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viernes, 7 de julio de 2017

ELVIO ROMERO: POEMAS

Estampa
De duras manos toscas
y torso duro, primero fue yuntero,
creciendo entre clavados morichales
-hijo de labradores macilentos-,
con la pobreza que dejó en su rostro
visibles hondonadas con el tiempo.
Después, cuando los años
fueron trazando pliegues en su cuerpo,
como la lluvia que se da a la tierra,
fue dejando su ardor por los esteros,
con un grito moreno que saltaba
como madera sólida del pecho.
Va atravesando roncas intemperies
con olor a sudor, a viejos cueros,
haciéndose profundo como el ámbito
de la extensión desierta y del desierto.
Harapiento y lacónico, no tiene
más que el ardor del viento carretero.
La amenaza nocturna, el filo que golpea,
la venganza resuelta en el acecho,
la mañana ambarrada en los pantanos,
la enredadera, el sobresalto, el miedo,
lo encuentran sumergido
dentro del musgo que labró el silencio.
Todos lo divisamos, aquí mismo,
erguido entre cañados indefensos,
con los ojos despiertos y febriles
por un vivo desprecio,
denso como su sangre, maduro y torrencial,
desbordado y tremendo.
Él es como nosotros:
sobresaltado, claro, verdadero;
ama y odia, profundo
como una hoguera que batalla ardiendo.
Y mirando las ruinas y las ruinas
y el camino deshecho,
herido, con el brazo ensangrentado
y ensangrentado el cuerpo,
trajina esta vorágine.
Lo llamamos Juan Pueblo.

El sombrador caído
(Alberto Candia, una Luz asesinada
por orden de la Sombra).
I
Desde un límite fúnebre nos mira,
desde la niebla inquebrantable y húmeda,
desde un sitio de rotas rosas negras
donde el rosal devora escalofríos,
desde el silencio, desde el fondo
de una casa desierta, sin nada, sólo con sombra y
polvo,
sin nada, sólo con la humedad que le muerde los
huesos.
La tierra lo recibe;
mas no como una gota exterminada, como hojarasca
que a solas cae sin recuerdo alguno, sono como un
mayúsculo
símbolo de la patria violentada;
que lo han metido allí, que lo han clavado
en un cajón a nuestro suelo amargo,
a Alberto, al Hombre,
que andaba con su inmenso amor a cuestas
y a la sombra del pueblo caminaba.
Creció sobre una tierra verdadera.
Su acento era el acento de los ríos, hondura
de un remanso profundo y majestuoso;
su palabra era el pan de los humildes,
y todo él, raíz entre raíces,
piedra de los caminos, gleba y pueblo.
Rumor del pueblo, suma de su hombría.
Pulso de su grandeza y su silencio.

Estad atentos siempre
EXILADOS:
Escuchad, paraguayos:
escuchadme vosotros que lleváis las guitarras
errantes en las manos,
cuyas medallas tienen todavía color acometido
de cántaros granates y profundos,
simples varones verdes con el alma en incendio:
grabad en la retina todos los laminados
paisajes de la patria,
pensad que solamente
fijando en la memoria su desazón y escombros,
serés mañana el claro fulgor de su conciencia.
Nadie más que vosotros
sois la medida entera de sus lágrimas;
pensad que tenéis rostros de llanuras y bosques,
que sois el repartido surco de las labranzas,
los redentores barros pisoteados;
pensad que sois los hijos exilados de un árbol,
ya que la patria tiene cuerpo de ramas secas
cuyas hojas batieron los desastres.
Todo está decidido
con la disposición de la fuerza y la lucha;
no hay camino que borre vuestras rojas pisadas,
no hay caballos que olviden vuestra destreza antigua
de jinetes,
labios que no pronuncien el saludo caliente del regreso;
todo depende ahora del rapto agricultor de vuestras
manos,
del avizor sentido que tienen las simientes
y la honradez de vuestros pasos.
Estad siempre de bruces
para esperar mejor a las semillas,
restañando la herida mortal de los arados;
vale la pena atrincherarse un tiempo en las labores
y arrancarle a la patria ese sudario
y levantar los brazos como flores dichosas
que pasan de un entierro a la alegría.
Escuchadme vosotros que lleváis las guitarras
errantes en las manos,
hombres de una cosecha avasallada.


