.

Brinca sobre tus ojos; y tu espíritu enhebra.
Inclina la cabeza y lo verás erguirse.
Notándolo tan noble y tan limpio a los besos
te postrarás rendido, diciéndole: “¡Madame!”

¡Escuchame, madame! ¡Madame, voy a morir!
¡La casa está embrujada! ¡La prisión vuela y tiembla!
¡Socorro, nos movemos!¡Unidos llevanos
a tu blanca capilla, Dama de la Merced!

Manda venir al sol; que llegue y me consuele.
¡Estrangula a esos gallos! ¡Adormece al verdugo!
Sonríe maligno el día detrás de mi ventana.
Para morir la cárcel es una pobre escuela.

En mi garganta inerme y pura, mi garganta
que mi mano más suave y formal que una viuda
roza bajo el tejido sin que me conmuevas.
Imprime la sonrisa de lobo de tus dientes.

¡Oh ven, sol hermosísimo, ven mi noche, de España,
acércate a mis ojos que mañana habrán muerto!
Llégate, abre la puerta, aproxima tus manos
Y llévame de aquí rumbo a nuestra aventura.

Despertar puede el cielo, florecer las estrellas,
no suspirar las flores, y, en los prados, la hierba.
Recibir el rocío que bebe la mañana,
Sonará la campana: solo yo moriré.

¡Ven, mi cielo de rosa, mi rubio canastillo!
En su noche visita al condenado a muerte.
¡Arráncate la carne, trepa, muerde, asesina,
Pero ven! Tu mejilla apoya en mi cabeza.

Aún no hemos terminado de hablar de nuestro amor,
aún no hemos acabado de fumar los “gitanes”.
Debemos preguntar por qué razón condenan
a un criminal, tan bello, que empalidece el día.

¡Amor, ven a mi boca! ¡Amor, abre tus puertas!
Recorre los pasillos, baja, rápido cruza,
vuela por la escalera más ágil que un pastor,
más suspenso en el aire que un vuelo de hojas muertas.

Atraviesa los muros, camina por el borde
de azoteas, de océanos; recúbrete de luz,
usa de la amenaza, de la plegaria usa,
pero ven, mi fragata, a una hora del fin.

Se arropan con la aurora los pétreos asesinos
en mi prisión abierta a un rumor de pinares
que la mecen, sujeta a delgadas maromas
trenzadas por marinos que broncea la mañana.

¿Quién dibuja en el techo la Rosa de los Vientos?
¿Quién en mi casa sueña, al fondo de su Hungría?
¿Qué chico ha robado en mi podrida paja
pensando en sus amigos al mismo despertar?

Divaga, ¡oh mi locura!, para mi gozo alumbra
un emoliente infierno repleto de soldados
con el torso desnudo y dorados pantalones;
lanza esas densas flores cuyo olor me fulmina.

De cualquier parte arranca las hazañas más locas.
Desnuda a los chiquillos, invéntate torturas,
mutila a la Belleza, desfigura los rostros
y ofrece la Guyana como lugar de encuentro.

¡Oh mi viejo Maroni!, ¡Oh Cayena la dulce!
Veo los volcados cuerpos de quince a veinte juramentos
en torno al crío rubio que apura las sobras
que escupen los guardianes entre el musgo y las flores.

Un cardo mojado basta para afligirnos.
Solitario y erguido entre tiesos helechos,
el más joven se apoya en sus lisas caderas,
inmóvil y esperando ser consagrado esposo.

Los viejos asesinos se apiñan para el rito.
En la tarde agachados prenden de un leño seco
una llama que roba, rápido, el jovencito
más emotivo y puro que un emotivo pene.

El más duro bandido, de lustrosos músculos,
con respeto se inclina ante el frágil mancebo.
Sube la luna al cielo. Una disputa amaina.
Tiemblan los enlutados pliegues de una bandera.

¡Te arropan con tal gracia tus mohines de encaje!
Con un hombro apoyado en la palmera cárdena
fumas y la humareda desciende a tu garganta
mientras los presos, en danza ritual,

Silenciosos y graves, por riguroso turno
aspiran de tu boca una pizca fragante,
una pizca y no dos, del anillo de humo
que empujas con la lengua. ¡Oh camarada triunfal!

