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viernes, 6 de octubre de 2017

ALBERTO CORTÉZ: POEMAS


Qué culpa tengo yo

Qué culpa tengo yo para mi muerte
de manos de un fanático suicida
qué culpa tengo yo de no ser fuerte
para blindar las puertas de mi vida.

Qué culpa tengo yo si mi camino
de siempre es un camino socegado
no tengo vocación de jacobino
ni soy un transgresor iluminado.

Si debo convivir con los violentos
por ética les niego mi indulgencia
Los seres que generan malos vientos
no pueden navegar en mi conciencia.

En nombre de que míseros designios
se juega con la paz y con su suerte
la paz es un deber,y es el dominio
que tiene por haber la buena gente.

Conciente soy de ser entre la masa
un punto más en medio de la pista
un número nomás en la subasta
un impreciso numero en la lista.

Qué culpa tengo yo de los manejos
de rapaces ediles sin conciencia
que escurren siempre el bulto y el pellejo
y acaban con mi fe y mi paciencia

Si debo convivir con los corruptos
Tampoco les dedico mi indulgencia
ni tan siquiera un mísero exabrupto
que pueda decorarles la conciencia.

qué culpa tengo yo de los enojos
de jurásicos seres trastornados
que juegan a la muerte y sus despojos
en tremendos y arteros atentados.

Que sepa de para siempre el terrorismo
de artera sombra y docta villanía
que solo tiene espacio en el abismo
del crimen y su eterna cobardía

No hay fin que justifique tanta pena
ni pena que no viva su calvario
no hay crímen que se quede sin condena
más tarde,más que nunca o más temprano.


Capilla del hombre
I

¿Y el cóndor?.
Trashumando los vientos,
térmica altura
de los sueños,
se desangra a la luz de la mañana,
majestuoso,
sideral,
bruñido
como la piel dorada de mestizo
que te habita y me convoca
al torrente de tu sangre,
rauda sangre,
viva sangre,
mixtura de infinito con misterio,
a navegar la infancia del quebracho
desde el roble
señero y transmarino.

II

Mestizo,
hermano mejor,
brazo firme,
gajo de luna,
intacto a la falaz
distracción antecedente.
Inerme a la inclemencia
del destino.
Inerme por los siglos
de los siglos a venir
a la cornisa de este
instinto de saberte
total en mi alma.

III

Mestizo
esperma, encendido
mestizo,
llaga primera.
¡Ay! mestizo,
pero mestizo entero
señor y soberano.
Bienvenido tu seas
a la “Capilla del Hombre”.

IV

¿Y las cumbres?
Sosneado,
Cotopaxi,
Chimborazo,
luz primera,
derivando
tu macizo corazón
de indio plenario
en plena claridad
hasta la ola,
espuma dominada,
que en tu playa
se sumerge a las entrañas
secretas de la vida.

V

Pese al relámpago fiero,
pertinaz,
inexorable,
magnitud de la ignominia
que hizo de tu arroyo
arteria desgarrada
y a la lava solar
de tus volcanes
polvo final
de cieno pisoteado,
permaneces
de cobre a bronce,
germinal
y perpetuo.
Indio raíz,
Señor de las estrellas.
Bienvenido tu seas
a la “Capilla del Hombre”.

VI

¿Y la mar?
La mar por todos lados.
La mar de todas partes.
La eterna
mar de gaviotas
y navíos,
de cielos incendiados,
de barbas
y naufragios.
Fue la mar camino,
inmensidad de diáspora
y encuentro inevitable
la que posó en tus manos
su ayuntamiento
de cima y caracola.

VII

Mientras que yo,
pálida tez
de arcano laberinto,
tálamo yermo
secular en gastos
esteparios,
portador de otra sombra,
otro fulgor
y otra simiente
me comparto en crisol
alternativo.
Yo provengo de allí,
te traigo el verbo,
es todo tuyo
como mío
es tu trazo magistral.

VIII

En este andar de tiempos
fronterizos,
cuestionando los vuelos
y el barro al alfarero.
Proponnos tú la vida,
la tuya con la mía y la de todos,
esencia original y desenlace.
Si tu estatura de cenit lo decreta,
¡Mariscal de los Andes!
bienvenida que sea
a la “Capilla del Hombre”.



Traigo para ti 

Traigo para ti desde muy lejos
un traje de amapolas con lunares,
auténticos lunares de la luna,
con un cuello de garza sibelina
y un sombrero con plumas de ave fénix
plumas infantas del ave renacidas...
Traigo lápices de todos los colores
que robé en un descuido al arco iris
cuando andaba de uniones con las nubes.
y hasta diez pergaminos de abedules
donde pintar los cielos del estío

Había mar en la tierra donde anduve
y del mar te he traído algunas cosas
un pañuelo de nacar nacarado
y unas alas de peces voladores.
Negocié con Neptuno más no quiso
deshacerse por nada del tridente
sin embargo te envía un abanico
de coral vespertino y transparente
que hicieron hipocampos artesanos.

Mil erizos te envían alfileres
para tejer con sargazos un abrigo
que te abrigue de las brisas marinas
de la aurora boreal y de las prisas.

Te traigo este poema en que me traigo
a tus brazos desnudo todo entero,
es decir, sin secuelas del camino,
es decir, sin urgencias y en mis manos
te traigo el corazón que una gaviota
me entregó para ti por si quisieras
ir con ella a volar por el espacio
o al interior de alguna caracola
para escuchar al mar desde más cerca
traducir el idioma de las olas.





Alberto Cortéz

José Alberto García Gallo (Rancul, La Pampa, 11 de marzo de 1940), más conocido como Alberto Cortez, es un compositor, cantante y poeta argentino.
Alberto Cortez es conocido por muchos como "El gran cantautor de las cosas simples"​ Algunas de sus obras más conocidas son: En un rincón del alma, Cuando un amigo se va, Callejero, Mi árbol y yo, A partir de mañana, Te llegará una rosa, Castillos en el aire, El abuelo, canción esta última que obtuvo un éxito fenomenal y que fue interpretada también por la cantante venezolana Mirla Castellanos. Muchas de sus canciones se basan en hechos y personajes reales o simplemente en sentimientos y adversidades a lo largo de su vida.
Fue gran amigo del cantautor Facundo Cabral, con quien se presentaba en ciertas ocasiones cantando obras como No soy de aquí ni soy de allá y Cuando un amigo se va. En sus conciertos trataban de entrelazar un poco de humor al show. Con veinte años se fue en barco a Génova, y de allí en tren a Amberes, donde grabó su primer disco.
Fuente: albertocortez.com - es.wikipedia.org - Foto: sipse.com

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