Elvio Romero
Yegros, Paraguay, 12/12/1926; Buenos Aires, Argentina, 19/05/2004. Primer poeta paraguayo laureado con el Premio Nacional de Literatura; se le otorgó en 1991. Elvio no sólo es el poeta paraguayo más universal en lengua castellana, sino uno de los grandes latinoamericanos de la poesía castellana. Es UN POETA con mayúsculas tanto por su nivel poético como por su vasta producción; un poeta profesional, y como tal protestó cuando en su documento de identidad no le quisieron poner “de profesión poeta”. Vivió la poesía y de la poesía su vida entera. Se ganaba la vida escribiendo. Se preguntará el lector: ¿por qué figura Elvio Romero en esta Galería de poetas contemporáneos en Lengua Guaraní? Yo le digo, porque es uno de ellos como lo demostraremos en este ensayo literario. Elvio Romero figura en esta galería por el mérito de haber vencido el monolingüismo castellano. Era buen hablante del idioma guaraní pero como fue apartado de su pueblo por razones políticas siendo muy joven, le faltó vivencia y profundización de esta lengua. La mayor parte de su vida la pasó en Buenos Aires donde hablaba con los paraguayos en guaraní, pero no se atrevió a escribir en esa lengua “por respeto a la misma”, como alegaba. No obstante, y para vencer su monolingüismo literario escribió su primer poema en guaraní titulado: Che ropea guýpe. Es posible que se haya propuesto escribir una serie, para no figurar en los anales históricos como poeta monolingüe y hasta puedo creer que sus escrúpulos políticos no le permitían dicha calificación. Él fue un hombre que abrazó en su juventud, como decía el Dr. Eusebio Ayala, “las ideas humanitarias del socialismo”; y se mantuvo en esa línea hasta su muerte. Por ello no podía ignorar el idioma propio de este sufrido pueblo por cuya redención se jugó y al cual le demostró su más plena solidaridad durante la vida entera. Pero al final resulta que Che ropea guýpe es el único poema escrito por Elvio en guaraní. Tampoco abrazó el castellano paraguayo. Su idiolecto poético fue un castellano estándar, clásico, tuteante en el centro de la región voseante; un castellano internacional. Pero no sé cómo se las arregló para dar a su poesía, a pesar de todo ello, un inconfundible acento paraguayo. Es posible que su lenguaje rebelde, altivo, combatiente y apasionado, haya alcanzado a pulsar una de las cuerdas del alma paraguaya, porque a nosotros nos gusta su poesía; la sentimos como salida de lo más hondo de nuestra tierra profunda para envolvernos con un halo de emoción muy especial; es como si el poeta empuñara nuestra más íntima dignidad para devolvernos el orgullo de pertenecer a un gran pueblo.
Si el bilingüismo oral guaraní-castellano antes que separar a los paraguayos, los une, el bilingüismo literario debe hacer lo mismo. Por eso quiero destacar que en el mundo de la literatura castellana del Paraguay hay literatos que militan en el bilingüismo, aun cuando son monolingües o precariamente bilingües. Por ejemplo, Rubén Bareiro Saguier, con esa diafanidad de conducta que le caracteriza, dice a cuantos quieran escucharle: “yo lamento no poder escribir en guaraní porque fui formado en la cultura colonialista; no tengo capacidad para escribir en esa lengua, pero apoyo con todo fervor a quienes lo hacen porque es la lengua propia del Paraguay”. Carlos Villagra Marsal tampoco pudo ser un escritor bilingüe, igual que Rubén y por la misma razón, pero apoya sin retaceos el bilingüismo. Estos dos escritores tienen además el mérito de haber abrazado elcastellano paraguayo en literatura y de haber dado con ello identidad propia a la literatura paraguaya en castellano. 
Pero no debemos olvidar que ellos tienen a sus precursores. Elvio lo tiene a Herib Campos Cervera, insigne renovador de la poesía castellana en el Paraguay. Este poeta, para no ser rotulado como monolingüe, escribió dos poemas en guaraní: Mandu’a rory y Kyha inimbo. Por otra parte, el precursor de B. Saguier y V. Marsal es Benigno Gabriel Casaccia Bibolini, novelista, el primer narrador de ficciones que tuvo el Paraguay, en cuyas obras puede leerse, puesta en boca de los personajes de Areguá, el castellano paraguayo.
Volviendo a Elvio después de estas digresiones, pasamos a analizar su único poema en guaraní. Señalamos, en primer lugar, que tiene una forma curiosa. El poeta adopta en esta obra una virtual forma clásica; le da un ropaje aparente de poesía rimada cuando en realidad no usa rima alguna. El poema consta de 4 estrofas; cada estrofa tiene 4 versos; cada verso es de 18 sílabas. El primer y el tercer versos terminan con acepto llano, mientras el segundo y el cuarto versos constan de 17 sílabas pero con terminación aguda, razón por la cual la preceptiva considera que tiene 18 sílabas. Es un poema con métrica regular y acento rítmico final invariable; son versos medidos pero no rimados. El sabor poético le da, aparte del acento rítmico, sus metáforas, imágenes y otras figuras retóricas. Es un poema dedicado al amor presente, al cual Elvio estaba más inclinado. Es difícil encontrar entre sus obras un canto al amor ausente o perdido. Che ropea guýpe es un gran poema, bellísimo, pero insuficiente para ubicar a su autor entre los grandes poetas de la lengua guaraní.
