TRADUCTOR

domingo, 30 de julio de 2017

CARLOS SCHILLING: POEMAS


Ahora mismo empieza la canción
de las últimas horas y las voces
que la cantan parecen ser tu voz,
tu propia voz, la voz de las mujeres
y los hombres que no pudiste ser,
que no quisiste ser, la voz que ladra,
la voz que muge, la negada voz
que surge como baba de tu boca
que es la boca de nadie, sin palabras,
sin música y sin aire, despojada
también de toda carne que no sea
la carne ya mordida de tu lengua,
más amarga y más dura que la roca,
cuando muda repite la canción
de las últimas horas, la canción
que no te nombra, la canción final
para los huesos nunca sepultados
de las vacas, los perros, las mujeres
y los hombres que no pudiste ser,
que no quisiste ser, y te transforma,
te anula y te transforma en el silencio
de un planeta lejano, no visible
desde la Tierra, donde sólo puede
haber viento que choca contra el viento,
niebla y gases que forman remolinos,
un planeta desviado de su órbita
original y sin un sol que guíe
su caída hacia qué galaxias nunca
nombradas, nunca vistas por tus ojos,
más allá, más abajo, más adentro,
donde ahora comienza la canción
de las últimas horas y en ninguna
voz persiste el sonido de tu voz.

**

Sepultaría el mar junto a tus huesos
si tuviera el poder de suprimir
los paisajes que viste en este mundo
cuando yo todavía no era nadie,
y construiría un muro entre tus ojos
y el cielo estrellado para darle
a tu mirada una lección de sombras;
sí, te quiero encerrada, enceguecida,
convertida a la fe que en mis deseos
se expresa y en mis actos se revela,
te quiero sin memoria, sin pasiones
extrañas, sin más vida que mi vida,
te quiero, ya sabías que te quiero,
y es justo que cambiaras tu apellido
por mi apellido y que tu nombre fuera
un tributo a mi nombre: nada tuyo
me pertenece menos que yo mismo
cuando escucho en tu boca mis palabras
y descubro mis gestos en tus gestos,
aunque ninguno pueda distinguir
quién es la luz y quién es el reflejo
en la figura que formamos juntos,
mitad hombre, mitad mujer, moneda
de dos caras y un único valor,
ahora que la arrojo, no a la fuente
de los enamorados, sino al aire
de esta noche que llega a nuestros cuerpos
desde el mar, mientras gira la moneda
sobre sí misma y tiembla su destello
fugaz contra el destello permanente
de las estrellas, antes de caer
a tus pies y mostrar que la fortuna
no se opone a la ley de gravedad.

**

A Marisa Badino, cuántos días
después de nunca más... Ninguna cuenta
regresiva es posible cuando el sol
gira en sentido opuesto al espiral
de tus pasos (¿terrestres o celestes?)
y cifrar con palabras todo el tiempo
no vivido parece la medida
justa del desconsuelo. Pero digo,
Marisa, que tu nombre de tan fácil
rima rechaza por igual la brisa
caliente del verano entre los pinos
del cementerio público en Sunchales
como la breve risa del borracho
que levanta su copa sin saber
cómo se llama la difunta... Sos
una difunta, ¿viste?, sos la vieja
que no llegaste a ser, porque los muertos
siempre resultan anticuados, turbios
y pasados de moda en sus posturas
de muñecos de cera. Yo prefiero
no haber estado en tu velorio y gracias
le doy a quien no creo por vivir
tan lejos de tu fosa que me siento
libre de refutar la corrupción
de tu cuerpo, tachar con una cruz
de tinta cada bicho o cada yuyo
que brote de tus huesos, y encarnarte
de nuevo en mis deseos no cumplidos,
para cambiar los años que no fui
nadie en tu vida por un siglo juntos
o una tarde. Que conste en actas: nombre:
Sra. Marisa Badino de Schilling;
domicilio legal: este poema.