Divinidad terrible, invisible y malvada,
tú quedas impasible, tenso, de metal claro,
sólo a ti mismo atento, dispensador fatal
recogido en las cuerdas de tu crujiente hamaca.

Tu alma delicada los montes atraviesa
acompañando siempre la milagrosa huida
de aquel que se ha fugado, muerto al fondo del valle
de una bala en el pecho, sin reparar en ti.

Elévate en el aire de la luna, mi vida.
En mi boca derrama el consistente semen
que pasa de tus labios a mis dientes, mi Amor,
a fin de fecundar nuestras nupcias dichosas.

Junta tu hermoso cuerpo contra el mío que muere
por darle por el culo a la puta más tierna.
Sopesando extasiado tus rotundas pelotas
mi pija de espada te enfila el corazón.

¡Mírala perfilada en su poniente que arde
y me va a consumir! Me queda poco tiempo,
llégate si te atreves, surge de tus estanques,
tus marismas, tu fango donde lanzas burbujas.

¡Oh, que me quemen, que me maten, almas que yo maté!
Miguel Ángel exhausto, en la vida esculpí,
pero la belleza siempre, Señor, yo la he servido:
mi vientre, mis rodillas, mis anhelantes manos.

Los gallos del cercado, la alondra mañanera,
las botellas de leche, una campana al viento,
pasos sobre la grava, mi celda clara y blanca.
Es alegre la paja en la negra prisión.

¡No tiemblo ya, Señores! Si rueda mi cabeza
en el fondo del cesto con los cabellos blancos,
mi pija para gozo en tu etérea cadera
o, para más belleza, mi pichón, en tu cuello.

¡Atento! Rey aciago de labios entreabiertos
accedo a tus jardines de desolada arena
en que inmóvil y erecto, con dos alzados dedos,
un velo de azul lino recubre tu cabeza.

¡Por un delirio idiota veo tu doble puro!
¡Amor! ¡Canción! ¡Mi reina! ¿Es tu espectro macho
visto durante el juego de tu pupila pálida
quien me examina así sobre la cal del muro?

No seas inclemente, deja cantar plegarias
a tu alma bohemia; concédeme otro abrazo…
¡Dios mío, voy a palmar sin poder estrujarte
en mi pecho y mi verga otra vez en la vida!

¡Perdóname, Señor, porque fui pecador!
Los lloros de mi voz, mi fiebre, mi aflicción,
el mal de abandonar mi muy amada Francia
¿No bastan, Señor mío, para ir a reposar
temblando de esperanza

en vuestros dulces brazos, vuestros castillos níveos?
Señor de antros oscuros, sé rezar todavía.
Soy yo, padre, el que un día a gritar prorrumpió:
¡Gloria al más ensalzado, al dios que me protege,
Hermes del blando pie!

Solicito a la muerte la paz, los largos sueños,
un canto de angelitos, sus perfumes y cintas,
angelotes de lana en tibias pañoletas,
y aguardo oscuras noches sin soles y sin lunas
sobre landas inmóviles.

Esta mañana no es la de mi ejecución.
Puedo dormir tranquilo. En el piso de arriba
mi lindo perezoso, mi perla, mi Jesús
despierta. Y pegará con su dura verga
en mi cráneo rapado.

Parece que a mi lado habita un epiléptico.
La prisión duerme en pie entre fúnebres cantos.
Si ven los marineros acercarse, los puertos
mis durmientes huirán a otra América.



Jean Genet

(París, 1910 - 1986) Narrador, ensayista y dramaturgo francés. Como novelista consiguió que escenas eróticas y a menudo obscenas devinieran una visión poética del universo, y como dramaturgo fue un precursor del teatro de vanguardia, en especial de la corriente del absurdo. Hijo de una prostituta, Jean Genet fue abandonado por su madre y criado por una familia de campesinos cerca de Morvan. A los diez años fue acusado de robo e internado en la institución para delincuentes Mettray. A pesar de ser inocente, el joven Genet decidió hacerse ladrón, ya que la sociedad lo había calificado como tal. A los dieciséis años se fugó de casa y se alistó en la Legión Extranjera, de la que desertó para dedicarse a una vida de contrabando, robo y prostitución por varios países europeos. A principios de la década de los cuarenta, mientras estaba en prisión, comenzó a escribir. Su primera obra, fruto de su larga experiencia carcelaria y su vida de delincuencia, fue El condenado a muerte (1942), que dedicó a un amigo condenado a la pena capital por homicidio. Pero es en Nuestra Señora de las flores (1944) donde Genet realiza un primer trabajo autobiográfico, acerca de la homosexualidad y la vida en los barrios marginales. Fuente: biografiasyvidas - Foto: José Lupiañez

