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sábado, 30 de diciembre de 2017

RYUNOSUKE AKUTAGAWA: CUERPO DE MUJER


Una noche de verano un chino llamado Yang despertó de pronto a causa del insoportable calor. Tumbado boca abajo, la cabeza entre las manos, se había entregado a hilvanar fogosas fantasías cuando se percató de que había un pulga avanzando por el borde de la cama. En la penumbra de la habitación la vio arrastrar su diminuto lomo fulgurando como polvo de plata rumbo al hombro de su mujer que dormía a su lado. Desnuda, yacía profundamente dormida, y oyó que respiraba dulcemente, la cabeza y el cuerpo volteados hacia su lado. 


Observando el avance indolente de la pulga, Yang reflexionó sobre la realidad de aquellas criaturas. “Una pulga necesita una hora para llegar a un sitio que está a dos o tres pasos nuestros, aparte de que todo su espacio se reduce a una cama. Muy tediosa sería mi vida de haber nacido pulga…”
Dominado por estos pensamientos, su conciencia se empezó a oscurecer lentamente y, sin darse cuenta, acabó hundiéndose en el profundo abismo de un extraño trance que no era ni sueño ni realidad. Imperceptiblemente, justo cuando se sintió despierto, vio, asombrado, que su alma había penetrado el cuerpo de la pulga que durante todo aquel tiempo avanzaba sin prisa por la cama, guiada por un acre olor a sudor. Aquello, en cambio, no era lo único que lo confundía, pese a ser una situación tan misteriosa que no conseguía salir de su asombro. 

En el camino se alzaba una encumbrada montaña cuya forma más o menos redondeada aparecía suspendida de su cima como una estalactita, alzándose más allá de la vista y descendiendo hacia la cama donde se encontraba. La base medio redonda de la montaña, contigua a la cama, tenía el aspecto de una granada tan encendida que daba la impresión de contener fuego almacenado en su seno. Salvo esta base, el resto de la armoniosa montaña era blancuzco, compuesto de la masa nívea de una sustancia grasa, tierna y pulida. La vasta superficie de la montaña bañada en luz despedía un lustre ligeramente ambarino que se curvaba hacia el cielo como un arco de belleza exquisita, a la par que su ladera oscura refulgía como una nieve azulada bajo la luz de la luna. 

Los ojos abiertos de par en par, Yang fijó la mirada atónita en aquella montaña de inusitada belleza. Pero cuál no sería su asombro al comprobar que la montaña era uno de los pechos de su mujer. Poniendo a un lado el amor, el odio y el deseo carnal, Yang contempló aquel pecho enorme que parecía una montaña de marfil. En el colmo de la admiración permaneció un largo rato petrificado y como aturdido ante aquella imagen irresistible, ajeno por completo al acre olor a sudor. No se había dado cuenta, hasta volverse una pulga, de la belleza aparente de su mujer. 

Tampoco se puede limitar un hombre de temperamento artístico a la belleza aparente de una mujer y contemplarla azorado como hizo la pulga.


Ryunosuke Akutagawa
(Tokio, 1892-1927) Escritor japonés de corta pero notable trayectoria. Es uno de los autores más problemáticos, inquietantes, versátiles y discutidos de nuestro siglo, no sólo bien conocido en Japón, sino también en Occidente, en donde hace ya bastante tiempo que muchas de sus obras han sido traducidas y presentadas al público. Escribió más de cien relatos, además de ensayos críticos, crónicas de viajes y páginas de diario, obras indispensables para reconstruir su compleja personalidad, tanto de hombre como de escritor.
Su madre enloqueció cuando aún no tenía un año y su padre lo puso bajo la tutela de un tío materno, perteneciente a una rama familiar de estrictos pero empobrecidos funcionarios. Desde pequeño mostró sus brillantes cualidades para la lectura y el estudio. En su último año de universidad publicó su cuento más célebre, Rashomon (1915). Se doctoró en 1916 con una tesis sobre W. Morris, tras estudiar a fondo las literaturas inglesa, alemana, francesa y rusa.
En 1918 se casó y empezó a trabajar en un periódico, el Mainichi Shimbun, que en 1921 lo envió como corresponsal a China y Corea. Sin embargo, su frágil salud y sus nervios se resintieron y comenzó a atormentarse con el fantasma de la locura. Su escritura adquirió un tono más desesperanzado e irónico, aunque sin abandonar los imperativos de claridad y lucidez que se había impuesto desde el principio. En 1926 sufrió otro colapso nervioso, esta vez más serio. En 1927, tras liquidar las deudas heredadas de su tío y sostener un encendido debate con J. Tanizaki, se suicidó mediante una sobredosis de pastillas el 24 de julio. Había dejado, a modo de explicación, un texto titulado Carta a cierto viejo amigo.
Fuente: teecuento.wordpress.com - biografíasyvidas.com - Foto:goinsjapanesque.com

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