Llegar a ser el más universal entre los poetas paraguayos en lengua castellana conlleva un gran mérito, pero no el mayor. Para mí el mayor mérito de Elvio Romero consiste en haber cambiado el discurso amoroso del hombre paraguayo. Me explico: antes de Elvio, los poetas paraguayos, y detrás de ellos todos los varones, cuando pretendían el amor de una dama lo pedían, rogaban, imploraban y hasta mendigaban. Por ejemplo, Ortiz Guerrero decía: “Tañesũna ndéve / ha nde po guive pa / chemboy’umi”. Gómez Serrato decía: “Epáy ehecha / ne rokẽme oúva oñepomoĩ. Tupã mba’e jára / nerenói haguéma hembe ruguypáva”. De este mismo modo escribían los poetas de lengua castellana de la época y en consecuencia éste era el discurso utilizado por los varones para conquistar el amor de la dama, porque los poetas son los que nos prestan el discurso.
Pero un día llegó al parnaso paraguayo un joven poeta llamado Elvio Romero y de inmediato se cuestionó esta situación; se preguntó: ¿por qué el varón debe mendigar de esta forma un bien siempre compartido, como es el amor o el sexo que es casi igual?; ¿por qué no ha de manifestar simplemente sus sentimientos con toda la dignidad de una persona, puesto que al final, la mujer tiene siempre la opción de aceptar o rechazar la oferta de amor?
Una vez asumida esta postura comenzó su gran obra de transformación del discurso amoroso. En su obra poética insta al varón a manifestar su amor con fervor y entusiasmo porque tal es la naturaleza del amor presente. Insta a dejar de lado el discurso derrotista y angustioso, que apela a la conmiseración. Para mí aquella renovación ha sido necesaria y oportuna, porque, tal como entendía Elvio, el amor presente está signado por el fuego, la llama, el fervor, el ímpetu, la vitalidad y un coraje arrollador. Este poeta llega sosteniendo que antes que pedir, el hombre debe ofrecer; ofrecer su corazón, sus sentimientos, su persona; y además debe valorar lo que tiene y ofrece, porque no es poca cosa. Por ejemplo, el beso que él daba, recibe una calificación casi mágica en su emblemático poema titulado “FUEGO”. Allí dice: “El beso que yo te doy / te deja una sola herencia. Constelarte en su fulgor, en su fragancia, en su arena. (Es la) activación de mi pecho / fruto viril / apetencia; cárdeno deseo / (de) gloria; sed de (una) posesión serena”. “El beso que yo te doy (…) / quiere medir tu estatura / quiere respirar tus trenzas / quiere ceñir tus suspiros / quiere atravesar tu lengua. (…) Son clavos que llevo adentro / donde mis hambres te acechan / donde mis armas te forjan / donde mis hierros te queman. Se apoya en tu corazón / y allí te acosa y te cerca”.
Después de Elvio Romero sólo aquellos paraguayos que no lo han leído siguen implorando el amor de la mujer.
Además de gran poeta, Elvio era una gran persona y tengo el honor de haberme honrado con su amistad. Una vez en Buenos Aires, me llevó a ver y oír un espectáculo que le gustaba mucho: “El Cante Jondo” en el “Tablao Flamenco” y a la salida, en el “Café Tortoni” me dijo: “Nde Tadeo, oguahẽ niko chéve peteĩ vy’a’ỹ, nantendéiva mba’érepa”. Le contesté: “Upévante niko katu oguãhẽ ndéve. Aníkena oiko ndehegui la “mbokaja ha’eño”, he’íva ku Romero Valdovinos”. Mi respuesta le puso curioso y se puso a indagarme. Allí le expresé: “Acaba de hundirse todo un mundo ante tus ojos, y eso significa la depredación casi total de tu ambiente; es un golpe muy severo. La única forma de combatir la angustia que eso te causa es, recreando de inmediato tu ecología humana”. Esta recomendación le impactó. Estábamos a 5 años de la implosión del bloque soviético, donde antes él pasaba largas temporadas compartiendo tertulias con los más grandes literatos y artistas de todo el mundo. Ahora estaba sumando a su viejo exilio un virtual confinamiento en Buenos Aires, aislado de todos, con ya muy escasos viajes a Europa, y era natural que la depresión le viniera pisando los talones. Indudablemente tenía la urgencia de renovar su mundo y aceptó mi recomendación de muy buen grado.
Podríamos decir que Elvio nació poeta porque antes de cumplir los 20 años de edad ya registró en poemas los hechos ocurridos en su país, el sufrimiento de su pueblo, así como sus penurias personales. Desde entonces aparecieron sucesivamente sus poemarios: “Días roturados” en 1947; “Resoles áridos” en 1948; “Despiertan las fogatas” en 1950; “El sol bajo las raíces” en 1952; “De cara al corazón” en 1955; “Los innombrables” en 1959; “Esta guitarra dura” en 1961; “Destierro y atardecer” en 1962; “El viejo fuego” en 1977; “Flechas en un arco tendido” en 1983; “Los valles imaginarios” en 1984. Tiene además 2 ensayos: “Miguel Hernández, destino y poesía” en 1958 y “El poeta y sus encrucijadas” en 1991.
Elvio Romero es el poeta del amor por excelencia; del amor apasionado, digno y viril; pero también es el poeta de la lucha, de la protesta radical y de la esperanza de redención que abriga su pueblo.
Fuente: Tadeo Zarratea - mbatovi.blogspot.com - portalguaraní.com - lapoesiaalcanza - Foto: paraguay.int.ar

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