NURIA RUIZ DE VIÑASPRE: POEMA INCORREGIBLE


Poema incorregible

Sin amor nada se puede
ni siquiera morir se puede sin amor
Vladimir Holan

¡Cómo es la muerte! Te clava los ojos -que ya no son tuyos- a un punto extraño de una habitación que tampoco es tuya, y ese mismo punto que te está mirando te inmoviliza hasta la expiración completa. Los que aquí quedamos nunca sabremos qué puntos son esos que los de allí ven con tanta claridad.
Ver cómo el padre miraba ese punto. Seguir la trayectoria de sus ojos fijos y ver que miraba una luz que le miraba fijo. Era una luz incandescente. La luz de emergencia de cualquier hospital. La luminosa muerte iluminándole. La luz que quemó su último sueño. El sueño del Fuego.
A las dos y cincuenta y uno de un día trece del mes más cruel, escribir cómo nos mira la muerte pero no concluir nada, porque la muerte nos rapta antes de concretar nada,
solo la muerte es inconcreta
vivir la muerte del padre
literal y literariamente te inconcreta

quedarse a solas con el padre a solas
el mundo desmundado al otro lado
al otro lado el río
y al otro del otro su cadáver expuesto
nunca expuesto

después
la quietud del silencio
los pegados labios indecibles
el pectoral izquierdo sobresaliente
como si la esperada muerte súbita
le cogiera con el aire levantado
como si el corazón le hubiera estallado
de amor correspondido
y fuera ahora una cordillera inmóvil
las no horas infravaloradas de ese órgano
el plástico en el que envolvieron su cuerpo líquido
recorriendo mis manos
el sonido de mis manos chocando contra el plástico
la dureza de su mandíbula deshaciéndose por lágrima
mis manos caminando como un ciempiés por cada músculo frío
cada centímetro detenido
cada célula muerta al fin

no sé cómo escribir la muerte
sí puedo escribir que un apellido tumbado tumba tu nombre

pero tú no eres nada
-me digo-
tu nombre solo es un nombre
anclado a tierra
pala cuerda y escaleras hacia el cielo
panteones que se alzan como construcciones hacia abajo
¿escalar hacia lo profundo es incalar
o recalar?
qué trabajo más extraño
el de levantador de tapas de ataúdes
echador de tierra en tierra
albañil que abre y cierra tumbas
y alquila y vende horizontales casitas
de madera

mis pies están enterrados
en dos cubos de cemento
mientras una cigüeña dibuja en el cielo su futuro nido
-hay una cigüeña sobrevolando a tu padre- me dices
quiere anidar vida sobre su caja féretra
yo miro la caja y la caja duerme
a orillas de un mar que ahora es río
su rostro se serena al sentir el vuelo cigüeñal
y el cielo deja de mover nubes

papá ha muerto
ha entrado un bosque en la habitación
y ahora hablo a solas en el cuarto
hablo y digo en alto papá ha muerto

las paredes se han agrietado
las células han transitado de un lado a otro
de un latido a otro de una nube a otra
me ha movido de una pared a otra
de la habitación
estaba escribiendo la palabra nube
mientras le tocaba la frente y le decía
-¿que miras tan fijamente papá?
pero él ya no me oía
solo miraba esa luz que le miraba fluorescente y calva
mientras su voz pedía que sentaran
su cuerpo para tocar la tierra con sus pies alados
tras tomar tierra descansó
con esa cigüeña-madre sobrevolando su cabeza
y sus aladas patas ya atadas

después el golpe seco
-dulcísimo pero seco-
su pierna cayendo de la cama
resbalando sin latido
como resbala el agua de la fuente o de la frente
mi ralentizada mano recolocando
su fémur mientras el mundo se paraba