**

Nadie me nombra fuera de esta casa,
ninguna voz pregunta qué me pasa,
qué busco, qué rechazo o qué pretendo
cuando muevo mi mano y no comprendo
a quién saludo, ni por qué saludo,
y me veo a mí mismo como un mudo
que trata de inventar otro lenguaje
con gestos y con muecas y con ruidos
y lo único que logro son chillidos,
porque cada palabra es un ultraje.
Nadie me nombra fuera de esta casa;
no son muchos tampoco los que saben
que en los sentidos de mi nombre caben
todos los nombres que el silencio arrasa,
y si el mundo parece un espejismo,
¿como podría ahora ser yo mismo
quien se reconociera en estas cosas?,
y si siempre me escupen en la cara
¿como podría ser yo quien rogara
que los muertos descansen en sus fosas?
Nadie me nombra fuera de esta casa,
y sólo el tiempo acepta los motivos
de la lluvia que cae y de la brasa
que brilla sin saber que estamos vivos;
sólo el tiempo, supongo, me desea
como al mar, todavía, me desea,
como al cielo y a todas las estrellas,
no por quitarme nada que haya en mí
ni para responderme qué hago aquí,
sino para alejarse de mis huellas...,
y antes de abrir las últimas botellas,
decir con una voz que me traspasa:
nadie te nombra fuera de mi casa.

**

Sabemos que sus uñas se clavaron
en la tierra y cavaron y buscaron
en la tierra las cosas que no son
propiedad de la tierra, fotos, joyas,
cadenas, otro mundo más que rastros
del mundo sumergido, otro mundo,
en el barro enterrado, en las cenizas
quemado, otro mundo donde fuera
posible ser lo que perdieron, ser
sus hijos rechazados, ser sus padres
negados, ser abuelos de sí mismos,
y asistir a las fiestas convertidos
en fantasmas, sin cuerpo, sin noción
del cuerpo, descarnados como el aire
que corrompe las frutas y las aguas
y las transforma en moscas, en insectos,
en criaturas con alas transparentes,
despojados de toda condición
humana o animal: neblina, menos
que neblina, sustancia reducida
al espanto de no tener un nombre,
y decirse en palabras siempre ajenas,
emitidas por voces que se funden
con el viento y se alejan en la noche,
no hacia las estrellas, hacia el cielo
contrario, hacia el punto donde nadie
puede saber a quién están llamando,
a quién le están pidiendo que regrese,
mostrándole las fotos, las cadenas
o las joyas por fin desenterradas...,
y ahora, ¿dónde lavarán sus manos,
sucias de barro, plantas y cenizas,
y en qué materia clavarán sus uñas?

**

Cuando duermo en la cama de mi hija,
no quiero que me miren sus muñecas
con esos ojos de retinas secas,
abiertos día y noche, como pozos
donde siempre parecen flotar trozos
de un mundo sumergido en otro mundo,
y no quiero saber si es más profundo
mi sueño que sus sueños de criaturas
extrañas a la vida, con figuras
que evocan a personas recordadas
a medias y a lejanos seres, hadas,
brujas y elfos, venidos de una tierra
que en sí misma subsiste y se encierra
y late sola bajo un sol negado
a todos; no, no quiero ser el lado
visible de esas formas invisibles,
cuando duermo en la cama de mi hija,
y noto que las dudas son posibles,
que crecen y se nutren de mis huesos
como una enfermedad que ni los besos
de un ángel curarían: ¿por qué vivo,
y por qué vive en mí un fugitivo,
un hombre que no puede ser el padre de nadie?; 

no, no quiero que me ladre
el perro de peluche, ni que el oso
de plástico me empuje hacia ese foso
de las últimas cosas, donde siento
que termina otra vez el mismo cuento,
y ninguna visión, ninguna cara
viene a llenar el hueco de mi cara,
porque todo es neblina, todo es grumo,
todo se desvanece como el humo,
cuando duermo en la cama de mi hija.


Poemas:pertenecientes al libro "Confesiones impersonales"

Carlos Schilling

Nací el 28 de diciembre de 1965, en Sunchales, provincia de Santa Fe. Vivo en Córdoba desde 1984. He publicado los libros de poesía "Mudo" (2001/ Visor) y (2004, Alción) y "Formas de ver el mar" (2006/ Recovecos) y los de relatos: "Dos variaciones" (1997/ Alción), "Diana y Nadia" (1999/ Alción) y "¿Agua?" (2006/ La Creciente). Además publiqué en varias revistas, como El banquete, Nombres, Hablar de poesía, Poesía y Poética, Diario de poesía, entre otros. Trabajo como editor del Suplemento Cultura y la sección Espectáculos del diario La Voz del Interior, de Córdoba.
Fuente: lasdeleccionesafectivas.blogspot.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El comentario estará sujeto a la aprobación del equipo y su administrador. Gracias.