su muerte me ha pillado
escribiendo
su
muerte

se han muerto sus brazos en mis brazos
en mis únicos brazos
en mis huérfanos brazos
qué quieto se queda el aire en ese abrazo
qué quieto se queda todo
qué silencio y qué tanto tan a solas

me duelen los dientes
del olor a mentol quieto y a asepsia
de tocar su traje nuevo plastificado
de seguir la trayectoria de sus huesos
de buscar contornos y formas
de tocarlo todo
hasta la toalla que amorosa sostenía su aorta
como si mis manos tuvieran que palpar su muerte
para ver que era real sin ser ya real
para volver a dibujarlo todo en la cartografía de mi mente
y sentir la soñada y fina lluvia
que pulverizó todo y a todos dentro de la casa

no quiero corregir este poema
quiero que permanezca tal cual fue visto y descrito
no quiero corregir su muerte
no quiero corregir su vida
es mi último acto de amor
incorregible.



Nuria Ruiz de Viñaspre 
nació en Logroño en 1969 y estudió Magisterio en Valladolid, ciudad donde reside. Aficionada desde muy joven a la lectura, se embarcó accidentalmente en el mundo de la creación literaria. Adepta de la literatura alemana de corriente romántica, donde el sentido trágico y dramático de las cosas resultaba exacerbado; es autora hasta la fecha de poemarios como El mar de los suicidas y otros poemas, Desiderium o el dolor de lo ausente.., ha publicado parte de sus poemas en diversas revistas literarias como Argaya y Alambique, y las electrónicas Letralia, Uñas negras y Ángeles o demonios. Formada por la lectura de autores como Plath, Woolf, Tsvistaeieva, Sexton, Pizarnik, Holderlin, Dickinson, Barnes, Eichendorff, Celan, poetas todos extraordinariamente presentes. Su poesía son sus mundos interiores, es por lo tanto una poesía intimista y de temáticas diversas, pero con unos denominadores comunes a los que siempre se mantiene fiel; temas como la muerte, la soledad, el suicidio, el desamor llegan a ser el mayor motivo de su obra y aunque en un primer momento pueda intuirse un gran escepticismo en su poesía, una recatada espiritualidad rezuma entre verso y verso. En 2004 obtiene el XX Premio de Poesía de Ciudad de Tudela y desde 2014 dirige la colección eMe - Escritura de Mujeres en Español en Ediciones La Palma. Fuente: cainabella - escritoras 

TAKARAI KIKAKU: HAIKUS



鐘 ひとつ 賣れ ぬ 日 は なし 江戸 の 春


Primavera en Edo,
No pasa un día sin
Un campana del templo vendido.


***

El sauce 
Contempla al revés
La imagen de la garza.

***

Las libélulas
Tranquilizan su locura
Al atardecer.

***

Hototogisu akatsuki kasa wo kawasekeri

Grita un cuco;
el amanecer me hace comprar
un paraguas.

Aquí y allá,
las ranas croan en la noche
estrellas brillantes

El mensajero
ofrece una rama de ciruelo-flor,
y luego la letra

el antiguo mensajero
le ofrece primero una rama de ciruelo...
y después la carta

una lluvia de verano -
una mujer está sentada sola
mirando fuera

A la luz del sol plana
una mariposa vagando
por la calle de la ciudad

Ahora las libélulas
dejan sus giros locos ...
una fina luna creciente

"Mi nieve!" - Cuando pienso en eso,
que pesa casi nada
en mi paraguas y sombrero.

Esta nieve es mío
el pensamiento de que lo que parece más claro
en su sombrero de junco

Un hombre que se come
su comida en medio de las glorias de mañana
que es lo que soy!

Qué hermosa luna! Se proyecta
la sombra de ramas de pino
sobre las esteras.

El cuerpo de Nightingale
colgado boca abajo
primera canción del nuevo año

Puppet
golpeando un tambor taiko
fiesta flor de visualización

Una cascada de sake
y fresco fideos cebada llueven
del cielo!

Si un hombre rico
es lo que quiere decir ser. Entonces
olvidar la tarde de otoño también

Como buen caballo galopa
20.000 poemas son moscas
esparcidas en el viento

Tónico para el verano, el calor
de un perro lame hacia arriba
y sube las cimas de nubes

Una sola campana
se vende por lo menos una cada día
de primavera en Edo

Una tormenta de verano de repente
el que asoma fuera de
la mujer

Sobre el mar
un arco iris, borrada por
una bandada de golondrinas

En la cama del Emperador,
el olor de los mosquitos quemados,
y los susurros eróticos

Una sola hoja de ñame
contiene toda la vida
de una gota de agua

Durante el largo camino
de la flor-portador siguiente:
luna abundantes

Empiezo cada día
con los verdes de desayuno y el té de
la mañana y las glorias

Montar la gran hoja
del árbol de plátano
del árbol-rana se aferra

Ahí va un mendigo
desnudo a excepción de la túnica
del cielo y de la tierra!

Rayo-juego-
que ayer estaba en el este
se encuentra en el oeste hoy

Su compañero devorado
por el gato, la esposa del grillo
debe luto

En el cumpleaños de Buda,
el niño huérfano se convertirá en
hijo del templo

Oh Gran Buda,
sus piernas se estan llenado
con estas flores de nieve

Esta hermosa cara
los arañazos faisán él
con espolones afilados

Separar el algodón
son mayores también
se enfrenta a las muñecas hina

En Kyomachi
un gato merodeando por amor
cabezas para Ageyamachi

La luna llena de otoño
en esta estera de paja
de pino árboles de sombra

Pilares de mosquitos
de un puente flotante de los sueños
se extiende a través

Esta puerta de madera
me deja fuera para la noche
luna de invierno

La voz ronca de
un mono, pero sus dientes son blanco brillante
pico de la montaña y la luna

Kagura baile en la noche
la respiración del artista blanco
dentro de su máscara

***





Takarai Kikaku 
( japonés : 宝井其角 ; 1661-1707), también conocido como Enomoto Kikaku .
Fue uno de los principales discípulos de Basho. Su padre era en Edo médico, pero Kikaku optó por convertirse en un haikaipoeta profesional en lugar de seguir sus pasos. Editó dos de las principales antologías a través del cual la Escuela Basho ganó su reputación, incluyendo Minashiguri (Castañas arrugadas, 1683), y escribió el prólogo para un tercer Saruminosho (Straw Raincoat del mono, 1691). Pero sus relaciones con su Maestro eran a menudo tensas, él es a menudo el blanco de la tradición anecdótica transmitida entre los discípulos, y no parece haber sido una final caiga. No se le menciona en ninguna parte, por ejemplo, en la última gran obra de Basho, Oku no Hosomichi (el camino angosto hacia el Back Country). La poesía de Kikaku es conocida por su ingenio y por su dificultad. Mientras que Basho, especialmente en sus últimos años, se centró en el campo y abrazó una estética de simplicidad. Fuente: Haijin

PHAROAH SANDERS: MÚSICA


"Sun Song"
Subido por Brother John
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"The Creator has a master plan"
Subido por jcdabrowsky
Gentileza: YouTube




Pharoah Sanders

Farrel «Pharoah» Sanders (Little Rock, de Arkansas, 13 de octubre de 1940) es un músico estadounidense de jazz, saxofonista tenor y soprano; también toca ocasionalmente el alto.
Se destacó por su mezcla de estilo de free jazz y marcadas líneas rítmicas, a menudo con percusiones africanas. Estudió piano en la adolescencia, con su abuelo; luego batería y clarinete, y a los dieciséis años, saxo y flauta. Sus comienzos fueron en algunas bandas locales de R&B, como las de Bobby Blue y Junior Parker. En 1959 se trasladó a Oakland, en California, para estudiar en la Oakland Junior College, donde logró tocar con apenas 19 años, con Sonny Simmons, Dewey Redman y Ed Kelly, con quienes forma el grupo "Little Rock", y con Philly Joe Jones. En 1961 se trasladó a Nueva York, destacando rápidamente entre los músicos de vanguardia de la Gran Manzana, adscritos en aquella época al freejazz, entre ellos Don Cherry, Sun Ra. En 1963 formó grupo con el pianista John Hicks, el bajista Wilburt Ware y el batería Billy Higgings. A partir de 1962, colaboró en la banda de John Coltrane, quien lo descubre en un concierto en el Village Gate y le invita a unirse a su banda y con quien colaboraría a menudo en los últimos discos que Coltrane hizo para el sello Impulse!. Después de la muerte de Coltrane colaboró con su viuda, Alice Coltrane, mientras siguió grabando como solista bajo el sello ESP y participó además en un par de álbumes de Sun Ra y otro con Don Cherry. Su mayor éxito fue el disco Karma de 1969 con Leon Thomas como vocalista. En 1987 grabó Africa con homenaje la música de Coltrane. Fuente: Wikipedia - YouTube - Foto: mibandamemata








sábado, 22 de diciembre de 2018

WALTER R. QUINTEROS: IRENE

Aquí le traigo algo para que coma y un poco de gaseosa para que se le endulce esa garganta lastimada que tiene. En realidad eran tres milanesas que preparé como a usted le gustan, con mucho ajo y crocantitas, pero los guardias se comieron dos, ellos me dijeron que las probaban para saber si estaban envenenadas y se tomaron casi toda la naranjada por lo mismo. Después me revisaron entera, me metieron sus manos por donde quisieron y me manosearon como lo hacía usted, pero no me dio vergüenza estar desnuda delante de ellos, me las aguanté porque quería pasar a verlo. Coma, cómala despacio, para que no se lastime más la boca y sacuda un poco el envase así se le va el gas que le queda, sino guárdela, y tome agua en la celda. Me dijeron en la guardia que el médico dijo que no va a poder hablar por mucho tiempo, así es que me crucé al kiosco del frente y le compré este cuadernito y un lápiz para que escriba. Mándele avisar a sus hijos que vengan a visitarlo, escuché que quieren vender la casa para pagar sus deudas de juego, y encerrar a la pobre de su mujer en un geriátrico. Ellos siguen en la timba, lo llevan en la sangre, pero no son pendencieros como usted, por eso la familia del Diógenes Loyola no les hizo nada en venganza. Hizo usted muy mal en matar al Diógenes, don Ismael.

Irene mira hacia los techos del salón de visitas y de los pasillos. La luz de la siesta anuncia que afuera hay un sol tremendo y una suave brisa estremece las telarañas viejas que cuelgan desprolijas.

Fíjese en el estado en que está, mañana por la mañana lo van a afeitar y después que lo revise el doctor le van a cambiar las vendas y le van a sacar esos dientes rotos que tiene. Cuando esté mejor lo llevarán al penal y cuando cumpla los setenta y cuatro si Dios quiere lo van a soltar. Le han dado trece años por el crimen, los mismos trece años que me tuvo usted como su mujer, desde que me tomó por la fuerza, trece años desde que me violó y me pidió que me callara y que no le contara nada a nadie mientras con su fusta usted me marcaba la espalda porque quería callar mis gritos de dolor. Yo apenas tenía dieciséis. ¿Se acuerda? Hace trece años que me hizo prometer que no hablaría. Y usted bien sabe que yo cumplí don Ismael. Aunque supo respetar mis días, nunca fue capaz de regalarme ni una flor. Míreme, levante esa cara y míreme. Fui suya, cuando quiso, donde quiso y por dónde más se le dio las ganas. Y nunca nadie supo nada don Ismael, ¿Sabe usted porqué? Porque en las noches que usted no cruzaba el patio a poseerme, yo lo extrañaba. Porque cuando usted se quedaba con la pobre de su mujer, yo lo celaba. Creía que lo amaba don Ismael y, cuando usted me faltaba, me sentía sola y abandonada.

Irene limpia la mesa de la sala de visitas, seca sus lágrimas, envuelve las sobras en un papel y las guarda en la bolsa de plástico, se levanta y arroja la mugre en el recipiente de residuos cerca de la puerta. Un guardia le dice que el tiempo terminó.

Me voy don Ismael, ahora tengo trece años para aprender a querer a otra persona y trece años para olvidarlo. Adiós patrón.



Walter R. Quinteros
Nació en Deán Funes, Córdoba, Argentina en Noviembre de 1955. También conocido por su seudónimo Jose Antonio Ibarrechea en claro homenaje a sus abuelos, o simplemente Ibarrechea. Escritor, publicó en diversas antologías nacionales y extranjeras. Presentador y locutor en programas de radio de Argentina y Brasil. 
Foto: Cepram